En un mundo donde los ángeles guían a la humanidad sin ser vistos, Seraph cumple su misión desde el Cielo: proteger, orientar y sostener la esperanza de los humanos. Pero todo cambia cuando sus pasos lo cruzan con Cameron, una joven que, sin comprender por qué, siente su presencia y su luz.
Juntos, emprenderán un viaje que desafiará las leyes celestiales: construyendo una Red de Esperanza, enseñando a los humanos a sostener su propia luz y enfrentando fuerzas ancestrales de oscuridad que amenazan con destruirla.
Entre milagros, pérdidas y decisiones imposibles, Cameron y Seraph descubrirán que la verdadera fuerza no está solo en el Cielo, sino en la capacidad humana de amar, resistir y transformar la oscuridad en luz.
Una historia épica de amor, sacrificio y esperanza, donde el destino de los ángeles y los humanos se entrelaza de manera inesperada.
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El precio de la cercanía
Aquella noche, Seraph salió a caminar.
Las luces del parque parpadeaban como luciérnagas cansadas, apenas rozando el suelo húmedo. Pero él no miraba la luz, ni los árboles, ni las sombras que el viento movía.
Su atención se había reducido a un solo punto en el universo: Cameron.
Cada risa compartida entre ella y Jhon era un golpe directo a su corazón celestial, una herida que ardía con un fuego desconocido.
No era odio, no era simple envidia. Era algo mucho más humano: celos, deseo, anhelo… y un amor que no debía existir.
Durante días había intentado mantener la distancia, cumplir su deber, recordar su naturaleza.
Pero aquella noche, la tentación de intervenir se volvió casi irresistible.
Su esencia tembló con el deseo de volver a rozar su alma, de sentir otra vez ese calor que ningún rayo del cielo podía otorgarle.
Cada gesto que hacía hacia ella estaba lleno de amor y desesperación.
Seraph se había enamorado sin pretenderlo, y con ello, había empezado a quebrar la natural armonía entre el cielo y la tierra.
Mientras caminaba entre los árboles, sintió un dolor profundo que lo detuvo en seco.
Su intento por protegerla lo había expuesto, su presencia invisible generaba pequeños desórdenes en la energía de los humanos: confusión, desvelos, melancolía.
Comprendió con horror que cada interferencia suya alteraba el curso de las vidas que debía guiar.
Esa noche, al cerrar los ojos, los sueños del Cielo cayeron sobre él como un trueno.
Una voz, firme y luminosa, llenó su mente con un eco que atravesó su alma.
—Seraph… hijo de la Luz.
Has cruzado límites peligrosos.
El amor que sientes no te da derecho a alterar el destino.
Cada acción tuya deja cicatrices en los mortales… y en ti mismo.
Aprende a contenerte o enfrentarás la pérdida definitiva.
Despertó sobresaltado, el sudor perlándole la frente, su respiración entrecortada.
Por primera vez desde su creación, tuvo miedo.
Sabía que había fallado. Que su amor, tan puro como prohibido, podía desencadenar consecuencias irreversibles.
Al amanecer, la voz de los arcángeles resonó desde el firmamento.
Su juicio había llegado.
—Seraph, se ha decidido que debes apartarte por un tiempo de tu misión con Jhon. —dijo una voz que reconoció como la de Rafael.
—Se te asignará un nuevo custodio para él.
—Pero… —Seraph vaciló—. Mi tarea aún no termina. Jhon aún no ha recuperado su fe.
—Otro ángel completará su camino —replicó Gabriel con firmeza—. Tú cuidarás de otro, un alma perdida. Un hombre llamado Lester.
Seraph bajó la cabeza. La obediencia era su último refugio.
—Así será —dijo con voz apagada.
En un instante, su luz se trasladó al nuevo destino.
Allí encontró a Lester, un hombre envejecido por la culpa y el poder.
El humo de su habano flotaba como una nube densa sobre su cabeza, mientras los recuerdos de sus engaños lo mantenían prisionero.
Seraph podía sentir su corazón ennegrecido por los años de corrupción, de mentiras tejidas para proteger un apellido manchado.
Entonces entró Leila, su hija, con la sonrisa que la juventud concede a los inocentes.
—¿Lo dudaste, padre? —dijo alegre, tomándolo del brazo—. ¡Lo tenemos! En unos días cerraremos la fusión con los coreanos. Seremos la agencia más grande de Estados Unidos.
Lester rió con un orgullo que apenas podía sostener.
—Nunca lo dudé, hija. —Sacó una botella de coñac y la alzó—. Esto merece un brindis.
—Tú ya no estás para brindis —respondió Leila, arrebatándole la botella con picardía—. Brindaré yo sola por los dos.
El médico de Lester apareció detrás, su voz cargada de desaprobación.
—Ningún brindis, señor.
Lester fingió no escucharlo. Había algo más que lo perturbaba.
Una presencia invisible lo envolvía. El aire a su alrededor era más frío, más denso.
Sintió un escalofrío recorrerle la espalda, un roce imperceptible… las alas de Seraph desplegadas en silencio.
El ángel los observaba desde las sombras con un nudo en el pecho.
Había perdido su lugar junto a Cameron, y ahora debía salvar a un hombre cuya alma se negaba a ser tocada por la luz.
Miró a Lester, y con una voz que el viento apenas llevó, susurró:
—No puedo destruir lo que debo proteger…
Esa noche, mientras la ciudad dormía bajo un manto de neón y lluvia, Seraph comprendió la verdad.
El amor humano era más fuerte que cualquier mandato celestial.
Y cada intento de manipularlo o dirigirlo tenía un precio que el Cielo no siempre estaba dispuesto a pagar.
Su nueva prueba no consistía solo en guiar o proteger.
Debía aprender a amar sin tocar, a sentir sin interferir, a sacrificarse sin renunciar.
Era el comienzo de una redención silenciosa…
y el preludio de una caída que aún no había terminado.
gracias Autora