Hace más de dos mil años, dos reinos estuvieron en guerra durante años, con ejércitos liderados por el príncipe heredero de cada uno. La guerra duró tantos años que los viajeros temían pasar por sus reinos. Llegó al extremo de que sus provisiones se agotaron, sus ríos dejaron de fluir y sus ciudadanos no tuvieron más remedio que huir a los reinos vecinos para comenzar una nueva vida. Quienes se quedaron murieron en la guerra o murieron de hambre.
Los soldados fueron cayendo uno tras otro, no por la intensidad de la lucha, sino por la falta de comida, agua y curanderos para atender sus heridas. Cuando cada reino contaba con solo cinco soldados, incluidos los príncipes, estaban demasiado débiles para siquiera alzar sus espadas y escudos. Ambos estaban a merced de los demás, pero ninguno podía alzar la victoria.
Pasaron los días y permanecieron tendidos en el campo de batalla sin fuerzas para terminar lo que habían empezado. Al final, cada uno tomó su camino, con el odio aún acechando en sus corazones, pero no había nada que hacer al respecto. Un príncipe guió a los hombres que le quedaban por el bosque, mientras que el otro los guió por el desierto.
Los hombres viajaron durante días en busca de comida y agua.
El príncipe y sus hombres seguían caminando por el bosque, creyendo en un futuro mejor, pero ignoraban que una bestia monstruosa los seguía, despertando de su letargo y arrasando. Los desafió y, con la fuerza que habían reunido durante días, lograron matarla, pero ya era demasiado tarde. Su príncipe había sufrido una mordedura y, aunque lo creían muerto y lo enterraron, se levantó y los mordió uno tras otro, transformándolos en la bestia en la que se había convertido.
El otro príncipe y sus hombres viajaron por el desierto buscando algo para comer o beber, pero no encontraron nada, ni siquiera un árbol a la vista. Hasta que un día, se toparon con lo que parecía un árbol moribundo. No tenía hojas y las ramas parecían rotas. La corteza era negra en lugar de marrón, pero a los hombres no les importaron estos pequeños detalles; se alegraron muchísimo al ver un árbol y rápidamente cortaron algunas cortezas para beber la savia o el líquido que contuviera. Pero mientras se alimentaban del líquido, notaron algo diferente, un sabor diferente. El príncipe detuvo su hambre para inspeccionar lo que él y sus hombres habían estado comiendo y solo descubrió que el árbol sangraba.
Los detuvo, creyendo que los protegía, pero ya era demasiado tarde cuando algo empezó a sucederles. Sus cuerpos ardieron con un dolor inaudito. Era tan doloroso que se desplomaron. Al abrir los ojos, todo cambió. Notaron la diferencia en ellos y su ansia por la misma sangre de la que habían huido.
Los hombres permanecieron cerca del tronco, alimentándose de él cuando tenían hambre y aprendiendo nuevas habilidades hasta que un día despertaron y el árbol ya no estaba. El príncipe supo que era hora de continuar su viaje, así que, con su mayor velocidad, su olfato y su rápida recuperación, su viaje dejó de ser peligroso y se alimentaron de cualquier cosa con sangre para saciar su hambre.
El destino quiso que los dos némesis se encontraran de nuevo. Aunque renacidos, su odio mutuo seguía ardiendo profundamente, y así su guerra inconclusa comenzó de nuevo. Lucharon durante años, día y noche, con una parte con aspecto de lobos y la otra con aspecto de humanos, pero con una velocidad y agilidad superiores a las que ningún hombre podría reunir. Lucharon, y lucharon, y lucharon hasta que comprendieron que tenían la misma fuerza y que nadie iba a ganar la guerra.
Los dos príncipes acordaron tomar a sus hombres y partir, establecer su propio hogar y evitar al otro. Así se firmó el tratado, el cual estipulaba que no pelearían al encontrarse y que intentarían vivir en paz. Aunque respetaban la parte de no pelear, era difícil vivir en paz, así que cada vez que se cruzaban, gruñían y rugían hasta que la distancia los consumía. Todos se adentraron en los reinos humanos, creando razas como ellos; los hombres se aparearon y tuvieron descendencia. Eran tan diferentes que los humanos lo notaron, y para proteger a sus descendientes, se mudaron muy, muy lejos de los reinos humanos, donde solo se criaban seres como ellos.
A medida que pasaban los años, tomaron nombres para sí mismos, ya que el otro reino se convierte en lobos cuando quiere y aúlla en lunas llenas, se les llamó Aulladores Nocturnos y como el otro reino prefiere moverse de noche y se alimenta principalmente de sangre, se les llamó Caminantes Nocturnos.
Con el paso de los años, se aprendieron nuevas cosas sobre ellos. Resultó que los Aulladores Nocturnos pueden envejecer y morir, superando la vida normal de los humanos, pero los Caminantes Nocturnos, no tanto. Así que, cuando todos los primeros Aulladores Nocturnos murieron, los Primeros Caminantes Nocturnos, cariñosamente llamados los Originales, decidieron hacer lo mismo, pero nada podía matarlos, así que fueron en busca del árbol que los convirtió en lo que eran y, por instinto, intentaron suicidarse con una corteza afilada, y funcionó: se suicidaron. Todos los soldados, excepto su Príncipe.
El Príncipe había visto a todos y cada uno de ellos encontrar a alguien a quien amar y criar a su descendencia, excepto él. Se había acostado con muchas mujeres, tanto humanas como de su especie, pero ninguna pudo darle un hijo, y entonces supo que solo podía dejar embarazada a una mujer si la amaba. Incapaz de dejar el mundo sin experimentar ese sentimiento, el Príncipe se lastimó para poder dormir y esperar años a la que sería suya. Con una emoción tan fuerte como la suya, estaba decidido a despertar cuando naciera la indicada para él.
Y así, decía la leyenda.
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14
Aliyah suspiró mientras disfrutaba del masaje de Catherine en la espalda mientras le aplicaba la medicina para curar sus heridas. Se negó a pensar en lo que había pasado en el bosque o incluso a reconocer que un caminante nocturno la había mordido. "Qué noche tan interesante, ¿no crees?" La voz de Catherine se filtró en sus pensamientos.
"¿Crees que estarán bien?" Preguntó por los lobos heridos.
Catherine suspiró, "Sí que lo estarán, pero perdimos más".
"¿Cuántos?"
Catherine exhaló profundamente, "Quince. Diez resultaron heridos".
Aliyah cerró los ojos al pensar en los números; realmente perdieron más, y el repentino pensamiento aumentó su odio ardiente por cierta persona. "No te preocupes, Catherine, nos vengaremos. Créeme".
"Sí que lo haremos, pero primero tenemos que saber a qué nos enfrentamos".
"Eso no es difícil, es solo una estupidez..." Aliyah se detuvo, sabiendo que casi soltaba la sopa.
"¿Solo un qué?" presionó Catherine.
"Nada, no te preocupes por mí".
Catherine asintió y siguió aplicando el bálsamo. "¡Vaya! O tu velocidad de curación ha aumentado o mi medicina se ha vuelto más fuerte de lo que no sabía".
Aliyah frunció el ceño. "¿De qué hablas?".
"He tratado a otros lobos azotados, pero ninguno se curó tan rápido la misma noche. A menudo tardan una semana en tener el cuerpo así". "
¿De qué hablas?", repitió Aliyah, asustada, levantándose de la cama y corriendo al espejo. También había notado que algo andaba mal antes, cuando la espalda ya no le dolía tanto. Mientras se duchaba, sintió una sensación relajante que la hizo desmayarse en la bañera, y si Catherine no hubiera entrado, estaba segura de que seguiría dormida. Se dio la espalda al espejo y abrió los ojos de par en par, horrorizada, ante lo que vio. Como había dicho Catherine, incluso los lobos más fuertes tardaban una semana en sanar de las marcas del látigo, pero su cuerpo parecía rozado por un cuchillo, heridas que sanarían por completo por la mañana. ¿Cómo es posible? Recordaba el látigo que le atravesó la carne, dejándole la espalda completamente expuesta, de modo que una mirada limpia podía ver sus huesos.
Aunque no hubiera visto su espalda en ese momento, había visto a innumerables lobos siendo azotados y cómo se veían sus espaldas justo después, así que ¿por qué la suya no se veía así? ¿Por qué parecía que solo le habían hecho pequeños cortes con un cuchillo?
"Interesante, no estás cojeando", dijo Catherine, sacándola de sus pensamientos.
Aliyah la miró y luego sus ojos se posaron en su pierna herida. Era cierto, recordaba que Sean tuvo que ayudarla a llegar al campo de ejecución porque no podía caminar sola y justo ahora había corrido hacia el espejo sin sentir ni una pizca de dolor. ¿Qué está pasando?
Catherine se levantó y se acercó a la niña. “Te he tratado desde que eras niña, pero nunca te has curado tan rápido. Aunque la marca del látigo se considere posible, sanar tan rápido con una flor de Garuda…” negó con la cabeza, “no es posible. ¿Por qué sabías que te dolía antes? Era porque aún tenía veneno y me habría llevado unos días desintoxicarlo por completo, y en esos pocos días, se supone que te duele el tobillo, pero ahora caminas tan bien. Lo noté al salir del baño, pero pensé que no habías sentido el dolor porque estabas somnolienta, pero ahora…” suspiró.
Aliyah se estaba volviendo loca mientras intentaba averiguar qué le pasaba. Incluso ella sabía que no debería haberse curado tan rápido. Con el aspecto que tenía la espalda, estaría completamente curada por la mañana y parecería que nunca la habían azotado, ¿cómo era posible? Y la pierna, ¿por qué ya no le duele?
“Cuando noté lo rápido que sanabas, me preocupé, pero luego lo comprendí”, dijo Catherine, y Aliyah la miró fijamente. “Tu rápida curación tiene que ver con esta marca, ¿quién te la hizo?”. ¿
Marca, qué marca?, preguntó Aliyah mientras se giraba rápidamente hacia el espejo y sus ojos se posaban en su cuello. Justo allí, donde su compañero debería haberla marcado, había una flor roja como la sangre. Sus ojos se abrieron de par en par, sorprendida, al contemplar la marca. En ese momento, recordó el incidente en el bosque, la expresión horrorosa de su rostro al mirarle el cuello. Cómo su mordida se había vuelto placentera, cómo tocar su cuello le traía una sensación relajante. ¿Resultó que al morderla, el muy idiota la había marcado? ¡Me marcó a mí!, gritó Aliyah en su mente, consumida por el horror. Empezó a frotarse el cuello, queriendo borrar la horrible marca. Marcada por un Nightwalker, qué asombroso. Corrió al baño de inmediato y abrió la ducha.
Tomó su jabón de baño y empezó a frotarse el cuello un poco más, rezando para que la estúpida marca fuera solo una mancha y que se lavara. Siguió frotando y pronto empezó a dolerle el cuello, pero sabía que la marca seguía ahí; sentía su presencia cada vez que la tocaba. No, no, esto no me puede estar pasando a mí, no puede. ¿Por qué a mí? ¿Por qué a mí? Se preguntaba mientras rompía a sollozar y se desplomaba en el suelo del baño, con la ducha deslizándose sobre ella.
Catherine suspiró al verla así y fue hacia ella. Se acuclilló a su lado, sin importarle que la ducha la estuviera empapando. “Escucha, entiendo que no sabías que la marca estaba ahí, pero también sé que sabes qué es esa cosa. Si no, ¿por qué te arrebataría de tu castigo y solo te dejaría tirada en el bosque? Creo que esta es su forma de decirnos que eres suya y que nadie debe hacerte daño. Sea lo que sea, debe ser fuerte si sus propiedades curativas pueden transferirse de su marca para curarte”.
“No, no, no”, Aliyah negó con la cabeza, “No puedo pertenecerle, nunca podré pertenecerle. Esto es una abominación. Soy una loba sin pareja, ¿cómo puedo aparecer con una marca? Una marca inusual, de hecho. No hay ningún parque de lobos que tenga este tipo de marca. Sí, tenemos flores, pero nunca una rojo sangre, nunca”, sollozó.
Catherine la miró fijamente, creyendo aún más que sabía quién le había dado esa marca y qué era. Exhaló profundamente y se levantó, cerrando la ducha. Levántate y sécate, Aliyah, llorar no va a solucionar nada. Por lo que parece, ya no necesitas mi bálsamo curativo, así que no tengo por qué estar aquí.
Aliyah la miró fijamente, le tocó la espalda y su piel estaba tan suave como siempre, sin ningún dolor. Se había curado por completo. ¿Cómo?
"Para ser honesta, tengo muchas ganas de saber qué es esa cosa, pero es obvio que no quieres hablar de ello, así que te dejo descansar". Catherine se giró para irse.
Aliyah se incorporó y le agarró la mano. "Catherine, por favor, ¿puedes no contarle esto a mi padre? No me imagino qué pasaría".
"Sí puedo, irá en busca de esa cosa que marcó a la fuerza a su hija y podría morir en el intento. Lo que vi esta noche no es algo con lo que debamos jugar y definitivamente no estoy lista para librar a esta manada de su alfa. Así que ten por segura que no le diré nada al Alfa hasta que sepa qué es".
Aliyah asintió y se puso de pie, "gracias", sollozó mientras algunas lágrimas corrían por sus mejillas.
Catherine sonrió y se pasó los dedos por el pelo mojado. Quería decir palabras de consuelo, pero no sabía qué decir. Suspiró y la sacó del baño. "Puedes llorar aquí, en la comodidad de tu cama. Sería mejor que tumbada en el suelo frío de la ducha. Intenta descansar bien, quizá te sientas mejor por la mañana".
Aliyah se burló, "Solo me sentiré mejor si me despierto por la mañana y esto ha desaparecido", señaló su cuello donde estaba la marca y Catherine no sabe si la marca se había vuelto más roja o si era su interminable frotamiento lo que había dejado toda la zona de su cuello roja.
"Las marcas no funcionan así".
"Lo sé", sollozó Aliyah y se acercó a su cama. Se metió en ella y se envolvió en el edredón.
Catherine la observaba, preocupada por ella, pero tuvo que recordarse a sí misma que, como lobo, sería difícil resfriarse. Suspiró, empacó sus medicinas y, tras mirarla de nuevo, salió de la habitación. En cuanto se cerró la puerta, Aliyah soltó las lágrimas.
