Cuando el hermano mayor de Reachel, Elliot, desaparece en un trágico accidente, ella deberá tomar la presidencia de la empresa familiar, pero esta viene con una condición, casarse. El mejor amigo de su hermano, Santos, le ofrece casarse con ella para ayudarla, pero hay un problema, ella lo ha amado desde niña.
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SENTIMIENTOS A LA LUZ.
...Santos:...
Reachel se encontraba trabajando con Gretel. Desde donde yo estaba podia observarla, ella estaba constantemente volteando hacia nosotros, pero de un momento a otro dejó de hacerlo.
Sabía que estaba molesta por la actitud de Cora, por eso me habia tomado más atrevimientos con Reachel para ver si de esa manera paraban los coqueteos, pero tal parecia que los incitaban mas.
Platicábamos de cosas triviales cuando de la nada cambió el tema.
— Santos, debo decirte, que me has parecido muy atractivo.
— Le agradezco.
Yo no quitaba mi vista de Reachel, verla trabajar es algo que siempre me ha parecido excitante.
— Me gustaría que nos conociéramos un poco más, salir, tener un cita.
Fue cuando por fin desvié mi vista a Cora.
— Creo que es momento de hablar directo.
Asintió con una sonrisa. — Creo que he sido bastante directa.
— Me refiero a mi. — Ella reposó su espalda sobre el sofá cruzando la pierna. — Si no te has dado cuenta, aunque creo que si, estoy casado con Reachel.
— Note que tienen algún tipo de relación, pero no imagine que estuvieran casados, aún así podríamos pasarla bien, no tiene por qué enterarse.
Solté una risa, sin ganas. — Si el que sea un hombre casado, no te detiene, entonceses dejame ser sincero contigo. No me interesas, no me gustas y no quiero nada contigo. Amo a mi esposa, en los últimos años es la única mujer capaz de despertar algo en mi y lo menos que haría sería dañarla.
La sonrisa no se borró de su boca. — Me agrada tu sinceridad Santos, por que yo soy igual de sincera. No me tomare tus palabras personal por que se lo que estar enamorado y no tener ojos para nadie más. — Se movió para hablarme más de cerca. — Pero no quitaré mi dedo del renglón. Soy una mujer que consigue lo que quiere y yo te quiero.
— No tenemos contacto, y tampoco habrá alguno en el futuro, hoy será mi última visita en esta casa.
— ¿Por que? ¿Tienes miedo de caer? — Me vió desafiante.
— No, pero por respeto a mi esposa será mejor que me mantenga alejado, para no hacerla pasar malos ratos como los de hoy.
Levantó una ceja. — ¿Quieres ir a dar la vuelta a la casa?
— Me quedaré donde mi esposa pueda verme.
— Me encantaría tener un hombre tan bien portado como tu, quisieras saber si en la cama eres igual. — Iba a pasar su brazo por el mío.
— No me toques. — Me lévante. — Lo mejor será que vaya a ver si se le ofrece algo a Reachel. Compermiso. — La dejé sola en salón.
Cuando llegue con Reachel y Gretel. Ellas ya estaban terminando.
— Así quedamos, ya nada más que consigamos los muebles, podremos dar por terminada la oficina. — Dijó Reachel.
— Si, te avisaré cuando mi esposo no esté en casa para que pudan realizar su trabajo.
— Yo ya no vendré con Reachel, pero sin duda ella es muy capaz de terminar lo que resta, es el área en la que se especializa por lo que se que quedará excelente.
— Muy bien. Los acompaño a la puerta.
Gretel nos guió hasta la puerta, cuando pasamos por el salón Cora también nos acompañó.
— Que pases buenas noches Santos.
Agradecí con un movimiento de cabeza. Estaba apunto de anochecer.
— Buenas noches. — Dijó Reachel un poco molesta.
Le abri la puerta del auto y ni siquiera me miro. ¿Ahora como la calmaba?
...****************...
Todo el camino fue silencioso.
Cuando llegamos a casa ella bajo del auto sin esperar a que le abriera la puerta. Camino rápidamente hacia la entrada de la casa.
— Reachel. — La llamé siguiéndola.
Cuando entró ella cerró la puerta detras, pero no alcanzó a cerrarse por que la detuve.
— Reachel. — Volvi a llamarla. Era tan infantil.
La seguí hasta arriba por las escaleras hasta la habitación.
Cerró la puerta con seguro.
Fui abajo rápidamente por una copia de la llave de mi cuarto.
No se por que simplemente no la dejaba hacer su berrinche.
Abri la puerta y entre sin su permiso.
— Reachel ¿Que te pasa? — Tenía lágrimas en los ojos. — Reachel. — Jadeé confundido.
— Esa mujer, esa mujer te estaba coqueteando. — Dijó.
— Lo se Reachel, pero yo no lo provoqué.
— Ya lo sé.
— Yo le puse un alto.
— ¡También lo se!
— ¿Entonces que te pasa?
— Perdoname Santos no tengo derecho a reclamarte nada. — Se sentó en la cama.
Suspiré y me senté a lado de a ella tomándola de las manos. — Reachel tú eres mi esposa, sin importar cuál sea la razón por la que nos casamos, siempre podrás pedirme explicaciones de lo que hago. — Dijé calmado.
— ¿Entonces no te molesta que me enoje si te coquetean? ¿O que te pida explicaciones? — Parecia una niña pequeña con sus ojos vidriosos.
— No, eso no me molesta. — Hice una pausa. — Lo que me molesta es que no me digas lo que te pasa.
Se alteró de nuevo y se pusó de pie.— Es que me da mucho coraje que esa mujer haya sido tan descarada, no tuvo tapujos en demostrar lo que le habías provocado.
— ¿Y eso en que te afecta? — Me pusé de pie también ¿Como diablos no se daba cuenta que era la única para mi.?
— ¿Que en que me afecta? — Se indignó. — Es una atrevida.
— Reachel hay mujeres así y lo sabes. ¿Por que no me dices lo que realmente te molesta?
— Lo que realmente me molesta — Dijó exasperada.— Es que yo he querido hacer eso por años. — Soltó y me paralice. — Ya no lo soporto. Yo.. — Tomó una larga respiración, como si le faltara el aire. — Tengo sentimientos por ti y no de una hermana a un hermano, si no de una mujer hacia un hombre, y se, que es una lucura. — Paso una mano por su cabeza. — Pero el habernos besado, dormir juntos y habernos casado, hicieron que lo que yo sentía por ti se hiciera insoportable, por que tengo lo que quiero que es estar contigo, pero sin poder decirte lo que siento y me esta matando. El que ella haya tenido el valor para hablarte de la manera en que lo hizo, me hizo sentir una rabia enorme por que yo he querido durante mucho tiempo tener aunque sea un poco de valor para decirte lo que te digo ahora. Y lo hago por que se siente como si me presionaran el pecho. Y ya no puedo más.— Yo no podia emitir sonido. — Se, que estás enamorado de alguien, pero tenia que decírtelo por lo menos intentar una vez y esperar que sintieras lo mismo.— Yo estaba petrificado, estaba tratando de despertar, pero esta vez al parecer era muy real. — ¿No dices nada? — En verdad quería gritarle que la amaba, pero me había dejado mudo. — Tu silencio solo me indica una cosa, y es entendíble, tú estás enamorado de otra mujer y yo, y yo… — Ya no pudó hablar.
Caminé hacia ella y la besé, me undi en su boca tomado su nuca y su cintura pegándola a mi. Ella pasó las manos por mi torso y correspondió al beso.
No sabía si estaba siéndo victima de las tantas alucinaciones que he tenido con ella, pero no iba a detenerla.
Profundice en beso arrinconándola contra un mueble de la habitación, comence a bajar mis manos a sus muslos, su falda no me hizo la menor dificultar para encontrarme con sus glúteos cuando comence a subirla.
Empecé a besar su cuello y mi pierna se habría paso entre la suyas para rozarla con su intimidad.
Gimió por lo bajó.
Yo ya había perdido el control de mis impulsos, pero escuchar salir ese sonido donde su boca y provocado por mi, me hizo imposible detenerme.
Cuando llegue a sus glúteos la levante para ponerla sobre el mueble.
Una de mis manos pasó de apretar su redondo trasero a abrirse espacio entre sus bragas.
¿Por que ella no me estaba deteniendo? Yo iría hasta las últimas consecuencias.
Llegue hasta su intimidad la cual ya estaba húmeda. Nuestras bocas volvieron a juntarse.
Yo estaba dando círculos en zona más sensible.
Hecho su cabeza hacia atrás y volví a besar su cuello y su escote. Se sostenía de mi con sus manos en mis brazos mientras yo la sostenía de la cintura.
Volvio a gemir mordiéndose el labio.
— ¿Que es esto? Santos.
Si cuerpo se tensó, su manos se aferraron a mi camisa, su rostro y gemidos indicando que había colapsado inundaron mis sentidos.
Comence a quitarle la ropa y ella comenzó a despojarme de la camisa para después llevarla a la cama.
— Señora. — Tocaron la puerta. — La señorita Catalina está aquí para hablar con usted. — No hicimos caso. — Señora.
Fue cuando salimos de nuestro trance.
— ¿Hablaras con ella? — Le pregunté aún arriba de ella.
— Si ha accedido a verme, creo que lo mejor será no desaprovechar la oportunidad.
Me aparté suspirando frustrado.
Ella comenzó a comodarse la ropa y arreglarse frente al espejo.
— Reachel. — La llamé antes que saliera por la puerta de la habitación. — Tenemos una conversación pendiente.
Asintió con la cabeza y salió.
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Cuando baje las escaleras, Catalina ya estaba hablado con Reachel.
— Por favor discúlpame, no sabía los verdaderos motivos por los que te habías casado, pero ya tu hermano me explicó.
— ¿Franco ? — Pregunto Reachel.
— Si, el me dijo que tu padre te lo impusó como condición en el testamento. No se como pude pensar mal de ti. — Catalina la abrazo. — Reachel quiero que sepas que te entiendo, esto debe ser tan difícil para ustedes, si se quieren como hermanos.
Coloqué las manos en mi bolsillos y elevé una ceja, dirijí una mirada a Reachel, esperando que aclarara algo.
— Hola Santos— Me saludó Catalina.
— Hola.
— Discúlpame por cómo me puse el otro día, me pase de intensa, realmente nosotros nunca hemos tenido nada, fue muy deshubicado de mi parte.
— No te preocupes, no hay cuidado.
— ¿Me invitan a cenar?
Suspire, no quería que se quedara.
— Claro.— Aceptó Reachel.
Tome el lugar a la cabezada de la mesa como siempre y cada una se sentó a lado.
Comimos tranquilos, pero esa tranquilidad se esfumó cuando Catalina se atrevió hacerme una pregunta.
— Santos¿ te parecería tener una cita conmigo?
Reachel empezó a toser muy fuerte. — Perdón me atraganté con el agua.
— ¿Estas bien?. — Le pregunté.
— Si estoy bien. — Se limpió mi esposa con una servilleta.
Me diriji a Catalina. — Catalina, tal vez has recibido información nueva de mi relación con Reachel, pero recuerdo haberte mencionado que yo estaba enamorado de alguien y la verdad es que no creo poder olvidarla.
— Pero ella no te corresponde, o ¿por que te casaste con Reachel?
— Resulta que hoy hablé con ella, y me confesó lo que sentía por mi, por lo que soy correspondido.
Reachel peló sus ojos.
—¿De verdad? Reachel ¿eso no te molesta?
—¿A mi? —Murmuró, estaba pensativa.
—Te aseguro que eso no le molesta. — Dijé
— Bueno debe ser por que yo te vería como pareja y ella te ve como familia.
— Si, debe ser por eso.
La comida pasó tranquila, Catalina no parecia querer irse y nececitaba hablar con Reachel.
Al parecer las cosas entre ellas se solucionaron. Pero Reachel no fue del todo sincera, no le dijó lo que acababa de decirme arriba.
Cuando por fin se fue, Reachel se fue directamente a la habitación y yo voy de nuevo a seguirla, pero la alcanzó antes de que logre entrar.
La aprisiono contra la puerta tomándola de la cintura, después paso una mano por su rostro para colocar un mechón de cabello detras de su oreja.
— No me parece correcto que escapes de la situación después de lo que pasó aquí mismo adentro. — Dijé firme.
— Está bien hablemos.
Abri la puerta detrás de ella para que pasáramos.
Ella se sentó en la cama.
No me miraba, estaba entre avergonzada y cohibida. Nunca la había visto asi. Miraba a todos lados menos a mi.
— ¿Que te pasa?
— Nada, por favor solo dime lo que tengas que decirme.
—¿Por que no le dijiste a tu amiga lo que me dijiste hace un momento?
— No le vi el caso. — Se encogió de hombros.
— ¿No le viste el caso.? — Arque mis cejas.
— De haber sabido que la mujer que amabas se te había declarado yo no te habría dicho nada.
— ¿Que?
— Le dijiste a Catalina que la mujer de la que estás enamorado te declaro su amor, felicidades — Dijó con pesar.
No podía creerlo ¿por que Reachel tenía que ser tan complicada?
— Hablaba de ti. — Le dije exasperado. Pero siempre con un tono tranquilo, si yo me alteraba ella también y todo se iría por el caño.
Ella me miro. — ¿ De mi? — El puchero que tenía me desarmó.
— Si. — Me senté a lado de ella en la cama. Viéndola directamente.
— ¿Entonces las veces en que hablabas de la mujer que amabas?
— Eras tú.
— ¿Y cuando me enoje por confesarme lo que sentías?
— Eras tú Reachel.
Suspiró incrédula.