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Dueños Del Juego

Dueños Del Juego

Status: En proceso
Popularitas:665
Nilai: 5
nombre de autor: Joe Paz

En el despiadado mundo del fútbol y los negocios, Luca Moretti, el menor de una poderosa dinastía italiana, decide tomar el control de su destino comprando un club en decadencia: el Vittoria, un equipo de la Serie B que lucha por volver a la élite. Pero salvar al Vittoria no será solo una cuestión de táctica y goles. Luca deberá enfrentarse a rivales dentro y fuera del campo, negociar con inversionistas, hacer fichajes estratégicos y lidiar con los secretos de su propia familia, donde el poder y la lealtad se ponen a prueba constantemente. Mientras el club avanza en su camino hacia la gloria, Luca también se verá atrapado entre su pasado y su futuro: una relación que no puede ignorar, un legado que lo persigue y la sombra de su padre, Enzo Moretti, cuyos negocios siempre tienen un precio. Con traiciones, alianzas y una intensa lucha por la grandeza, Dueños del Juego es una historia de ambición, honor y la eterna batalla entre lo que dicta la razón y lo que exige el corazón. ⚽🔥 Cuando todo está en juego, solo los más fuertes pueden ganar.

NovelToon tiene autorización de Joe Paz para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capítulo 14 - Estructurando el Futuro

El invierno en Vittoria seguía implacable, pero en las oficinas del club, la temperatura era otra.

El ascenso del equipo femenino aún se sentía en el aire, pero no había tiempo para celebrar por mucho tiempo.

Con la llegada de Daniel Carter como nuevo director deportivo, la estructura del club estaba en un proceso de cambio. El mercado de fichajes estaba por abrirse, y Vittoria tenía que moverse rápido si quería competir en la Serie A.

Luca, Marco y Carter pasaban horas revisando nombres, analizando perfiles y planificando el futuro del equipo.

Pero mientras el club avanzaba en su transformación, fuera del fútbol, la vida de Luca también seguía cambiando.

Astrid ya estaba instalada en Italia, su embarazo avanzaba, y aunque Luca se sentía más seguro de su decisión, había cosas que aún le pesaban.

Especialmente Isabella.

Ella no había dado una respuesta definitiva sobre la venta de sus acciones, y eso significaba que su vínculo con el club, y con él, seguía ahí.

Pero el tiempo no se detenía, y Luca tenía que seguir adelante.

El fichaje de Daniel Carter no había sido barato.

Con una ficha de casi tres millones por temporada, Vittoria había hecho un esfuerzo grande para traer a alguien con su experiencia.

Pero ahora, Carter tenía que demostrar que valía la inversión.

En su primera reunión oficial con Luca y Marco, puso las cartas sobre la mesa.

—Tenemos que reforzar el equipo con jugadores que ya tengan experiencia en Serie A —dijo Carter, revisando sus informes—. No podemos entrar a la liga con el mismo plantel de la Serie B y esperar competir.

Marco asintió.

—Ya tenemos algunos nombres en la mira.

Luca se recargó en su asiento.

—La prioridad es mantener la base del equipo, pero necesitamos calidad. No vamos a traer jugadores solo por traerlos.

Carter sonrió levemente.

—Esa es la parte difícil. Muchos jugadores no quieren venir a un equipo recién ascendido.

Luca sabía que tenía razón. El prestigio aún no estaba de su lado.

Pero tenía algo más poderoso: dinero.

—Si la historia no es suficiente, el dinero hablará por nosotros.

Carter asintió.

—Bien. Entonces, empezaremos a movernos con nuestros contactos.

La reunión siguió por varias horas, pero el proyecto de Vittoria en la Serie A ya estaba en marcha.

Esa misma tarde, cuando Luca salió de la reunión, Silvia lo interceptó en el pasillo.

—Isabella está aquí.

Luca se detuvo.

—¿Aquí?

—Sí. Está en tu oficina.

Luca exhaló y se pasó una mano por la cara. Sabía que este momento tenía que llegar.

Caminó hacia su despacho y, cuando abrió la puerta, allí estaba Isabella, de pie, observando la ciudad por la ventana.

Se giró lentamente cuando lo vio entrar.

—No esperaba verte hoy —dijo Luca, cerrando la puerta detrás de él.

Isabella lo miró con una leve sonrisa.

—Tampoco esperaba venir.

Hubo un silencio corto, antes de que ella exhalara y cruzara los brazos.

—He estado pensando en lo que me pediste.

Luca sostuvo su mirada.

—¿Y?

—No voy a vender mis acciones.

El aire pareció ponerse más denso en la habitación.

Luca se quedó en silencio por unos segundos antes de asentir lentamente.

—Esperaba esa respuesta.

—Lo sé —respondió Isabella con calma—. Pero quiero que entiendas algo, Luca. No estoy aquí para causarte problemas.

Luca exhaló y se acercó al escritorio.

—Entonces, ¿por qué no venderlas?

Isabella dio un paso adelante.

—Porque aún creo en este club. Y porque, aunque no lo digas, sé que parte de ti tampoco quiere que me aleje por completo.

Luca apretó la mandíbula. No podía negar que, en el fondo, tenía razón.

Pero lo que más le preocupaba no era el club. Era Astrid.

Antes de que pudiera responder, Isabella tomó su bolso y se dirigió a la puerta.

—No quiero que esto sea una guerra entre nosotros, Luca.

—¿Y qué es, entonces?

Isabella sonrió con cierta tristeza.

—Un asunto sin resolver.

Luca la vio salir, sintiendo que esto aún no estaba terminado.

Y esa idea no lo dejaba en paz.

Un Año Nuevo Diferente

Días después, la ciudad comenzó a prepararse para la llegada del Año Nuevo.

La familia Moretti tenía su tradición de celebrar juntos en la mansión familiar.

Pero esta vez, todo era diferente.

El club estaba en plena reestructuración. Luca esperaba su primer hijo.

Y ahora, Isabella seguía siendo parte del club, pero en una posición mucho más delicada.

Mientras Luca observaba las luces de la ciudad desde su oficina, sabía que el próximo año iba a ser el más difícil de su vida.

Pero también el más importante.

Y no estaba dispuesto a perder.

El Año Nuevo llegó con un aire diferente en Vittoria. El club estaba en plena transformación, y la apertura del mercado de fichajes marcaría el verdadero inicio de su era en la Serie A.

Para competir al más alto nivel, no bastaba con jugadores prometedores o lealtad al proyecto. Vittoria necesitaba estrellas, hombres que supieran lo que era jugar en las grandes ligas y que marcaran la diferencia en la cancha.

Daniel Carter, ahora con plenos poderes como director deportivo, movió sus contactos con rapidez y precisión.

Y cuando finalmente presentó sus primeros fichajes, lo hizo de manera silenciosa y sin Luca en la reunión.

Solo él y Bellucci, el entrenador del equipo, estuvieron en la negociación.

Porque estos fichajes no eran normales.

Estos eran fichajes bomba.

Dos Estrellas de Europa para Vittoria

Cuando Luca recibió la llamada de Carter, se esperaba algo grande, pero no esto.

—¿Dos superestrellas? —repitió Luca con incredulidad mientras caminaba por su oficina.

—Sí —confirmó Carter con su habitual calma británica—. Uno viene de la Premier, otro de LaLiga. Ambos estaban libres tras terminar contrato con sus clubes anteriores, pero no iban a aceptar cualquier oferta.

Luca se apoyó en su escritorio y exhaló lentamente.

—Dime nombres.

Carter sonrió al otro lado de la línea.

—El primero es Jonathan Reece. Tiene 33 años, exestrella del Manchester United, aún en plena forma física. Un delantero que puede marcar la diferencia en la Serie A.

Luca arqueó una ceja.

—¿El mismo Jonathan Reece que metió 25 goles hace dos temporadas en la Premier?

—El mismo. Pero su último club no renovó su contrato porque quieren apostar por jugadores más jóvenes. Nosotros podemos aprovechar eso.

Luca asintió lentamente.

—¿Y el segundo?

Carter hizo una pausa.

—El segundo es Alejandro Vargas. 30 años, mediocampista ofensivo, exestrella del Real Madrid.

Luca se quedó en silencio unos segundos.

—¿Alejandro Vargas? ¿El mismo que ganó la Champions hace tres años?

—Ese mismo.

Luca dejó escapar una leve risa incrédula.

—¿Cómo carajo los convenciste?

Carter sonrió.

—No los convencí yo. El contrato lo hizo.

Luca dejó la conversación en pausa por un momento y respiró hondo.

Sabía lo que significaban estos fichajes.

Para que dos jugadores de ese calibre aceptaran jugar en un equipo recién ascendido, el dinero debía haber hablado muy fuerte.

—¿Cuánto estamos hablando? —preguntó Luca con voz firme.

Carter no titubeó.

—A Jonathan Reece le estamos ofreciendo 9 millones de euros por temporada.

Luca cerró los ojos un momento.

—¿Y Vargas?

—10 millones por temporada, más una prima por objetivos que puede subir su contrato a 12.

Luca dejó la taza de café que tenía en la mano.

—Eso es un contrato de equipo grande, Carter.

—Lo sé. Pero si queremos consolidarnos en la Serie A, tenemos que actuar como un equipo grande.

Hubo un silencio tenso en la línea.

Luca entendía el riesgo. Era una inversión altísima, pero también era el único camino para competir.

Finalmente, tomó una decisión.

—Hazlo. Ciérralos.

Carter sonrió.

—Ya lo están.

Luca sonrió para sí mismo.

Vittoria acababa de hacer historia en el mercado.

Mientras Luca terminaba de digerir la noticia de los dos fichajes, Carter lanzó su último golpe.

—Hay una cosa más.

Luca frunció el ceño.

—¿Más? ¿No hemos gastado suficiente?

—Escucha. Hay una estrella mundial que sigue sin club, y está considerando una última aventura en Europa.

Luca sintió un escalofrío de anticipación.

—Dime el nombre.

Carter hizo una pausa y luego habló con calma.

—Cristóbal Nascimento.

El silencio en la oficina fue absoluto.

Luca sintió un leve hormigueo en la piel.

Sabía quién era Cristóbal Nascimento.

Un ícono. Uno de los mejores jugadores de la historia del fútbol.

A sus 39 años, aún era una máquina física, un líder en el campo, y sobre todo, un imán de atención mediática.

—Me estás jodiendo —murmuró Luca.

—No. Hablé con su agente. Tiene ofertas de la MLS y de Arabia Saudita, pero no descarta un último reto en Europa.

Luca entrecerró los ojos.

—¿Y qué quiere para venir?

Carter soltó un leve suspiro.

—Le ofrecimos 15 millones por temporada. Más primas y un contrato de dos años.

Luca apoyó las manos en la mesa.

—¿Y qué dijo?

Carter sonrió.

—Que lo va a pensar.

Cuando Luca colgó la llamada, se quedó observando la ciudad por la ventana de su oficina.

En menos de un mes, Vittoria había pasado de ser un club recién ascendido a estar en el radar de todo el fútbol europeo.

Jonathan Reece y Alejandro Vargas ya estaban asegurados.

Y ahora, Cristóbal Nascimento estaba considerando unirse.

Era un riesgo financiero enorme.

Pero Luca no tenía miedo.

Si quería que Vittoria compitiera en la Serie A, tenía que apostar en grande.

Y lo estaba haciendo.

Las contrataciones de Jonathan Reece y Alejandro Vargas habían sacudido el mercado. Vittoria no estaba en la Serie A solo para participar; estaba listo para competir.

Sin embargo, Carter y Bellucci coincidían en algo: el equipo aún tenía una gran debilidad.

La portería.

El arquero titular que los había llevado a la Serie A era sólido, pero no de élite. Si querían competir contra los gigantes de Italia, necesitaban un portero de nivel mundial.

Y para traer uno, primero tenían que vender.

Luca, Marco y Carter se reunieron en la sala de estrategia. Sobre la mesa, los informes de mercado estaban abiertos.

—Tenemos una oferta del Olympique de Lyon por nuestro arquero titular —informó Carter—. Nos ofrecen 6 millones.

Luca tamborileó los dedos sobre la mesa.

—Es nuestro portero desde la Serie C. Es un tipo leal.

—Pero no es de élite —intervino Bellucci—. Si queremos competir en la Serie A, necesitamos alguien que gane partidos por sí solo.

Marco revisó los números.

—Seamos honestos. Nunca vamos a venderlo por más de 6 millones. Si queremos un arquero top, tenemos que aceptar esta oferta.

Luca asintió.

—Que se cierre la venta. Pero más nos vale traer un reemplazo de clase mundial.

Carter sonrió.

—Ya tengo a alguien en la mira.

Carter presentó el expediente con la foto de un arquero alto, con un físico imponente y reflejos de otro nivel.

—Kasper Mikkelsen. 31 años, danés. Actualmente sin equipo tras dejar el Bayern Múnich.

Luca arqueó una ceja.

—¿Mikkelsen? ¿El que fue nominado al Balón de Oro hace dos años?

—El mismo.

—¿Por qué no tiene equipo?

—Problemas contractuales con el Bayern. No llegaron a un acuerdo para renovar y se fue libre. Ahora está considerando opciones entre la Premier y la Serie A.

Luca miró a Marco.

—¿Cuánto nos va a costar?

Marco revisó los números.

—Quiere 8 millones de euros por temporada. Es caro, pero sigue siendo de los mejores arqueros del mundo.

Luca exhaló.

—¿Está dispuesto a venir?

Carter sonrió.

—Si le damos un contrato de tres años y una prima por fichaje de 5 millones… sí.

Luca miró los números otra vez.

Era un riesgo financiero, pero lo valía.

—Hazlo.

Carter asintió y salió de la sala.

Días después, Vittoria anunció la llegada de Kasper Mikkelsen.

La noticia explotó en los medios.

Un arquero que venía del Bayern Múnich, una leyenda de Dinamarca, ahora jugaría para un equipo recién ascendido.

Los periodistas no tardaron en hacer comparaciones.

Reece, Vargas y ahora Mikkelsen.

Vittoria estaba armando un equipo con nombres que nadie esperaba ver juntos en la Serie A.

Cuando Mikkelsen aterrizó en Italia y fue presentado, Luca lo recibió personalmente.

El danés le estrechó la mano con fuerza.

—Espero estar a la altura de tus expectativas, presidente.

Luca sonrió levemente.

—Espero que estés por encima de ellas.

Vittoria tenía su arquero estrella.

Y el proyecto seguía creciendo.

El mercado de fichajes se había abierto y Vittoria estaba sacudiendo Europa.

Los nombres que llegaron al club no eran fichajes comunes para un equipo recién ascendido. Eran estrellas.

Jonathan Reece, Alejandro Vargas y Kasper Mikkelsen.

Un delantero inglés con pasado en el Manchester United, un mediocampista ofensivo que brilló en el Real Madrid y un arquero danés que había sido nominado al Balón de Oro.

Pero el golpe final aún no había llegado. Porque mientras los medios intentaban asimilar la revolución en Vittoria, la negociación con Cristóbal Nascimento seguía en proceso.

Un hombre que no era solo un futbolista, sino una leyenda viva. El mundo del fútbol estaba en shock. Los programas deportivos no hablaban de otra cosa.

—Es una locura lo que está haciendo Vittoria —decía un analista en un debate televisivo—. No recuerdo un equipo recién ascendido que haya logrado fichajes de este nivel.

—El nombre detrás de todo esto es Daniel Carter —intervino otro periodista—. Este hombre está manejando el mercado como un maestro.

—¡Pero estamos hablando de Vittoria! —exclamó otro—. ¿Desde cuándo un club sin historia en Serie A puede competir con los grandes?

—Desde que tiene dinero y un director deportivo con conexiones en la Premier, LaLiga y la Bundesliga.

Pero el mayor impacto vino con los rumores de Cristóbal Nascimento.

—¿Se imaginan si logran ficharlo? —preguntó un comentarista en Sky Sports Italia.

—Sería la noticia del año.

—Cristóbal Nascimento, una de las leyendas del fútbol, cerrando su carrera en un equipo recién ascendido a la Serie A.

—Sería un golpe mediático sin precedentes.

El mundo observaba con atención.

Y en la cima de Moretti Enterprise, Adriano Moretti también lo hacía.

Pero su reacción no fue de sorpresa.

Fue de rabia.

Adriano estaba en su oficina en la sede de Moretti Enterprises cuando la noticia lo golpeó.

Se suponía que debía estar concentrado en los negocios familiares, en los proyectos de inversión y en la administración de la empresa.

Pero no podía.

Porque cada pantalla en su oficina estaba llena de noticias sobre Luca y Vittoria.

Carter era el nombre del momento.

El genio del mercado…

El arquitecto del nuevo Vittoria…

El hombre que estaba construyendo un equipo para competir con los grandes…

Adriano sintió cómo la furia le subía por el pecho.

Lanzó el bolígrafo que tenía en la mano contra la pared. No fue suficiente.

Se puso de pie bruscamente y de un solo movimiento, empujó todos los papeles y documentos de su escritorio al suelo.

Los informes financieros, contratos de inversión, propuestas de expansión…

Todo terminó esparcido, hecho un desastre.

Pero su ira no se detuvo allí.

Golpeó la mesa con fuerza. El dolor en sus nudillos no le importó.

—¡Carajo!

Respiraba con dificultad, sus manos temblaban de rabia.

Era él quien debería estar en el club, tomando esas decisiones.

No Carter.

No Luca.

Él.

Toda su vida había trabajado en la empresa de la familia, había luchado por construir el legado de los Moretti en el mundo de los negocios.

Y ahora, mientras él estaba atrapado aquí, suspendido, fuera del club…

Luca estaba llevándose toda la gloria.

Fue entonces cuando la puerta de su oficina se abrió de golpe.

—¡Adriano! ¿Se puede saber qué demonios te pasa?

La voz de Gianna Moretti, su esposa y directora de Mercado y Finanzas de la empresa, resonó con autoridad en la habitación.

Ella entró con el ceño fruncido, mirando el desastre en la oficina.

Papeles en el suelo, la pantalla de una de sus computadoras con grietas de un golpe, la alfombra manchada con café derramado.

—¿Estás loco? —preguntó con tono seco mientras cerraba la puerta detrás de ella.

Adriano no la miró. Seguía con la vista fija en las pantallas.

—¿Viste lo que está pasando?

Gianna cruzó los brazos.

—Sí. Luca está armando un equipo de estrellas.

Adriano dejó escapar una risa amarga.

—No. Carter está armando un equipo de estrellas. Y todo el mundo lo alaba por eso.

Giró hacia su esposa, con el rostro aún desencajado por la rabia.

—¿Te das cuenta? Luca no está haciendo nada. Es Carter el que está construyendo esto, pero Luca se lleva el crédito. Como siempre.

Gianna lo observó en silencio por un momento antes de acercarse.

—¿Y qué esperabas, Adriano?

Él frunció el ceño.

—¿Cómo que qué esperaba?

—Que el club se detuviera porque tú no estás ahí.

Adriano apretó la mandíbula.

—No es eso.

Gianna apoyó las manos en su escritorio, inclinándose un poco hacia él.

—Sí lo es. Te duele porque no eres tú quien está dirigiendo todo.

Adriano no respondió.

Gianna suspiró y se enderezó.

—Míralo de esta forma. Luca está gastando millones. Carter es bueno, sí, pero es un hombre de negocios antes que un hombre de fútbol.

Adriano entrecerró los ojos.

—¿Qué estás diciendo?

Gianna se cruzó de brazos y lo miró fijamente.

—Que Vittoria está apostando todo en esta temporada. Y cuando apuestas así de fuerte… o ganas, o lo pierdes todo.

Adriano la observó con más atención.

—Continúa.

Gianna se acercó hasta quedar a su lado.

—Carter está construyendo un equipo con fichajes millonarios. Pero ¿qué pasa si esto no funciona?

Adriano no dijo nada, pero entendió de inmediato a qué se refería.

—Si esto no funciona —murmuró—, Luca quedará expuesto.

Gianna sonrió con frialdad.

—Exacto.

Adriano se quedó en silencio, procesando la información.

Vittoria estaba apostando fuerte.

Si el equipo funcionaba, serían un nuevo gigante en Italia.

Pero si fracasaban…

—Caerán con todo su peso —murmuró.

Gianna se alejó un poco y tomó un documento del suelo.

—Así que, en lugar de romper cosas en tu oficina, piensa en cómo puedes convertir esto en una ventaja.

Adriano respiró hondo, su ira empezando a transformarse en algo más peligroso.

Determinación.

Miró nuevamente las pantallas con las noticias de los fichajes de Vittoria.

Si Luca quería jugar a ser el gran presidente…

Él se aseguraría de estar allí cuando todo se derrumbará.

Gianna salió de la oficina de Adriano con la misma calma con la que había entrado. Su marido estaba cegado por su propio orgullo, pero tarde o temprano entendería lo que debía hacer.

Sin perder tiempo, llamó a su asistente personal.

—Que envíen a alguien a limpiar el desastre de Adriano. Y diles a los directivos que no se preocupen, él estará en la reunión de la tarde como si nada hubiera pasado.

La asistente, acostumbrada a estas situaciones, simplemente asintió.

Gianna colgó la llamada y sonrió con ironía. A veces, mantener el imperio Moretti en orden era más complicado que dirigir una multinacional.

Pero su trabajo no era solo calmar a Adriano. Era asegurarse de que él supiera cómo moverse en esta partida.

Mientras tanto, en otra parte de la ciudad, Leo Moretti estaba sentado en una de las oficinas privadas del club junto a Daniel Carter.

Frente a ellos, los agentes de Cristóbal Nascimento.

Un fichaje de este calibre no se cerraba solo con dinero.

Era una negociación de alto nivel, con exigencias que no se le hacían a cualquier club.

Cristóbal Nascimento era un seis veces ganador del Balón de Oro, una leyenda viva, una marca global.

Y si Vittoria quería convencerlo, tenían que hacer concesiones.

Leo observaba en silencio mientras Carter llevaba la conversación con su calma británica habitual.

—Cristóbal está interesado en el proyecto —dijo uno de sus agentes, un hombre de traje impecable—, pero no podemos ignorar que esto es un cambio grande para él.

Carter asintió con una leve sonrisa.

—Lo entiendo perfectamente. Y estamos preparados para hacer todo lo necesario para que se sienta cómodo.

El agente intercambió miradas con su equipo y deslizó una carpeta sobre la mesa.

—Aquí están sus condiciones.

Leo tomó el documento y lo abrió, sus ojos recorriendo la lista con atención. Su ceño se frunció ligeramente.

—Quiere un contrato de 20 millones de euros por temporada, más primas por rendimiento y objetivos —leyó en voz alta.

Carter no mostró ninguna reacción. Ya esperaba un número así.

—Además, solicita una suite privada para él y su familia en un hotel de lujo en el centro de la ciudad, con todo cubierto por el club.

Leo sintió que la cifra en su cabeza seguía aumentando.

Pero aún faltaba lo más fuerte.

—Quiere escoltas personales, tanto en los entrenamientos como en sus desplazamientos.

Carter hizo una leve inclinación de cabeza.

—Cristóbal es una de las personalidades más influyentes del fútbol mundial. Sabíamos que esto vendría.

Leo continuó leyendo.

—También solicita un área privada en el camerino, un espacio solo para él.

Carter levantó una ceja.

—¿Un camerino separado?

El agente sonrió.

—No es un camerino separado, pero sí un área privada. Su propio espacio.

Leo se removió un poco en su asiento.

Esto iba en contra de lo que Luca quería.

Desde el primer día, su tío había dejado claro que el vestuario era un lugar donde nadie era más que nadie.

Pero esto…

Esto era diferente.

Porque Cristóbal Nascimento no era cualquier jugador.

Leo pasó la página y llegó al punto final.

La banda de capitán.

Leo levantó la vista, sorprendido.

—¿Quiere la capitanía?

El agente se encogió de hombros con calma.

—No es solo una cuestión simbólica. Él lidera dentro y fuera del campo. Y si va a aceptar este reto con Vittoria, quiere hacerlo con la autoridad que merece.

Carter tomó la carpeta de las manos de Leo y la cerró con tranquilidad.

—Entiendo todas las solicitudes —dijo con una sonrisa controlada—. Pero algunas deben ser revisadas con la directiva.

El agente asintió.

—Tienen 48 horas para darnos una respuesta.

Carter se puso de pie y estrechó la mano de los representantes de Nascimento.

—Haremos todo lo posible.

Leo los vio salir y luego exhaló lentamente.

—Esto… esto va en contra de muchas cosas que Luca quería.

Carter se giró hacia él con una sonrisa leve.

—Lo sé.

Leo lo miró con curiosidad.

—¿Y entonces qué hacemos?

Carter se inclinó un poco hacia él, con la confianza de alguien que había cerrado tratos mucho más grandes.

—Luca quiere convertir a Vittoria en un grande. Pero para eso, hay que hacer sacrificios.

Leo tragó saliva.

Sabía que esto iba a generar problemas.

Pero también sabía que Vittoria nunca había estado tan cerca de fichar a un jugador de este calibre.

Todo dependía de la decisión final.

La reunión con los agentes de Cristóbal Nascimento había terminado, pero el verdadero reto apenas comenzaba.

Daniel Carter sabía que Luca Moretti no iba a aceptar estas condiciones sin luchar.

Así que, apenas terminó la reunión, sacó su teléfono y llamó a Luca.

La voz de Luca sonó firme al otro lado de la línea.

—¿Cerraste el trato?

Carter sonrió levemente.

—Digamos que… estamos en proceso.

—¿Qué significa eso?

Carter suspiró y fue directo al punto.

—Cristóbal quiere un contrato de 20 millones por temporada, escoltas personales, una suite de lujo para su familia, un área privada en el camerino y… la banda de capitán.

Hubo un largo silencio.

Carter supo de inmediato que Luca no estaba contento.

—Luca.

—¿Un área privada en el vestuario?

—Sí.

—¿Escoltas en los entrenamientos?

—Ajá.

—¿Capitanía?

—Así es.

Luca resopló con fastidio.

—Me importa un carajo si ganó seis Balones de Oro. En este club, nadie es más que nadie.

Carter sonrió para sí mismo.

—Lo sé.

—¿Y entonces por qué estás llamándome como si esto fuera algo negociable?

—Porque es negociable.

—No en mi club.

Carter se apoyó en su escritorio y mantuvo su tono calmado.

—Luca, escúchame. Si queremos cerrar este fichaje, tenemos que ceder en algunas cosas. Este hombre no es un jugador cualquiera, es una marca global.

Luca no respondió de inmediato. Sabía que Carter tenía razón.

Traer a Cristóbal significaba más que solo reforzar el equipo.

Era un golpe mediático, un símbolo de que Vittoria ya no era un simple recién ascendido.

Pero había límites.

Luca finalmente habló.

—Reagenda la reunión. Pero esta vez, quiero que él esté presente.

Carter levantó una ceja.

—¿Cristóbal?

—Sí. No voy a negociar con intermediarios. Si quiere venir a Vittoria, quiero escuchar de su propia boca qué es lo que quiere y qué está dispuesto a dar.

Carter asintió, satisfecho.

—De acuerdo. Lo organizaré.

—Y otra cosa —agregó Luca, con voz firme—. Dile que yo también tengo condiciones.

Carter sonrió.

—Será interesante.

Luca colgó la llamada y se quedó mirando por la ventana de su oficina.

Sabía que esta reunión no sería fácil.

Pero si Cristóbal quería venir, tendría que demostrar que aún era un líder.

No solo con su talento, sino con humildad.

La reunión se programó para la noche siguiente en un hotel de lujo en Milán.

Cuando Luca llegó, Carter ya estaba esperándolo en la entrada.

—Está arriba.

Luca asintió y juntos tomaron el ascensor hasta la sala de reuniones privada del hotel.

Al entrar, Luca finalmente vio en persona a Cristóbal Nascimento.

El astro brasileño, una leyenda viva, estaba sentado en un sillón con su postura relajada, pero con esa mirada intensa que lo había acompañado durante toda su carrera.

Los dos hombres se estrecharon la mano.

—Luca Moretti —se presentó el presidente del Vittoria.

—Cristóbal Nascimento —respondió el jugador con una sonrisa ligera.

Se sentaron, con Carter y los agentes observando en silencio.

Luca fue directo al punto.

—Carter me contó las condiciones que pusiste sobre la mesa.

Cristóbal asintió con tranquilidad.

—Sí.

Luca entrelazó los dedos sobre la mesa.

—Déjame decirte algo. Eres una leyenda. Uno de los mejores jugadores de la historia. Pero también tienes 39 años.

Cristóbal no reaccionó, pero sus agentes tensaron las mandíbulas.

—En Europa —continuó Luca—, ningún equipo te va a ofrecer un contrato como el que pides.

El brasileño inclinó la cabeza ligeramente, como si estuviera considerando sus palabras.

Luca continuó.

—Si quieres venir a Vittoria, quiero que seas un líder. Pero un líder de verdad. No necesito un capitán por prestigio, necesito un capitán que una al vestuario.

Cristóbal finalmente habló.

—Siempre he sido un líder.

—Lo sé. Pero también sé que no necesitas escoltas personales en los entrenamientos. No quiero que haya una barrera entre tú y el resto del equipo.

El brasileño entrecerró los ojos.

—No es por capricho.

—Lo entiendo. Pero si quieres respeto, lo mejor que puedes hacer es ganártelo en la cancha y en el vestuario.

Cristóbal se quedó en silencio por unos segundos.

Luego asintió lentamente.

—Está bien. Podemos prescindir de los escoltas en el club, pero los quiero para mis desplazamientos personales.

Luca asintió. Había logrado que cediera en algo.

—Sobre la suite —continuó Luca—, eso está bien. Queremos que te sientas cómodo en la ciudad.

Cristóbal no comentó nada.

Luca tomó aire y soltó la última parte.

—Pero la capitanía…

Los agentes del brasileño intercambiaron miradas.

—¿No la vas a dar? —preguntó Cristóbal con voz tranquila, pero firme.

Luca negó con la cabeza.

—La banda de capitán no se exige. Se gana.

Hubo un silencio denso.

Finalmente, Cristóbal sonrió con algo de diversión.

—Siempre he llevado la banda en cada equipo al que he ido.

Luca lo miró sin parpadear.

—Entonces demuéstrame que la mereces.

Cristóbal lo sostuvo la mirada por unos segundos más.

Y luego, inclinó la cabeza en señal de respeto.

—De acuerdo.

Luca se recargó en su asiento, sintiendo que había logrado equilibrar la negociación.

El contrato de 20 millones de euros por temporada se mantendría, al igual que la suite para su familia y la seguridad privada en sus desplazamientos personales.

Pero Vittoria no se convertiría en su club privado.

No habría camerino especial.

No habría capitanía garantizada.

Cristóbal tendría que ganarse su lugar.

—Entonces, ¿cerramos el trato? —preguntó Carter, con una sonrisa triunfante.

Cristóbal extendió la mano hacia Luca.

—Cerramos.

Luca le estrechó la mano.

Cristóbal Nascimento era nuevo jugador del Vittoria.

Pero más que eso, había aceptado las condiciones de Luca.

Y con eso, el Vittoria daba el golpe definitivo en el mercado de fichajes.

Luca Moretti cerró el trato con Cristóbal Nascimento y se levantó de la mesa con una leve sonrisa.

—Ahora sí podemos celebrar.

Daniel Carter y los agentes del brasileño intercambiaron miradas de satisfacción. El fichaje más mediático de la historia del club estaba hecho.

Luca tomó su teléfono y llamó a Silvia de inmediato.

—Prepara todo. Vamos a hacer una presentación especial en el estadio.

Silvia no tardó en responder.

—¿Una presentación?

—No solo para Cristóbal. Vamos a presentar a todas nuestras nuevas estrellas.

El evento no podía ser algo simple. Tenían que hacerlo a lo grande.

—Invita a los directivos, inversionistas, patrocinadores y a toda la prensa. Quiero que el mundo vea lo que estamos construyendo.

—Entendido, presidente.

—Ah, y también… presentaremos a los hermanos Bianchi.

Silvia hizo una breve pausa.

—¿Chiara y Matías también?

—Sí. Son parte del futuro de Vittoria, y quiero que la afición los conozca desde ahora.

Luca colgó la llamada y se giró hacia Carter.

—Haz los preparativos con el cuerpo técnico. Quiero que cada jugador tenga su dorsal listo para el evento.

Carter asintió con satisfacción.

—Haremos historia con esto.

—Exactamente.

El evento estaba en marcha.

El Día de la Presentación

El estadio de Vittoria se llenó como si se tratara de un partido oficial. Los fanáticos querían ver a sus nuevos ídolos, sentir que su equipo estaba realmente listo para la Serie A.

Los altavoces retumbaban con la música, las pantallas gigantes proyectaban imágenes de los nuevos fichajes, y la gente agitaba sus bufandas con entusiasmo.

En la zona VIP, los inversionistas y directivos estaban sentados en un área reservada.

Entre ellos estaban Marco Moretti, Isabella Marchetti, Matteo Bernardi, Fabrizio Conti y Enrico Lombardi.

El palco de honor también tenía invitados especiales: patrocinadores y empresarios que habían apostado por el proyecto.

En el túnel de salida, los jugadores esperaban su turno para saltar al campo.

Jonathan Reece, con su mirada afilada y su porte inglés, estaba listo para saludar a la afición.

Alejandro Vargas, con su elegancia natural, ajustaba la banda de su short.

Kasper Mikkelsen, el arquero danés, se mantenía en silencio, observando el campo con la calma de un veterano.

Y al fondo, con una presencia imponente, Cristóbal Nascimento.

El brasileño se mantenía serio, pero sus ojos tenían ese brillo de emoción que pocas veces mostraba en público.

Luca Moretti caminó hasta el centro del campo con un micrófono en la mano.

El estadio rugió al verlo.

—¡Buenas noches, Vittoria!

Los gritos aumentaron. La gente estaba eufórica.

Luca esperó unos segundos antes de continuar.

—Hoy es un día especial. No solo porque estamos a punto de comenzar nuestra primera temporada en la Serie A, sino porque queremos que cada uno de ustedes vea con sus propios ojos el equipo que hemos formado.

Un aplauso tronó en el estadio.

Luca sonrió y levantó la mano.

—Les presento a nuestros nuevos jugadores.

Uno por uno, los nombres fueron anunciados.

—¡Desde la Premier League, nuestro nuevo goleador… Jonathan Reece!

Reece salió al campo con su camiseta y el dorsal #9. Saludó con la mano y levantó los brazos en señal de victoria.

—¡Desde el Real Madrid, un mediocampista con magia… Alejandro Vargas!

Vargas, con el dorsal #8, salió con su estilo tranquilo y elegante, saludando a los fanáticos.

—¡Desde el Bayern Múnich, nuestro nuevo muro… Kasper Mikkelsen!

El danés, con su camiseta de arquero y el #1, levantó el puño mientras el público coreaba su nombre.

Luca dejó una pausa antes del último anuncio.

El estadio se llenó de murmullos expectantes.

Todos sabían lo que venía.

—Y por último… una leyenda del fútbol. Un jugador que ha hecho historia en cada club donde ha estado.

La gente ya estaba gritando su nombre.

—¡Seis veces Balón de Oro! ¡Uno de los más grandes de todos los tiempos… CRISTÓBAL NASCIMENTO!

Las luces se encendieron con fuerza y, desde el túnel, Cristóbal salió con la camiseta del Vittoria y el dorsal #7.

El estadio explotó en aplausos.

Cristóbal levantó las manos y sonrió. Era una superestrella. Sabía cómo manejar estos momentos.

Luca le estrechó la mano y le entregó el micrófono.

Cristóbal esperó a que el ruido bajara y habló con voz firme.

—Gracias por este recibimiento. Estoy aquí para una última batalla en Europa. Y quiero hacer historia con Vittoria.

Las gradas estallaron de emoción.

Cuando la presentación de las estrellas terminó, Luca volvió a tomar el micrófono.

—Pero Vittoria no solo está apostando por grandes nombres. También creemos en el futuro.

Los murmullos crecieron en el estadio.

—Hoy quiero presentarles a dos jóvenes que representan la nueva generación de este club.

Las pantallas mostraron imágenes de sus entrenamientos.

—Chiara Bianchi, mediocampista, un talento que dará mucho que hablar.

Chiara salió con su camiseta y el dorsal #21, con una sonrisa tímida, pero con una mirada decidida.

Los aplausos se hicieron escuchar.

—Y su hermano, Matías Bianchi, extremo derecho con una velocidad y desequilibrio únicos.

Matías, con el dorsal #17, caminó con seguridad y levantó la mano.

Luca miró al público y habló con convicción.

—Estos dos jóvenes son el reflejo de lo que queremos construir en Vittoria. Un equipo que mezcla experiencia con juventud. Que lucha en la cancha. Y que se gana su lugar con esfuerzo.

Los jugadores se alinearon en el campo mientras los fuegos artificiales iluminaban el cielo.

Vittoria estaba listo.

La Serie A esperaba.

Y Luca Moretti había logrado lo que pocos creyeron posible.

Transformar a Vittoria en un equipo de verdad.

La celebración en el club se extendió hasta altas horas de la noche.Los inversionistas, directivos y jugadores disfrutaban del momento, brindaban con copas de vino y conversaban sobre lo que vendría para Vittoria en la Serie A. Habían logrado armar un equipo competitivo, atraer estrellas mundiales y consolidar un proyecto serio.

Pero para Luca Moretti, la noche también traía asuntos pendientes.

Entre las luces cálidas del salón, Isabella Marchetti se acercó a él con una copa de champagne en la mano.

—Felicidades, Luca. Lo lograste.

Luca, que estaba revisando mensajes en su teléfono, levantó la vista y sonrió levemente.

—Gracias, Isabella. Pero también es tu triunfo.

Ella inclinó la cabeza, observándolo con curiosidad.

—¿Ah, ¿sí?

Luca se metió las manos en los bolsillos y asintió.

—Fuiste una de las primeras en creer en este proyecto. Apostaste por el club cuando nadie más lo hacía. Sin tu apoyo financiero, muchas de estas cosas no habrían sido posibles.

Isabella tomó un sorbo de su bebida, con una sonrisa ladeada.

—Es curioso escucharte decir eso.

Luca arqueó una ceja.

—¿Por qué?

—Porque hace unas semanas querías que vendiera mis acciones.

Luca suspiró y pasó una mano por su cabello.

—Me equivoqué.

Isabella entrecerró los ojos.

—Eso no lo escucho muy seguido.

Luca soltó una leve risa.

—Bueno, disfrútalo mientras dura.

Hubo un pequeño silencio entre ellos antes de que Luca volviera a hablar, esta vez con un tono más serio.

—Lo dije en serio, Isabella. Perdón por presionarte para que te alejaras. Con tantas cosas pasando, no supe manejar bien la situación. Pero, al final, tu presencia en el club es importante.

Isabella dejó su copa sobre la mesa más cercana y lo miró con intensidad.

—No estoy aquí para hacerte la vida difícil, Luca.

—Lo sé.

—Pero tampoco quiero convertirme en un obstáculo.

Luca negó con la cabeza.

—No lo eres. Al contrario.

Isabella no respondió de inmediato. Solo asintió suavemente y colocó una mano sobre el brazo de Luca en un gesto casi imperceptible.

—Entonces, que esto sea el comienzo de algo bueno para Vittoria.

Luca sostuvo su mirada y asintió.

—Por Vittoria.

Chocaron sus copas y, por un instante, parecieron olvidar todo lo que había quedado atrás.

La noche continuaba y Luca se apartó por un momento para respirar aire fresco en una de las terrazas del club.

No había estado allí ni un minuto cuando su primo Federico Moretti se acercó.

—Luca, ¿puedo hablar contigo un momento?

Luca lo miró y asintió, dándole una palmada en la espalda.

—Por supuesto. ¿Qué pasa?

Federico se apoyó en la baranda, mirando la ciudad iluminada.

—Recibí ofertas.

Luca cruzó los brazos y lo observó con atención.

—¿De dónde?

Federico respiró hondo antes de responder.

—Varios equipos de la Serie A están interesados, pero el que más insiste es el París Saint-Germain.

Luca no pudo evitar sorprenderse.

—El PSG.

—Sí. Están ofreciendo una cantidad importante de dinero.

Luca se quedó en silencio por un momento.

Sabía que Federico tenía talento, pero también sabía lo importante que era para Vittoria.

—¿Y qué piensas tú?

Federico se pasó una mano por el cabello, pensativo.

—Quiero crecer, Luca. Quiero jugar en la Serie A, enfrentar a los mejores. Pero también sé que Vittoria es mi casa.

Luca asintió lentamente.

—No es una decisión fácil.

—Exacto. Y por eso quería hablar contigo.

Luca apoyó los brazos sobre la baranda.

—Mira, primo… Nadie puede tomar esta decisión por ti. Si sientes que irte a Francia es lo mejor para tu carrera, no seré yo quien te detenga.

Federico lo miró con algo de sorpresa.

—¿Hablas en serio?

—Claro. Siempre hemos dicho que Vittoria es un club que apoya el crecimiento de sus jugadores. Pero también tienes que considerar algo.

Federico frunció el ceño.

—¿Qué cosa?

Luca lo miró con intensidad.

—Si te quedas, tendrás un papel clave en el equipo. Vamos a jugar contra los mejores. Vamos a enfrentarnos a la Juventus, al Inter, al Milan. No es poca cosa.

Federico asintió, procesando sus palabras.

Luca continuó.

—Pero si te vas, ¿estás seguro de que no serás solo una pieza más en el PSG?

Federico bajó la mirada.

—Lo he pensado. Allá hay demasiados jugadores de renombre. No sé si tendría las mismas oportunidades que aquí.

—Exactamente.

Hubo un silencio, solo interrumpido por el ruido lejano de la celebración dentro del club.

Federico finalmente habló.

—Quiero pensarlo bien antes de tomar una decisión.

Luca le dio una palmada en el hombro.

—Tómate tu tiempo. Pero sea lo que sea que decidas, asegúrate de que sea lo mejor para ti.

Federico sonrió levemente.

—Gracias, Luca.

—Para eso estamos.

Se quedaron unos minutos más en la terraza, mirando la ciudad.

Federico tenía que tomar una decisión importante.

Pero Luca ya había plantado la semilla de la duda.

Porque Vittoria no solo era un equipo. Era su hogar.

Después de una noche larga en el club, Luca llegó finalmente a su casa. El cansancio pesaba en sus hombros, pero la satisfacción por todo lo logrado le daba una extraña sensación de calma.

Al abrir la puerta, encontró a Astrid en la sala, sentada cómodamente en el sofá con una taza de té en las manos.

Ella sonrió al verlo.

—Llegaste tarde.

Luca dejó sus llaves sobre la mesa y se acercó para besar su frente.

—Ya sabes cómo son estas cosas. Presentaciones, reuniones, conversaciones interminables…

Astrid le dedicó una mirada comprensiva, pero antes de que pudiera responder, Luca notó que no estaban solos.

Sentada en uno de los sillones, una mujer de cabello rubio recogido en un moño bajo y ojos azul grisáceo lo observaba con una expresión serena.

Había un aire de elegancia en ella, una presencia que imponía respeto sin esfuerzo.

Luca sintió cómo su cuerpo se tensaba instintivamente. No la conocía, pero algo en su mirada le resultaba familiar.

Astrid se aclaró la garganta y se puso de pie.

—Luca, quiero presentarte a mi madre. Ella es Freja Lindqvist.

Luca parpadeó. Por un momento, sintió que todo su cansancio desaparecía.

—¿Tu madre?

Freja se levantó con una sonrisa educada y extendió la mano.

—Es un placer finalmente conocerte, Luca.

Luca se apresuró a estrechar su mano.

—El placer es mío, señora Lindqvist.

Freja lo observó con una leve inclinación de cabeza.

—Freja está bien. No soy tan mayor como para que me hables con tanta formalidad.

Luca arqueó una ceja, notando la chispa de ironía en su tono. Astrid definitivamente había heredado ese carácter.

Astrid sonrió, divertida.

—Mamá llegó esta mañana.

Luca miró a Astrid y luego de vuelta a Freja.

—No tenía idea de que vendrías.

Freja entrelazó las manos frente a ella con una expresión tranquila.

—Quería que fuera una sorpresa. Además, no pensaba dejar que mi hija pasara todo este proceso sola.

Luca sintió una leve incomodidad en su pecho. No estaba preparado para esto.

No porque no quisiera que Astrid tuviera apoyo, sino porque… esto lo hacía aún más real.

Freja inclinó ligeramente la cabeza, analizándolo con sus ojos azul grisáceo.

—¿Te sorprende que haya venido?

Luca se pasó una mano por la nuca y esbozó una sonrisa leve.

—Un poco, sí.

Freja tomó su taza de té y bebió un sorbo antes de hablar con naturalidad.

—Astrid y yo hablamos mucho en los últimos meses. Y, aunque al principio pensé que era una locura que ella dejara todo en Suecia por venir aquí, entendí que su felicidad estaba contigo.

Luca la miró fijamente.

—¿Y estás de acuerdo con eso?

Freja dejó la taza en la mesa con un gesto pausado.

—No importa si estoy de acuerdo o no. Lo que importa es lo que Astrid quiere.

Astrid sonrió levemente. Era evidente que tenía una relación cercana con su madre.

Luca cruzó los brazos y exhaló.

—Bueno, me alegra que estés aquí.

Freja alzó una ceja con un toque de diversión.

—¿De verdad?

Luca dejó escapar una leve risa.

—Sí. Supongo que tenerte aquí hará que Astrid esté más tranquila.

Astrid rodó los ojos.

—Eso es verdad. Mamá puede ser intensa, pero siempre encuentra la manera de calmarme.

Freja la miró con una sonrisa maternal.

—Porque sé lo que necesitas antes de que lo digas.

Luca observó la interacción entre madre e hija y sintió algo cálido en el pecho. Astrid tenía una familia que realmente la apoyaba, y eso lo hacía sentir un poco más en paz.

—¿Y cuánto tiempo piensas quedarte? —preguntó él.

Freja lo miró con calma.

—Hasta después del nacimiento.

Luca asintió. Era lo lógico.

—Eso significa que tendremos tiempo para conocernos —dijo Freja con una sonrisa ligera.

Luca sonrió también.

—Eso parece.

Freja lo observó por unos segundos más antes de inclinar la cabeza con satisfacción.

—Bien. Porque quiero asegurarme de que el hombre que está con mi hija realmente vale la pena.

Luca mantuvo su expresión firme, pero por dentro supo que esta mujer no iba a ponérselo fácil.

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Joe
Animo, no olviden leer mis nuevas obras!!
☯THAILY YANIRETH✿
Tu forma de escribir me ha cautivado, tu historia es muy intrigante, ¡sigue adelante! 💪
Joe: Muchas gracias!!
total 1 replies
Leon
Quiero saber más, ¡actualiza pronto! ❤️
Joe: Por supuesto
total 1 replies
Texhnolyze
😂 ¡Me hizo reír tanto! Tus personajes son tan divertidos y realistas.
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