El sueño de Marcela Smith es convertirse en campeona de Fórmula Uno, sin embargo deberá lidiar contra una mafia de apuestas ilegales, sin escrúpulos, capaz de asesinar con tal de consumar sus pérfidos planes de obtener dinero fácil y que no querrán verla convertida en la mejor del mundo. Marcela enfrentará todo tipo de riesgos y será perseguida por los sicarios vinculados a esa mafia para evitar que cristalice sus ilusiones de ser la reina de las pistas. Paralelamente, Marcela enfrentará los celos de los otros pilotos, sobre todo del astro mundial Jeremy Brown quien intentará evitar que ella le gane y demuestra que es mejor que él, desatándose toda suerte de enfrentamientos dentro y fuera de los autódromos. Marcela no solo rivalizará con mafias y pilotos celosos de su pericia, sino lidiará hasta con su propio novio, que se opone a que ella se convierta en piloto. Y además se suscitará un peculiar triángulo amoroso en el que Marcela no sabrá a quién elegir par a compartir su corazón. Mucho amor, romance, acción, aventura, riesgo, peligros, misterios, crímenes sin resolver, mafias y desventuras se suman en ésta novela fácil de leer que atrapará al lector de principio a fin. ¿Logrará Marcela cumplir su sueño?
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Capítulo 17
Jimmy Henry me ordenó que probara en la pista el nuevo motor que se estrenaría en el premio de Abu Dabi y la máquina respondió dentro de las expectativas cifradas en la inversión. Henry quedó bastante satisfecho. El bólido había rugido bien y se mostró poderoso, fuerte, contundente, que era lo que él quería y lo que había pedido Bill Matthias. -Buen trabajo, preciosa-, me dijo muy galante cuando detuve el bólido en al zona de pits del autódromo donde hacíamos las prácticas.
-Hemos mejorado los ductos, por eso está muy ligero-, le expliqué.
-Eres una buena mecánica, chica-, me halagó. Estaba sorprendido en realidad con lo que yo hacía. Robert ya le había contado de mis habilidades.
-Intento siempre hacer bien las cosas je je je-, le dije riéndome.
-¿Sabías que me retiro después de correr en Abi Dabi?-, me anunció de golpe. Eso yo lo sabía. Dobias me lo había adelantado. Yo lo iba a reemplazar como segundo piloto de la escudería y correría al lado de Jeremy Brown. De todas maneras me hice la sorprendida.
-¿Por qué retirarte? Aún estás en plenas condiciones de seguir en el timón-, le dije abanicando mis ojitos. Fuimos a la cafetería y pedimos dos gaseosas. -Al momento, muchachos-, se entusiasmó, como siempre, Mike.
-Bill dice que ahora debo dedicarme a preparar a los chicos de la Fórmula Cuatro-, estaba algo desalentado Henry.
-Eso quiere decir que sigues siendo muy valioso a la escudería, Jimmy-, quise darle ánimo y aliento. Desde que me sumé al equipo, Henry me había tratado muy paternal, me daba consejos, me ayudaba con el uniforme, me cedía su bólido para disfrutar de la pista y organizaba carrera con los otros chicos de la Fórmula Dos competencias los sábados, haciendo piques, rompiendo la barrera del sonido o tratando de ganarnos, domando la velocidad, perdiéndole el miedo al timón y divirtiéndonos mucho. A él le encantaba apoyar a los jóvenes, los aconsejaba, les corregía sus errores y los motivaba siempre. Por ello que Matthias quería que montara una peculiar escuelita de pilotos en la escudería y así prepararlos para el futuro.
-Tú eres el mejor de todos los chicos, Marcela, éste año vas a ser la campeona mundial de la Fórmula Uno, incluso le ganarás a Brown-, me subrayó saboreando la gaseosa.
Me sentí halagada. -Soy aún una novata, Jimmy, me falta mucho por recorrer, para mí sería suficiente terminar, al menos, la temporada, quizás en cinco o seis años-, le dije, resignada, aceptando mi realidad. Yo ni siquiera había corrido en un Gran Premio.
-Te he visto manejar Marcela, te soy sincero, me recuerdas mucho a mí, eres intrépida, valiente y sobre todo dominas fácil las curvas, pocos pilotos pueden sacar ventaja en una curva, en realidad nadie, todos frenan al voltear, tú al contrario aceleras, vuelas, saltas, eres magnífica, los destrozarás a todos, vas a ser la campeona en tu primer año en las pistas-, siguió diciéndome él convencido. Yo estaba boquiabierta y sin palabras, halagada en realidad.
-Lo único que te falta es dominar las salidas, no interesa si no obtienes el pole, lo que importa es que avances en el pelotón, esquives al resto y dejes atrás a la liebre, debes brincar encima de ellos-, hizo Jimmy una bolita de servilleta y la lanzó por los aires.
-¿Y cómo podría hacer eso? Los bólidos no tienen alas-, me rio risa su analogía.
-Es que tú lo haces ya, preciosa, y no te das cuenta, tú aceleras y los superas, los esquivas y das el brinco, las llantas hacen el resto, lo que debes buscar es el vacío, el espacio suficiente y en las curvas lograrás sacar la ventaja necesaria. primero debes superar al pelotón de partida y luego mantener tu tren de carrera, entonces ganarás todas las carreras-, me dijo Henry sin dejar de mirarme. Él había seguido todos mis movimientos y sabía de mis virtudes y defectos. Yo estaba estupefacta y pasmada pero súper motivada. De repente me sentía ya toda una campeona.