Hace años, seis cristales sellaron a Lord Oscuro, un ser tan poderoso que corrompía el mundo. Ahora, un nuevo enemigo quiere liberarlo… y solo un joven con un poder desconocido puede detenerlo.”
Lloyd jamás pensó ser el Elegido de la Esencia Esmeralda. Ahora, arrastrado por una profecía y perseguido por Xandros, deberá decidir entre huir… o salvar al mundo.
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"Cuerpos Cruzados"
El antiguo Monasterio Solenne resonaba con sus voces y el eco de sus pasos sobre el suelo polvoriento. Rayos de luz se filtraban por las ventanas altas, iluminando motas de polvo que danzaban en el aire, mientras los chicos trabajaban en la biblioteca de pociones por primera vez.
Ryan cargaba cajas de frascos con cero cuidado, chocándolas contra las mesas y estanterías. Vanessa, de pie sobre un pequeño banquito, limpiaba frascos con movimientos disciplinados, pero con una expresión de absoluto fastidio.
—¿Puedes dejar de sacudir tanto polvo, simio? —dijo con frialdad, sin mirarlo—. Me está cayendo en la cara y no pienso llenarme de mugre gracias a ti.
Ryan se detuvo un segundo, giró hacia ella y, con su voz chillona y burlona, la imitó exagerando su tono seco:
—“Me está cayendo en la cara… ay, mirenme, soy perfecta, no me toquen que me ensucio…” —rió satisfecho de su imitación, dejando caer la caja con estruendo sobre la mesa.
Vanessa le lanzó una mirada asesina, con el ceño fruncido y sus ojos grises afilados.
—Te juro que si vuelves a hacer eso, te congelo la lengua y la clavo en la pared para que aprendas a callarte.
Ryan tragó saliva, pero mantuvo su sonrisa orgullosa.
Al fondo, Nathan hojeaba libros antiguos con expresión de asco y superioridad, leyendo en voz alta con tono teatral mientras Christian limpiaba estantes con un trapo húmedo.
—“Extracto de pasión cambia-cuerpos…” —leyó Nathan en voz alta, arqueando una ceja con desprecio—. ¿Qué rayos es esto? Suena a perfume barato de los que venden afuera de la escuela.
Christian rió suavemente, sacudiendo el polvo de un frasco con manos firmes.
—Déjalo donde estaba, Nathan. —respondió con su voz calmada y cálida—. No sabemos qué hace realmente… y no quiero verte convertido en rana o algo peor.
—¿Rana? —Nathan sonrió de lado, alzando el libro—. Bueno, podría seguir viéndome increíble aunque sea rana, ¿no crees?
Christian negó con la cabeza, divertido, y continuó limpiando en silencio.
Mientras tanto, en un rincón más iluminado, Lloyd barría con movimientos torpes, tarareando una tonada sin sentido que inventaba en el momento.
—Tata tata taaaaa… —murmuraba con voz baja, balanceándose de un lado a otro mientras barría sin ritmo.
Camila, a su lado, limpiaba el suelo con un cepillo y un balde de agua jabonosa. Lo miró de reojo, intentando contener una sonrisa ante su torpeza infantil. Sus ojos se suavizaron un segundo antes de regresar a su expresión seria y concentrada.
Diana, sentada sobre un cojín, limpiaba frascos pequeños con cuidado, acomodándolos con precisión. Ryan, aburrido, comenzó a revisar un estante lleno de líquidos rojos y anaranjados. Uno le llamó la atención: un frasco de vidrio con una etiqueta desgastada donde apenas se leía “Pasión”.
—Hmm… —Ryan olfateó el frasco y sonrió—. Huele a fresa… ¡Vanessa va a amarlo!
Sin pensar, lo mezcló con jugo natural y un poco de azúcar en un recipiente grande, batiéndolo con fuerza mientras Nathan lo observaba con una ceja arqueada.
—¿Qué rayos haces ahora, chef improvisado?
—Una bebida energizante especial de Ryan —respondió con orgullo, sirviendo en vasos plásticos y repartiéndolos con una sonrisa confiada—. Vamos, campeones, prueben esto. No se mueran de sed.
Vanessa tomó el vaso con desconfianza. Miró el líquido rosado, lo olfateó con cuidado y luego lo bebió de un trago. Frunció el ceño y bajó el vaso lentamente.
—No sabe mal… para ser tuyo —dijo con su tono seco, pero sin apartar la mirada de Ryan, como si evaluara cada célula de su ser.
Ryan le guiñó un ojo, satisfecho consigo mismo.
—Te dije que te encantaría, reina de hielo.
Vanessa resopló y volvió a limpiar frascos, ignorándolo deliberadamente.
Mientras, Lloyd seguía barriendo en silencio, sudando y con la lengua ligeramente afuera por el esfuerzo. Diana se acercó y le ofreció un vaso con la bebida rosada.
—Toma, Lloyd. —le dijo con dulzura—. Te ves como si fueras a desmayarte.
—Gracias, Dianita… —bebió con rapidez, sin notar el sabor, antes de seguir tarareando y barrer con el doble de energía, con su torpeza de siempre.
Camila lo miró y negó con la cabeza, sonriendo apenas.
“Siempre tan… él mismo”, pensó, antes de volver a frotar el suelo con determinación.
Camila tomó un vaso de la bebida rosada y le dio un sorbo lento. Frunció ligeramente el ceño al sentir el sabor extraño que se mezclaba con el jugo de fresa.
—Ryan… —lo miró con su expresión serena pero firme—. ¿Qué le pusiste exactamente a esto?
Ryan se encogió de hombros con su sonrisa confiada de siempre, limpiándose la mano en su camisa antes de responder con su tono burlón.
—Mi receta especial, jefa. Te lo juro, te va a dar energía para limpiar hasta mañana.
Lloyd, que estaba sentado en el suelo descansando con la escoba recargada en su hombro, bebió un trago grande sin pensarlo. Bajó el vaso y miró a Ryan con sus ojos verdes brillando de preocupación.
—Bueno… espero y eso no sea algo raro, Ryan. No quiero terminar con otro hongo creciendo en mi cara como la vez que me diste tu “batido saludable” —dijo con su voz inmadura y un leve tono de trauma.
Ryan alzó ambas manos, ofendido.
—Exagerados… esa vez solo te salieron granos, no hongos —replicó rodando los ojos, mientras Nathan reía a su lado.
En ese momento, Diana se acercó a Lloyd, limpiándose las manos en su falda mientras sonreía con ternura.
—Lloyd… mamá ya llegó a casa. Quiere que regresemos antes de que oscurezca más.
Lloyd se incorporó de golpe, sorprendido.
—¿A caray? Llegaron temprano del trabajo… —se sacudió la ropa y sonrió torpemente a los demás—. Bueno chicos, nos vemos mañana. ¡No vayan a limpiar todo sin mí!
—Cobardes… —murmuró Nathan con su sonrisa confiada mientras acomodaba un libro en su lugar—. Se salvaron de limpiar lo peor.
Diana se despidió de Camila con un abrazo rápido antes de tomar la mano de Lloyd y salir del monasterio con su hermano. Camila los miró irse, suspirando con cansancio antes de volver a limpiar en silencio.
Esa noche, Lloyd se revolvía incómodo en su cama. Sentía un retortijón extraño en el estómago. Se abrazó el vientre y gimió bajito.
—Ay… ¿qué me dio Ryan…? —murmuró, girándose hacia la pared. Pero su cansancio fue más fuerte y pronto se quedó dormido, con el ceño fruncido y la boca abierta.
En su casa, Camila también se removía en su cama, presionando suavemente su vientre con la mano.
—Debe ser un cólico… —susurró para sí misma, apagando la lámpara de su buró y acomodándose para dormir, ignorando la punzada molesta en su cuerpo.
A la mañana siguiente, Lloyd despertó con un bostezo enorme, sintiéndose aturdido. Estiró los brazos y se talló los ojos, pero al ver sus manos abrió mucho los ojos. Eran más pequeñas, blancas y suaves, con uñas cuidadas y dedos finos.
—¿Qué…? —balbuceó con voz adormilada y chillona—. ¿Por qué mis uñas están tan… bonitas…? ¿De cuál fumé…? ¿O Diana me pintó las manos mientras dormía…?
Se levantó lentamente de la cama, mirando alrededor confundido. Caminó hacia el baño con pasos torpes, casi tambaleándose como si no reconociera el lugar… aunque al mismo tiempo todo le era familiar. Abrió la puerta del baño y se lavó la cara con prisa para despejarse. Al alzar la mirada al espejo, unos mechones largos, castaños y sedosos cayeron sobre su rostro.
En el reflejo no vio su rostro.
Vio a Camila mirándolo con sus ojos morados llenos de pánico.
—¡AAAAAAAAAAAHHHH! —gritó con su nueva voz aguda, retrocediendo hasta pegarse a la pared.
En otro lugar, Camila despertó con un dolor punzante en la cabeza. Se sentó en la cama frotándose la nuca y miró sus manos. Eran grandes, morenas, con nudillos rasposos y uñas descuidadas.
—¿Qué rayos…? —dijo con voz grave y ronca. Se congeló. “Esa no es mi voz…”
Se levantó rápido, tambaleándose hasta llegar al baño de su casa. Abrió la puerta y al mirarse en el espejo vio a Lloyd. Su rostro. Su cabello desordenado. Sus ojos azules. Gritó con fuerza, con la voz masculina de Lloyd resonando por todo el baño.
—¡AAAAAAAAAAHHH!
En la casa Varek, Diana corrió alarmada hacia el baño al escuchar los gritos.
—¡Lloyd, ¿qué pasó?! —preguntó empujando la puerta con fuerza.
Camila, atrapada en el cuerpo de Lloyd, la miró con desesperación, sus ojos azules llenos de lágrimas.
—Diana… gracias a Dios, Diana… ayúdame… —dijo con la voz grave de Lloyd, que sonaba rara al tono suave de Camila.
Diana parpadeó, confundida.
—Ehhh… ¿qué tienes, Lloyd…? —preguntó con cautela, inclinando la cabeza como perrito curioso.
—No soy Lloyd, Diana… —respondió Camila, temblando, sosteniéndose del lavabo con fuerza.
Diana la miró con escepticismo.
—Ay, por favor, Lloyd… no juegues con esas bromas tan feas en la mañana… me vas a asustar.
Camila apretó los puños, sintiendo el temblor de brazos ajenos y gritó:
—¡POR FAVOR, DIANA… NO SOY LLOYD!
Diana frunció el ceño al escuchar el grito de Camila en el cuerpo de Lloyd. Con su carita seria y sus ojos grandes de niña confundida, le dio un golpe suave en el brazo.
—¡EEEEEY, NO ME GRITES, CABEZA DE BURRO! —protestó inflando las mejillas como siempre que se enojaba.
Camila suspiró, frotándose la frente con frustración mientras trataba de controlar su voz grave.
—¡Aghs…! Diana, escúchame, por favor…
Diana cruzó los brazos, mirándola con desconfianza.
—A ver… si de verdad no eres Lloyd… dime algo que solo tú y yo sepamos.
Camila la miró con desesperación.
—¿Es en serio… Diana…?
—¡DIME! —exigió, dando un pequeño pisotón en el suelo.
Camila resopló y rodó los ojos, buscando rápido en su mente hasta que recordó algo.
—Bien… em… pues… ¿recuerdas la vez que le aventaste el pastel al chico que te gustaba en secundaria para “llamar su atención”…?
Diana frunció el ceño, inflando más las mejillas con vergüenza.
—Pfff… eso hasta tú, Lloyd, podrías saberlo. Te lo conté cuando me molestabas —dijo haciendo un puchero.
Camila respiró hondo y usó su carta final.
—Em… bueno… ¿recuerdas la vez que te enamoraste de un chico… y resultó ser… una mujer…?
Diana se puso completamente roja, con los ojos abiertos como platos. Parpadeó varias veces hasta que su expresión se relajó y un pequeño quejido salió de su garganta.
—Okey… bueno… sí eres tú, Camila… —se quedó procesando, viendo la altura de “Lloyd” y su voz tembló—. E-ESPERA… ¿ERES TÚ, CAMILA?
Camila asintió con fuerza, con los ojos llenos de lágrimas de pura frustración.
—¡¡SÍIIII!! —dijo con la voz ronca y grave de Lloyd, sonando como un adolescente a punto de llorar.
Diana abrió la boca un segundo antes de tapársela con ambas manos.
—Pero… ¿qué carajos…? ¿Qué haces en el cuerpo de Lloyd…?
Camila alzó los brazos hacia el cielo, sin saber cómo explicarlo.
—¡No lo sé, Diana! ¡Me gustaría saberlo yo también…!
Diana comenzó a caminar en círculos mientras pensaba en voz alta.
—Espera… entonces… si tú estás en su cuerpo… ¡ESO QUIERE DECIR QUE… LLOYD ESTÁ EN EL TUYO!
En casa de Camila, Lloyd seguía en el baño, sentado sobre la tapa del inodoro, mirando sus manos blancas, finas y delicadas. Tomó un mechón largo de cabello castaño, temblando.
—Pero… ¿qué carajos…? ¿Por qué… estoy en el cuerpo de Camila…? No, no, no… esto debe ser un sueño… —se dijo a sí mismo, con su voz nueva suave y femenina sonando extraña en sus oídos.
Levantó una mano y se dio una cachetada suave en la mejilla, soltando un pequeño chillido de dolor.
—¡AAAAAY…! ¡No, esto no es un sueño! —gritó con lágrimas en los ojos, temblando como un niño asustado.
En ese momento, la puerta se abrió y entró Danna, que se detuvo en seco al ver a “Camila” sentada allí, despeinada y temblando.
—¿Camila… pero qué mierdas haces sentada en el baño como si hubieras visto un fantasma…? —preguntó con su voz engreída, arqueando una ceja y cruzándose de brazos con fastidio.
Lloyd la miró, incapaz de articular una respuesta. Sus labios temblaron y solo emitió un suave:
—Aaaa…
Danna alzó ambas cejas y luego suspiró, sacudiendo la cabeza con disgusto.
—Bueno… ya veo qué hacías… —dijo con un tono cargado de sarcasmo, mirando hacia otro lado—. Sigue… em… con lo tuyo, princesa. No me interesa saber.
Sin esperar respuesta, salió del baño dejando a Lloyd completamente pálido y tembloroso, con el corazón latiéndole a mil por hora.
Se levantó torpemente, apoyándose en la pared para no caer con las piernas débiles.
—Tengo… tengo que buscar a Camila… —se dijo en voz baja, respirando agitadamente—. Si yo estoy en su cuerpo… ella debe estar… en el mío…
Se miró en el espejo una vez más, observando los ojos llorosos y el fleco desordenado, con un escalofrío recorriéndole la espalda.
—Ay… ¿cómo aguanta tanto cabello en la cara…? —murmuró con voz chillona y temblorosa antes de salir a buscarla.
Lloyd corrió hacia el cuarto de Camila, con el corazón latiéndole tan rápido que sentía que se le saldría por la garganta.
—Bien… tengo que salir de esta casa sin que nadie me pregunte nada… —susurró para sí mismo mientras miraba a su alrededor con desesperación—. Porque… no sé qué respondería Camila… ¡ni cómo habla!
Comenzó a buscar su celular por todo el cuarto, revisando los cajones, la almohada y el buró, hasta que lo encontró bajo una libreta de notas. Sonrió con alivio, pero al encenderlo… vio la pantalla de contraseña. Su sonrisa se borró al instante.
—¿ES EN SERIO, CAMILA? —gruñó, jalándose un mechón de su propio cabello largo antes de detenerse en seco—. Espera… ella me la había dado una vez para buscarle sus canciones… —se quedó callado, mirando al techo mientras pensaba con fuerza—. ¡PERO LA OLVIDEEEEEEE!
Se dejó caer de rodillas sobre la alfombra rosada con un suspiro de derrota.
—Bien… aver… em… voy a… cambiarme… sí… cambiarme… —se miró la pijama rosa con estampado de gatitos que llevaba puesta y se puso completamente rojo—. Espera… pero… no puedo… ¡es el cuerpo de Camila! No… no quiero ver algo que no debo…
Se cubrió la cara con ambas manos antes de levantarse de golpe y abrir la puerta. Caminó sigilosamente por el pasillo, bajando las escaleras de puntitas, rogando no encontrarse con nadie. Al llegar a la sala, respiró con alivio al ver que todo estaba en silencio y parecía vacío.
Pero justo cuando pensaba que ya la había librado, escuchó una voz familiar detrás de él.
—¿Qué haces, hija? —preguntó Mariela con un tono suave y somnoliento mientras acomodaba unos platos en la mesa.
Lloyd se congeló, sudando frío antes de girarse con una sonrisa nerviosa.
—Ah… señora Solenne… ah… que diga… ¡hola, mamá! Buenos días… —dijo forzando la voz suave y educada de Camila, aunque le salió un tono demasiado chillón y agudo—. ¿Qué haces despierta a estas horas…?
Mariela lo miró con el ceño ligeramente fruncido, confundida por la actitud de su hija.
—Solo acomodaba los platos para el desayuno… ¿y tú qué haces levantada tan temprano…?
Lloyd tragó saliva, moviéndose incómodo.
—Ah… es que iba… iba a salir… sí, eso… iba a salir… —respondió, rascándose la nuca con torpeza.
—¿A dónde tan temprano, Camila? —preguntó Mariela con un tono más firme, arqueando una ceja.
—Es que… iba a la tienda… a comprar algo… —dijo rápidamente, evitando su mirada.
Mariela lo miró unos segundos antes de suspirar y asentir.
—Bueno… me traes pan, ¿sí? Ya se acabó, hija.
—E… sí, sí… claro… —dijo Lloyd con una risa nerviosa mientras abría la puerta y salía despacio. Pero en cuanto la cerró detrás de él… salió corriendo por la calle.
—¡Ay no… necesito encontrar a Camila yaaaaa! —gritó en su mente, con el cabello largo agitándose tras de él mientras corría.
Mientras tanto, en la casa de Lloyd, Camila en su cuerpo estaba sentada en la cama de Diana, respirando con dificultad mientras trataba de asimilar la situación.
Diana la miraba con el ceño fruncido y las manos en la cintura.
—Bien… tú no eres mi hermano, Camila… entonces… ¿qué hacemos? ¿Dónde está Lloyd? —preguntó con tono firme y preocupado.
Camila suspiró, mirándola con cansancio.
—Ya te lo dije, Diana… él está en mi cuerpo… —respondió con la voz grave de Lloyd, sonando extrañamente autoritaria y fuerte.
Diana resopló, rascándose la mejilla mientras pensaba.
—Bueno, bueno… —dijo, caminando en círculos antes de mirarla con curiosidad—. Pero la verdad… ¡todo se ve tan extraño contigo! Estás… em… más alta… así que así es como Lloyd ve las cosas… ¡qué raro! —exclamó mientras se paraba junto a ella y la medía con la mirada.
Camila le sonrió apenas, sacudiendo la cabeza.
—Diana… nadie debe enterarse de esto… ¿sí? Nadie. Pero… gracias por creerme…
—Tranquila, aquí todos siguen dormidos… —dijo Diana con un gesto confiado antes de que la puerta del cuarto se abriera de golpe.
—¡PRIMA, PRIMAAAAA! TUVE UNA PESADILLA… —gritó Naeris con lágrimas en los ojos, corriendo hacia “Lloyd” para abrazarlo.
Camila abrió los ojos con pánico y se hizo hacia atrás tan rápido que casi se cae de la cama.
—¡A-AH…!
Diana la miró con nerviosismo y susurró:
—Camila… recuerda… ahora eres Lloyd… actúa como él… —dijo en voz baja antes de mirar a Naeris y sonreírle con dulzura—. Ven aquí, Naeris… cuéntame qué pasó…
Camila tragó saliva con fuerza mientras veía a la pequeña acercarse, con el corazón latiéndole tan rápido como nunca antes.
Lloyd —en el cuerpo de Camila— corría a toda velocidad por las calles, con el cabello largo agitándosele detrás como una bandera, cuando de pronto—
—¡PUM!
Se estrelló de frente contra alguien que también corría sin ver el camino. Ambos cayeron sentados en la banqueta.
—¡Auch…! —se quejó Lloyd, frotándose la frente antes de alzar la vista y abrir los ojos de par en par—. ¿V-Vanessa…?
La persona frente a él lo miró con expresión confundida y un ceño fruncido que no combinaba para nada con el rostro de Vanessa.
—¡Aaah, Camila! Qué bueno que te encuentro… —dijo con un tono completamente extraño, agudo y apresurado.
Lloyd parpadeó varias veces antes de soltar:
—Em… eeee… ¿qué pasa… Vanessa…?
La chica frente a él bufó con fuerza y la voz le salió rasposa, casi molesta.
—¡No soy Vanessa, mensa! ¡Desperté en el cuerpo de ella! —gritó, y sus ojos marrones se llenaron de desesperación.
Lloyd abrió la boca de golpe, sorprendido.
—¡¿Qué… también tú…?!
—¿Cómo que “también yo”? —respondió la supuesta Vanessa con brusquedad, mirándolo con sospecha.
Lloyd miró a los lados nervioso antes de acercarse y susurrar:
—No soy Camila… soy Lloyd…
Vanessa —o más bien Ryan en su cuerpo— lo miró con la boca abierta durante varios segundos antes de cubrirse la cara con las manos y soltar un chillido grave.
—¡HAY NO PUEDE SER…! —dijo con la voz temblorosa—. ¿Entonces dónde está Camila…?
—Creo que está en mi cuerpo… —respondió Lloyd, inquieto, viendo su propio cabello largo caerle sobre el hombro—. ¡Tenemos que ir a mi casa yaaaa!
—¡Sí, vamos! —Ryan se levantó de un salto y jaló a Lloyd del brazo. Ambos corrieron a toda velocidad por la calle, atrayendo las miradas curiosas de algunas personas que caminaban rumbo a la tienda o al mercado.
En la casa de Lloyd, Camila —en su cuerpo— estaba sentada en la orilla de la cama de Diana, temblando por dentro mientras intentaba mantener la compostura. Diana la miraba con preocupación y la mano en el pecho.
Naeris se detuvo frente a ella y la miró con los ojos llorosos y brillantes.
—Tú… tú estabas en mi pesadilla… —dijo con un hilo de voz.
Camila tragó saliva con fuerza.
—¿Q-Qué…?
—Estabas ahí… nos atacabas… atacabas a todos tus amigos… y… y a Diana también… ¡fue horrible! —Naeris comenzó a sollozar más fuerte, aferrándose al pantalón de pijama de Camila.
Camila se quedó paralizada, con la respiración agitada. Diana rápidamente intervino, abrazando a Naeris.
—Fue solo un sueño, Naeris… un mal sueño… ¿verdad, Lloyd? —preguntó, mirándola con intención, recordándole que debía actuar como su hermano.
Camila tragó saliva y respiró hondo antes de ponerle la mano en la cabeza a Naeris con torpeza.
—E-Em… claro que no, Naeris… yo jamás te haría daño… —dijo con un tono suave, aunque su voz sonaba más grave de lo que hubiera querido—. Fue… solo un mal sueño… nada más… ¿sí?
Naeris lo miró con los ojos llenos de lágrimas y asintió despacio antes de abrazarla con fuerza. Camila se tensó completamente, incapaz de saber cómo responder al abrazo, mientras Diana la miraba y sonreía con ternura.
En ese momento, alguien tocó la puerta de la casa. Diana, que estaba sentada en el suelo junto a Naeris, la mecía suavemente mientras bostezaba.
> Diana (mirando a Camila, algo adormilada):
—Em… Lloyd… ¿puedes ir a abrir la puerta, por favor? No quiero despertar a Naeris…
Camila, que seguía atrapada en el cuerpo de Lloyd, asintió con torpeza.
> Camila (insegura, respirando hondo):
—S-sí… sí, voy.
Se levantó con dificultad, sintiendo el peso y altura diferentes del cuerpo de Lloyd. Caminó por el pasillo intentando no hacer ruido ni encontrarse con nadie más. Cada paso le recordaba que estaba dentro de un cuerpo más grande y desgarbado que el suyo. Tragó saliva, nerviosa.
Cuando llegó a la puerta, tomó aire antes de abrirla. Al hacerlo, se quedó completamente helada.
Del otro lado estaba Vanessa, de pie, con su típica expresión fría… pero Camila no se sorprendió solo por verla allí tan temprano. Fue porque, junto a Vanessa, estaba su propio cuerpo, el de Camila, mirándola fijamente con los ojos muy abiertos.
> Lloyd (en el cuerpo de Camila, señalándose a sí mismo con expresión de horror):
—¡No manches… mi cuerpo…! ¡Estoy viéndome a mí mismo…!
Vanessa —o quien fuera que estaba en su cuerpo— frunció el ceño con impaciencia. Se acercó rápido y tomó a Camila de la camisa, jalándola hacia su cara. Como el cuerpo de Vanessa era más bajo comparado con el de Lloyd, tuvo que estirarse un poco.
> Ryan (en el cuerpo de Vanessa, con tono brusco y ansioso):
—¡Dime de una vez quién eres! ¿Eres Vanessa? ¿Nathan? ¿Christian? ¡Habla!
Camila tragó saliva, sintiendo el agarre helado y fuerte de Vanessa en su camisa.
> Camila (con voz temblorosa, tratando de calmarlo):
—N-no… no, Ryan, soy yo… Camila… soy Camila, lo juro.
Ryan la soltó de inmediato y dejó escapar un suspiro de alivio, llevándose la mano al pecho.
> Ryan (aún con el rostro de Vanessa, poniéndose dramático):
—Ay, gracias al cielo… no quería quedarme atrapado siendo esta estatua de hielo para siempre… Aunque… bueno… no estoy tan mal. —Se miró de reojo en el vidrio de la ventana y sonrió con orgullo, admirando la apariencia de Vanessa.
Lloyd, en el cuerpo de Camila, dio un paso al frente con expresión desesperada.
> Lloyd (apresurado, con su típica inmadurez e impulsividad):
—¡Camilaaaaaaa! Necesito que me ayudes a regresar a mi cuerpo ya. ¡No puedo más! Siento raro… es como si todo fuera suave y… ¡No puedo explicarlo!
Camila los miró a ambos, nerviosa, y sin decir más los tomó del brazo y los arrastró hacia el cuarto de Diana. Caminó rápido, intentando no tropezar con los pies grandes de Lloyd, mientras Ryan se quejaba de su brusquedad.
Entraron al cuarto y encontraron a Diana sentada en la cama, con Naeris profundamente dormida en su regazo. La pequeña respiraba con tranquilidad, abrazada a un cojín.
> Diana (alzando la vista con una sonrisa cansada):
—Oh… ¿y ustedes qué hacen aquí? Espera… —frunció el ceño al ver a Vanessa con una expresión nada típica de ella— ¿Qué rayos…?
Ryan, en el cuerpo de Vanessa, le lanzó una mirada dramática mientras levantaba las manos.
> Ryan (con voz de Vanessa pero tono desesperado):
—¡Diana, soy yo, Ryan! ¡Esto es un maldito desastre!
Diana abrió la boca, sin saber si reír o gritar.
Ryan, en el cuerpo de Vanessa, miró a Diana con el ceño fruncido al ver su expresión contenida de risa.
> Ryan (con tono agudo pero agresivo, señalándola con el dedo):
—¿De qué te ríes, wey? ¡Esto no tiene nada de gracioso!
Diana tapó rápido su boca para no reír fuerte y despertara a Naeris, que seguía dormida en sus brazos. Intentó mantener la compostura.
> Diana (en voz baja, con un puchero de contención):
—No, no… de nada… cállate, Ryan, que hay una niña dormida aquí.
Ryan desvió la mirada hacia Naeris, parpadeando confundido.
> Ryan (sorprendido, mirando a la niña dormida):
—¿Qué onda… es tu hija o qué?
Diana lo miró con asco, como si hubiera dicho la peor tontería del mundo.
> Diana (con su tono de regaño dulce):
—¡Claro que no! Es nuestra prima, burro.
Mientras tanto, Lloyd, en el cuerpo de Camila, no apartaba la vista de su propio cuerpo, donde Camila permanecía seria, pensativa. Su expresión se tensó.
> Lloyd (hablando rápido y tembloroso, desesperado):
—Por favor… dime que sabes qué está pasando… dime que esto tiene solución, Camila…
Camila suspiró con resignación, apartando la mirada unos segundos antes de responder.
> Camila (serena, aunque su tono denotaba preocupación):
—No… la verdad no lo sé, Lloyd. Estoy tratando de analizarlo, pero nada tiene sentido…
Lloyd abrió los ojos con incredulidad y levantó las manos (las delicadas manos de Camila) con desesperación.
> Lloyd (con un gritito chillón, asustado):
—¡¿Cómo que no sabes qué está pasandoaaah?! ¡No puedo quedarme aquí para siempre! ¡Mira este cuerpo! —Se miró a sí mismo con horror— Está bonito, sí, pero… se siente frágil… ¡Miro mi estómago y no es el mío…!
Camila suspiró cansada y bajó la mirada, con un leve sonrojo.
> Camila (tratando de sonar racional, pero con voz baja y avergonzada):
—Oye… es mi cuerpo, y yo no me estoy quejando de estar en el tuyo, ¿verdad? Aunque… —Se interrumpió de golpe, notando lo que iba a decir, y carraspeó— Aunque… lo único que me gusta de tu cuerpo es… bueno, tu altura… —Tragó saliva, evitando mirarlo directo a los ojos— Siempre tengo que alzar la cabeza para verte cuando hablo contigo…
Ryan, aún en el cuerpo de Vanessa, los miró con cara de asco y rodó los ojos dramáticamente.
> Ryan (suspirando fuerte y alzando las manos al cielo):
—Sí, sí, lo que digan sobre sus cuerpecitos… pero por favor, ¡alguien sálveme de estar en este cuerpo! Me siento helado todo el tiempo… y no puedo sonreír porque me duele la cara… ¿cómo le hace Vanessa para ser tan rígida?
Camila respiró profundo y miró a los dos chicos, asumiendo el control de la situación.
> Camila (con seriedad y autoridad, como siempre):
—Lo mejor será que vayamos con mi papá. Tal vez él sepa qué está pasando y cómo revertirlo antes de que algo salga peor.
Lloyd asintió rápido, decidido.
> Lloyd (mirando al suelo, avergonzado):
—Sí… porque… le dije a tu mamá que iba a comprar pan… y… —Se quedó callado unos segundos antes de soltar un suspiro derrotado—… y no tengo idea de dónde venden pan en tu colonia.
Ryan resopló, aguantándose la risa al imaginarlo perdido.
> Ryan (cruzándose de brazos con fastidio):
—Bien, vámonos ya antes de que termine haciendo un desastre… aunque sea en tu bonito y frágil cuerpo, Camila.
En ese momento, la puerta se abrió de golpe y David, el primo mayor de Lloyd y Diana, entró al cuarto con su típica sonrisa confiada. Al ver a Camila (con el cuerpo de Lloyd) y a Vanessa (con Ryan dentro), alzó una ceja y se peinó con la mano rápidamente, arreglándose como si fuera su mejor momento.
> David (sonriendo y guiñando un ojo):
—Ufff… primo… ¿Por qué no me dijiste que vendrían unas nenas tan guapas a la casa? —Miró a Camila y luego a Vanessa con descaro.
Lloyd, en el cuerpo de Camila, reaccionó con su típica impulsividad sin recordar que no estaba en su cuerpo. Dio un paso al frente, cruzándose de brazos con un puchero molesto que en Camila se veía más tierno que intimidante.
> Lloyd (con voz aguda y enojada):
—¡A ver, a ver, David, ya sácate de aquí! Son mis amigas, no seas fastidioso, váyase a ver sus cosas…
David la miró confundido al inicio, pero luego sonrió de lado, con esa mirada pesada que siempre le sacaba de quicio a Lloyd.
> David (con un tono burlón, inclinándose un poco):
—¿Qué rayos… y tú qué…? —La miró de arriba abajo— Eres Camila, ¿verdad?
Lloyd parpadeó varias veces antes de caer en cuenta, su expresión cambió a una sonrisa nerviosa mientras se tocaba el cabello largo de Camila.
> Lloyd (tratando de sonar dulce, con su voz chillona):
—Ah… eee… sí, sí, soy Camila. Buenos días, David.
Camila, en el cuerpo de Lloyd, suspiró fuerte y se adelantó, mirándolo con su habitual firmeza y voz seria, cruzándose de brazos como haría Lloyd para intimidarlo.
> Camila (hablando con autoridad y una leve amenaza en el tono):
—Sí, David. Así que haznos un favor y sal de aquí. O si no… le digo a la tía Mariela lo que pasó aquella vez en la tienda de abarrotes… ¿te acuerdas?
David se quedó completamente quieto, su sonrisa desapareció y su rostro se tensó mientras la señalaba con el dedo tembloroso.
> David (con un gritito de pánico contenido):
—¡Ni se te ocurra! —Retrocedió lentamente hacia la puerta— Bueno… ya me voy, chicas… —Guiñó un ojo rápido a “Vanessa” antes de salir— Cuídense, hermosas.
Le tiró un beso al aire antes de cerrar la puerta detrás de él. Ryan, en el cuerpo de Vanessa, lo siguió con la mirada, rodando los ojos con asco y cruzándose de brazos.
> Ryan (con voz fría y molesta, haciendo una mueca):
—Y luego dicen que yo soy el coqueto… nomás porque ahorita soy yo en este cuerpo, pero si fuera la verdadera Vanessa, ya lo habría matado con una mirada.
Diana, que observaba todo desde la cama mientras sostenía a Naeris dormida, sonrió divertida y miró a Camila en el cuerpo de Lloyd.
> Diana (en voz baja, con ternura):
—Muy bien, Camila… actuaste igualito a Lloyd. Hasta me asustaste tantito.
Camila bajó la mirada con modestia, pero su tono se mantuvo firme.
> Camila (con un leve suspiro):
—Gracias… pero no puedo relajarme aún. Tenemos que irnos antes de que alguien más sospeche.
Lloyd asintió rápidamente, nervioso y agitado como siempre, mirando la puerta como si esperara que David regresara.
> Lloyd (con voz chillona y temblorosa):
—Sí, vámonos ya, antes de que ese tipo regrese a seguir con sus tonterías… o peor… antes de que yo termine diciéndole algo que Camila jamás diría.
Ryan suspiró fuerte, rascándose la nuca con fastidio.
> Ryan (con un tono resignado y quejumbroso):
—Bien, movámonos. Entre más rápido resolvamos esto, más rápido salgo de este cuerpo… me está congelando las entrañas.
Diana recostó con cuidado a Naeris sobre su cama, tapándola con su manta favorita mientras acariciaba su cabello.
> Diana (con voz suave y una sonrisa, mirando al cuerpo de Lloyd):
—Muy bien… vámonos, Lloyd, antes de que alguien más despierte.
Lloyd, en el cuerpo de Camila, parpadeó un par de veces, mirando a Diana con cara de confusión y un leve puchero.
> Lloyd (con voz aguda y algo molesto):
—Diana… estoy acá… —Se señaló a sí mismo con ambas manos, con un suspiro exagerado.
Diana se llevó una mano a la boca y contuvo una risita, sacudiendo la cabeza con ternura.
> Diana (con tono juguetón):
—Ay, perdón, es que me confundo… ¡estás muy bonita así!
Lloyd la miró con el ceño fruncido y las mejillas rojas, inflando las mejillas como niño chiquito.
> Lloyd (con voz chillona, enojado pero avergonzado):
—¡No me digas bonita! Soy Lloyd… soy… fuerte… (mira sus brazos delgados) bueno… soy Lloyd.
Camila, en el cuerpo de Lloyd, suspiró con paciencia y le palmeó el hombro, mirándolo desde arriba.
> Camila (con voz firme pero calmada):
—Concéntrate, Lloyd. Necesitamos mantenernos serios si queremos salir sin problemas.
Ryan, en el cuerpo de Vanessa, rodó los ojos y bufó con fastidio mientras miraba sus manos con desprecio.
> Ryan (con tono seco y malhumorado):
—Sí, sí… mantengámonos serios… pero apresúrense antes de que termine congelado por dentro con este cuerpo de nevera.
Los cuatro salieron de la habitación, bajando las escaleras con cuidado para no hacer ruido. Diana iba adelante, Lloyd caminaba con torpeza, Ryan estaba irritable y Camila mantenía una expresión seria y analítica, vigilando cada movimiento.
Pero de pronto, ¡BUM! Un fuerte ruido en la cocina los hizo brincar de susto. Al voltear, vieron a Andrés, el papá de Lloyd y Diana, parado frente a ellos con un vaso de agua en mano y el cabello despeinado, mirando la escena con el ceño fruncido y medio dormido.
> Andrés (con voz ronca y confundida):
—¿Lloyd…? ¿Diana…? —Miró a Camila y a Vanessa, sin entender— ¿Y ellas quiénes son…?
Lloyd, en el cuerpo de Camila, reaccionó instintivamente. Dio un paso adelante y habló rápido con su vocecita aguda y nerviosa.
> Lloyd (rápido y tembloroso):
—¡Ah son unos amigos, papá…!
Antes de que dijera algo más, Camila, en el cuerpo de Lloyd, le tapó la boca con ambas manos grandes, inclinándose hacia él con una sonrisa forzada y ojos muy abiertos, tratando de arreglar su error.
> Camila (hablando rápido y con voz grave pero calmada):
—Ahahah… sí, papá… son Camila y una nueva amiga de la prepa… Vanessa… vinieron a buscarme para un… proyecto de la escuela.
Andrés los miró con los ojos entrecerrados, parpadeando un par de veces, todavía medio dormido. Se frotó los ojos y suspiró.
> Andrés (con voz cansada y ligera sonrisa):
—Ah… ya veo… —Miró a Camila en el cuerpo de Lloyd y luego a Ryan en el cuerpo de Vanessa— ¿Cómo estás, Camila? Y hola… qué tal, Vanessa.
Ryan, en el cuerpo de Vanessa, le dedicó una sonrisa forzada mientras giraba los ojos con fastidio y murmuraba para sí mismo.
> Ryan (en voz baja, entre dientes):
—Sí… hola, qué tal… señor…
Diana, viendo la escena, sonrió divertida mientras se cubría la boca para no reírse, y pensaba para sí misma:
> Diana (pensando, con dulzura):
Qué raro es verlos así… pero… igual se ven lindos…
Camila, en el cuerpo de Lloyd, le dio un leve empujoncito a Lloyd en el cuerpo de Camila para que avanzara, manteniendo su tono serio y firme.
> Camila (en voz baja, seria):
—Vámonos ya, antes de que empiece a hacer más preguntas.
Camila, en el cuerpo de Lloyd, miró a Andrés con una leve sonrisa forzada, tratando de mantener la voz grave y firme.
> Camila (seria y calmada, imitando a Lloyd):
—Bueno, papá… nos vemos luego.
Andrés frunció el ceño un poco, notando su tono extraño, y miró fijamente al cuerpo de Lloyd.
> Andrés (con voz ronca, curioso):
—Espera… ¿a dónde vas tan temprano, Lloyd?
Camila tragó saliva y buscó rápido una excusa creíble mientras mantenía su postura recta.
> Camila (con leve nerviosismo, pero firme):
—Em… a… hacer un trabajo que no recordábamos… de química.
Andrés suspiró, frotándose los ojos con cansancio mientras miraba a Diana, que sonreía con dulzura para calmar la situación.
> Andrés (con tono cansado y paternal):
—Bueno… regresen antes del mediodía.
(Mira a Diana y sonríe)
—Diana, cuida de tu hermano, ya sabes que es… bueno… algo tonto a veces.
Lloyd, en el cuerpo de Camila, frunció el ceño con fuerza y puso cara de indignado, cruzándose de brazos.
> Lloyd (voz aguda, molesto):
—¡Oye! No soy tan tonto…
Pero Andrés ya se había dado la vuelta, sin notar nada raro, y desapareció por el pasillo mientras murmuraba algo sobre “estos adolescentes”.
Los chicos salieron rápidamente, caminando en silencio hasta la puerta, y apenas cruzaron el umbral salieron corriendo como si su vida dependiera de ello.
Más tarde, en la casa de Camila, Mariela estaba junto a Danna en la cocina. El aroma de pan recién hecho y café llenaba el lugar mientras el sol se filtraba por la ventana.
> Mariela (preocupada, mirando la puerta):
—Ya me preocupa Camila… salió hace como… ¿cuarenta minutos? Y no ha vuelto…
Danna rodó los ojos, mezclando la masa para hotcakes con fastidio.
> Danna (con tono seco y desinteresado):
—Por favor, tía… ¿por qué se preocupa tanto por ella? Ashh… ya tiene quince… bueno, casi quince… ya debe saber cuidarse sola.
Mariela la miró con una mezcla de regaño y ternura, sacudiendo la cabeza.
> Mariela (con voz suave pero firme):
—Danna, no seas así… y cumple quince el mes que entra, no te olvides.
> Danna (sin mirarla, suspirando pesado):
—Sí… ajam… como sea…
En ese momento, alguien tocó la puerta con fuerza, haciendo vibrar la mesa. Mariela se giró rápidamente.
> Mariela (con tono dulce):
—Danna, ¿puedes abrir la puerta, por favor?
Danna soltó la espátula con desgano, limpiándose las manos en un trapo mientras murmuraba en voz baja.
> Danna (refunfuñando mientras caminaba):
—Ugh… siempre yo… seguro es un vendedor o Nathan queriendo café gratis…
Abrió la puerta de golpe y, antes de poder decir algo, Lloyd en el cuerpo de Camila entró con paso rápido, empujándola suavemente a un lado.
> Lloyd (con voz chillona y apurada):
—¡Hazte a un lado…!
Danna arqueó una ceja, mirándola de arriba abajo con desdén.
> Danna (sarcástica y seca):
—Uy… ¿y tú qué traes hoy, loca…? ¿Te caíste de la cama o qué?
En ese momento entró Diana, sonriente, seguida de Camila (en el cuerpo de Lloyd) que caminaba con firmeza, y Ryan (en el cuerpo de Vanessa) que avanzaba con cara de pocos amigos.
Danna los miró a todos con confusión y cierto fastidio, apoyándose en la puerta mientras se cruzaba de brazos.
> Danna (con tono burlón, mirando fijamente a Camila que en realidad es Lloyd):
—¿Y estos qué hacen aquí tan temprano, Camila? ¿Acaso van a estudiar o a qué vienen…?
Lloyd, en el cuerpo de Camila, miró a Danna con una sonrisa torpe, rascándose la nuca con incomodidad.
> Lloyd (voz aguda, algo nervioso, pero intentando sonar confiado):
—Jeje… em… ¿cómo te explicamos esto…?
Danna alzó una ceja con fastidio, cruzándose de brazos mientras ladeaba la cabeza.
> Danna (sarcástica y seca):
—¿Explicarme qué, estúpida?
Lloyd frunció el ceño de inmediato, olvidando en qué cuerpo estaba, y le respondió con su tono impulsivo y protector.
> Lloyd (molesto, directo, sin filtro):
—¡Oye! Yo no soy Camila y, aunque lo fuera, no me hables así…
Danna lo miró con incredulidad, bajando un poco los brazos.
> Danna (fría y cortante):
—…¿De qué carajos estás hablando, Camila?
Lloyd suspiró fuerte y negó con la cabeza, desesperado.
> Lloyd (voz aguda y temblorosa):
—Te digo que yo no soy Camila…
Danna lo observó en completo silencio por unos segundos, sin poder procesarlo.
> Danna (frunciendo el ceño, con tono duro):
—…¿Qué mierdas…?
En ese momento, Camila, en el cuerpo de Lloyd, se acercó rápido e intentó calmar la situación, colocándose frente a Danna.
> Camila (con su voz grave, intentando sonar tranquila y confiable):
—Em… sí… jeje… esto es… complicado…
Danna los miró a ambos con cara de asco y molestia, chasqueando la lengua con fuerza.
> Danna (con tono de burla, sin creerles):
—No sean pendejos… si creen que voy a caer en estas mamadas suyas, están bien mal.
Lloyd, en el cuerpo de Camila, iba a responderle con otro grito impulsivo, pero de pronto su cuerpo se tensó por completo. Sus ojos, que eran morados, parpadearon en un intenso color verde esmeralda, y cayó de rodillas al suelo, sujetándose el pecho.
> Lloyd (gritando con voz aguda y dolorida):
—¡AAAAAAH…!
Camila, en el cuerpo de Lloyd, se arrodilló rápidamente a su lado con preocupación evidente en su rostro, mientras Diana también corrió hacia ellos con expresión de terror.
> Camila (con tono firme pero lleno de miedo):
—¡Lloyd! ¿Qué tienes? ¡Respira!
> Diana (voz temblorosa, casi llorando):
—¡Onii-chan…! ¡Lloyd, dime que estás bien…!
Danna los miraba a todos con los ojos muy abiertos, confundida y asustada.
> Danna (voz baja, impactada):
—…¿Lloyd…?
En ese momento, Mariela, que estaba terminando de calentar la leche en la cocina, escuchó el grito y salió corriendo. Al ver el cuerpo de su hija en el suelo, su rostro se llenó de pánico.
> Mariela (gritando mientras se arrodillaba junto a Camila en su cuerpo):
—¡Hija! ¡Hija, respóndeme! ¿Qué tienes? ¿Qué pasó…?
Camila, en el cuerpo de Lloyd, respiró hondo, con el corazón latiéndole a mil, y se acercó colocando una mano con cuidado sobre el hombro de su madre.
> Camila (voz grave pero suave, mirándola fijamente con los ojos llenos de lágrimas contenidas):
—Mamá… em… soy yo…
Mariela giró el rostro hacia el cuerpo de Lloyd, mirándolo con confusión absoluta.
> Mariela (voz quebrada, casi sin aire):
—¿Qué…? Lloyd, por favor, no estés bromeando con esto… no es momento de chistes.
Camila negó rápido, con los ojos llenos de determinación pero su voz temblando.
> Camila (con fuerza pero tierna):
—Mamá… de verdad… soy yo… soy Camila…
Un silencio pesado llenó la sala. Danna miraba todo con los ojos muy abiertos, sin saber qué decir, mientras Mariela yacía de rodillas, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Mientras tanto, los ojos de Lloyd, en el cuerpo de Camila, seguían parpadeando entre el morado y ese verde esmeralda que emanaba un leve resplandor inquietante.
CONTINUARA...