Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capítulo 5
...CLARET:...
El día fue agotador y sin esperanzas, volví a casa, con miedo de encontrarme al casero, al menos cumplió con devolver la electricidad.
Aventé el bolso al sofá.
Me urgía un trabajo, me reproché el no haber aceptado el que me ofreció ese hombre, tal vez me hubiera dejado por lo menos de conserje, pero por mi orgullo dolido preferí marcharme. Tenía razón, no podía aspirar a un puesto elevado sin tener ningún título universitario, era una tonta, lo único que hice fue pasar vergüenza en esos lugares futuristas.
La puerta sonó y me levanté del sofá, pero primero observé por la mirilla.
Era Marie.
La abrí.
— Vengo a pasar la noche contigo, así no estarás sola y aburrida — Dijo, me entregó una bolsa de papel — Comida rápida norteamericana, hamburguesas y dos latas de soda.
Cerré la puerta y caminó hasta el sofá, tenía unos shorts de jeans, medias de mallas, botas negras y camisa de rayas, con una boina francesa y su cabello teñido de rosa recogido en dos coletas.
— Oh, gracias Marie. Ni siquiera tenía ánimos de cocinar, me caiste del cielo — Coloqué la comida sobre la isla de la pequeña cocina, saqué dos platos y ella se aproximó — ¿Tú novio sabes que estás aquí?
— ¿Cuál novio? — Rió, sentándose en el banco.
— Cassian...
— Ah, no, terminamos hace una semana, ahora tengo otro.
Elevé mis cejas — ¿Cómo? No me dijiste nada.
— No quería hablar de tonterías cuando tu estás pasando por una mala racha.
— Prefiero que me hables de tus conquistas, así me distraigo — Saqué las hamburguesas.
— Es un chico que fue a la tienda donde trabajo, lo conocí hace dos días.
— ¿Y ya te hiciste novia de él? — Hice un gesto atónito.
Se encogió de hombros.
— Cuando se tiene tanta conexión.
— Eso lo dijiste con los tres anteriores.
— Ay, Claret, sabes que no me gusta estar sola.
Serví las hamburguesas y me senté a su lado.
— No es sano pasar de una relación a otra sin darse un tiempo para sanar — Dije, mientras comía mis papitas.
— Los duelos no van conmigo, mirar al frente es mi lema — Rió, chocando su soda con la mía.
— Eres una loquilla.
— ¿Qué hay de ti? ¿Cuándo tendrás un novio?
Me tomé tiempo para masticar.
— Ahora no es buen momento para tener novio, no quiero agregar otra preocupación a mi vida.
— Pero, puede ser un apoyo.
— Aún me siento demasiado joven y no tengo tiempo para relaciones — Limpié mi boca con la servilleta.
— Un millonario que solvente tus problemas no te caería mal, podrías encontrar un sugar.
Solté una carcajada — ¿De dónde sacas esas ideas tan retorcidas?
— Es algo muy visto en este tiempo, si encuentras un sugar con millones está todo resuelto.
— No podría — Sacudí mi cabeza — No soy una persona interesada, no podría estar con alguien solo por dinero, me incomodaría mucho, no tengo el estómago para regalarme por plata a un anciano.
— ¿Y si no es un anciano? ¿Si es un hombre joven y guapo?
Resoplé — Estás viendo demasiadas películas.
Ella posó su mano en mi hombro — ¿Y si es cómo el hombre que te topaste en la colonia?— Me tensé y casi derramo la soda, Marie rió — Uy, ¿Qué tecla acabo de tocar?
— No te conté — Dejé la soda en la isla de la cocina.
— ¿Qué cosa? — Se emocionó — ¿Lo volviste a ver?
— Así es.
Abrió su boca — ¿Dónde? ¿Cuándo?
— En una de las instalaciones de las Empresas Leroy.
— Eso significa que tiene mucho dinero.
— Sí y lo peor de todo es que me ofreció trabajo.
Aplaudió — ¿Vas a trabajar en las Empresas Leroy?
— No, no era para las empresas.
— ¿Entonces?
— Te dije que no iban a contratarme, que mi falta de profesión sería impedimento. Por tu culpa pasé mucha vergüenza.
Frunció el ceño — La culpa no es mía, solo fueron sugerencias, pero, te ofrecieron trabajo, algo bueno salió de ahí y por fin ¿De qué vas a trabajar?
— No acepté.
— ¿Rechazaste la única oportunidad qué tenías para surgir?
— No seas exagerada — Me quejé y puso los ojos en blanco — Tal vez solo me estaba molestando, tiene actitud humillante y siempre anda con cara de pocos amigos.
— Ningún empresario se toma las molestas de considerar a una persona y menos si no tiene título universitario.
Me hizo sentir mal — Incluso se tomó las molestias de salir de su junta de reunión para seguirme cuando me marché.
— Vaya, Claret y aún así rechazaste el trabajo — Tiró de mi cabello.
— Oye, eso duele — Me quedé atónita ante su reacción.
— La probabilidad de que un millonario guapo te siga para ofrecer un trabajo a pesar de tu falta de estudio es una en un millón — Protestó — Una en un millón — Me enseñó su dedo índice — Y tu fuiste el número uno, pero tiraste esa oportunidad por un caño.
— Maldición — Gruñí, cubriendo sus ojos con mis manos — No me hagas sentir peor de lo que siento, fui una tonta.
— No creo que se tome las molestias de volver a insistir.
— No... — Hice un gesto de tristeza — Soy una tonta.
— Si lo eres, pero ya no se puede hacer más.
— No hay consuelo — Lloriquee.
— Salud, por las malas decisiones — Levantó su lata y suspiré, tomando la mía la chocamos.
— Salud, por las pésimas decisiones.
...****************...
Marie seguía en el teléfono cuando nos acostamos en la cama, le presté una de mis desgastadas pijamas, intenté dormir, pero el sonido que tenía en sus teclas era insoportable.
— Marie, por favor, deja ese teléfono, estoy agotada, necesito dormir, mañana tendré que recorrer toda la ciudad de nuevo para encontrar un trabajo — Gruñí, girando hacia ella con frustración.
— Un momento, vas a envejecer rápido si sigues con tanto estrés.
— Estoy hasta la coronilla de mi vida pésima, al menos quiero tener un buen sueño, deja de hablar con tu novio.
Chasqueó la lengua — No es mi novio.
— ¿Entonces?
— Estoy buscando fotos de los socios de Cillian Leroy.
— ¿Y eso para qué?
— Ese hombre que te ofreció trabajo debe tener un puesto importante.
— No hay forma de contactar a gente solo buscando información — Negué con la cabeza, golpeando mi almohada para acomodarla, estaba tan gastada que era incómoda.
— Lo sé, pero necesito saber que tan estúpida fuiste, quiero ver como es. Si es tan guapo como dices, entonces Cillian Leroy no es el único millonario hermoso que tiene París.
— ¿Cillian Leroy es hermoso?
Ella me evaluó como si mi pregunta fuera estúpida.
— Por Dios ¿En qué mundo vives? Cillian Leroy es el hombre más exitoso, guapo y candente que existe... ¿No lo haz visto en la televisión y las revistas?
Negué con la cabeza — No tengo televisión, tampoco gasto mi dinero en revistas de farándula, no me interesa estar al día en esos temas tan triviales.
— Tus ojos se están perdiendo del mayor espectáculo que existe.
Solté una carcajada — Eres una exagerada.
— Solo alguien que nunca a visto a Cillian Leroy diría algo como eso, es tan candente que con solo verlo empiezo a encender.
— Te voy a patear de la cama si vuelvas a decir algo así — Le advertí y soltó una risa.
— Voy a buscar las mejores fotos de Cillian y te las mostraré, no tiene redes sociales así que buscaremos las fotos de revistas.
— Buscarás, porque yo voy a dormir — Me cubrí hasta la cabeza con la manta — Que no tenga redes sociales ya dice bastante de él.
— Tendrás un buen sueño si lo ves, el misterio le agrega más atractivo — Tiró de mi sábana, pero no abrí los ojos — Míralo ya — Sentí la luz de su celular cerca de mi rostro.
Abrí mis ojos.
Le arrebaté el teléfono a Marie.
— Te lo dije, es un bombón.
No podía salir de impresión.
— ¿Estás segura de que este hombre es Cillian Leroy?
— Obvio, todo el mundo exepto tu, lo saben.
— No puede ser — Susurré.
— ¿Qué no puede ser? ¿Qué sea tan hermoso?
Observé a mi amiga — Éste es el hombre que me ofreció trabajo.
— ¿Cillian Leroy te ofreció trabajo? — Gritó.
— Shhhh, despertarás a los vecinos.
Marie me arrebató el teléfono — Yo te mato, yo te mato Claret ¿Cómo pudiste? ¿En qué cabeza cabe tal estupidez? — Su voz se cortó — Siento envidia, rechazaste al mismísimo Cillian Leroy, un hombre que describen como reservado, misterioso y serio, que ignora los paparazzis y todo el mundo a su alrededor, que se cree superior a todos.
— Ya basta...
— Es que es insólito que este hombre... — Se interrumpió y frotó su sien — Voy a morir, debiste aceptar.
Volví a cubrirme hasta la cabeza con la manta.
Yo misma tomaría una soga para ahorcarme, por cabeza hueca.
...****************...
Acompañé a Marie hasta su trabajo, en una tienda de accesorios, todo el trayecto me estuvo reclamando por mi estupidez.
No hablé hasta que llegamos a la entrada de la tienda y solo fue para despedirme.
Volví a recorrer la ciudad en busca de trabajo, sin éxito, dejando hojas de vida aquí y allá, tratando de olvidar mi error, reprochando el no haber aceptado.
No debía culparme, tal vez ese trabajo no era conveniente ¿De qué le serviría una fracasada como yo sin estudios a un empresario multimillonario?
Otro día que se fue.
Volví a casa por la tarde y me extrañó ver un auto lujoso aparcado en la acera de mi edificio, un hombre fornido y moreno estaba plantado junto a la camioneta, tenía un traje negro lujoso y un auricular en uno de sus oídos.
¿Un guardaespaldas o la policía?
Tal vez se encontró a otro vendedor de droga en el edificio.
Seguí mi camino hacia las escaleras y subí hasta mi piso, con la mirada puesta en suelo recorrí el pasillo.
Llegué a mi puerta y saqué la llave de mi bolso.
— Claret Dubois.
Escuchar mi nombre me hizo tornar erguida y giré mi cabeza.
Se me cayeron las llaves de la impresión.
Recargado contra la baranda, estaba el mismísimo Cillian Leroy.
Con una sudadera negra y unos jeans oscuros y botas Timberlake del mismo tono.
Me quedé quieta y paralizada cuando se apartó de la baranda.
— ¿Qué haces usted aquí? — Retrocedí de inmediato.
— Debido a que su teléfono parece estar apagado, decidí venir personalmente — Se encogió de hombros, tenía el cabello peinado a un lado y olía a fragancia varonil.
Mi teléfono se la pasaba más descargado.
Me sentí insegura y desconfiada.
— No coloqué la dirección de mi casa en la hoja de vida.
— Las direcciones no son un problema para mí.
— ¿Me estuvo siguiendo?
— No se asuste, no acostumbro a acosar.
— Su atrevimiento me hace pensar que si... Señor Cillian que sea un...
— ¿Entonces si sabe quién soy? — Me interrumpió, tocando su barbilla.
— Todo el mundo lo sabe.
— Vengo hablar, de trabajo, como se propuse anteriormente.
— ¿Acostumbra a buscar a la gente que quiere que trabajen para usted? Tengo entendido que los jefes son los que esperan a que los busquen, no al revés.
Se aproximó y mi corazón se disparó.
Sin dejar de observarme se arrodilló lentamente, para recoger mis llaves.
Se levantó ágilmente y me tendió las llaves.
Traté de que mi mano no temblara cuando las tomé, sin llegar a tomar sus dedos.
— Señorita Claret, actúa como si fuera la Reina de Inglaterra, cuando claramente necesita dinero, su pobreza se huele desde aquí — Recorrió sus ojos oscuros por mi ropa.
¿Me estaba diciendo que huelo feo?
Fruncí el ceño.
— Ser pobre no significa arrastrarme ante gente como usted.
— Ayer la ví muy desesperada.
— Ese no es su problema... Yo...
Su expresión se volvió dura — No valora mi generosidad, como usted dice, yo no suelo perseguir a la gente para darles trabajo.
— No necesito de su lástima... Si quiere hacer caridad, done dinero a organizaciones benéficas.
Elevó su mano — Su orgullo la matará de hambre.
— Está bien, acepto escucharlo.
— Aprovechar las oportunidades que se presentan me llevó hasta donde estoy ahora — Me dió un sermón.
— ¿Qué tipo de trabajo me dará? — Elevé mi barbilla.
— Hablemos adentro — Demandó.
¿En mi pobre departamento? No tenía porque avergonzarme de mi posición social.
Introduje la llave y abrí la puerta.
Entré y cerró la puerta, mis nervios aumentaron.
— Si gusta, puede sentarse — Dejé mi bolso sobre la mesa — Aunque dudo que sea de su agrado.
No observó a su alrededor, solo tomó una silla y se sentó, me evaluó detenidamente y tragué con fuerza.
Los nervios me tenían paralizada.
— Solo trabajará para mí tres meses, pero le pagaré tan bien que podrá vivir cómodamente.
Estreché mis ojos — Eso no me suena a un trabajo digno.
Soltó una risa irónica y apoyó sus brazos de la mesa.
— No quiero una mujerzuela.
Me tensé ante su forma tan directa de hablar.
— De todas formas, jamás aceptaría algo así, por muy desesperada que este, no soy una...
— Solo va a fingir ser mi prometida.