Sebastian Sandoval es el Demonio de la cuidad, un mafioso de los bajos mundos, es drogado por una admiradora quien pagará muy alto el costo de meterse con el demonio.
Isabella Gaona una joven angelical pero con un carácter fuerte será quien domine al gran demonio con sus diferencias y un gran motivo que los termina uniendo.
Samantha es la Nena de ambos..
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Capitulo #19 Perseguida.
Médico Antonio: Isabella, hasta aquí te ayudo. Ese auto te llevará hasta donde tu padre te está esperando. Cuídate y cuida de mi ahijada.
Isabella Gaona: Gracias, Antonio. Por favor, debes esconderte hasta que las aguas se calmen.
Médico Antonio: Lo haré. Ahora vete, que todavía tenemos al hombre siguiéndonos.
Isabella había corrido tres cuadras junto con Antonio. Todavía un hombre de seguridad los estaba siguiendo y, mientras eso ocurriera, ella debía preocuparse por la seguridad de su hija.
Antonio se devolvió al hospital. Tenía que despistar al hombre que venía tras de ellos. Sin embargo, no lo consiguió y tuvo que irse a esconder como había quedado.
El hombre había presenciado toda la escena, pero no podía actuar sin saber quién estaba dentro del auto, quién estaba apoyando a la mujer. Además, cargaba solo su arma y, como un hombre preparado en muchos cursos especiales, estudiaba primero su entorno.
Ya era de madrugada, así que tuvo que forzar un auto que estaba estacionado en la calle para poder seguir a la mujer.
Isabella ya se sentía segura. Un hombre que había enviado su padre la estaba custodiando hacia la frontera, donde un coyote la recogería. Ella estaba buscando un mejor futuro para su hija sin saber en qué infierno se estaba metiendo.
Isabella Gaona: Hola, joven. ¿Es usted Keny?
Keny: Sí, señorita Isabella. Si gusta, puede descansar junto a la niña mientras llegamos al destino.
Isabella Gaona: Gracias, joven.
Samantha dormía como bebé recién nacido y Isabella decidió hacer lo mismo, ya que estaba muy cansada.
El guardaespaldas seguía de lejos el auto. Estaba incomunicado, ya que por el golpe que el médico le había dado y su caída, el radio se le había extraviado. Su única esperanza era que su jefe se percatara de la ausencia de la niña y de la suya. Así lo iban a rastrear mientras él seguía haciendo su trabajo.
El auto rodó alrededor de dos horas hasta llegar a su destino. Estaban en un pueblo desolado, donde las casas estaban todas abandonadas. El conductor se percató de que lo estaban siguiendo y necesitaba hacer un trasbordo en donde quien lo seguía no se diera cuenta. Así que estacionaría en el garaje de una casa para luego llevar a Isabella y a la niña a otro auto.
Keny: Lo siento señorita, no sé quién es caramelo.
Isabella Gaona: Es su peluche favorito, lo dejamos en la casa.
Keny: Lo siento mucho, pero no podemos regresar por él ahora mismo.
Isabella Gaona: Está bien, lo importante es que estamos a salvo.
Samantha: Mami, tengo miedo.
Isabella Gaona: No te preocupes mi amor, todo va a estar bien.
Keny: Llegamos señorita, aquí está su abuelo.
Isabella Gaona: Gracias Keny, no sé cómo agradecerte.
Keny: No hay problema señorita, solo hice mi trabajo.
Isabella Gaona: ¿Puedo saber quién es tu jefe?
Keny: Lo siento señorita, no puedo decirle eso. Solo puedo decirle que es alguien que quiere ayudarla.
Isabella Gaona: Entiendo. Gracias de nuevo.
Keny: De nada señorita, cuídese mucho.
Isabella Gaona: Está en la maleta mi niña, no te preocupes.
Isabella tuvo que mentirle a la niña para que no llorara en ese preciso momento. Keny condujo por media hora más hasta que llegaron a una casa que estaba más abandonada que las anteriores.
Keny: ¡Llegamos, pueden bajarse!
Isabella Gaona: ¿No piensas bajarte con nosotras?
Keny: Mi trabajo llegará hasta acá, señorita. Entre a la casa y ahí la esperará la otra persona.
Keny arrancó la camioneta picando caucho, dejando una nube de tierra atrás. Isabella estaba nerviosa y por un momento pensó en devolverse, pero ya había iniciado este viaje y debía terminarlo.
Agarró a su pequeña de la mano y empezaron a caminar hacia el interior. Samantha estaba asustada, apenas estaba amaneciendo y la oscuridad todavía estaba presente. El frío era insoportable.
Samantha: Mami, tengo hambre y mucho frío.
Isabella Gaona: El abuelito vendrá por nosotras. Espera un poco, mi nena hermosa.
Isabella entró a la casa y la persona que vio enfrente nunca pensó encontrarla ahí. Jamás en toda su vida se imaginaria verlo a él ahí. Había un gran hombre sentado al fondo de la sala en un sofá con un trago en la mano. Sus largas piernas las tenía cruzadas y observaba a Isabella a los ojos con lujuria y pasión. Ella lo conocía muy bien.
Isabella Gaona: ¿Qué haces aquí? Estoy esperando a mi papá.
Desconocido: Tu padre me comentó que estabas en apuros y me ofrecí a ayudarlo.
Isabella Gaona: ¿Dónde está mi papá?
Desconocido: La verdad es que no sabría decirte. Lo importante es que ya estamos juntos los tres como siempre debió ser.
Isabella Gaona: ¿Acaso estás loco?
Desconocido: Siempre he estado loco por ti. Ponte cómoda que te tengo un festín preparado.
Isabella Gaona: Estoy con la nena, respeta por favor.
Desconocido: Siempre la he respetado. Arriba está una habitación preparada para ella. Anda y la tiendes y luego baja a atenderme a mí.
Isabella Gaona: Jamás, nunca tendrás lo que quieres.
Desconocido: Te recuerdo que estás en mis manos y por el bien de todos deberías cooperar.