El Romance Prohibido Del Emperador

Con el duque Camilo Lombardi

Aquel hombre está en su oficina trabajando con su asistente, y de repente le llega una carta, la cual está sobre su escritorio, sobre el artefacto mágico que tiene para enviar cartas o recibir las cartas.

Sin dudarlo, él toma dicha carta, y la lee, ya que debe de ser de su hija, y no se equivoca.

En la carta su hija le dice que se regresa mañana para el ducado en horas de la tres de la tarde, y eso le preocupa mucho, puesto que teme que cierto hombre descarado vaya hasta ella, y quiera seducirla y así conducirla al pecado de la lujuria, y de paso corromper su alma.

Él no quiere que su hija tenga algo con ese señor, y más, porque últimamente se ha escuchado que aquel hombre desvergonzado va a burdeles a buscar prostitutas, y según dice la gente, no sale de ese lugar, y como es el de coscolino, se imagina que no es para hablar con ellas que va al lugar.

—Fabio, prepara todo para la llegada de mi hija— dice el duque con irritación, y aquel hombre de nombre Fabio, se va a hacer lo que se le dice, pues él es su mano derecha y también asistente.

Cuándo el duque estuvo solo, meditó sobre la situación y, por más que trata de entender lo que pasa, no puede, pues no entiende nada en lo absoluto, no entiende cómo su buena hija resulta ser la destinada de ese bastardo tan promiscuo.

Frustrado, él se levanta de su asiento y se va a la pequeña barra que tiene en la oficina, y de allí toma una botella del vino más fuerte que tiene en ella, pues necesita despejar la mente, o la locura lo invadirá, y por el enojo terminar en las puertas del palacio, y allí retar a Romeo a un duelo a muerte.

Su esposa llegó y al verlo tomar, sin hacer preguntas, se unió a él, y así le hizo compañía.

Unas horas más tarde.

Aquellas dos personas se pasaron de copas y terminaron tomando hasta estar borrachos.

El duque estaba lanzando maldición en contra de Romeo, y su mujer, al verlo hablar de esta manera, se unió a él, y también lanzó maldiciones en contra de Romeo.

Los hombres que Romeo dejó en la mansión, desde fuera de la mansión podían escuchar todo aquello, y negaban con la cabeza una y otra vez, pues parece, que el duque y su esposa, odian a dicho hombre, hasta la médula.

Los empleados de la mansión solo estaban pendientes de ellos, por si destrozaban la oficina y de paso se hacían daño, pero no pasó nada de eso, y sus amos solo estaban maldiciendo al emperador, pues parece que la bebida le agarró para eso.

No fue luego de la media noche cuando ambos se cansaron de maldecir a Romeo, y al hacerlo, se durmieron los sofás de la oficina.

Los empleados, al escuchar todo en silencio, fueron a ver, para ver a sus amos roncando como mula cansada.

Sin hacer sonido alguno, todos se fueron de allí, y dejaron a los duques tranquilos.

Romeo en el palacio tenía dolor de oído desde hace rato, y tuvo que mandar a llamar al médico real, el cual únicamente le echo algunas gotas medicinales y estas hicieron efectos luego de la media noche.

¡Vaya!, qué cosa más extraña, ¿no?

Pasado ese día.

Tal como lo dijo Abigaíl, en horas de las tres de la tarde, el duque Camilo, abrió un portal mágico dentro de la mansión hasta la casa de campo y por el paso su hija y Lina, en dónde ambas cruzaron sin dificultad.

Ambos nada más cerrar el portal mágico fueron a abrazarles, y le dieron muchos besos en las mejillas, las cuales por las muestras de cariño, estaban rojas como un tomate.

—Mi pequeña hija, cada día está más bella, yo soy el hombre más feliz del mundo — dice el hombre dejando de besar a su hija.

—Yo también soy la mujer más feliz del mundo, pues tengo la familia más bella que puede haber — dice la mujer para luego darle un abrazo a su hija, aquel abrazo la dejó sin aliento.

—Madre, padre, ya dejen de hacer eso, los empleados están viendo — dice ella avergonzada, pues por el alboroto, los empleados se habían juntado a ver, y estaban sin hablar, ya que nadie vio llegar a la joven.

Nadie allí sabe lo que está pasando, pero tampoco van a preguntar, pues el duque Camilo y su esposa Magdalena, dan miedo.

Pasado aquel encuentro, la familia de tres se fue al jardín a disfrutar de la hora del té, y estaban hablando de muchas cosas importantes.

 Allí Abigaíl les dio a sus padres muchas ideas sobre hacer negocios, y los duques estaban felices de ver que por fin su hija se interesa en ese tema.

El duque le contó a Abigaíl sobre el rumor de Romeo, y ella, aunque en la superficie no mostró enojo, en el interior estaba que se prendía en fuego, su loba también estaba igual.

Los cuervos que dejó Romeo cuando vieron salir a la joven de la mansión, de forma inmediata se regresaron a Romeo su amo, y allí le dieron las buenas nuevas.

Por la noticia, dicho hombre estaba nervioso y tenía deseos de ir corriendo a dónde está su amada y besarle.

Pero tiene miedo de que ella se asuste por su llegada tan repentina y como consecuencia de eso, se vaya otra vez sin el saber para donde fue.

Por eso, su lobo Amón lo convenció de ir poco a poco con ella, y para conquistarla, decide mandarle regalos como los que le gustaban cuando eran esposos. También le escribirá una carta, en la que expresa sus más sinceros sentimientos.

Por eso, él, en cuanto se desocupó un poco, fue a hablar con su asistente personal, y le dio instrucciones sobre cómo comprar los regalos, y luego le pidió que los trajera a él, para ver por sí mismo que todo esté bien.

El asistente de nombre Andrés, en cuanto recibió la orden, con el artefacto mágico realizó un portal, y se fue a hacer su trabajo.

En cuanto a Romeo

Aquel hombre se fue a su oficina y de su escritorio tomó pluma y papel con la intención de escribir la carta romántica, pero su cabeza estaba en blanco, ya que él nunca en toda su vida ha mandado una carta de amor a nadie.

Sin miedo al éxito, el inicio a escribir.

“Querida Abigaíl, te escribo para saludarte” escribe, pero destruye el papel, pues el escrito le sonaba muy común.

Motivado, él vuelve a escribir en un papel limpio.

“Hola Abigaíl” escribe y no le gusta cómo se escucha aquel saludo, y por eso desecha el papel nuevamente.

"Para mi amor Abigaíl"

Escribe él, pero se queda en blanco. Al hacerlo, rompe la nota, y se pasa las manos por la cabeza, pues por tercera vez está sin ideas. El no tenía idea de que escribir una carta de amor sea tan difícil.

Buscando imaginación cuál autor, él de entre las cosas de Andrés su asistente tomó unas de las novelas que aquel hombre tiene, pues Andrés, es un romántico sin remedio, y se la pasa leyendo libros de poemas y novelas de amor, para cuando encuentre a su pareja, amarla como se debe.

Por esa acción, él se siente avergonzado y tonto, pero al pensar en su amor, todos aquellos sentimientos se le fueron.

Esa tarde Romeo dejó su trabajo abandonado y se concentró solo en leer aquella novela de amor, la cual le pareció ridícula y chicle, ya que los hombres allí, actúan como unos tontos enamorados y hacen de todo para ganar el amor de su amada.

Su mente ahora estaba en un caos.

“¿Si soy así como esos tontos protagonistas, me ganaré el amor de mi bella Abigaíl?” Piensa el preocupado y su lobo le responde.

“No pierdes nada intentándolo, si no hacemos algo, ella nos va a seguir despreciando, yo ya no puedo estar sin ella” dice aquel lobo mientras emite sonidos de tristeza. El pobre Amón se siente muy triste por estar lejos de su amada y la extraña mucho.

Romeo en ese momento tomó una decisión, será un romántico empedernido, si con eso logra que su amor lo ame como antes.