SECRETARIO DULCE

Son las diez de la noche cuando termino de cepillar mis dientes. Margaret de Lana del Rey suena desde mi bocina Bluetooth.

Salgo del baño. Voy a la cocina y tomo un vaso de agua. Me dirijo a mi habitación y en la mesa del comedor, el ramo de dalias aún sigue con vida. Las flores comienzan a marchitarse y hay pétalos caídos.

—¿Por qué me pasan este tipo de cosas a mí? —Pregunto a las flores.

Recojo los pétalos caídos y mi mente trae la conversación que tuvimos hoy. Christian es un hombre con corazón sensible. ¿Cómo fue que fui aceptado en su empresa? ¿Por qué termine haciendo mi pasantía allí? ¿Por qué tuvimos que conocernos?

Pero la pregunta más importante aún no era lanzada.

—¿Qué pasará con nosotros en el futuro?

Porque sinceramente, creo que estoy viviendo una etapa que no imagine vivir. ¿Y que pasará conmigo? ¿Me convendrá ceder ante los sentimientos que ambos estamos creando? ¿Seremos felices si al final decidimos estar juntos?

Dejo escapar un suspiro. ¡Me siento feliz! Y en parte, me siento así porque creo que estoy enamorado. ¿Será bueno que me sienta así?

...🍬🍬🍬...

—¡Bienvenido! —Es lo primero que le digo a Christian cuando llega a su oficina—. ¡Buenos días!

Lleva sus manos escondidas detrás y después de algunos segundos, las extiende a mí. ¡Es una barra de chocolate!

—¡Para ti! —Me dice.

Su gesto me hace sentir muy bonito en el fondo de mi alma.

—¡Gracias!

Asiente y camina a su silla. Toma asiento.

—¿Cuál es la agenda para hoy?

Abro su libreta y se la doy para que él mismo la analice. ¡Nuestras manos se tocan en el intercambio!

—Te gustan mucho los dulces, ¿verdad?

—Sí. ¡Pero el chocolate es mi favorito!

Asintió. Analizó su agenda.

—¿Me acompañarás a mis reuniones de hoy?

—¿Quieres que vaya contigo?

Sonrió.

—Por supuesto. Después de todo, eres mi secretario. Debes estar detrás de mí.

—Está bien. Iré contigo.

—A las once nos vamos.

Asentí.

—Iré a revisar otros pendientes.

—Claro.

Me di la vuelta para salir.

—Juls —esta vez, su voz pronunciaba ese nombre que irradiaba cariño por mí.

—¿Sí?

—Quiero ver cómo comes el chocolate.

—¿Ahora?

—No. Cuando pienses comer tu chocolate, quiero verte. ¡Me gusta verte comer!

Me reí.

—Aún no entiendo porque dices algo así. ¿Que tiene de especial verme comer?

Su celular empezó a vibrar.

—Por cierto, las flores le encantaron a mi madre. ¡Le dije que tú las escogiste!

—¿De verdad?

Asintió. Respondio la llamada. Salí de su oficina. Camine a mi escritorio con el chocolate entre mis manos y una sonrisa amplia causada por Christian.

—¿Por qué sonríes? —Erick me pregunta.

—Por nada.

—¿El jefe te contó algún chiste?

—Tal vez.

Bajo su vista a mis mano y vio el chocolate.

—¿Me das de tu chocolate?

—No, es que…

Pero no le importo y me lo quito. Lo abrió rápidamente, se lo llevó a la boca y me dejó impactado. ¿Por qué se comió mi chocolate?

—¡Está muy rico! ¿Donde lo compraste?

—Yo…

Christian salió de su oficina.

—¿Qué pasa aquí? —Preguntó él jefe.

—¡Buenos días jefe! —Saludó Erick—. Le preguntaba a Julen sobre el lugar en el que compró este chocolate, está muy rico.

Al instante, Chistian dirigió su vista a mí y yo estaba muy desilusionado.

—Él no compró ese chocolate.

—¿A no?

—¡Yo se lo regalé a él! —La voz del jefe era autoritaria.

¿Estaba molesto por lo sucedido? Erick pareció apenarse.

—Yo, no pensé que…

—Es hora de irnos —Christian se dirigió a mí.

El jefe empezó a caminar, Erick se me quedó mirando.

—Perdona, yo no sabía que él te lo había…

—Al menos lo disfrutaste —me limité a decirle.

...🍬🍬🍬...

Mientras Gilberto conducia, nosotros estábamos en silencio. A esta hora, la ciudad estaba tranquila y el calor empezaba a calentar el ambiente.

Christian tecleaba en su celular. Yo miraba por la ventanilla y no sonaba ninguna canción para relajar el ambiente.

—Mi madre nos invita a comer a su casa —dice.

—¿De verdad?

—Quiere ver a su amigo de borrachera.

Me quede en silencio. Solo asentí, pero no me sentía bien así.

—Yo…

—Te daré otro chocolate. ¡No hay problema! —Dijo él.

—Yo…

—Ahora solo puedo darte una paleta —y de su bolsillo interior del saco, saco una Tupsi.

Me la ofreció.

—¡Gracias! —Sonreí.

Destape la paleta y la introduje en mi boca.

—Quede en llevar el postre. Quiero que tú lo elijas.

—¿Elegir el postre?

—Sí. ¿Qué te gustaría que lleváramos a casa de mi madre?

El sabor a cereza dulce controlaba mi boca.

—¿Un bote de helado o nieve? Esta haciendo calor.

—Me parece bien. Gilberto, llévanos a comprar helado.

Entramos a Costco.

—Aprovechando que estamos aquí, haré algunas compras para mi casa —dice él.

Sus manos agarran un carrito de compras.

—Si quieres, yo puedo llevarlo —me ofrecí a tomar el carrito.

—No. Tu disfruta de esa paleta.

Subió una caja de leche. Compró café. Unas botellas de vino. Pasó a la farmacia. Fuimos por el helado. Pan. Y…

—¿Te gustan esas flores?

—¿Tulipanes holandeses?

—¿Así se llaman?

—Sí.

—¿Y si te compro un ramo? —Su voz era coqueta.

—Como tú quieras.

Se acercó al mostrador, agarró un ramo de tulipanes rojos y se hincó de forma repentina frente a mí. ¡Me puse nervioso!

—¿Qué haces? —Trato de hacer que se levante.

La gente a nuestro alrededor se nos queda mirando.

—Juls.

—Christian.

—¿Aceptarías este ramo de tulipanes que quiero regalarte? —Movió sus cejas de forma coqueta.

Su gesto me hizo ruborizar.

—Sí, pero ya levántate. La gente…

Se levantó rápidamente y acercó su rostro a mi oído derecho. Mi nariz rozó su hombro y el aroma de su ropa era delicioso. ¡Hizo tambalear a mi corazón!

—¿Qué sientes por mí? —Susurro.

—Yo…

—¿Te pongo nervioso?

—Sí.

—¡Excelente! Esa es una buena señal.

Y se alejó de mí con una sonrisa amplia. ¡Era la primera vez que lo veía sonreír así!

...🍬🍬🍬...

—¡Que gusto volver a verte! Le dije a Christian que te trajera lo más pronto posible. Quería verte otra vez.

—¡Muchas gracias por la invitación! Juliana, te agradezco mucho.

Asintió.

—Bueno. Disfrutemos de la comida.