Devuélveme A Mi Hija.

Todo parecía marchar bien. Juanita y Eugenio habían sido declarados fuera de peligro.

Y Alejandra también estaba bien, solamente le estaban dando un poco de alimentación porque estaba muy desnutrida.

Hablando de Alejandra, mientras ella estaba en su cuarto tratando de recuperarse oyó afuera una conversación que estaban teniendo dos médicos.

Oye, Ray, ¿cómo se encuentra el empresario Eugenio Escobar?

Están fuera de peligro, tanto él como la señorita Juanita, la enfermera.

Al oír el nombre de Eugenio Escobar, Alejandra tuvo un estremecimiento.

Sabía, por la carta que había leído, que él era su padre.

Por eso cuando llegó el doctor a verla, le hizo esta pregunta:

Doctor, ¿puedo salir un rato?, estoy muy cansada de estar acostada, necesito caminar.

Claro que sí Alejandra. Solamente te pido que no camines, mucho. No quiero que te vayas a agotar, ¿está bien?

Sí doctor, gracias.

Alejandra se puso las chanclas que tenía al pie de la cama, se arregló bien la bata y salió.

Fue directamente a recepción a preguntar por el cuarto de Eugenio.

Es mi papá, ¿sabe?

Es el cuarto 315, hasta el fondo.

Gracias.

Resuelta, Alejandra se dirigió hasta el cuarto 315...

Al verlo, casi se desmaya, su parecido con ella era asombroso. No cabía duda, él era su padre biológico.

El hombre estaba lleno de tubos...

Estaba inconsciente, un poco débil, pero fuera de peligro, solo era cuestión de tiempo para que se recuperara.

Ella estaba parada observándolo.

"¿De manera que tú eres mi padre?", pensó. "¿Tú fuiste el que abusó de mi madre"? Quiero que sepas que no te guardo rencor porque a pesar de todo eres mi padre. Aunque nunca hayas estado a mi lado"...

Salió de ahí y regresó a su cuarto.

Al poco rato llegó la policía...

Buen día, necesitamos hacerte algunas preguntas...

Está bien, diga, dijo Alejandra muy despreocupada.

¿Qué fue lo que pasó? ¿Quién te dejó allí encerrada?

Alejandra los vio unos instantes, luego dijo:

Mi mamá, Luisa, me dijo que vendría pronto por mí, pero pasé casi tres días y ella no volvió.

¿Luisa, dices?, el oficial le mostró una foto. ¿Es esta tu madre?

Al ver la foto, ella dijo: Sí, ella es mi madre.

Siento decirte que ella está en la cárcel, está acusada de secuestro, y de haber propiciado el fuego que terminó con la casa de tus padres adoptivos.

Eso no puede ser cierto. Ella me ha tratado muy bien en todo este tiempo.

Tal vez, pero tus padres eran Héctor y Sonia legalmente. Luisa te secuestró. Y eso está penado por la ley.

Pero yo no tengo a dónde ir, no sé si aún está la casa de mi mamá disponible.

No, esa casa fue incautada, ella nunca la pagó. Pero, en cambio, ya hablé a la casa de tus padres adoptivos, en seguida vendrán.

¿Y si yo no quiero volver ahí?

Tendrás que hacerlo, eres menor de edad, y debes estar con tu familia.

Bueno, si no hay más remedio... Pero que conste que me llevan a la fuerza, en cuanto cumpla 18, me saldré de ahí y buscaré a mi madre Luisa.

El policía salió cuando entró el doctor.

Hola, Alejandra, ya te ves mejor, mañana te daré de alta, vendrán por ti.

¿Quién vendrá por mí?

Tus padres.

Alejandra hizo un puchero, está bien, dijo arrastrando las palabras.

¿Cuánto tiempo va a estar encerrada Luisa?

No lo sé, respondió el doctor, soy doctor, no policía.

Perdón, Alejandra bajó la cabeza, avergonzada.

No pasa nada, con permiso.

.

.

Flor y Perla fueron a la delegación de policía a poner la denuncia en contra de Eugenio. Perla llevaba el encendedor y el botón.

Esto no prueba nada, dijo el policía, tratando de que no se dieran cuenta de que no quería incriminar a Eugenio. Necesitan pruebas más contundentes.

¿Entonces?

En cuanto tengan esas pruebas que les pedimos, hablamos.

Flor y Perla se miraron una a la otra.

Vámonos, está claro que estos policías están vendidos.

Y ahora, ¿qué vamos a hacer?, si esto llega a oídos de Eugenio estamos acabadas.

Será mejor que nos vayamos a nuestro pueblo, he ahorrado mucho dinero, dijo Flor.

Yo también, dijo Perla. Al fin y al cabo ya no hay nadie en esa casa.

Tienes razón, mañana mismo nos iremos para nunca regresar.

Ya en la casa, empezaron a preparar sus maletas, tenían mucho miedo, porque Eugenio era un hombre muy violento, y Yaqui estaba prácticamente loca.

Ella podía volver en cualquier momento, y atacarlas.

Al día siguiente muy temprano, Flor y Perla, se fueron para siempre. "Literalmente, para siempre".

Alguien las veía a lo lejos, como ya estaba amaneciendo, decidió esconderse, no quería que la descubrieran.

Las dos chicas caminaban a la carretera en busca de un taxi, Yaqui tomó una piedra más o menos grande y se la aventó a una de ellas dejándola out.

Luego, de un salto atacó a la otra chica, matándola al instante.

¡Ya lo hice, dejen de molestar! ¡También voy a matar a Eugenio y su horrenda familia!

Y diciendo eso, se alejó de ahí, con la firme idea de volver, para terminar con su venganza.

Sabía que no estaba muerto, solo herido, pero tenía la esperanza que algún día volviera.

Ella no sería feliz hasta ver cumplido su objetivo.

Era obvio que estaba totalmente trastornada. Ya no había cura posible.

Los alucinógenos le habían provocado un daño irreversible.

De nada le sirvieron esos años internada en ese lugar. Su esquizofrenia se había agravado enormemente.