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Mis Mejores Errores

Mis Mejores Errores

Status: En proceso
Genre:Malentendidos / Elección equivocada / Traiciones y engaños / Reencuentro / Dejar escapar al amor / Romance entre patrón y sirvienta
Popularitas:1.6k
Nilai: 5
nombre de autor: Milagros Reko

Alison nunca fue la típica heroína de novela rosa.
Tiene las uñas largas, los labios delineados con precisión quirúrgica, y un uniforme de limpieza que usa con más estilo que cualquiera en traje.
Pero debajo de esa armadura hecha de humor ácido, intuición afilada y perfume barato, hay una mujer que carga con cicatrices que no se ven.

En un mundo de pasillos grises, jerarquías absurdas y obsesiones ajenas, Alison intenta sostener su dignidad, su deseo y su verdad.
Ama, se equivoca, tropieza, vuelve a amar, y a veces se hunde.
Pero siempre —siempre— encuentra la forma de levantarse, aunque sea con el rimel corrido.

Esta es una historia de encuentros y desencuentros.
De vínculos que salvan y otros que destruyen.
De errores que duelen… y enseñan.
Una historia sobre el amor, pero no el de los cuentos:
el de verdad, ese que a veces llega sucio, roto y mal contado.

Mis mejores errores no es una historia perfecta.
Es una historia real.
Como Alison.

NovelToon tiene autorización de Milagros Reko para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 3" Reunión de consorcio"

Capítulo 3 – Reunión de consorcio

Alison siempre había sido una observadora nata. Desde chica le fascinaba analizar a las personas: qué las movía, qué les gustaba, qué las irritaba. Para ella, cada gesto, cada silencio, cada detalle mínimo decía más que mil palabras.

Y en su nuevo trabajo, esa habilidad se volvió casi un superpoder.

Mientras limpiaba escritorios o desinfectaba picaportes, su mirada aguda escaneaba a cada empleado. Notaba cómo se vestían, cómo se peinaban, cómo caminaban. Escuchaba los tonos de voz, distinguía las risas sinceras de las forzadas, registraba las palabras que se repetían y los tics nerviosos que afloraban en las reuniones. En silencio, iba armando un archivo mental: quiénes eran líderes naturales, quiénes vivían distraídos, quiénes necesitaban aplausos para sentirse vivos y quiénes se escondían detrás de una sonrisa impecable.

Alison no trabajaba solo con trapos y desinfectantes: trabajaba con percepciones. Se sentía como una detective en terreno corporativo, recolectando pistas, uniendo cabos, sacando conclusiones. Y aunque sabía pasar desapercibida, nada se le escapaba: ni el roce furtivo de dos miradas, ni un silencio cargado, ni una sonrisa de compromiso.

Pasaron las semanas y, junto a Rocío, empezó a relajarse e integrarse al pulso interno de la empresa. Al principio compartían observaciones sueltas, pero pronto aquellas charlas se convirtieron en auténticos intercambios de información clasificada. Fue así como, sin darse cuenta, se convirtieron en las reinas del chisme.

Pero no eran chismes vacíos. Ellas manejaban datos con precisión quirúrgica. Sabían qué pasaba en cada piso, en cada oficina, con cada empleado. Analizaban todo: desde romances clandestinos hasta ascensos sospechosos. Crónica TV les quedaba chico: eran una mezcla de periodistas de espectáculos, estrategas políticas y guionistas de novela.

Su cuartel general era el baño de recepción, rebautizado con picardía como la oficina del consorcio. Un espacio pequeño, lleno de espejos y azulejos, donde desmenuzaban los últimos acontecimientos corporativos. Allí no había filtros: se hablaba de quién estaba con quién, quién coqueteaba con el jefe y quién había escalado “por mérito propio” —guiño incluido—.

Tenían un código claro: si una susurraba “reunión de consorcio”, la otra debía presentarse en el baño lo antes posible. Era su batiseñal, su alerta roja.

Y esa mañana, cuando Rocío pronunció las tres palabras mágicas, Alison no dudó. Soltó el trapo, dejó la escalera a medio camino y cruzó el pasillo casi corriendo. No importaban el cansancio ni las tareas pendientes: lo que venía podía ser importante. O divertido. O ambas cosas.

La voz de Rocío sonó con urgencia, incluso antes de que Alison cerrara la puerta del baño:

—¿Te acordás de Matías, el chico de seguridad?

Alison arqueó una ceja, intentando adivinar a dónde iba la conversación.

—Claro.

Matías era imposible de olvidar. Siempre impecable en su camisa azul perfectamente planchada y su corbata negra. De piel clara como porcelana y pelo oscuro como la tinta, con unos ojos marrones que parecían mirar directo al alma. Siempre la saludaba con una sonrisa sincera, de esas que derriten defensas sin querer.

—Bueno... —continuó Rocío, bajando la voz—. Hablamos seguido, somos buenos amigos. Y hoy… me pidió tu número.

—¿Mi número? —Alison sintió un pequeño vuelco en el estómago.

—Sí —dijo Rocío con una risa traviesa—. Dice que le parecés una mujer hermosa, que le encanta tu forma de ser tan libre, tan vos.

Alison se quedó sin palabras. Nunca había pensado que Matías pudiera verla de esa manera. Siempre lo había ubicado en el paisaje seguro de la empresa: alguien amable y atento, sí… pero ¿interesado en ella?

—¿Y qué hago ahora? —preguntó, con una mezcla de miedo y emoción.

—Eso lo decidís vos —le dijo Rocío, apoyándole una mano en el hombro—. Pero mirá… no perdés nada con probar. Además, ¡el chico está re bueno!

Alison soltó una risa nerviosa. Pensó unos segundos, sopesó miedos y ganas, y al final se encogió de hombros. Vamos a ver hasta dónde llega esto.

Arrancó un pedacito de hoja de su cuaderno de limpieza, escribió su número con letra firme y se lo entregó a Rocío con una sonrisa cómplice.

—¡Vamos a ver qué pasa! —dijo Rocío, guiñándole un ojo antes de desaparecer con la misión en mano.

No habían pasado ni diez minutos cuando Alison sintió la vibración en su bolsillo. Un mensaje.

Era Matías.

"Hola Alison, me alegra que hayas aceptado darme tu número. ¿Cómo estás?"

Ella no pudo evitar sonreír. Lo leyó sentada en una silla del tercer piso, intentando que nadie notara cómo se le iluminaban los ojos.

"Hola Matías, estoy bien. ¿Y vos?", escribió, midiendo cada palabra como si fuera una fórmula mágica.

Así comenzó todo. Una conversación simple, sin apuros ni máscaras. Durante el resto del día, entre tareas y escobazos, los mensajes iban y venían: risas digitales, preguntas inocentes, coincidencias inesperadas.

Alison no sabía qué iba a pasar después, pero en el fondo —muy en el fondo—, una parte de ella se ilusionaba.

Tal vez, pensó, solo tal vez… esto recién estaba comenzando.

1
Milagros Reko
me gusto
Yoichi Hiruma
Quiero más, no te detengas😣
Laelia
Deseando que publique mas cap ahora mismo
Milagros Reko: ¡Muchas gracias por tu comentario! Me hace feliz saber que estás disfrutando de la novela. ¡El próximo capítulo llegará pronto!
total 1 replies
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