Introducción
En las paradisíacas playas de Bali, nace la aventura y el romance entre dos jóvenes que tienen el mundo a sus pies, donde la pasión y el deseo consumió a Argelia Soria y a Paolo Gabellotti, es así como da inicio su trágico romance. Que como siempre su único final feliz será el fruto de ese amor.
Paolo el jefe de la mafia siciliana descubre años después, que su amor por Argelia había trascendido a la vida eterna, pero a su vida llega una dulce personita a poner su mundo de cabeza.
“No puedo creerlo, Mi papá es, El Jefe de la mafia”. Paola Soria.
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Hablemos
Capítulo 15
La pequeña Paola estaba aún muy molesta con su padre, así que tenía días sin hablarle. Habían decidido contarle toda la historia sobre su abuelo y todo lo que hizo en contra de Argelia, pero al ver su actitud pensaron que sería contraproducente hacerlo. Casi se cumplían dos años desde la muerte de Argelia, aunque se decía fácil no lo había sido del todo. Leonora volvió a Madrid para hacerse cargo de las acciones que ahora pertenecían a patito, mientras tras que Paolo se dedicaba a estar al pendiente de su hija.
—Paolo te buscan.—le avisaba Fabrizio
—¿Quién?—
—Soy yo amor.—Katrina se acercó eufóricamente a Paolo para besarlo apasionadamente, él le correspondió. Fabrizio los dejo a solas.
—Me sorprendiste, ¿Qué haces aquí linda?—
—Tenía ganas de verte, no había venido antes por respeto a tu duelo, de corazón lamento lo de tu esposa. Te he extrañado demasiado.—Paolo le correspondía, Katrina había sido su amante por cinco años antes de recuperar a Argelia, por eso se trataban con tanta familiaridad.
Detrás de su dulce rostro, se escondía una mujer totalmente distinta, era inteligente y manipuladora, cuando Paolo la terminó para casarse con Argelia ella se mostró totalmente comprensiva e incluso le deseó felicidad perpetua, ella sabía perfectamente que se atrapaba más moscas con la miel, eso la volvía peligrosa.
—Te lo agradezco Katrina.—
—No quiero presionarte, sabes lo que siento por ti, lo mucho que te amo. Cuando estés listo, yo estaré aquí para ti.—se acercó lentamente a él para besarlo nuevamente.
Paolo no se resistió a cada beso, Katrina era muy hermosa ningún hombre se resistía a sus encantos. Era apasionada y hacía vibrar a Paolo, estaban besándose con mucha intensidad. Cuando la pequeña Paola entró sin avisar al despacho de su padre, viéndolos juntos.
—Al parecer ya olvidaste a mi mamá.—interrumpió Paola
Se suponía que en ese momento ella estaba en el colegio, la pequeña salió del despacho azotando la puerta. Katrina se dio cuenta que sería difícil acercarse a la hija de Paolo, la pequeña corrió directo a su recámara para encerrarse en ella.
—Hija, hablemos por favor.—tocaba Paolo la puerta.
—Eres un mentiroso, mi abuelo tenía razón no querías a mi mamá. No quiero volver a hablar contigo.—
—Paola no es lo que piensas.—
—Vete mentiroso, no quiero hablar contigo déjame tranquila.—
Paolo no pensó que esto sucedería, Enzo se acercó para calmar a su hijo, sobre todo pedirle que lo dejara a solas con su nieta. Enseguida llamó a la puerta de la habitación.
—¡Vete de aquí, jamás volveré a hablarte!—gritaba Paola suponiendo que era su papá.
—Mi hermosa Paola, soy tu abuelo. Conversemos, ¿si?—la pequeña Paola abrió la puerta, ahí estaba su abuelo.—¿puedo pasar?—
—Si, abuelo. Pero que no entre tu hijo.—
—No, él ya se fue.—Enzo entró a la habitación y tomó asiento en el sofá de lectura que tenía Paola.—Mi pequeña nieta, ¿por qué discutes con papá?—
—Porque es un mentiroso, nunca amo a mi mamá. Se estaba besando con esa mujer de cabello horrible.—
—Hija sé que preferimos que las cosas no cambien nunca, pero tú algún día crecerás y vas a desear hacer tu propia vida, tal vez lejos de aquí. Tu padre se quedará solo, él es joven aún. Nadie debería de quedarse solo.—
—Mi abuelo Aníbal nunca volvió a casarse, él amaba mucho a mi abuela. Él me contó que nunca conoció a alguien con quien compartir su vida, que su esposa no era reemplazable.—
—Pero no todos somos iguales, no te gustaría que tu papá fuera feliz. Que tuviera más hijos, tú serías la hermana mayor.—
—Yo solo quiero regresar a mi casa en Madrid, mi abuelo está solo.—
—Le prometiste a tu mamá que te quedarías al lado de tu padre, las promesas se deben cumplir. Ella dejó este mundo con total tranquilidad, solo de saber que estarías con nosotros. Sé que es difícil ver a tu padre en esas circunstancias, hablaré con él para que no vuelva a suceder. En cuanto a estar con tu abuelo, eso no lo va a permitir tu papá.—
—Aún así no quiero hablar con él.—
—Como tú digas pequeña, ahora me pregunta Javier, ¿que si estás lista para tu primera lección?—
—Si abuelo, me tome la libertad de invitar a mi mejor amigo a tomar clases conmigo. Ama los caballos, eso es lo que quería preguntarle a tu hijo cuando entré a su despacho, si puede verdad abuelo.—
—Te recuerdo que es tu padre, no solo mi hijo, por supuesto que sí puede, me alegra que seas una niña muy noble y que te guste compartir. Ahora mi preciosa nieta ve a prepararte, te veré desde mi terraza.—Paola se estaba haciendo muy unida a sus abuelos, los quería y los respetaba.
Paolo estaba con Katrina en el despacho, ella trataba de hacerlo sentir mejor. Se daba cuenta que ya no era el mismo que estuvo con ella, le importaba demasiado su hija.
—Mi amor es normal que se ponga celosa, eres su papá y no es sencillo ver como besa a una mujer extraña.—
—Ella debería estar en el colegio, no quiero distanciarme de ella, Paola es todo para mí.—
—Todo va a estar bien, te prometo que no volverá a vernos así, sabes que te respeto. Además el que seas papá te vuelve más sexy.—
Katrina lo besaba una vez más, él se dejaba seducir. Ella alguna vez lleno sus días de amor, cuando más lo necesitaba. No podía seguir jugando con ella, era la mujer incondicional que siempre estaba dispuesta a todo para complacerlo y hacerlo feliz. Pero no dejaba de pensar en su hija, además el daño que causaría en su relación si volviera a casarse.
Javier Martínez estaba listo para enseñar a la pequeña Paola y convertirla en una gran jinete, él era uno de los mejores jinetes del mundo.
—Niña Paola, un gusto conocerla.—
—Me siento honrada de que usted se convierta en mi maestro, invite a un compañero de mi clase a aprender con nosotros. ¿Cree que haya algún problema?—
—Por supuesto que no, será un placer enseñarle.—en ese momento llegó corriendo Bruno.
—Bruno está aprendiendo castellano, yo le estoy enseñando y él me enseña a mí italiano.—le advertía Paola
—Yo sé hablar ambos idiomas así que no hay problema niña Paola, comenzamos.—
Desde lejos veía Paolo como su hija disfrutaba de montar a caballo, pocas veces la había visto tan feliz. Además era la primera vez que llevaba a un compañero de la escuela a casa, le alegraba saber que tenía un amigo.