Mi Castigo

No había forma de cambiar las cosas, quería saber que era lo que realmente sentía por él, que hacía que mi corazón resuene de manera distinta. Le empujé para que me soltara, pero era inútil, mientras más peleaba, él se apegaba más a mi.

—Me estás lastimado— le dije.

—Tú me lastimaste más— respondió.

—¿Qué hice mal?

—Me quitaste mi tranquilidad.

—Lo siento mucho.

— Y no solo eso, también me quitaste parte de mi corazón. Y ya no sé cómo vivir sin esa parte.

—Fue un error, ¿Qué hago para devolverte esa parte que te falta?

No supo que contestar, apartó su cuerpo del mío, con su mano roció mi rostro, su caricia alteró mi corazón y lentamente acercó sus labios hacia los míos y me beso.

No quería que me provoque, porque sabía que no podría resistirme, entonces lo forcé a que se apartará.

Él sintió mi rechazo, me miró una vez más para luego irse. Mi mente maquiavélica empezó a fantasear un sin fin de cosas que haría con él, quería invertir los papeles, matar mis pensamientos buenos para convertirlos en juegos peligrosos, ya no quería ningún acuerdo con él, solo quería que la razón de mi demencia se haga responsable de todo lo que florecía en mi cabeza, entonces me deje llevar, antes de que cruzará la puerta le tomé de la mano, quería enriquecer mi sexualidad.

Él me miró con sus ojos hermosos que tenía, quería que me haga tan suya y gemir sobre su cuerpo, no quería perder más tiempo, ya estaba aburrida de sufrir, una dosis de pasión era lo que mi cuerpo necesitaba, le tomé del rostro y sin freno besé sus labios carnosos, luego con mi lengua roce su cuello, haciendo que su cuerpo desee el mío, quería empaparme de su sudor. Había logrado meterme por unos segundos en su mente, lo arrastré hacia la cama, sin dejar de acariciar su piel con mis manos traviesas, lo tumbe sobre las sábanas y me puse encima de él, le baje el cierre del pantalón, tenía el miembro muy grande, esto hacía que mi vagina empiece excitarse y a humedecerse, antes de arder en llamas quería hacer una fiesta con su cuerpo, acaricié sus partes prohibidas con mi lengua para luego subir hacia su obligo. Una parte de mi cuerpo me estaba fallando, y esa parte era mi corazón, porque ya no quería escucharlo más.

—¿Qué es lo que me estás haciendo Aurora?— mi esposo preguntó tomándome de los pechos para descubrirlos.

—Lo único que estoy haciendo es desearte— Le respondí muy despacio en sus oídos para luego besarlo.

Era imposible parar, nuestros cuerpos se deseaban, se atraían, Enzo ya no podía estar tranquilo me quito toda la ropa y yo hice lo mismo con él, cuando nuestros cuerpos estaban desnudos sentí como Enzo me penetraba lentamente, se sentía bien sentir como sus fluidos se apoderaban de cada uno de mis sentidos, mi esposo era exquisito, nunca me cansaría de este momento, mordí su cuello cuando sentí que ambos nos estábamos llenando de pasión, grité tan fuerte de placer estremeciendo mi cuerpo para liberar todo lo que mi cuerpo había acumulado por mucho tiempo.

Solté las sábanas ya algo más relajada, intentando recuperar el aliento, Enzo tenía todo el cuerpo sudado y cansado por el momento apasionado que había tenido.

Al día siguiente muy temprano su madre nos visitó.

—Maria, ¿dónde está mi hijo?— preguntó entrando a la casa, sin antes saludar.

—En el cuarto, con su esposa.

—¿Pasaron la noche juntos?

—Son esposos.

—Esa hija de puta no me va a quitar a mi otro hijo— dijo subiendo las escaleras.

La puerta estaba con seguro, toco una y otra vez muy enfadada.

—¡Abre la puerta hija de puta!— gritaba—zorra astuta, ni pienses que te voy a dejar en paz— no se cansaba de tumbar la puerta.

Enzo despertó algo confundido y confuso, la magia de la noche había terminado, era hora de volver a la realidad disfrazada de mentiras y engaños.

Se puso la ropa rápidamente al escuchar la voz de su madre, también hice lo mismo, ya no les tenía miedo, después de esa noche yo ya no sería la misma, en mi corazón aún estaba un hueco vacío, pero con ganas de vivir. Esta familia ya me había destruido una vez, no les volvería a dejar que me hagan lo mismo.

Enzo abrió la puerta.

—¡Mamá!— sorprendido le dijo.

—¿Qué haces encerrado con esta puta?— le gritó.

Enzo no sabía que contestar, se tomó la cabeza en son de lamento y arrepentimiento.

Al ver que su hijo no contestaba nada se acercó a mí y me dio una cachetada en el rostro, la miré con tanto odio.

—¿Piensas que acostándote con mi hijo se terminó tu castigo? Puta asesina—fríamente me dijo.

—Acostarme con su hijo es algo excitante, ya si luego él quiere castigarme, es su asunto.

—Ya me quitaste a uno de mis hijos, no te voy a permitir que me quites uno más.

—Si no quiere que pase eso, déjeme que me valla.

—¿Qué estupidez estás diciendo?

Enzo no aguantaba más del dolor de cabeza, se fue a buscar una aspirina, dejándome con su madre lamentándose del error que había cometido.

—En cualquier momento me puede agarrar la paranoia de querer tomar un cuchillo y atravesarlo por el pecho silenciosamente.

Los nervios de la señora se alteraron.

—Podemos hacer un trato, usted le exige a su hijo que me deje libre de aquí y yo le aseguro que lo mantendré con vida.

—¡Eres una loca psicópata!

—Loca o no, no tengo intenciones de hacerles daño a ninguno de los dos. Solo quiero irme con mis padres.

—Eso no pasará.

—Entonces me obligará a hacer cosas que no quiero, ambas somos mujeres y sabemos perfectamente como manipular a los hombres, Enzo durmió anoche conmigo ¿que le asegura que no lo volvamos a hacer?

—Ja, ja, ja... no sabes lo que dices.

—¿Me va a probar?, lo hagamos corta, solo tiene que convencer a su hijo que me deje seguir con mi vida.

—¿Qué hiciste con Darío?

—Según ustedes y mis padres, lo mate.

—¿Es verdad que no recuerdas nada?

—No, no recuerdo. Pero piénselo por favor, no quiero dañar a Enzo, pero si me mantiene cerca de él, será más fácil destruirlo.