El Mago Que Quemó Todo

La noticia de la desaparición de los magos negros se propagó como un susurro inquietante en los pasillos de la Academia de Magos. Cedric, de regreso a sus deberes como estudiante, se encontraba inmerso en un mar de preocupaciones. La ráfaga de fuego desatada por Lysander había alterado su vida de maneras inimaginables, y ahora se enfrentaba a la encrucijada de ocultar la verdad para proteger a su hijo.

El bullicio en la academia era palpable. Estudiantes y profesores comentaban entre susurros sobre el misterioso evento que había llevado a la desaparición de los magos negros. Cedric, con una expresión imperturbable, transitaba por los pasillos, su mente maquinando la mejor estrategia para encarar el inminente interrogatorio.

Los días pasaron, y Cedric se enfrentaria a varios miembros de la administración de la academia y generales del reino. Su narrativa meticulosamente elaborada se mantendría firme ocultando la verdadera naturaleza de la desaparición de los magos negros. Aunque la presión del interrogatorio pesaba sobre él, Cedric sabía que debía mantener la farsa para proteger a su hijo.

La puerta de la imponente oficina de la directora Morgana Ironspell se abrió ante Cedric, revelando un interior decorado con libros antiguos y símbolos mágicos tallados en la madera. Morgana, una mujer de mirada penetrante y cabello oscuro, estaba de pie junto a su escritorio. Sin embargo, lo que más sorprendió a Cedric fue la presencia de su padre, Magnus, al lado de un distinguido príncipe del reino.

— Cedric, entra. Necesitamos hablar contigo —indicó la directora con una voz que resonaba autoridad.

Cedric, con una mezcla de sorpresa y ansiedad, ingresó y cerró la puerta tras de sí. Se inclinó ligeramente en un gesto de respeto hacia el príncipe, pero su corazón latía con nerviosismo. La figura de su padre, a quien no veía desde hacía años, imponía una sombra incómoda sobre la escena.

— Levántate, Cedric. No es necesario mostrarme honores —dijo Magnus con voz firme, aunque su rostro permanecía impasible.

Cedric obedeció, pero sus ojos reflejaban una mezcla de miedo y cautela. Siempre había sentido la desaprobación de su padre, un hombre de carácter rígido y poco afectuoso. La presencia del príncipe añadía una capa adicional de tensión al ambiente.

— Cedric, este es el príncipe Adrian, un miembro importante de la realeza. Ha mostrado un gran interés en los eventos de la noche en que los magos negros desaparecieron —explicó la directora Morgana.

El príncipe Adrian asintió con una sonrisa educada, pero sus ojos evaluadores escrutaban a Cedric con curiosidad.

— Sabemos que estabas presente en ese momento, Cedric. Tu padre ha estado colaborando con nosotros para entender completamente lo que sucedió. —Morgana miró a Magnus, quien asintió con seriedad.

— Hijo, no estoy aquí para juzgarte. Estamos buscando respuestas. Queremos saber qué sucedió exactamente aquella noche —dijo Magnus, aunque su tono era más neutral de lo que Cedric recordaba.

Cedric tragó saliva antes de comenzar a relatar la versión cuidadosamente elaborada que ya había compartido con otros. Describió la desaparición de los magos negros sin mencionar la verdad sobre el poder de Lysander. A medida que hablaba, la directora, el príncipe y su propio padre escuchaban atentamente, evaluando cada palabra.

Cuando Cedric concluyó su relato, una pausa incómoda llenó la habitación. Magnus lo observaba con un gesto impasible, y el príncipe Adrian mantenía su expresión intrigada.

— Lo que dices es intrigante, Cedric. Apreciamos tu cooperación. —El príncipe Adrian se dirigió a la directora Morgana con un asentimiento antes de poner palabras frías que hicieron enloquecer el corazón de Cedric. —Con la cooperación del general Magnus, hemos averiguado que la magia que destruyó a los magos proviene de su familia, así que suponemos que tus habilidades despertaron y fuiste el causante de la destrucción de los magos negros.

—Usaremos esa versión —prosiguio Magnus — te convertirás en un símbolo, en un poder de unidad que traerá al reino una era de paz.

—Lamentamos no darte privacidad, pero ya hemos tomado una decisión, tu deber es servir al reino— dijo el príncipe Adrián

La tensión en el aire era palpable, y la sombra de los secretos ocultos parecía crecer con cada segundo que pasaba.

— Padre, lo que ocurrió aquella noche fue... inusual. Yo, no quiero hacerlo, pero esa noche tuve tanto estrés que no pude controlar lo que había dentro de mí —mintió Cedric, manteniendo la mirada baja.

Magnus lo escuchó atentamente, evaluando sus palabras. La directora Morgana también permanecía seria, mientras el príncipe Adrian asimilaba la información con interés.

— Entiendo, Cedric. A veces, el descubrimiento de nuevos poderes puede ser abrumador. Estamos aquí para ayudarte a entender y controlar esa magia —comentó Magnus con una expresión que Cedric no pudo descifrar.

El príncipe Adrian intervino con un gesto de aprobación.

— Serás honrado como un héroe en nuestro reino, Cedric. La historia te recordará como el mago valiente que surgió en un momento crítico. Tu acto, aunque impulsivo, salvó a muchos. El reino estará agradecido.

Cedric, sintiendo un alivio momentáneo, agradeció interiormente que su mentira pareciera haber surtido efecto. Aunque la satisfacción de ser considerado un héroe se mezclaba con la culpabilidad de ocultar la verdad sobre Lysander.

— Aprecio la comprensión, príncipe Adrian. Haré lo que esté en mi poder para entender y controlar este poder recién descubierto —respondió Cedric con falsa humildad.

Morgana Ironspell, con su mirada perspicaz, asintió.

— Te ofreceremos recursos y orientación para que puedas desarrollar tus habilidades de manera segura. Ahora ve y descansa, Cedric. El reino te necesita fuerte y preparado.

Cedric, con una mezcla de gratitud fingida y temor oculto, abandonó la oficina. La puerta se cerró tras él, dejándolo solo con sus pensamientos tumultuosos y la carga de la mentira que había tejido para proteger a su hijo.

El aire en la habitación se volvió denso cuando Magnus salió detrás de él.

Magnus observaba a su hijo con una mirada penetrante, evaluando cada gesto y cada palabra con una mezcla de orgullo y desaprobación. Cedric se sentía atrapado en una red de mentiras y secretos, consciente de que cualquier paso en falso podría tener consecuencias devastadoras.

— Cedric, has tomado una decisión valiente al asumir la responsabilidad de lo que ocurrió esa noche. Pero debes comprender las implicaciones de tus acciones, si quieres llevar la farsa de asumir el rol que has escogido por proteger a tu hijo, tendrás que poner todo tu empeño en convertirte en el héroe que solo surge en un milenio—comenzó Magnus, su voz resonando con autoridad.

Cedric asintió, con la mente trabajando a toda velocidad para encontrar una manera de mantener la farsa y proteger a Lysander. Su padre Magnus sabía la verdad, no le podía mentir a ese hombre, no a la persona que lo había criado.

— Sé que no has sido el estudiante más aplicado, Cedric. Pero si estás dispuesto a seguir adelante con esta farsa, necesitarás entrenamiento. Necesitarás aprender a controlar ese poder que fingiste tener —dijo Magnus, su tono grave y serio.

Las palabras de su padre resonaron en la mente de Cedric, recordándole las lecciones no aprendidas y las oportunidades desperdiciadas en el pasado. Había huido del entrenamiento, buscando la gratificación instantánea en lugar de enfrentar la disciplina y el sacrificio necesarios para dominar la magia.

— Entiendo, padre. Haré lo que sea necesario para mantener esta mentira y proteger a Lysander —respondió Cedric, con determinación en su voz.

Magnus asintió, un destello de aprobación cruzando por sus ojos antes de desvanecerse en la oscuridad.

— Entonces nos veremos al amanecer, Cedric. Espero que estés listo para lo que viene —dijo Magnus, su voz resonando con solemnidad.

Con esas palabras, Cedric se despidió de su padre y salió de la habitación, con el peso de sus decisiones pesando sobre sus hombros.