Doce hermosas princesas, nacidas del amor más grande, han sido hechizadas por crueles demonios para danzar todas las noches hasta la muerte. Su madre, una duquesa de gran poder, prometió hacer del hombre que pudiera liberarlas, futuro duque, siempre y cuando pudiera salvar las vidas de todas ellas.
El valiente deberá hacerlo para antes de la última campanada de media noche, del último día de invierno. Scott, mejor amigo del esposo de la duquesa, intentará ayudarlos de modo que la familia no pierda su título nobiliario y para eso deberá empezar con la mayor de las princesas, la cual estaba enamorada de él, pero que, con la maldición, un demonio la reclamará como su propiedad.
¿Podrá salvar a la princesa que una vez estuvo enamorada de él?
NovelToon tiene autorización de Guadalupe Nieves para publicar essa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPÍTULO 6
Sin nada más que poder hacer por el momento, se acercó hasta la ventana y se escondió detrás de las gruesas cortinas, paciente por saber qué ocurriría apenas apareciera el primer rayo del sol de la mañana.
Y así, luego de estar de pie por casi cuatro horas, cuando comenzó el amanecer, observó sorprendido como las puertas del closet se abrían y la mujer, junto con su hermana, ambas sonámbulas, se acostaba en su cama, reemplazando así a las falsas princesas.
Cuando Scott emergió de detrás de las cortinas, ojeroso observó un rastro de pisadas con sangre provenientes del closet. Al abrirlo, se dio cuenta de que no había nada, solo era un armario vacío, puesto que las pertenencias de ambas seguían en su habitación anterior.
Suspirando con cansancio, se dio cuenta de que las pisadas eran tanto de Anastasia como Beatrice, las cuales tenían los pies mucho más heridos y maltratados que el día anterior. Frunciendo el ceño, como si estuvieran bailando con zapatillas de cristal, se acercó a la mayor de las princesas.
—Tranquila, buscaré la forma de ayudarte—le susurró a una Anastasia dormida—no eres tú, soy yo...
Recordando con ira contenida aquel sueño, que estaba seguro no había sido un simple sueño, observó que en los pies de ambas había pequeños cristales incrustados. De ese modo, se acercó a la puerta para poder hablar con su ahora aprendiz.
—¡Jeremy Jr.!—llamó tocando a la puerta—quita el seguro.
El joven mayordomo, en compañía de un compañero que llevaba la ropa puesta de Scott, se acercaron con rapidez y abrieron la puerta, para encontrarse cara a cara con el hombre. Este le ordenó al compañero de Jeremy traer su maletín con su equipo médico y a Jeremy el verificar el estado de las otras dos princesas.
.
.
.
.
Caminado unos cinco minutos hasta llegar a la habitación de las otras princesas, notó una escena aterradora en el pasillo: todos los trabajadores que estaban haciendo guardia, incluyendo algunas doncellas, estaban muertos en el piso con sus cuellos limpiamente cortados desde ambos extremos.
Temiendo que algo malo hubiera podido pasar con ella, abrió corriendo la puerta para cerrarla de inmediato, ocasionando que la cuarta princesa, quien miraba asustada la ventana, saltara del susto.
—¿Princesa Diana?—preguntó pálido.
—Je...Jere...my—respondió temblando del miedo—Cosett...no está.
El joven mayordomo corrió hasta la ventana, observando como una escalera hecha de sábanas bajaba hasta el jardín, Observando también que la cama de la tercera princesa estaba vacía, le pidió a Diana no salir de la habitación hasta que él le diera señal.
Caminando con dolor al ver a varios de sus compañeros muertos, avisó de lo ocurrido tocando una de las alarmas, para luego volver al lado de la cuarta princesa. Fue cuestión de segundos para que todos, incluyendo los duques, se levantaran y se enfrentarán a aquella escena digna de una historia de terror.
.
.
.
.
Luego de colocar a salvo a la cuarta princesa, un equipo de búsqueda comenzó a investigar la desaparición de Cosett, liderados por el duque. En la casa, la duquesa, luego de enterarse de lo ocurrido, no pudo aguantar la crisis de pánico y cayó desmayada.
Scott, completamente concentrado, logró sacar los fragmentos de cristal de los pies de Anastasia y Beatrice, para luego curarlos y vendarlos. Enterándose de lo ocurrido, dejó que el duque tomará la bandera ese día, en lo que él examinaba en su despacho lo que había descubierto.
—¿Me mandó a llamar, sir Scott?—preguntó Jeremy Jr.
—¿Cómo va la investigación?—preguntó el mejor amigo del duque.
—Aún no han encontrado a la princesa Cosett—respondió con cansancio.
El sacerdote, quien pronto sería ascendido a obispo debido a su investigación, suspiró con pesadez. Cada día que pasaba, la situación estaba insostenible. No obstante, si eran ciertas sus sospechas, entonces podrían tener una posibilidad para poder ganar.
—¡Lo tengo!—respondió la abuela Baba—¡He encontrado el diccionario de demonios!
La anciana ciega entró al despacho y le pasó el libro a Scott, quien lo puso al lado del libro del rey Salomón. Al pasar las hojas, por fin encontró la página del tipo de demonio que creía el que eran los demonios que acosaban a las princesas.
—Son íncubos—susurró lleno de terror—¡Malditos seres del infierno!
Golpeando con fuerza su escritorio, hizo un hueco en este, comenzando a sangrar en su mano. Aquello sorprendió hasta la abuela Baba, puesto que era la primera vez que aquel hombre sereno se ponía como una fiera al borde del colapso.
Luego de varios segundos intentando calmarse, amarró su pañuelo en su mano y le pidió a Jeremy Jr. acercarse. El joven mayordomo, aun pálido por lo que había visto, llegó hasta la mesa de trabajo del próximo obispo, al otro lado del despacho, y observó dos pañuelos en este.
—Encima del pañuelo blanco están los trozos de los cristales que encontré en los pies de las princesas—habló Scott—en el otro pañuelo está una daga hecha con plata bendita. Necesito que te cortes el dedo y dejes caer un poco de tu sangre.
Asintiendo, respiró profundo para calmarse y usando el pesado cuchillo cortó la punta de su dedo índice, dejando caer su sangre. Luego de varios segundos, comenzó a salir un humo de estos para al final una explosión se diera, sucedida de una fuerte llamarada dorada.
Sin saber lo que estaba ocurriendo, Scott le pidió salir y esperar unos minutos en el pasillo, en lo que hablaba con la abuela Baba. Una vez solos, el hombre miró con enojo a la anciana.
—¿Cuándo ibas a decirme que el protegido del duque es un santo?—cuestionó.
—¡Entonces lo es!—respondió sentada en el sofá—no es que quisiera ocultártelo, solo que aún no había podido confirmarlo.
La abuela Baba asintió varias veces, dando pequeños golpecitos al piso con su bastón. Sus visiones claramente mostraban al joven mayordomo luchando contra los demonios que acosaban a las princesas; sin embargo, no le fueron claros con el hecho de porque el chico tenía tanto potencial oculto.
Scott se sobó sus sienes, su dolor de cabeza estaba aumentando. Cada vez estaba seguro de que necesitaba a Jeremy para rescatar a Anastasia; sin embargo, hubiera preferido evitar aquello todo lo posible. No quería ser el quién involucrara a alguien tan joven en el mundo oscuro de la demonología.