Margaret O'Brien y su familia abandonan la ciudad y se mudan a un pequeño pueblo donde nacieron sus padres, pero nada funciona como debe ser. Desde que llegan Margaret se siente constantemente vigilada. ¿Quien es? y ¿Que quiere?
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Adiós Brooklyn
Capitulo 4
Adiós Brooklyn
Margaret y su familia se encontraban listos para volver de regreso a Brooklyn. Habían pasado unos días intensos en Niágara, pero ahora era el momento de resolver todos los asuntos pendientes antes de su gran mudanza a Canadá.
El viaje está vez fue tranquilo, y al llegar a Brooklyn, Margaret sintió una mezcla de nostalgia y anticipación. Su hogar de toda la vida estaba lleno de recuerdos, y ahora sabía que lo dejaria atrás.
Al día siguiente su padre comenzó a planear toda la mudanza, ya que antes quería invertir algo de dinero en reparar algunas cosas de la casa Moloney, lo que llevo varios meses, pero en un abrir y cerrar de ojos ya era agosto y estaban en pleno verano. Poco a poco las cajas se apilaban en cada rincón de la casa mientras seleccionaban cuidadosamente qué llevar y qué dejar atrás. Margaret se encargó de su habitación, guardando sus libros favoritos, fotos y pequeños recuerdos que no quería perder.
—Es increíble cuántas cosas acumulamos a lo largo de los años—
Comentó su madre mientras empaquetaba la vajilla de la cocina.
—Pero es una buena oportunidad para empezar de nuevo.—
Su padre, que estaba organizando sus cosas asintió.
—Sí, y Canadá será un lugar maravilloso para nosotros.—
Margaret sonrió, aunque una parte de ella se sentía triste por dejar Brooklyn. Decidió dar un último paseo por el vecindario, visitando sus lugares favoritos: el parque donde solía jugar, la librería donde pasaba horas leyendo, y la heladería donde siempre venia con sus amigas y pedian su sabor favorito. Esa misma tarde Lisbeth decidió organizar una pequeña reunión de despedida en el parque donde solían pasar tanto tiempo juntas. Quería que su despedida fuera especial y llena de buenos recuerdos. Invitó a otros amigos cercanos y preparó algunos bocadillos y bebidas para compartir.
Cuando todos llegaron, se sintió una mezcla de emociones por la partida de Margaret. Rieron, jugaron y recordaron anécdotas de los años pasados. A medida que la tarde avanzaba, llegó el momento de las despedidas.
Margaret se dirigió a sus amigos con una sonrisa, aunque sus ojos brillaban con lágrimas contenidas.
—Quiero agradecerles a todos por estar aquí hoy y por todos los momentos increíbles que hemos compartido. No es un adiós, sino un hasta luego. Prometo mantenerme en contacto y visitarlos siempre que pueda.—
Sus amigos la abrazaron uno por uno, compartiendo palabras de aliento y promesas de mantenerse en contacto.
—Te vamos a extrañar mucho, Margaret,—dijo Nicole
Margaret asintió. —Yo también los voy a extrañar. Gracias por ser parte de mi vida.—
Con un último abrazo grupal y muchas fotos para recordar el momento, Margaret se despidió de sus amigos, sabiendo que, aunque la distancia los separara, la amistad verdadera siempre encontraría la manera de mantenerse viva.
Esa noche, la familia se reunió en la sala de estar, rodeada de cajas, para una última cena en su hogar de Brooklyn. Compartieron historias y risas, recordando los buenos momentos y soñando con el futuro.
—Estoy emocionada por lo que viene— dijo Margaret, —Papa dime cómo quedó la casa—
—Ya te dije hija, no se hizo muchos cambios significativos, solamente actualizamos la calefacción y los vidrios aislantes, también una mano de pintura.—
—¿Y guardaste las fotos familiares y cartas que encontramos,? Yo quiero revisar todo.—
—Si, todo está en el ático, pusimos luz porque no había así que ya puedes revisar bien todo.—
Margaret sonrió y respondió.
—Que bueno, me eso me va a tener entretenida un tiempo mientras empiezan las clases.—
Al día siguiente, el camión de mudanza llegó temprano. Con la ayuda de los mudanceros, cargaron todas sus pertenencias y se despidieron de su hogar. Mientras el camión se alejaba, Margaret miró por última vez el edificio que había sido su refugio durante tantos años.
—Adiós, Brooklyn— susurró. —Gracias por todo.—
Con nostalgia, Margaret y su familia se dirigieron nuevamente hacia Niagara, listos para comenzar su nueva vida en Canadá.
Luego de varias horas, el camión de mudanza se detuvo frente a la casa Moloney, y Margaret sintió una mezcla de emoción y nerviosismo. La casa, ahora remodelada y modernizada, se alzaba imponente y acogedora a la vez. Las renovaciones habían respetado su esencia histórica, pero le habían dado un aire fresco y contemporáneo.
—¡Hemos llegado!— exclamó su madre, bajando del coche con una sonrisa.
—Nuestro nuevo hogar.—
Margaret y su padre siguieron a su madre, observando cómo los mudanceros comenzaban a descargar las cajas y los muebles. La puerta principal se abrió con un suave chirrido, revelando el interior que ahora combinaba lo antiguo con lo moderno de manera armoniosa.
El vestíbulo, con su suelo de madera pulida y las vigas también madera originales, daba paso a una sala de estar luminosa y espaciosa. Las paredes recién pintadas en tonos claros contrastaban con los muebles restaurados, creando un ambiente cálido y acogedor.
—Es aún más hermosa de lo que recordaba— dijo Margaret, recorriendo la casa con la mirada. —Las remodelaciones realmente le han dado una nueva vida.—
Mientras los mudanceros llevaban las cajas a sus respectivas habitaciones, Margaret decidió explorar un poco más. Subió las escaleras, admirando los detalles arquitectónicos que habían sido cuidadosamente preservados. Al llegar a su habitación, encontró que sus padres ya habían colocado su cama y algunas de sus pertenencias.
—Queríamos que te sintieras en casa desde el primer momento— dijo su padre, entrando detrás de ella. —Sabemos que este cambio es grande, pero estamos aquí juntos.—
Margaret sonrió, agradecida por el esfuerzo de sus padres. —Gracias, papá.—
Después de un día agotador de desempacar y organizar, la familia se reunió en la cocina, que ahora contaba con electrodomésticos modernos y una isla central perfecta para cocinar juntos. Prepararon una cena sencilla y se sentaron a la mesa, disfrutando de su primera comida en la casa Moloney.
—Brindemos por nuestro nuevo hogar,— dijo su madre, levantando su vaso con jugo de naranja. —Y por todas las cosas buenas que nos esperan.—
—¡Salud!— respondieron Margaret y su padre al unísono, chocando sus vasos con una sonrisa.
Después de la comida se fueron a sus habitaciones, pero mientras Margaret se acomodaba en su nueva cama, volvió a sentir esa incomodidad de que estaba siendo vigilada, pero tenía tanto cansancio que cerró los ojos y sin poder abrirlos de nuevo comenzo a escuchar como crijia la madera sin embargo se quedo dormida antes de ir a investigar.