Arabela es una adolescente que la mayor parte del tiempo se la pasa perdida en sus pensamientos, tratando de entender el interés que despertó en una de sus compañeras de salón, cuando antes de jugar botella ambas eran invisibles en la vida de la otra.
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CAP 14. CORAZÓN Y PLUMA
Antes de entrar al salón tomé aire, estaba un poco nerviosa, mi boca tenía forma de un túnel expulsando fumarolas calientes, una exhalación grande y estaba lista para ver a mi novia.
Crucé la puerta y de inmediato busqué su rostro. El barullo casi destroza mis tímpanos.
—¡Uh! —se escuchó—. ¡Ya llegó la enamorada!
Me giré hacia Cuky, que era la que estaba haciendo más alboroto y otra vez regresé la vista a Rebeca.
Sí, me miraba, sentada desde su banca con las piernas cruzadas, los codos recargados sobre el respaldo y la boca hecho un nudo, su semblante era frío y distante, ya no había más ternura en él. Los destellos de su mirada ya no me los dedicaba, habían desaparecido como cuando el viento apaga la flama y queda el espeso humo evaporándose. Pasé a ser juzgada por sus pupilas como cualquier otra persona que molestaba su camino. No entendía nada.
Se levantó y se acercó a mí. Me quedé petrificada esperándola.
—Mentirosa —susurró en medio de los gritos lo más cerca que pudo y me pegó en el hombro al pasar. Me giré por el golpe. Marlen se dio cuenta y salió de en medio de la bolita de chavas pegadas al pizarrón e intentó reclamarle llegando hasta donde yo estaba.
—Oye, ¿qué te pasa? —la escuché decir mientras yo seguía el caminar de Rebeca.
Cuando el tumulto se dispersó, pude ver lo que hacían. Un gran corazón con mi nombre y el de Marlen se asomó en la superficie verde. Sentí un pozo en medio del estómago.
—Espera, Rebeca —dije.
—Déjala, no le hagas caso —me pidió Marlen.
El maestro de Álgebra entró y nos pidió sentarnos.
Cuando llegó al pizarrón vio el corazón.
—Al menos aquí el ambiente está más alegre que ahí afuera —comentó y borró el garabato.
Poco después entró César tomando de los hombros a Rebeca y llevándola hasta su asiento.
—¿Te sientes mejor? —le pregunto el profesor a Rebeca, ella asintió con la mirada baja.
—Dejen que me enteré quién la hizo llorar y recibirá su merecido —exclamó César parado desde su asiento.
—Compañero, por favor, siéntate. No es necesario que te pongas amenazante. Cualquier situación, Rebeca puede ir a la dirección a informarla.
—Maestro, ¿qué no haría lo mismo si se metieran con su novia? —pregunto César con la voz rasposa, alzando las manos.
¿Novia? Ella era mi novia. Rompí mi lápiz.
—Sé que quieres ser un buen novio, pero esas no son formas. Comencemos a trabajar —concluyó el profesor.
La había hecho llorar. Tanto miedo tenía de que Rebeca me lastimara, me utilizara a su antojo, y terminé siendo yo la que se burló de ella. Me confesó lo que sentía, se sinceró como no lo había hecho con nadie y así le pagué. ¿Qué chingados hiciste, Arabela?
—Pero antes, un pajarito me comentó que no estaba a gusto con el trabajo en parejas. Veamos, les voy a dar la opción de hacer la segunda parte de manera individual. ¿Están de acuerdo? —informó el hombre frente al escritorio.
Las cabezas asintieron, otras festejaron y otros les dio igual.
—Lourdes, ¿en pareja o individual? —preguntó.
—En pareja, maestro.
—¿Carolina?
—Pareja, maestro.
—¿Matías?
—Individual.
—Marlen, supongo que individual.
—Sí, profesor —afirmó mi amiga. César hizo una mueca de payaso triste con los ojos apagados.
El profesor siguió preguntando pareja tras pareja.
—¿Rebeca?
—Sola —contestó.
—En pareja —intervine.
El profesor me miró incrédulo.
—A ver, Arabela, ¿individual o pareja?
—En pareja —afirmé observando a Rebeca sin que ella lo hiciera.
—Rebeca, ¿estás de acuerdo?
Toda la clase se mantuvo en silencio escuchando.
—Ya le dije que individual —le respondió Rebeca sin mirarme.
—La escuchaste, Arabela. Me sorprende tu decisión. Dime, ¿por qué lo quieres seguir haciendo en pareja si tu compañera no quiere?
—Me parece que a Rebeca le hace falta información —remarqué sin dejar de verla y ella se mantuvo ignorándome, pegándole a su libreta con la pluma.
El profesor sacó aire acompañado de una interjección.
—Bueno, chicas, háblenlo y después me comentan su decisión.
El profesor comenzó a escribir en el pizarrón blanco, no lo decía, pero su emoción por el nuevo material escolar se le veía en la cara, y por eso evitaba usar el pizarrón de gis que tenía a lado. Poco después lo llamaron en la puerta. Eso le dio oportunidad a Marlen para interrogarme.
—¿Por qué quieres seguir trabajando con ella?, ¿no decías que te molestaba?
—No
—¿Cómo que no?
—Rebeca me gusta.
—¿Qué?
—Sí, hice mal en no contártelo. No pensé que hicieras lo del pizarrón.
—Lo siento, solo quería ayudar.
—Lo sé.
—¿En serio te gusta?, ¿ella?
Asentí.
—Ayer nos hicimos novias, pero al llegar y ver esto, no sé.
—La regué, ¿verdad? Pero, ¿cómo pasó?, ¿cuándo?
—Fue a mi casa a hacer la tarea.
Marlen lanzó un grito como tetera.
—¿Ya se besaron?
De nuevo asentí.
Mi amiga aplaudió y me abrazó.
—Me alegro, aunque no estoy segura que ella sea buena para ti. Su historial deja mucho que desear. Si te hace feliz, que bien. Ahora tengo que arreglar mi desastre.
—Quiero hablar con ella.
—Si quieres yo hablaré.
—No, prefiero hacerlo yo.
—Sí, ¿verdad?, lo puedo arruinar más. Está bien ya no me entrometeré.
Me volteé porque el maestro nos pidió atención y Marlen me puso la mano en el hombro deseándome suerte con Rebeca.
—Clase, denle la bienvenida a su nueva compañera, Jessica. Desde hoy se incorpora el ciclo escolar.
Una chava entró y dijo "hola", el maestro le pidió que buscara un lugar. El asiento de Luis que quedaba a lado mío estaba vacío, siendo el más próximo a la nueva chica, ese eligió.
La clase continuó y el profesor no dejaba de poner ejercicios, nos explicó el desarrollo y luego nos dio el resto de la clase para resolver.
Escribir, escribir, borrar, pensar, error, volver a comenzar y así hasta terminar.
A la nueva compañera se le cayó la pluma y quedó debajo de mi butaca. La busqué, ella me indicó que estaba cerca de la pata, pero yo no la veía. Nos reímos por lo graciosa que era mi postura al tratar de alcanzarla. Cuando la tuve la puse en la paleta de su banca y le sonreí.
—Gracias, qué linda —Me sonrió amable y le volví a sonreír, después me centré en mi trabajo.
Se acabó la clase. Llevé mis hojas de ejercicios hasta el escritorio del profesor. Otras y otros más también se pararon a entregar. Era una pasarela de uniformes. Cuando me di la vuelta encontré a Rebeca de frente, creo que no se dio cuenta que estaba cerca porque solo me esquivo para dejar su trabajo con el resto. Mientras caminaba a mi lugar la seguí de reojo hasta verla llegar a su asiento.
Me estaba engañando, me vio, pero me ignoró.
—Oye, ¿qué te salió en el último ejercicio? —Jessica me sacó de mi cavilación.
—Amm —me quedé pensando, pero mi mente estaba en blanco.
—¿No te acuerdas?
—No —respondí apenada.
—No te preocupes creo que te tomé desprevenida —Se rio.
—Sí, un poco —le contesté amistosa.
—¿Eres de las más aplicadas, ¿verdad?
—¿Por qué lo dices?
—Fuiste de las primeras en entregar.
Me avergoncé, sentí mi cara hervir y mordí mis labios. Jessica se carcajeó. Le sonreí, mi vista se desvió por un segundo. El segundo que me permitió reconocer la curiosidad fugaz de Rebeca. En cuanto notó que la miré se giró disimulando ignorarme, seguí platicando con Jessica y luego la maestra Lucía llegó.