La Puerta Negra

El sábado en la tarde decidieron ir a darse un baño en el río, las cristalinas aguas se veían excelentes para relajarse. Solo había un problema, Diana no había traído traje de baño, incluso aunque lo hubiese traído no lo usaría, mucho menos delante del sacerdote al cual le debía respeto. Usar un traje de baño en su presencia era el equivalente para ella de estar en ropa interior frente a él.

Diana estaba acostumbrada a cubrir su cuerpo, no había existido hasta el momento una vez en la que ella recordara usar algo corto, incluso en los viajes a la playa organizados por el convento usaban las chicas licras y blusas anchas para bañarse en el mar. Ahora que era independiente podría usarlo a su antojo, pero no hoy, no delante del sacerdote.

Sin darse cuenta Diana estaba fantaseando con Diego y ella en traje de baño. El sacerdote notó que estaba con la mente en otro sitio.

- Diana, Diana. La llamada el sacerdote tocando ligeramente su brazo izquierdo.

- Perdón, dijo ella.

Luego fueron juntos a sumergirse en las bellas aguas del lugar, así mismo como estaban vestidos. El agua estaba extremadamente fría y sentir su impacto ven la piel fue un poco brusco, pero luego poco a poco se fueron adaptando y casi ni lo notaban. Diana aprovechó y nadó un poco, sus ropas no le permitían hacerlo con la libertad que requería pero al menos lo intento.

Luego volvió hacia donde estaba el sacerdote que se encontraba sumergido hasta la altura de la barbilla, pensativo en la orilla. Allí en la orilla charlaron un poco, las horas pasaban volando cuando ambos conversaban, ya oscurecía y ni cuenta se habían dado. Salieron temblando de frío hasta la habitación. Ambos al llegar tomaron una ducha caliente para contrarrestar el frío, se vistieron nuevamente y fueron hasta una reservación para la cena.

Ella iba con un vestido blanco de hilo que parecía un ángel del cielo, por si belleza e inocencia. Él iba de negro, pantalón y camisa. Había que reconocer que el sacerdote era guapo y verlo así con ropas informales nadie creería que fuese un sacerdote, incluso más de una lo miró de manera impropia.

La cena transcurrió tranquila, él pidió una botella de vino. Quería ir hasta el máximo esa noche. Ambos comenzaron a beber mientras cenaban.

- ¿Alguna vez te has planteado dejar de ser un sacerdote? Preguntó ella.

- Sinceramente, sí, contestó él.

Diana solo lo miro, pero no dijo más nada al respecto.

- ¿Cómo va tu relación? Dijo de la nada él.

Diana casi se ahoga con el sorbo de vino. Tomo aire y contesto.

- No tengo ninguna relación.

- Entonces creo que debo confesarte algo que llevo ocultando desde hace un tiempo. Dijo el sacerdote.

Diana lo miro sería.

- Me gustas, dijo sin rodeos.

Esta confesión no se lo esperaba para nada, como él iba a tener una relación con alguien si era un sacerdote. Ella había escuchado una que otra historia de vez en cuando sobre estos casos, pero le tomó se golpeó. Una causa era sentirse bien como amigos conversando y otra muy diferente era tener una relación con un sacerdote.

Al parecer él presintió todo lo que corría por su mente y le explico.

- No contestes ahora, piénsalo. Si aceptas prometo dejar mi oficio, luego de un tiempo para juntar un dinero con trabajo extra y no nos falte de nada. Tú piénsalo.