La Madrastra Que Nunca Existió

Mientras tanto, en la oficina del Duque...

En realidad, no estaba escribiendo nada, solo hacía garabatos, soltó la pluma y se tapó la cara. Es imposible haber perdido así los estribos, es que le tomó por sorpresa encontrar a la doncella.

Hace un par de años, en el baile donde la vio, después de un tiempo cuando volvió a buscarla ya no estaba. No se desanimó por qué sabía de qué familia venía, sería fácil preguntar. Y ahí fue que una ex-empleada de la mansión dijo que la doncella de la señorita Green estaba casada con un soldado del mismo condado, no entendí muy bien el porqué, pero necesitaba comprobarlo con mis propios ojos.

El día que me infiltré en esa mansión la vi, entrenando con los caballeros, había uno que estaba más cerca que los demás y ahí lo supe, si estaba casada, ese era su esposo, además, solo practicaba con él, decidí olvidarla y volvimos al norte casi inmediatamente, no pensé que la volvería a ver.

Geron: Por Dios, ¿puedes cambiar esa cara y rellenar de verdad los papeles pendientes?

Abel: Cállate, ¿averiguaste algo?

Geron: Solo que sigue las costumbres de la capital y no tiene anillo en el dedo, no parece casada.

Abel: N-No hablaba de eso, me refería a si sabían pelear, eso sí...

Geron: ajá, claro, emm no, no averigüé nada de eso.

Abel: Bueno veremos mañana entonces, me voy a dormir.

Y así Geron vio como se iban sus sueños de terminar pronto con su trabajo.

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Al otro día, la mansión estaba movida, hace mucho tiempo no se tenía un invitado y menos de la capital, en la cocina corrían de un lugar para otro mientras nuestras chicas apenas despertaban. Ana se apresuró de ir a atender a su señorita.

Fiona insistió en que Ana también se ponga uno de sus vestidos, por lo menos para desayunar, y le dijo que era una orden asique no le dejó escapatoria. Ambas bajaron a desayunar y se encontraron a un duque ya sentado en la cabecera de la mesa, pensaron que se iba a enojar por esperar por eso pidieron perdón antes de sentarse. Por suerte Geron también se sumó al desayuno, él les hablaba amablemente y sacaba alguna que otra risa. Ni bien terminaron, el duque les dijo que le acompañen a una de las murallas del castillo.

Ana: ¿siempre es así de serio cuando desayuna?

Geron: desayunó con ustedes porque son invitadas, no suele mantener una buena dieta, siempre se olvida de comer por estar concentrado en la guerra.

Abel: ¿pueden dejar de compartir secretos y apurarse?

Ana y Geron: Ahí vamos.

En la muralla vieron algo impactante, el muro del castillo estaba sumamente alto, pero en el piso se veía como demonios se peleaban por querer trepar.

Abel: demuéstrenme que tan buenas son.

Vi a un caballero cerca que tenía un arco y unas flechas y le pedí prestado y corrí al lado de Fiona, yo tiraba una flecha y ella con magia las multiplicaba y prendía fuego, me iba indicando hacia donde y yo le iba diciendo cuántas flechas me iban quedando, los soldados estaban muy sorprendidos. Lo que nos tomó por sorpresa es que un par de esos demonios no le habíamos pegado y cayeron al piso, se hicieron una pelota negra y al explotar esa pelota salieron unos demonios con alas.

Ana: ¿Acaban de digievolucionar? Fiona que mier...

Y vi como uno se acercaba directamente, solté el arco y tomé la espada de Geron que estaba distraído, giré para tomar impulso y le corté la cabeza.

Fiona: Ay, no quería ensuciarme, ya ni modo.

Fiona saltó al borde de la muralla mientras el duque me sacaba la espada y se la tiraba a Geron. Hizo un conjuro, donde todos los demonios fueron explotando sus cabezas y prendiéndose fuego. Acabó con todos a la vez, pero con su fuerza también, de repente me volvieron las fuerzas a mí para sostenerla, pero ni bien la alcancé se me aflojaron.

Abel: se exigieron demasiado, Geron lleva a la señorita Fiona a su habitación.

Ana: no se preocupe, yo me encargo.

Abel: de usted me encargo yo.

Me dijo mientras me miraba a los ojos, habré estado como un tomate porque Geron soltó una pequeña risa y huyó con Fiona, no quiero mal pensar, no debo mal pensar, aiuda jajajaja