¿Morir por amor? Miranda quiere salvar la vida de Emilio, su mejor amigo. Pero un enemigo del pasado reaparece para hacerla sufrir por completo. ¿Cómo debe ser la vida cuando estás a punto de perderlo todo? ¿Por qué a veces las cosas no son como uno desea? ¿Puede haber amor en tiempos de angustia? Miranda deberá elegir entre salvar a Emilio o salvarse a ella. INEFABLE es el libro tres de la historia titulada ¡Pídeme que te olvide!
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PARA
*Miranda*
—¿Me extrañaste?
—No. ¿Por qué debería extrañarlo?
—Veo que no has cambiado ese mal carácter —se ríe de mí.
—Y usted se ha vuelto más indeseable para mí.
—Suenas rencorosa.
—¿Olvidó mis razones para no querer verlo?
—Estar en prisión me hizo querer estar contigo. ¡Que lastima que no viniste sola! La hubiésemos pasado bien.
—En realidad usted no ha cambiado para nada. Sigue siendo el mismo pedazo de basura.
—¿Ahora ya usas insultos?
—¿Le sorprende?
—Pues no, en realidad, creo que es algo bastante atractivo de tu parte.
La oscuridad me hizo desear poder ver su rostro. ¡Había pasado poco más de un año! ¿Qué tanto había cambiado? En realidad parecía que Tom había empeorado.
—¿Dónde está mi abuelo y Samuel?
—¿Ahora ya lo aceptas como tu abuelo? En realidad ese hombre no es más que un...
—¿Dónde está? —Mi voz no irradiaba temor.
—Lo mandé a descansar un rato junto con tu amigo, el campesino. ¿De verdad fuiste a vivir al campo? No tenía idea de que una chica como tú pudiera sobrevivir en un lugar tan rústico como el campo.
—La policía viene en camino.
—¿Y eso qué? Yo no vine a ver a la policía.
—¿Que es lo que quiere?
—A ti. Necesitaba verte. Supe que cancelaste una propuesta con los Guzmán.
Se acercó a mí, sentí que subía su mano a mi rostro. ¿Qué sucedería entre nosotros? Mi corazón comenzó a latir con intensidad y muy en el fondo, aún me daba un poco de temor estar frente a este hombre. ¿Por qué estaba frente a mí?
—Y yo supe que usted es un Guzmán —le dije sin miedo.
—¿Me has estado investigando?
—Más de lo que usted me ha investigado a mí.
Retrocedí ligeramente, no quería que él me tocara.
—Así que por eso estás tan empeñada en hacerme la vida miserable.
—No se equivoque. Aquí ninguno de los dos es miserable.
—¿Me tienes miedo?
—No. ¿Usted me tiene miedo?
Dejo escapar una carcajada, las sirenas de la policía comenzaron a aproximarse.
—Deberías tenerme miedo.
—¿Por qué razón? Usted ya no es tan importante en mi vida como para darle un sentimiento tan crudo como el miedo.
—¿Tan crudo? Niña, tú siempre serás el dolor que jamás podré superar.
Esta vez fui yo quien se armó de valor y deje escapar una carcajada.
—¿Y qué culpa tengo yo de eso? ¿Qué tengo que ver con sus traumas si yo soy una víctima que usted usó para saciar su maldad?
Empezó a carcajearse. ¡Quiso copiar mi reacción!
—¡Te haré pagar lo que me hiciste!
Las sirenas de la policía se acercaron a la casa, el sonido era intenso y la oscuridad no me daba miedo.
—¿Cómo escapaste de prisión?
—Tengo gente que me ayuda.
—¿Hablas de Antonio Guzmán, el dueño de enlatados?
—¡Tengo que irme! Prometo visitarte pronto.
—Te estaré esperando —dije—. No olvides que te cortaré el pene si te atreves a hacerme daño.
—Que bueno saberlo.
La puerta de la habitación se abrió por completo y los policías entraron a toda velocidad para examinar. Tom había huido por mi ventana. ¡No estaba más aquí!
—Señorita, ¿se encuentra bien? —un policía se animó a preguntar.
Mi alma se quedó estática. Enfoque mi vista en la ventana. ¿Por qué había venido aquí?
—Estoy bien. Él huyó por la ventana — pronuncié.
—¡Miranda! ¿Estás bien? —Pregunto Marcos.
Rápidamente, se acercó a mi lado y me envolvió en un abrazo intenso.
—Estoy bien. Yo...
—Samuel y tu abuelo están inconscientes. La ambulancia está por llevárselos.
Sentí un miedo intenso invadir mi alma. ¿Tom les había hecho daño?
—Iré a verlos.
—Señorita, necesitamos su declaración.
—¿Podrían entrevistarme en el hospital? ¡Por favor!
...***...
¿Alguna vez viajaste en ambulancia? ¿Has llegado a sentir la angustia del sonido escandaloso de las sirenas? Mi abuelo y Samuel estaban inconscientes. Según los paramédicos, Tom usó cloroformo para dormirlos. ¡Maldito!
Comencé a sentir remordimiento por haberlos dejado venir solos a la casa. Se supone que haríamos las últimas maletas para mudarnos de forma completa, pero nunca preví que algo como esto podría haber sucedido. ¡Nunca imagine que Tom podría escapar de prisión!
—¿Qué más vio? —Preguntó el oficial.
—Nada. Si quiere le puedo mostrar la grabación de voz.
—¿Grabación de voz? —El oficial pareció sorprendido.
Puse Play a la grabación. Ellos comenzaron a escuchar con atención.
—Todo estará bien —me dijo Marcos.
—Yo sé que sí.
Porque ese era nuestro lema y la frase que más he estado repitiendo últimamente: ¡Todo estará bien!
—¿Dónde está? —La voz de ella me hace alzar la vista—. ¿Qué le pasó a mi padre?
Era mi tía Marisela en compañía de Ulises. ¡Los tíos lambiscones! Ambos cruzaron la vista conmigo, pero se pasaron de largo hasta la estación de enfermeras.
—¿Tú les avisaste? —Le pregunté a Marcos.
—No. Pensé que tú...
—Como sea, ahora están aquí.
El oficial me devolvió mi celular.
—¿Quiere demandar? —Preguntó él.
Negué ligeramente.
—¿Pueden encargarse de él? Quiero que lo encierren y que nunca lo dejen salir —no titubee en pronunciar.
—Haremos lo posible por capturarlo.
—¿Algo más en lo que pueda ayudarles? —Me atreví a preguntarles a los oficiales.
—No. Por el momento es todo, si necesitamos algo, le llamaremos.
—De acuerdo.
Los uniformados estaban por despedirse, pero ella se acercó a mí con mucha violencia.
—¡Es tu culpa! —Marisela me dio una cachetada con todo su enojo.
Su mano se impactó en mi rostro y el dolor me hizo sentir culpable. ¿De verdad era mi culpa?
—¿Por qué me pegas? —Le pregunté.
Los oficiales estaban detrás de mí.
—Si mi padre se muere es por tu culpa —volvió a insistir ella y me dio otra cachetada más.
—Señora, tranquilícese. ¡Por favor! —Intervino el oficial.
—¿Qué me, tranquilice? ¡No tienes idea de quién soy! Ustedes... —ella estaba siendo muy inmadura.
—¿Se quedará a cuidar al abuelo hasta que despierte? —Interferí con una pregunta interesante.
Ella se quedó en silencio y Ulises me miraba con resentimiento.
—Es tu culpa que él esté así, tú debes cuidar de él hasta que despierte —dijo ella.
Asentí y ligeramente sonreí.
—Por supuesto —fui educada—. Oficial, saque a estos señores, ¡por favor!
—¿Cómo dices? —Ulises reparó a la orden que yo di.
—No tiene caso que estén aquí. Me están tratando mal. Marisela me acaba de agredir y difamar. ¿Crees que no puedo tomar acciones legales por lo que me acaba de hacer? —Mi voz era firme y llena de seguridad.
Que aunque muy en el fondo mi corazón dolía y sufría, una vez más me obligué a aparentar tranquilidad. Eso era parte de ser una empresaria, eso era luchar contra mis emociones más sensibles. ¡Quería salir victoriosa!
—¡Por favor! Acompáñenos afuera —les pidió el oficial.
—¡Te vas a arrepentir! —Exclamó ella con mucho rencor.
—No tengo nada de que arrepentirme, o bueno, quizá lo único de lo que sí podría arrepentirme es del hecho de que seamos familia. ¡Jamás pedí estar ligada a ustedes!
Mis mejillas se estaban recuperando de las cachetadas. Subí mi mano derecha y con una suavidad increíble acaricié mi piel.
—Si mi padre... —ella no fue capaz de terminar su frase.
—Él se pondrá bien. ¡Es un hombre fuerte! —Le hago saber.
Los policías acompañaron a mis tíos a la salida. ¿Qué clase de sentimientos cargaban ellos? Marcos se acercó a mí y pasó su brazo por mi espalda.
—¡Tranquila! Todo estará bien.
Deje escapar un suspiro.
—¿Quieres un café? —Le pregunté.
—Está bien.
Fuimos a la cafetería del hospital. Él ordenó un café y yo preferí té.
—¿Quién les aviso a tus tíos que tu abuelo está en el hospital? —Marcos seguía buscando alguna respuesta a esa pregunta.
—¡No lo sé! Pero igual, no me sorprendería que Tom tenga a su ejército de cómplices.
—¿Te hizo algo ese hombre?
—No. Solo platicamos.
—¿Tú...?
—Mientras estábamos en la reunión con los ejecutivos, Édgar me envió un mensaje con toda la información del mentado proyecto que Guzmán quería pactar con mi grupo. Resulta ser que Tom es un Guzmán.
—¿Por qué es un Guzmán? —Quiere saber Marcos.
Bebí un poco de té.
—Antes de que todo esto se pusiera tenso, las cosas en mi familia eran de la siguiente forma. Miguel y Sandra eran mis padres. Miguel tenía un hermano adoptado.
—¡¿Tu papá tenía un hermano adoptado?!
Asentí.
—Tom es huérfano y por alguna razón que yo desconozco en la historia, termino siendo mi tío. Édgar se dio a la tarea de investigar y resulta ser que Tom es hermano del dueño de grupo Guzmán. Ambos son huérfanos, pero juntos, han tratado de volverse millonarios a través de trabajos ilícitos.
Marcos procesaba todo lo que yo le exponía.
—Tom terminó en la cárcel y está molesto conmigo. Antonio Guzmán también está enojado conmigo por cancelar el proyecto que había pactado con Miguel. Aldo, que es hijo de Antonio, quiere vengarse de mí por exhibirlo públicamente como el acosador que es y, por último, mis tíos paternos son como alacranes. ¡No pueden verme ni en pintura! Todo esto me está aplastando de cierto modo. ¡Hoy fue un día difícil! —Me sincero con él.
Marcos tenía la mirada puesta en mí.
—¡Te ayudaré! Sabes que tienes amigos que te respaldan. ¡Estoy en deuda contigo!
Sus palabras me hicieron recordar que yo no estaba sola. ¡Era verdad! Para poder ajustar cuentas con mis enemigos, no estaba del todo sola.
—Gracias...