Soy ama de casa desde hace cinco años, acompaño de todo corazón a mis hijos y cuido a mi esposo. ¡De repente trajo de vuelta a su amante que quiere divorciarse de mí! Como ama de casa de tiempo completo en los últimos años, he dedicado no solo tiempo y energía, sino también oportunidades para desarrollar mi carrera, ¡así que decidí luchar! Pero no esperaba que el joven abogado que me ayudó con la demanda me dijera que yo le gustaba desde hace mucho año...
NovelToon tiene autorización de judy111 para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Capítulo 16 Pedido de auxilio
Si bien me estaba por divorciar, no tenía intenciones de desatar noticias románticas de última hora, y la verdad era que, en ese momento, mi situación con Isaac tenía todas las características necesarias para que pensaran que era un romance. Y aunque la gente que nos conocía supiera que no había nada entre nosotros, yo me sentía avergonzada.
—Es solo una foto, no sirve como prueba, y no te olvides que él fue infiel primero y tú te comportaste de manera racional. Además, no pasa nada entre nosotros —me tranquilizó Isaac en tono serio. Yo miré sus facciones juveniles y me armé de paciencia para intentar explicarle.
—Lo sé, pero no quiero pasar por esto; yo no soy como él, soy más íntegra. Y tú con tu actuación de borracho acabas de arruinar todo el sacrificio que hice.
La sonrisa del chico se borró en un segundo al escucharme.
—¿Sacrificio? ¿Ayudarme es un sacrificio? ¿Entonces cómo se llama lo que has hecho por Ivan? Desperdiciaste tu juventud, tu belleza y tu talento en él. Si sacas la cuenta, perdiste la mitad de tu vida.
Sus palabras fueron como sal en la herida. Agitada, di un paso hacia atrás para tomar distancia de él y le pregunté:
—¿Por qué fingías estar borracho?
—Tú sabes por qué —respondió con los ojos en llamas.
—Claro que lo sé —dije haciendo una mueca—, pero ya te dije que eso es imposible.
—La edad no es un problema —insistió. Su tono de voz se había vuelto más suave.
—No estoy hablando de la edad, estoy hablando de sentimientos. No siento nada por ti —aclaré y, sacudiendo la cabeza, añadí—: Sé que no debería decirte esto ahora; debería ser egoísta y utilizarte hasta que termine el juicio de divorcio, pero no quiero darte falsas esperanzas, así que ahí lo tienes. Si quieres volver a verme en el futuro, no vuelvas a sacar el tema. —Lo rechacé con tanta seguridad que se puso pálido.
Salí del bar y me dirigí a su casa, donde sus padres estaban cuidando a mi hijo. Cuando me vieron llegar sola, de inmediato preguntaron:
—¿Dónde está Isaac?
—Terminamos de hablar de lo más importante y después se encontró con una de sus amistades —expliqué—. Yo soy madre, no puedo seguirle el ritmo a la gente de su edad, así que volví sola.
La señora sonrió.
—Es así; una vez que una mujer tiene hijos, ya no tiene vida propia. Después de que tuve a Isaac y hasta que comenzó la escuela primaria seis años más tarde, no tuve ni un respiro.
Una vez que salí de la casa con Jesse y subimos al coche, solté un suspiro de alivio. Como había bebido, no podía conducir, por lo que pedí un chofer privado por Internet. Enseguida tomaron mi pedido y me avisaron que el vehículo iba a llegar en dieciséis minutos. Eran las diez de la noche cuando al fin nos fuimos de la casa de Isaac y, como ya era la hora de dormir de Jesse, se quedó dormido en mis brazos. Pasé un buen rato pensando en la foto que Morley había tomado, a tal punto que estuve ausente durante todo el viaje. Para cuando volví a poner los pies sobre la tierra, me di cuenta de que el chofer llevaba un largo rato manejando y yo no tenía idea de dónde estábamos.
—Disculpe, ¿está seguro de que este es el camino correcto? —pregunté.
—No, solo estoy siguiendo las indicaciones del GPS —respondió el hombre desde el frente. Tomé mi móvil para encender la ubicación y chequear el recorrido, y al verlo mi corazón prácticamente se detuvo. Había un punto rojo en el mapa que indicaba el lugar donde estábamos, pero alrededor estaba lleno de nombres de pueblos; ya no estábamos ni cerca de la ciudad.
—Hay mala señal, no puedo usar Internet. —Me obligué a calmarme y fingí que no había podido ver el GPS—. ¿Dónde estamos? —le pregunté.
—Ya casi llegamos, faltan unos diez minutos —repuso.
Me hice la tonta y lo entretuve conversando de cualquier cosa mientras escribía un mensaje de texto y se lo enviaba de manera aleatoria a Isaac, que, por haber estado chateando en los últimos días, había quedado primero en la lista de contactos recientes de mi móvil.
si ya tuvo el valor para hablar con ella. mínimo debió de tener dignidad frente al poco hombre del esposo. muy poca cosa la protagonista