Deseándote

Gabriela

— ¡No voy a entrar en ese vestido, Viviana! — Exclame rendida y con los ánimos por el piso. Tratando de ponerme el vestido negro el cual ella me había regalado, en mi anterior cumpleaños, obviamente hace diez meses atrás; era más delgada.

— ¡Entras o entras! —Jalo el vestido con fuerza, en la parte de mi trasero —. Ya veo porque Adrián está loco por ti, con esas posaderas tuyas, tan grandes.

—¡Viviana!, no digas esas cosas — Metí barriga lo que más pude y este cedió un poco—. Vivi, me pondré otra cosa. No voy a salir de esta manera, arriesgandome que en cualquier momento la tela no soporte tanto.

— Tienes razón, pero que te vas a poner —Caminó hacia el armario y empezó a sacar la ropa tirándola en la cama—. Amiga, tenemos que ir de compras.

— Si, lo haré. En cuanto me paguen la primera quincena —Rodé los ojos, quitándome el vestido, en cuanto lo logre sacar pude respirar tranquilamente.

No sé en qué estaba pensando, cuando le dije aquella tarde que si aceptaba salir con él, ahora cinco días después. No tengo ni puta idea de que ropa me voy a poner.

Me lanzo encima de la montaña de ropa, frustrada y agitada. Llevo tres vestidos y ninguno me entra, creo que estoy subiendo cada vez más de peso, en lugar de bajar, y eso que he empezado a caminar más.

Tampoco espero bajar de peso con caminar solo un día, debo hacerlo frecuentemente, pero Adrián se ha encargado de llevarme y traerme en su moto, ya que su taller se encuentra un poco cerca de la oficina.

Estos últimos días he estado flotando en las nubes, y aunque no hemos vuelto a tener sexo, obviamente con Viviana es más complicado hacerlo. Nos hemos aprendido a conocer un poco más, y por eso está cita es muy importante para mí. Quiero que me deje en claro, lo que realmente quiere conmigo. Lo que menos quiero es ilusionarme.

¡Más!, sí. Patéticamente más de lo que ya estoy. Como no estar ilusionada con un hombre mortalmente sexy; que te bese con ganas de arrancar tus labios, que te toqué y haga que tu cuerpo reaccione a él, que tu corazón se acelere con sólo escuchar su voz, que en sus brazos se borre hasta la noción del tiempo.

¿Será esto amor?, es muy pronto para saberlo, pero tengo altas expectativas sobre un nosotros, sólo espero no caer de culo, porque aunque el golpe sea suave, dolerá como un putas.

— ¡Gabriela! —Sentí una mano impactar mi nalga derecha, me giró en la cama quedando boca arriba, Viviana. Me lanza un vestido azul con flores—. Ese te quedará espectacular.

Hasta Vivi, esta más emocionada que yo. No ha dejado de sonreír y no darse por vencida. Suspiro pesadamente levantándome de la cama. Lo agarró en mis manos y asiento con una débil sonrisa.

— Vamos Gabi, mi hermano no se fijará en lo que lleves —Me animó, sonreí forzosamente y con la ceja enarcada me coloque el vestido—. ¡Simplemente hermosa!.

No es que no crea en mi amiga, pero ella lo hace por subirme el autoestima, y se lo agradezco. Porque si no hubiera sido por ella, ya estaría siendo comida por los gusanos.

— ¿ Crees que le guste a Adrián? —Pregunto dudosa, mientras ella peina ni cabello.

— Nunca había visto que Adrián, viera a una chica como te ve a ti. Y estoy más que segura que le encantará cuando te vea, estas preciosa mi Gabi — Me rodea y aplica un poco de brillo en los labios—. Te va a comer enterita.

Me da un guiño travieso, río por ello. Me levantó y me contempló en el espejo. El vestido azul es ceñido en la parte de los senos, en el vientre hacia abajo es suelto llegando hasta cuatro dedos arriba de las rodillas, dejando mis hombros al descubierto. Vivi, me coloca la cadena que pertenecía a mi madre; un hermoso dije de corazón donde las iniciales de mis padres, están grabadas en el.

El peinado es hacía el lado derecho con un broche en forma de flor adornando mi cabello, no estoy maquillada, solamente me aplicó un poco de brillo en los labios, y realmente me desconozco. Esa no soy yo, jamás me había sentido hermosa, como está noche.

Mi noche, nuestra noche.

— Deslumbraras a ese hombre — Me da un abrazo, me aferró a sus brazos y antes de irse me da un beso en la mejilla, respiro varias veces, vuelvo a mirarme en el espejo. Sonrío sincera, sin tener que fingir.

— No se vive dos veces, Gabriela — Murmure antes de salir de mi habitación, escuché la voz de Adrián, quien hablaba con Vivi. Mi corazón empezó a latir fuertemente contra mi caja torácica. Camine por el pasillo creyendo que las paredes me robaban el poco aire que tenía en mis pulmones. Al llegar a la sala ambos se giraron:

Adrián, se vistió con un pantalón negro y una camisa formal blanca, sin corbata, arremangada hasta los codos, perfectamente peinado, sin rastro de barba. Y con esa sonrisa matadora. El olor a su perfume se sentía en el ambiente. ¡Es un hombre muy guapo y sexy!.

Nos quedamos suspendidos en el tiempo, mirándonos a los ojos, contemplandonos a la vez, su mirada marrón se quedó incrustada en mi piel. Hechizada por sus ojos, camine hacia él. Su voz terminó de hacer estrategos en mi sensible corazón.

— Estas preciosa, Gabriela — Salí del hechizo de sus ojos, para quedar tonta y boba con su voz; profundamente suave.

Me tomo de la mano delicadamente y un corrientazo atravesó mi espina dorsal, la llevo hasta sus labios y dejó un beso para sonreír.

¡Muero lentamente!, ¡Ayuda!.

— Tu estas más que comestible, bizcocho — Sonríe de lado coqueto. Me jala un poco sin fuerza, nos despedimos de Viviana que nos mira sentada en el taburete de la cocina. Y salimos por la puerta.

Mis nervios están a flor de piel, con la incertidumbre de donde me llevará. La noche está tan hermosa, con las estrellas iluminando la ciudad y la luna llena; brilla intensamente y su gran tamaño me llama la atención. Adrián pasa su brazo por mi cintura y juntos caminamos hacia un taxi, que nos espera frente al edificio.