Valeria y Alejandro, unidos por su amor al arte, la música, y las historias, vivieron un intenso romance en el bachillerato. Sin embargo, un malentendido los separó, dejando heridas sin sanar. Ahora, en la universidad, sus caminos se cruzan de nuevo. Aunque intentan ignorarse, Alejandro sigue luchando por reavivar lo que tuvieron, mientras Valeria se resiste a revivir el dolor del pasado. ¿Podrá el amor superar el tiempo y el rencor?
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El momento decisivo
Aún no me recupero del impacto de haber visto a Valeria entrar al local. Mi mente trabaja a mil por hora, y mi corazón late con fuerza, pero no puedo moverme. Estoy paralizado, mirando cómo ella se acerca al mostrador, pide su bebida y espera pacientemente, ignorándome por completo, como si yo no estuviera ahí.
El té en mis manos se enfría lentamente mientras la observo. Me siento torpe, incapaz de actuar. ¿Qué debería hacer? Mi instinto me dice que me levante y hable con ella, pero el miedo me detiene. Si lo hago, ¿la estaré incomodando? ¿O tal vez, solo tal vez, ella está esperando que dé el primer paso?
Valeria toma su bebida y, como si el universo decidiera poner a prueba mi autocontrol, en lugar de irse, se sienta en una mesa justo frente a mí. No me mira, pero puedo sentir su presencia, tan palpable que me es imposible ignorarla. El aire se siente pesado, como si ambos estuviéramos atrapados en una especie de burbuja incómoda. Mis pensamientos van en todas direcciones, y al mismo tiempo, no puedo dejar de recordar aquellos días cuando veníamos juntos a este lugar.
Finalmente, decido que ya he tenido suficiente de este juego silencioso. Me levanto con el corazón en la garganta y camino lentamente hacia ella, mis piernas sintiéndose como si pesaran una tonelada. Cada paso que doy se siente eterno. No sé qué voy a decirle, pero sé que no puedo seguir evitando esto.
—Valeria —mi voz suena más baja de lo que esperaba. Ella levanta la mirada, sorprendida. Nuestros ojos se encuentran por un segundo, y puedo ver una mezcla de emociones en su expresión. No puedo descifrar si está molesta, incómoda o simplemente indiferente.
—Alejandro —responde en tono neutral. No me ofrece ninguna pista sobre lo que está pensando.
Me quedo parado frente a su mesa, sintiéndome fuera de lugar. Las palabras que había planeado en mi cabeza se desvanecen, dejándome con un silencio incómodo. Pero ahora que estoy aquí, no puedo echarme atrás.
—¿Te… te importa si me siento? —pregunto con torpeza, señalando la silla frente a ella.
Valeria me mira por un segundo que se siente eterno antes de asentir levemente. —Adelante.
Me siento frente a ella, consciente de cada movimiento. El ambiente se siente tenso, y por un momento, ninguno de los dos dice nada. Solo se escucha el leve ruido del local y el susurro del viento afuera.
Finalmente, respiro hondo y decido romper el hielo. —Sé que tal vez este no es el mejor momento, pero… siento que hemos evitado esta conversación durante demasiado tiempo. —Mis palabras salen con dificultad. Es como si cada frase me costara una enorme cantidad de esfuerzo.
Valeria toma un sorbo de su bebida antes de responder, su mirada fija en su vaso. —No sé de qué conversación hablas, Alejandro. —Su tono es frío, pero no agresivo. Es como si estuviera cerrada a cualquier intento de reconciliación.
Me quedo callado por un momento, intentando encontrar la forma correcta de abordar esto. —Del malentendido... Lo que pasó entre nosotros. Sé que fue confuso y que nunca aclaramos nada, y... —dudo antes de continuar—, y quiero que sepas que no fue lo que parece.
Ella finalmente me mira, y en sus ojos veo una chispa de algo, aunque no estoy seguro de qué. —¿De verdad crees que ahora es el momento para hablar de eso? —pregunta con una mezcla de escepticismo y cansancio.
—No lo sé —admito sinceramente—, pero siento que si no hablamos de ello ahora, nunca lo haremos. Y no quiero seguir evitando el pasado como si no hubiera sucedido.
Valeria me estudia por un segundo más antes de suspirar. —Lo que pasó ya quedó atrás, Alejandro. No tiene sentido revolverlo ahora. Las cosas son diferentes.
—Lo sé, pero... —hago una pausa, tratando de ordenar mis pensamientos—. No puedo seguir fingiendo que no te conozco, que no significaste algo importante en mi vida. —Mi voz se vuelve más suave—. Tú fuiste todo para mí.
Valeria desvía la mirada, incomoda. Puedo ver que no quiere seguir esta conversación, pero algo dentro de mí me dice que no puedo rendirme ahora.
—No espero que todo vuelva a ser como antes —continúo—, pero al menos quiero que sepas la verdad. Hubo un malentendido, y nunca pude explicarme. Lo que sea que te dijeron, lo que sea que escuchaste, no fue lo que realmente ocurrió.
Ella frunce el ceño, pero no dice nada. Es como si estuviera luchando consigo misma, intentando decidir si debería darme una oportunidad de explicarme o simplemente marcharse.
—No quiero que pienses que lo estoy usando como excusa —aclaro rápidamente—. Sé que cometí errores, muchos, pero no quiero que eso defina lo que fuimos ni lo que somos ahora.
Valeria toma otro sorbo de su bebida, sus dedos tamborilean levemente contra el vaso. Finalmente, deja escapar un suspiro. —¿Y qué quieres, Alejandro? ¿Que todo se solucione con una simple conversación?
—No, no espero eso. —Siento la frustración creciendo dentro de mí, pero trato de mantener la calma—. Solo quiero que me escuches. Quiero que sepas lo que realmente pasó. Y si después de eso no quieres volver a saber de mí, lo aceptaré, pero al menos habré dicho lo que necesitaba decir.
Valeria se queda en silencio por un largo rato, y el peso de su decisión parece caer sobre ambos. Finalmente, ella asiente lentamente, aunque sin compromiso.
—Está bien, Alejandro. Te escucharé, pero no ahora. No aquí. —Su voz es firme, pero no tan fría como antes—. No estoy preparada para tener esa conversación hoy.
Asiento, respetando su decisión. —Gracias —digo con sinceridad—. No tienes idea de lo mucho que significa para mí que al menos me des una oportunidad de explicarme.
Ella se levanta, y por un segundo, nuestros ojos se encuentran una vez más. Algo en su mirada ha cambiado, aunque no sé si para bien o para mal. Sin decir más, Valeria toma su bebida y se dirige hacia la salida.
La observo mientras se va, una mezcla de alivio y ansiedad en mi pecho. Al menos, he dado el primer paso.