16 extraños han sido abducidos para ser parte de un juego mortal, a manos de un fanático peligroso quién quiere recrear los escenarios macabros de sus series de terror y thriller favoritas ¿quién sobrevivirá a las reglas absurdas del autoproclamado Señor Cornamenta?
NovelToon tiene autorización de Alberto Jose Sayago para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
Histeria
A las siete en punto, el sonido agudo y molesto de la voz del Señor Cornamenta volvía a sacar de sus sueños al pobre de Neo; quién sentía en ese momento que no había descansado lo suficiente. La suavidad de las sábanas le invitaban a quedarse en la cama por un rato más y, aunque no tenía verdaderas razones para iniciar su día tan temprano, se imaginó que llegar tarde a su desayuno podría generar una preocupación innecesaria en sus compañeros. A nadie le extrañaría que personas como Tyrone o Úrsula dejasen de aparecerse por el restaurante, pero al menos él ya estaba fichado como una parte integrada del grupo. Por otro lado, no se quería privar de la comida de Olivia, que hasta ese entonces le había resultado espectacular.
Después de darse un pequeño baño, y limpiarse los dientes, emprendió su camino hacia el gran comedor. Se dirigía a uno de los ascensores cuando se topó con Sky, quién salía de su cuarto. De alguna manera se había atado su espesa cabellera, y sólo unos rizos de cobre le rozaban las sienes. A simple vista, era fácil notar que había pasado una mala noche como él, pues se le habían formado unas bolsitas oscuras debajo de sus ojos.
–Hola, Neo –le saludó ella con la voz apagada– ¿vas al comedor?
Después de charlar un poco, Sky le pidió que la acompañara a la habitación de Sol. Le confesó que estaba un poco preocupada por su situación y quería saber cómo se encontraba la rubia. Desafortunadamente para ellos, la muchacha no atendió al llamado de la puerta. Asumieron que Sol debía seguir dormida, así que retomaron su rumbo al restaurante. Juntos, ingresaron en el elevador. Similar al que se ubicaba en la salita de empleados, el botón de planta baja se iluminó al pulsarlo. El descenso fue acompañado por un zumbido que llenó el espacio.
–¿No habría sido más fácil si te hubieras quedado con la llave de su cuarto? –preguntó Neo.
–Sí, ciertamente –respondió ella llevando un rizo hasta detrás de su oreja– pero al mismo tiempo, también habría sido peligroso que alguno de nosotros hubiese tenido libre acceso a su habitación, sobre todo, de noche. Además –lo miró ella fijamente –¿qué crees tú qué habría pasado si ella se hubiese despertado, con la cabeza vendada acompañada de un dolor tremendo, y sin la llave de su recámara?
–Se habría vuelto loca –admitió él.
–¡Exacto! -asintió- ¿Crees tú qué me pondría yo en esa situación? La chica no está bien de su mente, es probable que ni siquiera haya comido nada desde que llegó a este lugar.
Neo entendía el punto de vista de Sky, pero sintió que la pelirroja estaba ignorando una cosa muy importante, y eso era que no se sabía a ciencia cierta si Sol había recibido un daño grave en su cerebro después de la caída. Ellos no podían asegurar cuando la rubia recobraría la consciencia, si es que lo hacía.
–Sky… ¿No has pensado que Sol quizás necesite asistencia médica? –frunció el ceño– quiero decir, si es verdad que ella no se ha tratado de alimentar porque piensa que la comida tiene algo malo, y después se golpea el cráneo debido a una caída…
–¿Crees que no pensé ya en eso? –exclamó frustrada mientras se abrían las puertas del ascensor– escucha –lo miró desafiante –si para la tarde no sabemos nada de ella, yo misma me voy a encargar de pedirle al cornudo que abra su puerta, ¿Estamos?
El camino hacia el restaurante fue silencioso, pero la tensión entre ellos era palpable. Neo no había tenido la intención de molestar a su compañera, pero de tantas veces que había ocurrido, ya se estaba acostumbrando a generar drama por hacer preguntas incómodas. Aún así, él no consideraba que en aquella ocasión hubiese sido imprudente o insensato por resaltar un hecho tan obvio. En un pasado, quizás se habría echado la culpa, pero ahora consideraba que la reacción de Sky era estúpida.
En el comedor no había un alma, lo cuál resultó extraño para ambos. Sin embargo, el sonido de ollas y utensilios que provenía de la cocina les advirtió que, al menos, ya había alguien haciéndose cargo del desayuno. Sin titubear, los dos ingresaron en ella y se encontraron con Olivia, cosa que no fue sorpresa para Neo. Lo único que sí era raro era que no la estaba acompañando Esmeralda; en su lugar, estaba Julio, silencioso. La chica se veía tan fresca como una tarde de otoño, mientras que su acompañante tenía cara de pocos amigos y los ojos enrojecidos.
–¡Buenos días, muchachos! –les saludó Olivia– vaya… –se le notó la impresión en la cara al girarse para verlos– se ven… un poco agotados ¿La noche no les trató muy bien, verdad?
–¡Tu te ves radiante! –exclamó Sky– ¿Cómo le hiciste?
–Ya estoy acostumbrada a levantarme temprano, querida –comentó mientras freía salchichas en una sartén. El olor era una invitación a la gula.
–¿Temprano? –preguntó Sky como si algo no encajara– no es tan temprano, ya deben ser las siete y cuarto.
Olivia soltó una risita inocente y luego se dirigió a Sky.
–Cariño, no son las siete, son las cinco ¿Ya viste el reloj en pared del Lobby?
Incluso Neo se sintió perplejo. Había jurado escuchar esa mañana la voz del señor Cornamenta advertir que eran las 7 a.m., porque a esa hora comenzaba oficialmente el turno del día.
–Pero… la alarma… –comenzó a decir Sky– No tiene sentido, la cocina no debería estar abierta si fueran las 5 de la mañana.
–Creo que ha habido un problema con los ajustes de la alarma o algo así, justo estaba hablando de eso con Julio –dijo ella con serenidad– ¿No se les hizo raro que ayer sonara a las 9 a.m.?
Fue como si alguien le hubiese mostrado una proyección de cine dentro de su cerebro, y Neo pudo recordar cómo la voz del cabeza de ciervo indicaba que el horario diurno comenzaba a las 9. Lo había pasado por alto.
–¿O que el turno nocturno comenzara a las 11 de la noche? –prosiguió ella.
Neo tenía el vago recuerdo de haber escuchado algo así, pero no estaba seguro. En ese momento debía estar recorriendo el las dos plantas disponibles en el hotel en búsqueda de cámaras. En todo caso, ¿cómo era que Julio y Sky no se habían dado cuenta? No tuvo que esperar mucho para saberlo. Resultaba ser que en la noche anterior, Sky tomaba un baño en el momento que se anunciaba el inicio del turno nocturno, por lo que no logró escuchar con precisión lo que decía. Julio, por su parte, ya sabía que había algo inusual con la alarma. El había leído muy bien las reglas que le había dejado el Señor Cornamenta en la primera noche; por lo que, de inmediato, notó la discrepancia la mañana siguiente. Incluso él había ido más allá y había demandado respuestas al cabeza de ciervo, y de manera austera, éste le había respondido que resolvería el problema pronto. <
–Luego, vi llegar a Julio, y él muy amablemente me ofreció su ayuda –dijo Olivia sonriéndole a Julio.
–Sí –confirmó él asintiendo con la cabeza– pensé que era demasiado trabajo para una persona cocinar tantos platillos. Y supongo que ustedes dos seguirán mi ejemplo –Les lanzó una mirada de aprehensión tanto a Neo como a Sky.
Las dotes culinarias de Neo eran poco más que nefastas. A pesar de aquel desayuno contaba con una preparación bastante simple, de alguna forma se las inventó para terminar quemando los ingredientes en su sartén. La vena histérica de Julio no aguantó tal demostración paupérrima de habilidades, y alejó a Neo de la cocina. Aun así, Olivia le pidió de buena manera que se encargara de preparar las mesas, cosa que hizo un poco apenado.
El reloj encima de las estanterías, dónde reposaban las botellas de alcohol, marcó las 5:55 a.m. cuando por fin comenzaron a llegar los primeros comensales. Esmeralda apareció 10 minutos más tarde, ataviada, y sin mediar palabra ingresó a la cocina. Desde el comedor, Neo la podía escuchar disculpándose por quedarse dormida. Para las 6:30, ya sólo quedaban platos vacíos sobre las mesas. Olivia le había dejado guardada en un recipiente la comida de Sol, por si llegaba a presentarse al comedor para desayunar; pero la rubia en ningún momento cruzó la puerta del restaurante.
Neo tenía muchas ganas de compartir los hallazgos de la noche anterior con los miembros de su grupo, pero se le estaba haciendo difícil encontrar el momento justo para hacerlo. Blonde había tomado una silla prestada para que los 5 compartieran en la misma mesa. Para cuándo Julio anunció que debía retirarse a cumplir su parte en el primer turno de limpieza, Sky les propuso a todos reunirse en la piscina a las ocho de la mañana. Las miradas cómplices entre sus compañeros indicaban que usarían la piscina de nuevo para continuar con la elaboración de un plan de escape. Fue ahí cuando Neo tomó la palabra.
–Vaya, ¿no les parece que deberíamos cambiar de aires?
Los 4 pares de ojos lo miraron con incredulidad.
–¿A qué te refieres? –le interrogó Sky.
–Bueno… ya estuvimos todo el día de ayer jugando en la piscina. Deberíamos explorar otros lugares –dijo él con calma.
–Creo que no entiendes el porqué queremos ir a la...–comenzaba a decir Julio en un tono severo.
–Claro que lo sé –sonrió Neo– queremos buscar un lugar que se parezca a la piscina. Un lugar donde podamos charlar cómodamente –ensanchó más la sonrisa, aunque sus ojos ya no lo hacían.
Por un segundo, Sky había arqueado una de sus cejas coloradas, pero luego relajó la expresión de su rostro y le devolvió la sonrisa a Neo.
–¿Quieres decir que encontraste otro lugar parecido a la piscina?
–Oh, sí. Justo antes de que pasara lo de Sol. –encogió los hombros.
Los demás no pudieron evitar arrugar un poco la cara cuando Neo les recordó el accidente que había tenido la rubia, a excepción de Germán que los miraba sorprendido, tratando de buscar respuestas.
–Eso era lo que hacía anoche tan tarde, por cierto.
–¿Acaban de decir que algo pasó con… la muchacha esa… que se volvió loca en el gimnasio? –Inquirió el de lentes, de manera impaciente.
–Es una historia larga –le interrumpió Sky– ya habrá momento para discutirlo.
–Neo, trata de ir un poco al grano, por favor –pidió Julio– ya me están esperando en la cocina.
–Está bien, calma. Se trata de la salita de empleados.
–De acuerdo –se levantó Julio de su asiento como si eso fuera lo único que necesitaba saber– los veré allá en aproximadamente… una hora y cuarto –mencionó mientras le echaba un vistazo al reloj de pared.
Lo vieron darse la vuelta y encaminarse a la entrada de la cocina.
Neo les comentó que la salita tenía una nevera pequeña llena de refrescos, una cafetera y un microondas. Con la intención de sonar cómo si el único propósito de ir a esa habitación era el de divertirse, mencionó que se había encontrado un mazo de barajas en uno de los estantes de la diminuta cocina, en su interior. De manera casual, les recordó que podían cerrar la puerta con seguro para evitar molestias del exterior.
Después de retirarse del restaurante, el cuarteto se dirigió al primer piso. Mientras tomaban el ascensor, Sky le explicaba a Germán lo que había sucedido con Sol. A unos pasos de llegar a la puerta de la chica, escucharon un grito ensordecedor dentro de la habitación. Blonde actuó de inmediato y corrió hasta el umbral.
–¡Qué pasa!, ¡Qué sucede!–gritó él mientras golpeaba la madera con sus puños. El sonido resonaba por todo el pasillo, pero nadie salía de sus habitaciones. .
–¡MI CABEZA! –se escuchó desde detrás de la puerta– ¡ME QUIEREN MATAR!, ¡LO SABÍA!, ¡LO SABÍA!–La voz de Sol era aguda y estridente, como si estuviera al borde del colapso
–¡Abre la puerta, sol! –le exigió Sky– ¡nadie te quiere hacer daño! –La pelirroja se acercó a la puerta y trató de hablar con calma, pero su rostro reflejaba preocupación y miedo.
–¡MENTIRAS! –aulló como una loba herida– ¡NO SE ACERQUEN A MÍ!, ¡NO VOY A SER PRESA FÁCIL DE NADIE! –Sol parecía estar fuera de sí, como si estuviera en un estado de paranoia y delirio.
–¡Escúchame , por favor! –Insistió Sky– ¡Estás alterada! Necesitas calmarte –La pelirroja alzó la voz, tratando de hacerse oír por encima de los gritos de Sol.
–¿¡ALTERADA YO?! ¡PARA NADA, PARA NADA!, ¿POR QUÉ IBA A ESTARLO?, ¡SÓLO ME ESTÁ SANGRANDO LA CABEZA! –el sarcasmo en su voz se mezclaba con un profundo odio.
–¡Oh, por dios! –exclamó la pelirroja– ¡Eso es grave, Sol! –su voz temblaba. Era la primera vez que Neo la veía tan nerviosa.
–¿QUÉ RAZONES TENDRÍA YO PARA ESTAR ALTERADA? –Siguió gritando la rubia, negada a escuchar cualquier palabra de sus compañeros– ¡OH YA SÉ!, ¡ALGUIEN HA INTENTADO PARTIRME LA CABEZA EN DOS! –Se escuchó un golpe seco, como si hubiera lanzado algo contra la pared.
–¿A qué te refieres con eso? –preguntó está vez Neo Alarmado– ¿pudiste ver a algún atacante? ¡Ya para de lanzar cosas!– lo que sea que hubiese sido lanzado, había hecho retumbar la puerta.
–¡NO NECESITO VER NADA CUANDO HAY UN MALDITO MUÑÓN SANGRANDO EN MI NUCA! –elevó tanto su voz que Neo se preguntaba cómo era que nadie más se había alertado con semejantes gritos.
–¿Entonces cómo sabes siquiera si una persona te hizo eso? –inquirió Germán tranquilamente– hasta donde nosotros sabemos, tú te caíste por unas escaleras antes de golpearte el cráneo – El chico de cabello rubio se mantuvo a una distancia prudente de la puerta.
–¡MENTIRAS! –gritó Sol incluso más fuerte– ¡ME QUIERES CONFUNDIR! ¡DEBISTE HABER SIDO TÚ! ¡TÚ ME HICISTE ESTO! –parecía que en cualquier momento iba romperse las cuerdas vocales. Cada vez que hablaba, se voz se hacía más ronca– ¡USTEDES ME HICIERON ESTO!
–¡Por un demonio! –Exclamó Blonde exasperado mientras forcejeaba con la Manilla de la puerta– ¡Abre de una buena vez!, ¡O créeme que voy a tirar la puerta abajo! –Su pecho estaba rojo de la ira, pero sus ojos no mostraban más que una genuina preocupación.
–¡Tú no vas a hacer nada!
Se escuchó una voz grave y profunda que retumbó por todo el pasillo. Neo nunca había oído ese tono tan oscuro, pero intuyó que debía provenir de los parlantes.
–Está estrictamente prohibido generar daños en la estructura de las instalaciones ni en los elementos dentro de ellas, lo sabes bien, ESTP –la voz del Señor Cornamenta había regresado a su sonido agudo y chirriante original, pero mantenía un tono severo.
–¡Ella está lastimada! –escupió el grandulón todavía forcejeando con la perilla– ¡necesita primeros auxilios, y no es mentalmente estable como para manejarse sola!– la Manilla parecía que se iba a romper por la furia con la que Blonde la estaba manipulando. Necesitaba actuar con rapidez.
–Eso no es excusa para generar daños dentro del inmueble –expresó de manera monótona el cabeza de ciervo. Cada palabra que pronunciaba exudaba un aire de frialdad y nula empatía.
–¡Entonces ábrela tú! –Exigió Blonde con la paciencia totalmente colmada.
–¿Con qué objeto? Hasta dónde sé, no está ocurriendo ningún asesinato aquí.
–¡Esto es absurdo! –se indignó Sky– ella podía morir ¡su herida es profunda! –Le temblaba el labio inferior.
–No veo cuál es el problema con eso. Simplemente pueden dejar que se desmaye y fallezca. Es muy su asunto.
Neo no podía creer lo que estaba oyendo ¿Qué no importaba? ¿Cómo podía ser tan cruel? Aquel ser no podía ser humano. La hostilidad con la que actuaba iba más allá de lo que una persona normal podía soportar. Era sencillamente un monstruo.
–¿No se supone que no quieres suicidios en este lugar? –objetó Neo, realmente furioso– tú mismo lo pusiste en las reglas –quería rebelarse, protestar ante tal injusticia. Incluso si él no era el más indicado para hablar de moralidad, pues él había tenido su momento de egoísmo contra una vulnerable Sol; su humanidad le había hecho reconsiderar sus actos.
–Vaya, vaya, querido INFP, ¿Acaso ha ocurrido un suicidio del que no me he enterado?– La voz del Señor Cornamenta era burlona y sarcástica.
–Sabes de lo que hablo – masculló con absoluto odio– El hecho de que ella vaya a morir desangrada por no querer recibir ayuda es básicamente un atentado a su propia vida –Neo sentía una rabia que le quemaba por dentro. Quería golpear al imbécil que se escondía detrás de esa máscara, pero sabía que era inútil: el cabeza de ciervo estaba lejos, protegido por sus cámaras y parlantes. Era intocable, inalcanzable, casi invencible.
Se pudo escuchar una risa maquiavélica en cada rincón de ese piso. Escalofriante, llena de sadismo. Un demonio habría muerto de la envidia.
–Que yo sepa, un suicidio no puede ser clasificado como tal si la persona no ha muerto. Además… nunca he dicho que dejar este plano existencial de esa forma esté prohibido, simplemente no me es suficiente para iniciar con un juicio.
Sorpresivamente, de aquella puerta que todos habían tratado de abrir, ahora su cerrojo parecía desbloquearse. Se abrió de golpe, y una Sol totalmente desquiciada salió de ella, propinando insultos a la nada.
–¡DÓNDE ESTÁ ESE MALDITO COBARDE!, ¡LO VOY A MATAR! –tenía el cabello encrespado y las uñas rotas. Ya no poseía la venda en su cabeza, y su cara estaba repleta de rasguños. La ya desgastada voz de Sol se encontraba disfónica y repleta de gallitos.
Ella apenas había dado unos cuantos pasos hacia el pasillo, obviando olímpicamente a sus compañeros, cuando de repente sus piernas flaquearon y terminó cayendo al suelo, inconsciente. La lesión en su cráneo se había abierto de nuevo.