Arabela, una joven tranquila, vive su adolescencia como una etapa de experiencias intensas e indescifrables.
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CAP 14. ¿ERES REAL?
El sábado desperté como nueva, ya no tenía dolor de cabeza y estaba llena de energía. Me paré a tomar un baño, cuando me estaba alistando papá tocó.
—¿Puedo?
—Entra.
—¿A dónde vas?
—Al deportivo, no quiero perderme un partido del equipo femenil.
—Por lo que veo ya te sientes mejor.
Asentí acomodando mi sudadera.
—Ve con cuidado, no quiero irte a recoger al deportivo.
Me reí.
—No lo harás. En serio ya me siento perfecta—terminé de arreglarme y fui hasta él, lo abracé, no sé de dónde me nació, pero lo necesitaba y a papá no le molestó, me apretó con sus grandes dedos fortachones y me dio un beso en la frente.
—En un rato más iré por la comida, por favor no tardes.
Afirmé y tomé mi MP3.
En el partido creí que el fantasma de Rebeca me dejaría en paz por un rato, no fue así. En un momento del juego a la defensa se le escapó la pelota, así me sentía yo, una jugadora yendo tras un balón que no podía alcanzar. Todo este tiempo me sentí de esa forma, al final ese pensamiento me arruinó la ida del Deportivo, ni siquiera terminé de ver el partido y volví a casa.
—Regresé —grité al entrar, azoté la puerta. Papá no estaba, si no me hubiera regañado desde cualquier lugar de la casa donde se encontrara.
Llegué a la puerta de mi cuarto y me quité los auriculares. Ni siquiera recuerdo la canción que escuchaba, solo me quedé viéndola sentada en mi cama.
—Hola —saludó Rebeca usando una voz demasiado dulce.
Me acerqué con cuidado, lento, esperando que no desapareciera.
—¿Cómo entraste? —me senté a su lado, no lo dudé, quería saber si estaba alucinando.
—Tu papá me dejó pasar y esperarte aquí, dijo que volvería en un momento.
La miré sin parpadear, tenía miedo de que al distraerme un solo segundo se esfumara.
—¿Qué haces aquí?
—Ayer no fuiste a la escuela, le pregunté a Claudia. Me dijo que estabas enferma, entonces me asusté mucho, no quería perder a otra persona tan importante en mi vida.
—¿Eres real? —la pregunta se me escapó como si fuera una urgencia el saber la respuesta.
—¿Qué? —me miró y comenzó a reír—. Ojalá hubieras estado conmigo en el velorio, quería que estuvieras conmigo.
—¿Yo?
Asintió.
—Pensaba: Si Arabela estuviera aquí, seguro diría algo que me sacara una sonrisa sin ser ofensiva.
—¿Edgar no estuvo contigo?
—Sí, pero él muy tonto se la pasaba lanzando indirectas de lo aburrido que estaba, ¡carajo! yo estaba sufriendo y a él le daba igual.
—Pero el primer día de clases él parecía estar preocupado.
—Es un experto en actuación, solo quería contentarme para ya sabes qué.
Mis cejas se arquearon.
—Lo siento —dije.
—Más lo siento yo por no haberte tenido conmigo —bajó la vista —al menos te sentí cerca cuando recibí ese par de manzanas y esa rodaja de sandía —me miró, rayos, no sabía cómo me miraba, nunca me había visto de esa manera, tan cálida tan alegre.
—Tu mamá te lo dijo —exclamé apenada.
—No, pero quise creer que tú me las habías mandado, y ahora lo compruebo —me tomó la mejilla, giré mi vista hacia su mano y luego a sus ojos —. En serio me espanté, quise venir a verte en cuanto me enteré, pero tenía que estar con mamá, acariciaba mi piel con su pulgar. Está muy afectada y no ha tenido ánimos, por eso no fui estos días y el único día con el que contaba para poder ver a la persona que me hace olvidarme de todo me entero que está enferma.
—¿Te refieres a mí? —pregunté con ingenuidad.
Ella mostró apenas una señal de sonrisa y continuó:
—Por eso en cuanto pude vine aquí. Hoy mamá no se sentía tan mal y usé de pretexto las asesorías que tú me dabas —recargó su frente en la mía —.No quiero perderte, Arabela.
Me quedé en mute, era demasiado en un solo momento. No sé si las chispitas recorriendo mis venas eran felicidad o si otra vez me desmayaría. Yo era esa persona, ese Universo del que las demás hablan, en el que se pierden por la cantidad de tranquilidad que les brinda, por la emoción que desata, por el amor que les hace sentir, ¿yo provocaba eso en ella?
—El beso —pronunció.
—¿Eh?
—El beso de aquel lunes —me miró a los ojos—, quiero repetirlo.
Trague saliva.
—¿Tú quieres hacerlo? —se quedó expectante.
—Yo...
No dije más, ella no me dejó hacerlo, se apoderó de mis labios tan pronto llegó a mi rostro, la seguí, no pude evitarlo, lo quería, claro que lo quería, hace días lo deseaba, ese calor, esa textura suave y magnífica de sus labios absorbiendo mi boca. ¿Por qué me resistiría?
—Casi no encuentro sal —mencionó papá al asomarse por mi puerta. Rebeca y yo nos separamos, fue demasiado tarde, nos vio besándonos.
—Oh, perdón &dijo y se retiró.
Nosotras nos miramos apenadas.
—Quiero seguirte besando —confesó la chica de pelo oscuro —pero no sé si sea prudente con tu papá aquí al lado —se burló.
—Inténtalo —la reté.
Alzó una ceja y se inclinó hacia mí, miró mis labios hasta atraparlos en su piel.
—Y ¿Edgar? —me aparté.
—Lo dejaré, quiero estar contigo —susurro. Sonreí.
—Hola, ¿dónde está mi niña? —se escuchó una voz. En cuanto la reconocí salí de prisa.
—Mi amor, ¿cómo estás? —dijo mamá mientras corría a abrazarla, me apretó fuerte y besó mi mejilla, papá se acercó emocionado. Por la alegría olvidé que Rebeca estaba en mi cuarto hasta que se asomó. Mamá la vio.
—Hola —le dijo —. ¿Es tu amiga? —se dirigió a mí. Rebeca apenas sonrió.
—Me tengo que ir —Rebeca se veía apenada, camino hacia la puerta, le pedí a mamá que esperara un momento y me separé de ella yendo tras "mi amiga".