Y llegaste tú, y me sorprendió el poder que había en tu interior y llegaste tú...
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Capítulo 15
Al día siguiente cuando Emmanuel se despertó, lo primero que le vino a la memoria fue el encuentro que había tenido la noche anterior con Samantha en las escaleras traseras del salón de fiestas.
No podía quitarse de la cabeza las veces que la tuvo entra sus brazos, degustando a su antojo cada parte de ella, no solo en ese momento sino también en el cuarto de almacenamiento de la cocina.
Se sintió el hombre más feliz de la tierra.
Pero ahora debía levantarse, ducharse, olvidarse por un momento de Samantha y prepararse para ir a trabajar, dando comienzo a su día con la reunión matutina que siempre tenían cada mañana al comenzar la jornada.
Al entrar al baño y sentir el agua caer sobre su cuerpo, Samantha regreso a sus pensamientos y deseaba con todo su ser que ella estuviera allí con él, sintiendo cada parte de su cuerpo entre sus brazos.
Abrazándola, acariciándola, haciéndole sentir con cada toque lo importante que es para él, y demostrándole con cada caricia, con cada beso que es la mujer perfecta para él.
Que él nació para amarla, y encontrarla en cada esquina de su alma es fantástico.
Emmanuel se restregó la cara para olvidarse de los sentimientos y pensamientos que en ese momento lo consumían. Se dio un baño rápido y se fue a su habitación a arreglarse para comenzar el día.
Al salir de la casa se fue pelo a pelo hacia la mansión de los Mendoza, donde sus amigos lo esperaban y al entrar a la cocina encontró a Luis terminando de hacer unos mini pastelitos para la degustación de esa mañana.
Emmanuel salió airoso del acto del domingo, las Consultas del lunes, y retocó los diseños de las siguientes celebraciones porque los clientes habían cambiado de idea, en varias de la propuestas que habían desarrollado en las reuniones que tuvo con ellos.
Canceló dos citas con dos mujeres hermosas con las que no le apetecía salir más, porque no podía sacarse de la cabeza a Samantha y lo que había ocurrido en la celebración del viernes. Le escribio y llamo en varias ocasiones durante esos días y no recibio respuesta, no entendía que pasaba. Y para distraerse un poco, pasó las tardes haciendo inventario, diseñando y ordenando formularios.
Samantha trato en los días siguientes a la celebración del viernes, preparandose para sus clases de posgrado en psiquiatría pediatrica y ejercitandose, pero eso no le impidio, pasar ese tiempo preguntandose si debería llamar a Emmanuel y pedirle disculpas por su comportamiento o fingir que aquello no había pasado.
Estaba debatiéndose entre las dos primeras opciones y también, en ir a su casa y abalanzarse encima de él. Al final decidio no hacer nada, salvo armarse un rollo en la cabeza.
Emmanuel dejo todo tirado y se preparo para una reunión de empresa programada para la tarde. Enfadado consigo mismo, llegó pronto a la mansión, acortando el camino, entrando por la cocina de Luis y vio a su amigo preparando una bandeja de galletas y una pequeña fuente con fruta y queso.
- Me he quedado sin Cerveza.- anunció Emmanuel abriendo la nevera para coger una lata. Esbozando una mueca de disgusto y tiró de la arandela y bebió directamente de la lata. — Compadre ¿Qué tal si cenamos y vemos una peli esta noche?
Luis — ¿No tenías una cita?
Emmanuel — La he anulado. No estoy de humor.
Luis se apartó el pelo de los ojos de un soplido, gesto que le permitió quedarse mirándolo con sorpresa. — ¿No estás de humor para salir?
Emmanuel — Mañana tengo que levantarme temprano. Me toca diseñar seis escenarios, y ayudar a Karina con los arreglos florales para las distintas galas. Eso equivale a seis o siete horas de trabajo. Le he dicho a Karina que venga jornada completa, para ganar tiempo, y luego quedará todo el montaje de la celebración del Sábado por la noche.
- Además, me he pasado casi toda la mañana diseñando y ordenando formularios para no crear un desorden en mi espacio.
Luis — Eso nunca había sido un problema para ti. ¿Seguro que te encuentras bien? Estas mal compadre, ¿Que te pasa?.
Emmanuel — No, estoy bien. Me encuentro bien. Es solo que no estoy de humor para salir con mujeres en este momento.
— Eso no me incluye a mí, supongo. — Patricia Mendoza entró en la cocina, Emmanuel la levantó en sus brazos y le dio un sonoro beso. — Mmm. Galletas azucaradas.
Emmanuel se rió.— Coge una. Corre por mi cuenta.
Patricia cogió una galleta de la bandeja y le sonrió a Luis. — Considera que es parte de mi minuta.
Basándose en su experiencia con ella, Luis cogió una bolsa de cierre y empezó a llenarla de galletas. — ¿Vienes a la reunión?
Patricia — No. Vine a ver a mis padres, y recorde que se habían ido a la ciudad capital a pasar unos dias juntos solos sin nadie cerca.— Y sonrió de pura felicidad por ellos.
Emmanuel — Asi es, se fueron el fin de semana.
— Si lo se, y como tenia que resolver unas cosas con Patricio, aproveche y pase a saludarlos. — Y ya que estaba allí, y había una cafetera preparada, fue a servirse una taza.
Tenía el pelo castaño oscuro y unos ojos azul intenso como los de Patricio. Los refinados rasgos que Luis distinguía en ambos hermanos resultaban un poco más delicados en ella. Con su uniforme de medico y los zapatos deportivos de un blanco inmaculado, Patricia encajaba en la imagen de una psicóloga clínica de éxito. La imagen de los Mendoza de la ciudad de la nieve.
Al terminar, Luis se quitó el delantal de chef repostero y lo colgó de un gancho. Patricia se apoyó en la encimera y comento.— He oído decir que la semana pasada metiste caña en la celebración de los Fernández.
— ¿Los conoces? — preguntó Emmanuel.
— Los padres de los dueños del Emporio son clientes de papá. O lo eran, no se si lo seguiran siendo. No he tenido el placer de conocerlos en persona. (aunque, por lo que cuenta Sami, quizá eso sea exagerado) de conocer a la nueva señora Fernández.
— La conocerás cuando le pidan a papá Alexander hora para el divorcio — intervino Luis.
Patricia — Siempre tan optimista.
Luis — Esa mujer es insoportable. Esta mañana le ha enviado una lista de críticas a Patricio. Por correo electrónico, desde Ciudad Bolívar.
— ¡En serio hizo eso! — Exclamo Emmanuel, sorprendido, mirando boquiabierto a Luis. Pero si fue perfecto. Todo salió bien. Mejor de lo que esperaba.
— El champán no estaba lo bastante frío, el servicio de mesas fue un poco lento, el cielo podría haber sido más azul y la hierba más verde.
Patricia — Por lo que cuentan, entonces, si, es una arpía.
Emmanuel — De todas maneras da igual. Todos los que asistieron, saben que fue perfecto. Y ella no podrá cambiar eso.
— Así se habla.– Patricia brindó con la taza de café.
Emmanuel — Por cierto, hablando de Samantha, ¿la has visto? Quiero decir si la verás.
Patricia — Mañana, de hecho. Iremos al Mérida Country Club a bañarnos en la piscina, ya confirmo con Carla, para que vaya con nosotras. ¿Por? Algo que deba saber.
Emmanuel — No, nada, es solo que necesito confirmar con ella la reunión del jueves, porque la llamo y no contesta. No se si va a querer cambiar el día.
Patricia — Cuando nos veamos mañana, le hago llegar tu mensaje y te aviso o a lo mejor ella te llama
Emmanuel — Bien. Me harías un favor.
Patricia — No te preocupes. Bueno me voy. Fue un placer haberlos visto.— Tomó la bolsa y la sacudió ligeramente ante Luis. Gracias por las galletas.
Luis — La docena de galletas recién horneadas, incluida la que te has comido, la deduciré de tu minuta.
Patricia le sonrió a Luis, luego le dio un beso en la mejilla y salió corriendo de la cocina.
Luis esperó unos segundos y señaló a Emmanuel.— Samantha.
Emmanuel — ¿Qué?
Luis — Samantha.
Emmanuel se quedo en silencio llevándose una mano a la cara.
Luis — Emmanuel lo llevas escrito en la cara.
Emmanuel — Sí asi fuera. ¿Cual sería el problema?
Luis — Habla. ¿Qué pasó entre Samantha y tú.
Emmanuel — Nada. Todavía nada.
Luis — No me mientas compadre. No me veas la cara.
Emmanuel notó que se le trababa la lengua. Y le dijo — No se lo digas a nadie.
Luis — Si no puedo decírselo a nadie, entonces es que pasa algo.
Emmanuel — Maldita sea. — Luego se metió en la boca el trozo de galleta que le quedaba.
Luis — Comes con normalidad. Pero el ritmo habitual al que nos tiene acostumbrados falla. Confiesa.
Emmanuel — Primero tienes que jurarme que no les dirás nada a Patricio o a Marcos.
— Me estas pidiendo algo muy difícil de cumplir.—
Emmanuel espero a que Luis le confirmara que guardaría silencio.
Luis viendo que no le quedaba otra opción, se trazó una cruz en el pecho y alzó una mano.— Lo juro.
Emmanuel — La semana pasada me confesó que era ella, la chica que me escribía los sábados por la noche y nos besamos, y fue sorprendente la conexión que hubo entre nosotros.
Luis — ¿Cuándo paso eso?
Emmanuel — El martes, que me trajo la chaqueta que le preste el lunes en la noche, cuando la auxilie en la carretera con el carro que se le accidento. La invite a almorzar y alli nos dimos el beso
Luis — Y eso es todo, o paso algo más.
Emmanuel — El viernes en el evento de los Fernández, cuando estábamos montando el teatro, la lleve a uno de los cuartos de almacenamiento y nos besamos y sino hubiera sido por el grito que me pego Patricio por los auriculares, la hubiese hecho mia allí mismo.
Luis — Por eso estabas tan distraido.
Emmanuel — Si. Pero eso no fue todo.
Luis — ¿Que paso despues?
Emmanuel — Me escabullí por las escaleras traseras del salon principal para relajarme un poco de tanto trabajo y ella me alcanzó para hacerme compañía y Me besó. O nos besamos. Y no sé qué habría pasado después porque Patricio me llamó por el busca. Tuve que irme, y por lo que se ella se fue. Y no he sabido nada mas.
Luis lo observo, y se dio cuenta que su amigo estaba completamente enamorado de esa mujer.— ¿Y qué sentiste? ¿Qué puntuación sacó Samantha en el medidor patentado por Emmanuel Rondón?
Emmanuel dejó escapar un suspiro, alzó los pulgares y trazó una línea imaginaria.— Entró en la zona roja y luego hizo explosión.
Luis torciendo el gesto, asintió.
— ¿Qué vas a hacer ahora?
Emmanuel — No lo sé. No lo he decidido todavía. Me siento bloqueado. Necesito recuperar mi equilibrio y luego ya pensaré en lo que hago. O lo que no hago.
Luis — Espera un segundo. Corta el rollo. Esto es serio. Emmanuel. En este momento no te reconozco. No parece que seas tú él que habla. Eres un maestro manejando a las mujeres. Qué te pasa compadre? ¿Qué te hizo esa mujer?
Emmanuel — Ya lo sé hermano. Solo que ahora se trata de Samantha. La mejor amiga de Carla y no quiero lastimarla, No quiero herirla.
Luis observo a su amigo en silencio, porque no sabía que decirle.
Emmanuel — Estoy sacando las cosas de quicio. Cierto.
Luis — Emmanuel, sueles ponerte romántico cuando hablas de las mujeres y de relaciones potenciales, pero nunca te había visto tan afectado como ahora. Estás hecho un desastre.
Emmanuel — ¡Porque se trata de Samantha! La mejor amiga Carla y colega de ella y Patricia. ¿Qué me dirías si estuvieras enfrascado horneando pasteles, y Patricia entrara, te besara e hicieras el papel de un imbécil? Ya me dirías si estarías hecho un desastre, como yo lo estoy ahora.
Luis – La única razón por la cual Patricia entra en mi cocina es para comerse mis pasteles y galletas, como has podido observar.
Emmanuel se quedo en silencio, perdido en sus pensamientos.
Luis — Ok, no olvides decirme cuándo me vas a sacar la mordaza de la boca.
Emmanuel —Ok, pero mientras tanto, ni una palabra.— Y salieron de la cocina con las bandejas preparadas por Luis a reunirse con los demás.