Tío: Un Amor de Otra Vida

Lucas estaba en el hospital con Verônica, ella gimoteaba en la cama, desolada.

Sus padres llegaron de repente y comenzaron a ahuecar su almohada.

—Hija, ¿qué pasó? ¿Estás bien? ¡Por favor, di que no fue nada grave! —la madre se desesperó.

—¡Mamá, duele tanto! —Verônica gimió aún más.

—¡No te preocupes, hija! ¡Voy a llamar al mejor médico de la ciudad para tratarte! —dijo el padre, obstinado.

Lucas se quedó mirando esa escena, con una mirada desconcertada. Ninguno de ellos preguntó por Sofía. Verônica estaba bien, el médico dijo que fue una quemadura leve.

De hecho, ni siquiera era para que estuviera internada, ella fue la que insistió diciendo que le dolía mucho.

De repente se acordó de Sofía, había manchas rojas por su escote y brazo.

“Tal vez Sofía se lastimó de verdad…” pensó.

—¡Qué pasó, hija! ¡Cuéntale todo a mamá! —de repente despertó de sus pensamientos oyendo a la señora Moreira.

—Mamá, Sofía… ella, no lo hizo a propósito!

—¡Sofía! ¡Tenía que ser! ¡Ella va a tener que recibir una lección! —el señor Moreira salió vociferando de la habitación.

Lucas miró a Verônica con una expresión complicada.

—Verônica, ¿por qué dijiste eso? No fue culpa de Sofía.

Verônica se puso pálida de repente, se sintió tan a gusto con sus padres protegiéndola que se olvidó de que Lucas lo había visto todo.

—Bueno, creo que solo tuve la impresión de que ella puso el pie delante de mí para que tropezara… —justificó.

—¡No! —dijo Lucas, levantándose—. ¡Yo lo vi todo! Estaba en el mejor ángulo de visión y Sofía apenas se movió! Ni siquiera te había visto. Verônica, ¿por qué estás acusando a Sofía injustamente?

Verônica se puso aún más pálida, Lucas no la estaba protegiendo como solía hacerlo.

Por cierto, él apenas miraba a Sofía, ¿cómo en ese exacto momento la estaba mirando a ella?

—Hija, ¿Lucas está diciendo la verdad? ¿Estás acusando injustamente a tu hermana? —preguntó la madre.

Acorralada, Verônica se removió en la cama.

Tras un segundo de cálculo, comenzó a llorar.

—¡Yo no dije que fue Sofía! ¡Solo pensé que ella había puesto el pie delante! Pero si el Sr. Fontes lo vio todo, seguro que fue un accidente. Hasta lo entiendo, al Sr. Fontes le debe gustar mucho Sofía y no quiere verla siendo acusada de nada. Ya yo que soy huérfana, no tengo a nadie para defenderme.

—¡Ay, querida! ¡No llores! ¡No llores! —la madre la consoló—. Lucas, sabemos que eres muy cercano a Sofía, pero no te preocupes. Somos sus padres y nunca le haríamos daño, a no ser, corregirla cuando lo necesite. Tal vez no hayas visto su pie o ella sin querer haya tirado a Verônica. Le preguntaremos a Sofía la verdad.

Lucas se levantó, un poco atónito.

“Entonces así es como Sofía es tratada… Si no fuera porque yo dije que lo vi todo, ella sería acusada injustamente”.

Se fue alejando, sintiendo una molestia en el pecho. Las imágenes de él abandonando a Sofía en la vida pasada para salvar a Verônica, que solo tenía un pequeño corte en la mano y las imágenes de ella con quemaduras por todo el tórax y él eligiendo a Verônica de nuevo, no paraban de ir y venir en su mente.

Salió del hospital sin despedirse.

“Sofía. ¿Será que ella está bien? ¿Será que ella lloró? ¿Será que ella está con mucho dolor?”

Se martirizaba.

Recordó que lo vio todo, ella no tuvo la culpa, Verônica probablemente tropezó y cayó sola.

Sofía estaba tan guapa, tan confiada, ¿por qué atacaría a Verônica a propósito?

No tenía sentido.

Rápidamente llegó de vuelta a la empresa, jadeando.

—¿Dónde está Sofía? ¿A dónde la llevaron? —gritó, un poco descontrolado. Haciendo que todos comenzaran a cuchichear, extrañando su comportamiento. Hasta ese momento él trataba a Sofía con desprecio, pero desde el inicio del día él estaba actuando de forma extraña.

—¿No oyeron lo que pregunté? ¿Dónde está Sofía? ¿Ella sufrió mucho? ¿Tardaron en ayudarla?

Una becaria, se levantó, percibiendo que todos estaban recelosos en decir algo para ofender al jefe.

—Sr. Fontes, bien… por lo que yo vi, la señorita Sofía fue llevada a la oficina del señor Castro…

—¡Rafael! ¡Argh! —Lucas dio un puñetazo en una mesa, asustando a todos y después corrió al ascensor.

La oficina de Rafael quedaba en el piso de arriba y luego llegó allí.

Invadió su oficina con rabia, pero no encontró a nadie. Solo encontró en la mesa, un tubo de pomada para quemaduras usada.

Dio un puñetazo en el aire, más irritado.

¡Una vez más Rafael!

En la otra vida él salvó a Sofía cuando era él quien debería haberlo hecho y en esta vida, Rafael estaba haciendo eso todo el tiempo, no dándole chances de redimirse.

—¿Cómo esto puede estar pasando? ¿Cambié la línea del tiempo de alguna forma? ¡Estas cosas no pasaron en la otra vida! ¡Maldición! —golpeó la puerta y se fue.

Al día siguiente Lucas llegó tarde a la oficina, estaba con los cabellos desordenados y con ojeras profundas.

No consiguió dormir en toda la noche, intentando entender lo que estaba pasando.

Cuando percibió que renació en el pasado, tardó en entrar en aquel hotel.

Pensó que podía cambiar todos los acontecimientos simplemente decidiendo irse.

Así él nunca dormiría con Sofía, ella nunca quedaría embarazada y ellos nunca quedarían presos a un matrimonio sin amor.

Él podría elegir una mujer más guapa y más delgada para casarse. Una de la elección de su madre.

Él rechazaría a Sofía de una vez y así ella olvidaría la obsesión que tenía por él.

Ella no moriría y ellos jamás se verían nuevamente.

Pero incluso con la perspectiva de crear un nuevo futuro para él, uno sin ella, él decidió entrar en aquel hotel y hacer todo de nuevo.

Tomó el vino que ofrecieron, incluso sabiendo que sería drogado nuevamente.

Le pidió a Verônica que lo llevara al cuarto de Sofía, para que sucediera todo nuevamente.

Una vez más él no tenía recuerdos de la noche que tuvieron, pero cuando despertó en el hotel, sabía que había pasado la noche con ella.

Sofía era gorda, pero ella era una buena esposa, ella aguantó sus estreses y hasta cuando él deliberadamente la despreciaba.

Era cómodo estar con ella y saber que él podría despreciarla, ser rudo, no volver a casa por días sin dar explicaciones, hacerla llorar y ella siempre lo perdonaba, siempre estaría esperándolo, siendo fiel a él, una fidelidad casi ciega.

Sofía era la opción más cómoda realmente.

Pero ahora, ella parecía no gustar más de él… ¿Qué estaba pasando?

¿Y por qué él no estaba feliz de librarse de ella?

Así que la puerta del ascensor se abrió, él pasó, con una expresión de pocos amigos.

La oficina de Lucas quedaba en el piso del sector de arquitectura y él tenía que pasar por el sector todos los días.

Todos quedaron callados cuando él pasó.

Él no fue interrumpido ni por un instante.

Y eso lo incomodó.

Él recordó cómo Sofía siempre lo recibía con una botella del café que ella preparaba todos los días para él.

Pero nada pasó.

“Ella debe estar de licencia médica. Verônica va a quedarse tres días en casa. Por sus quemaduras, ella debe quedarse hasta más”.

Pensó abriendo la puerta de su oficina.

Pero su mano paró en la manija y se giró, mirando para el rincón donde quedaba la mesa de Sofía y para su sorpresa, ella estaba allí.

Con los brazos vendados y con vendas desde el escote hasta el cuello.

Ella dibujaba, ajena a su presencia.

A pesar de las vendas, ella mantuvo su nuevo visual, cabellos sueltos, maquillaje leve, ropas más juveniles y que se adecuan más a su cuerpo.

Lucas se giró y dio algunos pasos en dirección a ella. Se aclaró la garganta, intentando llamar su atención, pero no tuvo respuesta.

Entonces él tiró de su saco hasta la nariz, sintiendo su propio olor. Fue hasta la oficina y roció más perfume, mucho perfume.

Recordó que ella siempre elogiaba su perfume y probablemente cuando sintiera el olor lo notaría.

Pasó la mano en los cabellos, poniéndolos para atrás y ajustó la postura, inflando el pecho.

Él salió de la oficina, con un aire de superioridad. No podía demostrar que se importaba con ella.

Él fue caminando y cuando estaba cerca de alcanzar su mesa, Sofía se levantó y dijo, mirando para el lado:

—¡Alexander! —ella sonrió, tomó su botella de café y su bolsa térmica y corrió hasta Alexander que la esperaba próximo al ascensor.

—¡Hice un café especial para ti!

Sofía tomó del brazo de Alexander y los dos caminaron para el ascensor.

—¡Estoy loco por probarlo! Tengo certeza de que está delicioso, señorita Sofía.