Secretos, envidia, poder, dinero y traiciones, son el ingrediente perfecto para un desenlace trágico.
La traición aveces viene de la propia sangre, y la lealtad se paga con ella también.
El día que descubrió la verdad, el mundo de Érika se tambaleó.
La traición de una persona querida, la muerte de su padre y la revelación de que ella era la heredera de aquel secreto familiar tan bien guardado, la empujaron a una nueva realidad, todo es nuevo y peligroso para ella, podrá lograr seguir su vida?
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Capitulo 13 - Horrores.
Javier asintió, respirando profundamente mientras preparaba a Erika para lo inevitable. La lluvia caía con furia, y el silencio dentro del almacén se llenaba con el eco de los truenos y el sonido constante de la tormenta. Javier trabajaba con manos temblorosas, tratando de reprimir el horror que sentía al estar tan cerca de lo que estaba a punto de hacer.
—Ahora, vamos a hacerlo, dale saca el arma —dijo Valdez, mirando a Javier esperando que siga sus instrucciones—. Asegurémonos de que no quede rastro.
Javier tragó saliva, sintiendo el peso de sus acciones mientras se preparaban para lo inevitable. La tarde se había convertido en una pesadilla interminable, y el destino de Erika parecía ser el oscuro reflejo de las malas decisiones de su padre.
Afuera, entre el barro y la lluvia, casi ocultos, había unos cuerpos calcinados, sus restos dispersos como testigos mudos de algo peor, el horror. De pronto, antes de sacar el arma, Javier notó en el suelo varios casquillos de balas, tirados en el lugar.
—¿Es posta que este lugar está abandonado hace rato? —preguntó Javier, pateando uno de los casquillos.
Al verlo, Valdez puso la mano sobre su arma reglamentaria, preparado para sacarla y disparar ante el primer indicio de que hubiera alguien ahí. Sea quien sea, no debían quedar testigos.
Dejando a Erika en el suelo, comenzaron a inspeccionar el lugar. De pronto, encontraron un cuerpo, atado a una silla y con un balazo en la cabeza, cubierto por una lona ensangrentada. No podría ser peor, aunque era perfecto para poder llevar a cabo el plan.
La lluvia seguía cayendo, el almacén permanecía en silencio, y el horror de lo que estaban a punto de hacer se palpaba en cada rincón del lugar.
—Dale, pibe —dijo Valdez, pidiéndole a Javier que se apure para poder irse de ahí—. Pégale un tiro y nos vamos a la mierda, dale para hoy, no seas cagón.
Javier miró a Erika una última vez, el miedo y la culpa lo torturaban y le revolvían el estómago. Afuera, los relámpagos iluminaban brevemente el desastre y la muerte que los rodeaba.
—Dale, pelotudo, no tenemos todo el día —insistió Valdez, impaciente.
Javier respiró hondo una vez más y apuntó a su hermana. El disparo salió, pero por el nerviosismo se desvió, impactando en el costado izquierdo, lejos del corazón.
—¡Sos un pelotudo! ¡Tu viejo tenía razón, ya la cagaste! Igual dejá, no hay nadie cerca, así que seguro se va a morir desangrada. Pero no servís ni para matar a un muerto, vos —dijo Valdez, con un tono de queja que retumbó en el silencio de la habitación.
Javier lo ignoró, porque cuando disparó, había apartado la mirada y vio algo que lo perturbó profundamente.
La persona que estaba atada en la silla llevaba una pulsera de tobillo. Una muy similar a la que usaba su madre...
El horror se apoderó de Javier al acercarse y retirar la lona ensangrentada. Allí, ante sus ojos, yacía el cuerpo sin vida de Samanta. Los rusos, enterados de la muerte de Roberto por un oficial corrupto en los que estaban en la mansión, habían decidido deshacerse de ella. Ya no les servía, y su muerte era un mensaje claro de que la traición no sería tolerada.
Javier sintió que su mundo se caía a pedazos . Las lágrimas mezcladas en odio y remordimiento caían de sus ojos, mientras caía de rodillas junto al cuerpo de su madre. Valdez no era el único policía corrupto, y los rusos tenían ojos y oídos en todas partes.
—Valdez... —dijo Javier con voz entrecortada, levantándose lentamente—. Los rusos mataron a mi vieja. ¡Estos hijos de mil puta la mataron!.
Valdez, sorprendido y perturbado, miró a Javier, su rostro endurecido por la situación. —No hay vuelta atrás, pibe. Tenemos que salir de acá y pensar en los próximos pasos. ¡Hay que irnos ya!.
Javier, con una mezcla de furia y desesperación en los ojos, tomó la mano de su madre por última vez. Despidiéndose y preparado para tomar el control de todo, decidido a destruir a los rusos que habían acabado con la única persona que aún quería.
—Valdez, necesito armas, y gente. Voy a buscar a estos soretes —dijo Javier, mirando al comisario con una cara que solo expresaba locura.
Salieron rápidamente del almacén, y le alejaron en el auto de Valdez. Mientras tanto, Erika seguía inconsciente perdiendo sangre... ¿Sería el fin de Erika?.