Tu Decidiste Dejarme

OLIVER

Volvimos a casa después de una linda fiesta, es tarde y los chicos se fueron a acostar al igual que Natasha. Yo camino por el jardín junto a mí perro Magnus, un Cane Corso que adoptamos como vigilante y también miembro de la familia.

– Que difícil que es el amor –le digo–. ¿Que me dices, Magnus?

Me agachó a su altura y el me lame la cara. Miro hacia la ventana de la habitación de Natasha, justo en ese momento se asoma por ella, me ve rápidamente.

– ¿Disfrutas tu compañía? –me pregunta con una sonrisa.

– Si, es bueno escuchando –le respondo–. Se llama Magnus.

– Es enorme y muy hermoso –dice–. ¿No puedes dormir?

– Solo camino un rato, necesito aire –digo suspirando–. ¿Quieres acompañarme?

– Enseguida estoy ahí –vuelve a entrar.

Me quedo esperando unos minutos hasta que sale de la mansión y viene hacia mí.

– Ahora tienes más compañía –dice sonriente.

– Compañía de la mejor –respondo–. Vamos.

Caminamos unos minutos y luego nos sentamos en una banca. Hablamos un poco de todo durante media hora.

– ¿Cómo es que conociste a Jake? –le pregunto.

– Fue en una fiesta, hace años –me dice–. Ahí empezó todo, luego nos casamos y termino como terminó.

– ¿Aún lo amas? –pregunto–. ¿Sigues enamorada de él?

– No, claro que no –me mira–. Hace mucho tiempo que deje de amarlo.

No puedo evitar sonreír ante esa respuesta, ella me mira y también sonríe. Así nos miramos unos segundos y luego ella se levanta nerviosa.

– Bueno... Creo que es mejor que vayamos a dormir –me dice.

– Tienes razón... –nos miramos.

Me acerco a ella hasta estar a centímetros de su rostro, mis manos toman su pequeña cintura, se tensa inmediatamente. Miro sus labios medio abiertos, quiere esto igual que yo.

– ¿Puedo besarte? –le pregunto.

Una sonrisa se dibuja en sus labios, una sonrisa que derrite mí corazón.

– Puedes... –me responde.

Finalmente sus brazos rodean mí brazo, acerco mí rostro al suyo y poso mis labios en los suyos.

Seguimos besándonos más intensamente, jamás me sentí tan bien y creo que a ella también le gusta ya que suelta un suspiro. Entonces nos detenemos cuando escuchamos:

– ¡Uuuhhh! –dice Adler y silva–. Me preguntaba cuánto se iban a tardar. .

Levantamos la vista hasta la ventana del cuarto de Adler, allí está junto a Nicole mirándonos con una sonrisa burlona.

– ¡Tenemos papá! –grita Adler–. ¿Cuando la boda?

– Hijo por favor, basta –le dice Natasha–. Perdón.

– No te preocupes –sonrío y miro a Adler–. Pronto, Adler... –le digo.

...****************...

• UNA SEMANA DESPUÉS •

JAKE

¡OLIVER! ¡EL DESGRACIADO DE OLIVER SE LLEVO A NATASHA Y A MI HIJOS! ¡LO VOY A MATAR, JURO QUE LO HARE!.

Llegué a Italia hace una hora, conduzco con furia hacia la villa dónde vive con la perra de su madre. Al llegar veo a los cuatro: Oliver, Natasha, Adler y Nicole jugando a la pelota juntos.

Bajo del auto furioso.

– ¡OLIVER! –grita.

– ¿Jake? –camina hacia mí–. Sabía que vendrías en algún momento.

– ¿Cómo pudiste hacerlo? –le gritó furioso y miro a Natasha–. Y tu... ¿Venir con él y llevarte a nuestros hijos?.

– Vinimos aquí por nuestra propia voluntad –me dice Adler–. No nos obligaron.

– ¡Lamento lo que pasó! –le digo–. Créeme que los cuidare, pero regresen conmigo.

– ¡JAMÁS REGRESARE CONTIGO! –dice Natasha–. Eres el hombre más cobarde que conozco.

– Perdón... A los tres –suplico–. Los amo, por favor vuelvan conmigo –miro a Natasha–. Te amo, y tu me amabas... ¿No recuerdo?

– En cuánto me empujaste fuera de la mansión y me escupiste en la cara abaste con ese amor –me dice–. Se acabó, Jake.

– Ya veo entonces... –me río.

Mí mirada cae en Oliver y en Natasha, me río en sus caras.

– Ten cuidado, Oliver –digo–. Ella está acostumbrada a engañar.

– ¿¡QUE DICES, IDIOTA!? –me grita Adler–. ¿¡COMO LE HABLAS ASI A MI MADRE!?

– Tranquilo, Adler –Oliver lo detiene–. Está bien.

Oliver abre la reja de la mansión y sale, se acerca a mí quedando frente a frente.

– Disculpate con ella –me ordena.

– ¿Quien te crees que eres para ordenarme? –le pregunto–. No eres más que un bastardo...

Su puño vuela contra mí mejillas, mí nariz sangra.

– ¡DIJE QUE TE DISCULPARAS CON ELLA! –me grita.

Me levanto y me abalanzó sobre él, ambos empezamos a pelear, me sorprende saber que Oliver es buen peleador. Luego Adler y otro guardia nos separan.

– ¡BASTA YA! –grita Natasha–. Se acabó, Jake. Se acabó.

– No quería que se acabará –digo apenado–. Te ame y te amo.

– Pero yo ya no te amo, entiendelo –me dice–. Tienes una familia... Tu esposa, tu hijo y un en camino. Quédate con ellos.

– Esto no se ha acabado –digo como advertencia–. No lo ha hecho.

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OLIVER

Pasamos el resto del día en tensión debido a lo que pasó, por la noche camino por el jardín nuevamente. Escuchó pasos detrás mío, me giro para encontrarme con Natasha, quien me dice:

– ¿Estás liberando tensión? –me pregunta.

– Si, o al menos lo intento –le respondo–. Sigo muy tenso.

– En parte es mí culpa. No debimos haber venido contigo –dice–. Lo lamento.

– No te disculpes, los defenderé –me acerco a ella–. ¿Tu como estás? ¿Los chicos?.

– Los chicos están... Enojados, pero no contigo obviamente –me sonríe–. Yo estoy bien. ¿Cómo estás tu? –acaricia mí mejilla golpeada.

– Estoy bien –cierro los ojos–. No te preocupes. ¿Si?

– No hagas que me preocupe entonces –me sonríe–. Gracias por todo lo que estás haciendo.

– De nada... –le sonrío–. No hemos tenido oportunidad de hablar sobre nosotros.

– Aamm... Es que no se que decirte –baja la mirada–. Escucha, Oliver, ya tengo casi cuarenta años, no estoy en edad de andar de novios por un tiempo y luego nada. Además de eso necesito amar y ser amada, respetar y ser respetada, un compañero para toda la vida.

– ¿Me lo dices a mí que tengo ya esos cuarenta años encima? –le sonrío y tomo sus manos–. Me encantas y es en cerio, si yo te gustó podemos intentar.

– De acuerdo, intentemos –me sonríe.