ESTA NOVELA ERA ANTES AMARANTA, LA TENGO COMPLETA. QUIEN ME CONOCE SABE DONDE ENCONTRARME.
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AMARANTA REGRESARA?
Mientras tanto en otro lugar.
—Por qué llevaste a Amaranta a esa misión, si ella se negó a entrar en la Universidad Militar —preguntó Liliana Cota.
—La he estado siguiendo durante más de un mes, he visto que tiene potencial para estar en el equipo que necesitamos formar para atrapar a ese maldito, es igual de inteligente que Izan Marsans, solamente que no pude atraparla antes para llevarla a la Isla al entrenamiento, porque estaba en la filmación y antes Izan la tenía muy cuidada —Enrique Montemayor respondió a Liliana Cota.
—Sabes lo que te sucederá cuando el capitán Izan Marsans se entere de que le robaste a su protegida —le advirtió Liliana Cota.
—No me importa, es exclusivamente eso su protegida; yo necesito rescatar a… Es prioritario para el ejército usar cualquier recurso para resolver asuntos nacionales.
—No quiero estar en tus zapatos cuando venga a romperte los huesos —Termino con eso, Liliana.
—Ustedes que ven, rápido pongan las cámaras para ver que están haciendo esas niñas…
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—Cuando estaban ya reunidas, las chicas comenzaron a charlar sobre porque estarían en ese lugar.
—Yo no sé por qué estoy aquí, solo recuerdo que estaba en un cibercafé jugando videojuegos y después desperté en este punto. Dijo una chica vestida con pantalones negros flojos caídos hasta las caderas y una camisa corta apretada color rojo y tirantes con el pelo rojo fuego.
—Yo estaba saliendo de un centro comercial. Una chica simple con pantalones de mezclilla deslavados y suéter rosa.
—A mí me atraparon en la calle —Esta era una chica la que aparentaba ser la mayor de las cuatro, cabello largo negro, pantalón negro de camuflaje, chaqueta verde.
Amaranta dijo: —A mí me secuestraron al salir del metro, ¿pero a alguna la lastimaron o ataron?
Las tres chicas negaron ser lastimadas, por lo cual Amaranta comenzó a reflexionar, porque estaban en ese sitio. Cuando vio a los hombres que las trajeron notó una fuerte aura de poder, fuerza, pero también de servicio. Es la misma que veía en David Scott o en Marcus Morgan. Estos hombres parecían militares.
—¿Ustedes han estado interesadas en entrar a las filas del ejército? —preguntó Amaranta —A qué se dedican, qué cualidades tienen.
La del cabello rojo habló primero: —Yo soy hacker, ya me habían tratado de reclutar, pero me negué.
La chica simple—Yo lo único que puedo hacer es imitar voces, pero estudio arte en la universidad.
—Yo no sé nada, solo soy una simple empleada —respondió la chica del pantalón de camuflaje.
Amaranta, por último: —Yo estoy por ingresar a la Universidad de la Ciudad Capital.
—Te conozco, eres la que califico con la máxima anotación, ¿qué no intentaron varias universidades atraparte?—preguntó la Hacker.
—Sí, pero yo nunca puse la universidad militar como una opción. -
—A qué te refieres con los militares.
—Porque es fácil deducir que los que nos trajeron a este lugar quieren ponernos a prueba por alguna razón y son del ejército, no estamos siquiera cerca de una ciudad o tierra firme; si no ponen atención no se darán cuenta.
Cuando terminó de decir esto Amaranta, las otras tres chicas abrieron la puerta hacia el exterior y vieron que se encontraban a la orilla del mar. Salieron y exploraron para darse cuenta de que estaban en una isla. Como diablos podrían salir de ese sitio, no tenían nada, ni caña de pescar o algo para atrapar un pez, nada para hacer fuego, que estaban pensando cuando decidieron abandonarlas en esa parte por quince días…
—Qué es lo que haremos para comer, donde dormiremos y si cae una tormenta muy fuerte, los cristales están rotos, moriremos de frío.
—A qué estúpido se le ocurrió traernos a este paraje, que creyeron que somos, ¿unas supermujeres?
—No lo sé, pero si lo que quieren es divertirse con nosotras, es seguro que hayan preparado este lugar para vigilarnos —dijo Amaranta muy enojada.
—Reflexionarlo dos veces. Comenzó Amaranta a ver por todas las esquinas, el techo, los pequeños rincones hasta encontrar las cámaras que estaban trasmitiendo lo que ellas estaban haciendo. Cuando encontró la primera dijo directo a la cámara: —No soy el juguete de nadie; dije que no entraría al ejército y no lo haré, pero no dejes que te encuentre porque pagarás por traerme aquí y desconecto la cámara.
—En el otro lado de la cámara estaba Enrique Montemayor, el encargado del reclutamiento de nuevos talentos para la defensa nacional. Al escuchar lo que dijo, soltó una carcajada retumbante. Era conocido por el apodo del Buda sonriente, por su físico, antes del accidente del que fue víctima en acto de servicio, fue un hombre fuerte y de un cuerpo atlético, pero ahora tenía poco tiempo que podía hacer de nuevo ejercicio. Se veía fornido, pero de forma regordeta como si fuera a estallar el uniforme.
—No se sorprendió por las palabras de Amaranta; solo una mujer así podría soportar al arrogante de Izan Marsans. Pero no se había equivocado con ella; tenía un talento innato para encontrar y percibir el peligro; había deducido en muy poco tiempo el por qué estaba ahí. Estaba en sus meditaciones, cuando recibió una llamada telefónica.
—Sí, soy Montemayor.
—Hola. Soy Rafael Morgan.
—Señor, cuáles son sus órdenes —respondió Enrique de inmediato a su superior.
—Tengo entendido que tiene a una chica de nombre Amaranta Cid en entrenamiento, pero que ella no estaba solicitando el ingreso a la Universidad de la Defensa.
—Señor, sí, de esta manera es, pero sabe que sé reconocer el talento cuando lo veo y esta chica lo tiene, y si con sus palabras me está queriendo decir que no seguí el protocolo, permítame decirle que cuando veo el talento no me detengo ante nada hasta que lo consigo.
—¿Sabes a qué familias pertenece esa chica? Están muy preocupados por ella, porque no se les informó que te la llevarías, ¿quieres que de ahora en adelante ya no te llamen el buda sonriente?
—Señor, puede decirles a los Thompson y a los Marsans, que será devuelta, sana y salva.
—Eso espero, Montemayor. Rafael Morgan colgó la llamada.
—Escuchaste, Marcus, la chica está en un entrenamiento. La regresará cuando termine.
—Pero ella tiene cosas que hacer; no puede permanecer en ese entrenamiento. Refutó Philip. Además, le costaba al gordo Montemayor avisar que la tenía.
—Vamos todos a casa a descansar…
Cuando Marcus llegó a casa, ya lo esperaban con el cobertor en el salón. —Hola, amor. Saludo a Lidia Marsans.
—Marcus, no me saludes hasta que me digas a donde fuiste anoche.
—Está bien, pase la noche buscando a tu futura cuñada, porque Philip pensó que la habían secuestrado.
—Marcus, dime que está bien Amaranta. Exigió Lidia Marsans.
—Descubrimos que la secuestra el Gordo Montemayor para llevarla a un entrenamiento militar, como parte de sus nuevos reclutas.
—No puede ser cierto, eso es peor que un secuestro; si mi hermano se entera se va a pelear con Enrique.
—Mi tío le advirtió que tiene que regresarla.
—Si para mañana no ha regresado Amaranta, yo misma le diré a Izan.
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Gracias y enhorabuena.