Cinco años después de la desaparición de su hermana Valentina, Anastasia se obsesiona en su búsqueda, sin descansar, ignorando todo lo que los demás decían, así llega hasta sumergirse en un viaje más allá de la realidad y lo imposible
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CAPITULO 15: "GRACIAS POR ESTAR"
Anastasia y Valentina acababan de llegar a su casa, cansadas.
Ana fue directo a tomarse una ducha, cuando salió, su cuñado se encontraba reclinado en un sillón viendo televisión.
-Hola, Esteban.- lo saludo ella, pero él se limitó solo a un movimiento de cabeza sin apartar sus ojos de la pantalla.
-Esteban se quedará a cenar, así que voy a cocinar.- tercio su hermana con alegría, evidentemente estaba feliz de que, al fin, su novio se haya decidido a interactuar con ella.
Mientas Val se preparaba para cocinar, Ana se acercó a ella.
-Queria contarte algo, hace tiempo que no hablamos, con todo lo que nos ha pasado.-
-¿Nos?- pregunto Val y la miro -¿De qué me querías hablar?-
-Hace unos días ofrecí a Ben para que musicalice la película.- le contó y su hermana la miro.
-¿De verdad? Eso es muy lindo.-
-El tema es que... No lo encuentro.- confeso y Val la miro con pena -Por eso te pedí permiso el otro día.-
-Ah entiendo...-
Su cuñado, quien estaba oyendo la conversación, aunque fingía que no, las miro por un momento.
-¿cómo va la comida?- pregunto algo disgustado.
-Ya la comencé, amor.- le informo Val y bajo un poco la voz para más intimidad con su hermana -Es que lo buscaste por la tarde, sería más fácil en la noche...-
-Claro, cuando busque en dónde dormir.- afirmó Ana -¿Vos me ayudarías?-
-Por supuesto.- respondió su hermana.
-Val...- tercio su novio.
Y Val se acercó más a Anastasia.
-Pero tal vez no hoy.-
Un golpe a la puerta las desconcentro y Ana fue a abrir. Quedó tiesa al ver a la visita.
-Hola, Ana. ¿Puedo pasar a hablar con tu hermana?- pregunto Chris y ella miró a Val.
-Que pase.- dijo Val sin salir de la cocina
-Buenas noches.- saludo Chris mientras entraba -Val, Yo solo quería pedir disculpas por lo que sucedió en la fiesta.-
-Está bien. Te escucho.- respondió Val cruzándose de brazos mientras veía de reojo a su hermana quien permanecía parada en la puerta, notablemente nerviosa.
-Ana me interesa de verdad. Realmente mis intenciones son genuinas.- continuo él con una mano en su pecho y miro a Anastasia, quien sonrió y coloco la vista en su hermana, con la súplica reflejada en su mirada.
-Bueno, Chris, Yo solo quiero que mi hermana esté segura.-
-Y yo también, Val. Te prometo que lo de la otra noche no volverá a suceder. Desde ahora algún paseo tranquilo y como mucho tomar un helado.- dijo él y Val tuvo que fruncir sus labios para no echarse a reír.
-Claro que si, Chris. Confío en ti, ya hace un tiempo que te conozco y sé que eres bueno.- respondió Val.
-Entonces... ¿Podemos salir?- tercio Ana tomando la mano del muchacho y su hermana asintió con una dulce sonrisa.
-¿Vamos a dar una vuelta?- pregunto él tratando de disimular lo feliz que se sentía.
-Mejor... ¿Me acompañarías a buscar a alguien?- pregunto ella.
-Si, Pero ¿A quién?- pregunto Chris.
-Ahora te cuento.-
-Yo también voy.- dijo Val Pero su novio la miro.
-Estoy yo, cariño.- dijo el hombre en tono firme.
-Claro, mejor me quedo.- finalizó la joven diseñadora y Ana la miro algo apenada, ya se estaba cansando de esta situación y de su cuñado.
Ya en el auto, Chris manejaba y la miro.
-Bueno, me podrías decir a quien buscamos.- le dijo.
-A Benjamin Clay.-
-Me suena el nombre, Pero no estoy seguro de quien es.- respondió él.
-Fue un cantante country de los 60 y 70, hoy vive en la calle, pero me ayudó cuando... llegué aquí, así que ahora le propuse a Lucas que él sea quien musicalice la película.- le contó.
Y Chris la miro con dulzura y admiración.
-Eso es muy dulce, cariño.- dijo él tomando su mano y ella sonrió.
Estacionaron cerca del parque y se bajaron para recorrer.
-Mejor si buscamos por separado, amor, Pero dime cómo es.-
-Bueno, es delgado, contextura pequeña, cabello y barba larga... Te darás cuenta, es un mendigo, Chris.-
-Está bien, ve por allí. Nos encontramos en una hora aquí.- le propuso él.
Una hora más tarde, se volvieron a encontrar en ese mismo punto. A pesar de haber recorrido calles, estaciones, pasajes, regresaron sin exito alguno.
-¿Lo has visto?- pregunto Ana.
-No ¿Y tú?- pregunto él y ella negó sentándose en un banco del parque muy desilusionada.
-Bueno, cariño, tal vez encontró un techo donde dormir esta noche.- la consoló él cruzando su brazo por los hombros de la chica.
-¿Y si le sucedió algo?-
-No, no supongamos lo peor. Ya verás que cuando menos lo esperas lo encuentras- respondió Chris -¿Por qué no te invito a tomar un helado? Así te relajas ¿Quieres?- propuso y ella asintió.
Así, Chris se paro y la tomo de la mano para ir en busca de un delicioso helado.
Media hora después estaban sentados en un banco, compartiendo un helado bajo una farola. Hacía algo de frío, pero Ana no dijo nada. El momento, aunque no era lo que había imaginado para esa noche, tenía una calidez que le aliviaba el alma.
Al llegar a la pequeña casa de Val, Chris se bajó primero y le abrió la puerta.
—Gracias por esta noche, de verdad. —murmuró Ana.
—Gracias a ti, por dejarme compartirla contigo. —respondió él, tomándole la mano por un momento.
Se despidieron con una sonrisa, casi tímida. Ella atino a entrar, Pero Chris le tomo la mano y la trajo hacia él para darle un tierno y dulce beso de despedida. Ana se separó con una sonrisa.
-Nos veremos mañana, señor Richard.- se despidió besando fugazmente sus labios y se alejo.
Ana subió los escalones en puntas de pie, como si no quisiera romper el encanto del momento.
Cuando entró a la casa, se detuvo en seco.
Risas ahogadas. Un quejido leve. La puerta del cuarto de su hermana estaba entrecerrada y no necesitó mirar demasiado para entender qué pasaba.
Suspiró con resignación y cerró la puerta tras de sí con suavidad. Fue hasta su habitación, se quitó el abrigo, y rebuscó en el cajón hasta encontrar el Walkman, típico de la época que le había prestado su hermana. Se colocó los auriculares y presionó play. Una cinta olvidada comenzó a girar. No le importó demasiado qué canción sonaba. Solo necesitaba no oír más.
Se tapó hasta la nariz y se dejó caer rendida, como una niña. El sueño la envolvió al compás de la música.