Bianca solo tiene un deseo: poder y respeto. Dante se lo concederá. La convertirá en su esposa y lo que en un inicio fue por conveniencia se transformará en algo mucho más fuerte.
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La Feria.
BIANCA
Hemos pasado nuestra primera noche juntos después de 3 meses. Lo tuve tan cerca y tan mío y eso no fue el final, sino que me revelo un secreto de la familia Rossi. Mónica, la madre de Dante, dio a luz unos gemelos. El primero en nacer se llamó Adriano y el segundo Dante. Sin embargo, el heredero de todo lo que los Rossi habían formado por años falleció después de unos meses de nacer y todo recayó sobre Dante.
Jamás se había abierto de una forma conmigo. Él demostraba ser amable y lindo a mi lado, pero nunca se abre de esa forma hasta anoche. Prometí guardar el secreto y después intenté conciliar el sueño, no obstante, no fue fácil.
Por la mañana ambos despertamos al medio día. Dante intento ayudarme a ser café, pero fue claro que su fuerte no era la cocina. Después de desayunar lo vi salir de la habitación con unos caquis oscuros, una camisa azul y un abrigo.
—¿Esa es tu ropa de feria?—pregunté.
—De hecho, nunca he ido a una. Así que no sé si es lo que las personas llevan—mordí mi labio inferior.
Dante no necesitaba la ropa formal para ser guapo y atractivo. Todo de él emanaba poder y autoridad, su caminar, su mandíbula en alto y su mirada de frialdad. Por mi lado escogí un vestido de flores color blanco, un suéter del mismo color y unos tenis. Dejé el cabello suelto y empecé a arreglar las cosas para mi clase. Ya pronto serán las dos y necesitaba que todo esté listo.
—Quiero hacer un recorrido por el pueblo—dice.
—Dudo que haya peligro aquí—dije calmándolo, pero no fue suficiente—.No puedo acompañarte, pero no te perderás. Ahora tengo una reunión.
—¿Una reunión? ¿Con quién?
—Se llama Steven.
Él frunció el ceño y por primera vez vi cómo perdió el control de demostrar a las personas lo que sentía y demostraba en su rostro. Me sorprendió conocer esa faceta de él, a un Dante celoso.
—De hecho, tengo mucho tiempo para ese paseo. Así que tomaré un libro y me sentaré aquí.
Se acercó al estante, tomo un libro y se sentó en el sofá. Caminé hacia él y recosté la cabeza sobre su hombro.
—¿Estás celoso? No hace falta que contestes. Estás celoso y ni siquiera lo conoces.
—Es hombre, es más que suficiente—me acaricio desde la cintura y me atrajo a él—No quiero que nadie se atreva a tocar lo mío.
—Qué posesivo—murmuré—,me gusta.
Aún no me hace suya, al menos no en el aspecto en el que yo quería.
-¿Así?—toca mi mejilla—. Dime, principessa ¿Descríbeme a tu hombre de sueños calientes?
—Dominante puede ser y atentos.
Sí, quiero a alguien dominante pero no a cualquiera sino a Dante. Quiero que sea capaz de hacer todo por mí y poder hacer lo mismo. Necesitaba a alguien que me quiera con tanta desesperación y miedo a perderme. Llegue a esa conclusión después de estar remojando mis pies en la pequeña laguna.
Dante antes de poder besarme de nuevo, el timbre de la casa sonó.
Él se levantó, me gano en el acto y abre la puerta. Disfrute la escena desde el sofá verlo buscar a alguien de su misma altura, sin embargo, no había alguien así. Steven aclaró la garganta y mi esposo alto y fuerte, miro a los ojos hacia mi joven estudiante que lucía un corbatín azul.
—Un gusto, señor. Soy Steven Matthew, vivo al frente y vengo por mis clases con la señorita Bianca.
Steven vestía formal y mantenía un comportamiento igual, teniendo respeto hacia todo y todos. Él le extendió la mano a Dante y él después de unos segundos contesto el gesto.
Me mordí el labio inferior para no reír y caminé a ellos.
—Hola Steven—le sonreí y en su expresión seria también se acomodó a una sonrisa muy leve—. El es mi esposo ¿Recuerdas que te hable de él?
—Ah, ya llego su esposo, señorita. Señor Anderson, un gusto.
—Igualmente Steven.
—Joven Steven. Solo la señorita Bianca puede llamarme por mi nombre—corrigió.
Quise reír nuevamente, me quedaba sin respiración y solo vi a Dante asentir y quedarse sin palabras. Hice pasar a Steven en la casa y lo llevé hacia el piano. A esto me refería con un trabajo no fijo. Soy de las pocas personas que conocen como funcionan instrumentos clásicos y ello me daba una gran lista de estudiantes de diferentes edades.
—Bien, Steven comenzaremos repasando la clase anterior. Algo muy breve para empezar tus partituras de hoy.
Él asintió y coloco sus manos sobre el piano. Mientras que la sala se llenaba de una melodía melancólica y triste, pero elegante y afinado a la vez, Dante usaba mi portátil. Esta mañana me lo pidió prestado para enviar unos correos, supongo que lo del móvil no fue de mucha ayuda, ya que parece ser que aún sigue en contacto con ellos.
Un rato después fui por algo de agua a la cocina para Steven y cuando regresé, Dante ya no estaba y tampoco su abrigo.
La clase duró unas dos horas y después Steven se despidió de mí, con tanto respeto como siempre y un gesto con la mano. Cerré la puerta cuando se fue y caminé en busca de Dante en la cocina.
—¿Ya nos vamos? La feria pronto comenzara. Quiero llegar antes que se arme cola.
—Eres pianista en la ópera y enseñas. Me alegra lo tanto que has avanzado, principessa.
—Soy talentosa—dije acercándome a él. A pesar de que ayer solo fui suplente, me gustaba decir lo talentosa que soy.
Había aprendido a ser independiente. He vivido bajo el mando de padre por tanto tiempo y al llegar aquí me choco de cierta manera, ya que nadie me decía que hacer o que no. Solo yo puedo tomar mis decisiones. También me sentí de esta manera cuando llegué a Calabria y continuó al convertirme en la esposa de Dante. No entendí que era hasta que llegué aquí.
Soy libre y ya no estoy bajo el mando de nadie.
—Eres mi talentosa.
Su mano va a mi cuello y me acerca a su boca. Me besa y siento como me llena de él poco a poco.
—Así que tu expectativa de un hombre es que sea dominante—asentí.
—También atento—añadí—Que no se te olvide lo que me gusta.
—Eres una caja de sorpresas—acomoda mi cabello—.Vamos.
Salimos de la casa y me sujetó de la mano al caminar por la acera. Aún es lo demasiado temprano para que las personas sigan fuera de sus casas y podía oír entre ellas decir "ya llegó" y empezaba a preguntarme a cuantas personas le dije que mi esposo vendría pronto.
La mirada de algunas chicas recayó en él y aunque Dante no las veía, yo sí y abrazaba su brazo demostrando que él no está solo. Tal vez la única posesiva aquí soy yo.
Después de unos quince minutos llegamos a un gran espacio donde ahora estaba ocupado por varios juegos.
Dante se quedó paralizado. Vaya, parece que el mafioso nunca ha andado en un lugar así.
—Vamos.
Tiro de su mano y hago que se adentre conmigo a esta nueva aventura.
Si todo hoy salía como quería, Dante y yo damos el siguiente paso en nuestro matrimonio.
DANTE
La noche está fresca y es un bonito lugar en el que estamos. Junto a Bianca desde que llegamos a la feria no hemos dejado de andar en juegos y juegos, al igual que ella es mi primera vez en un mundo tan común. Sin guardias, sin armas, sin nadie pisándome los talones. El lugar parecía de película, hay de esos dulces de algodón, montaña rusa, el juego de la manzana, el disparo y muchos más. Ya entendía la razón de Bianca por querer este lugar.
En el penúltimo juego que hay en toda la feria nos hemos quedado estancados. El juego al tiro al blanco le llaman.
—Quiero el grande por favor—ella voltea a verme—Inténtalo, hazlo por mí.
Hay un enorme, pero muy enorme oso panda como premio a quien acerté en todos los tiros hacia las botellas.
—Bien.
Tomo el objeto por ella y después de pagar, el viejo tomo los cinco euros feliz. Con Bianca ha ganado una fortuna, ha perdido seis veces y no lo hace más porque le pedí que dejara de hacerlo. Ya tiene los dedos rojos y eso puede hacerle daño.
Me es fácil dar en el blanco. Le doy a la primera a las quince botellas y todas caen. Todos ponen su atención en mí y al terminar con la última, el viejo ahora molesto le entrega el enorme peluche de panda.
Bianca lucia muy feliz. Los vecinos en este lugar la conocen como más que una maestra de piano, la conocen por "el marido que nunca llegó, pero al fin lo hizo". Todos me miran y después a ella asombrados.
Debo admitir que este espacio es tranquilo. Nadie nos ha seguido y las únicas miradas malas que hay son las de los dueños de juego al ver que pierden el premio grande.
Entrego a la señorita los boletos de la rueda de la fortuna, es el último antes de irnos. Subimos a la cabina y después que el resto de las personas subieron, poco a poco empezamos a girar.
—Esta noche ha sido de las mejores—dice Bianca—¿Me has extrañado, Dante?
Ella no tiene idea de cuanto la he extrañado cuando no debería. Un capo como en mi posición solo debería de detestarla, tomar el anillo que dejo aquel día en modo que ella decidió por ambos terminar nuestra unión y buscar a otra hembra más fuerte.
Sin embargo, mi cuerpo, mi mente y mi mundo solo la quiere. Quiere a esa joven que años atrás lo miraba con atracción y yo siempre terminaba por evitarla.
Ahora los papeles han cambiado.
—No te lo imaginas.
—No seas tan frío.
Ella deja el peluche de lado y la tomo sobre mi regazo. Cuando llegamos al tope, encuentro una bella vista ante todo el pueblo y puedo ver de aquí un par de luces del centro de Florencia.
—Me gustas mucho, Bianca—hablé cerca de sus labios. Sus ojos verdes son preciosos, como un par de esmeraldas—.No quiero que te sientas obligada a algo.
—No me obligas—roza su nariz conmigo—.Acepto estar conmigo, Dante. Quiero ser tuya y que tú seas mío.
—Soy tuyo, principessa—mordí su labio inferior y la escuché gemir—.Completamente tuyo.
Las vueltas de la rueda de la fortuna acabaron y decidimos en volver a la casa, y esta vez regresamos en uno de los botes. Al entrar en la casa, volví a estar alerta y revisé que todo estuviese seguro mientras que Bianca entraba a la habitación.
Nunca fui una persona tan pública a pesar de tener distintos negocios más allá de los que tengo con la Ndrangheta. Poseo una cadena de hoteles, museos y un par de acciones en algunas empresas.
Asegure las puertas y entre en la habitación. Ni bien di un paso adentro, todo lo que pensé que sería esta noche cambio. Encontré a Bianca usando un negligé blanco sin nada más debajo. Camine a ella admirando parte de su cuerpo.
La tela no deja nada a la imaginación, puedo ver como se encuentra depilada en su totalidad ahí abajo, subo y está mordiendo su labio inferior con las manos ocultas por detrás.
—¿Y esta sorpresa?
Mi voz suena ronca.
—Dante—ella terminó con el poco espacio entre nosotros y puedo respirar su olor a fresas—quiero que esta noche me hagas tuya.