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El Maestro Encantador

El Maestro Encantador

Status: En proceso
Genre:Romance / Amor prohibido / Profesor particular / Maestro-estudiante / Diferencia de edad
Popularitas:1.5k
Nilai: 5
nombre de autor: Santiago López P

Nueva

NovelToon tiene autorización de Santiago López P para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.

Capitulo 13:

—Ella es así, profesor, un poco extraña. Simplemente ignórela —

me aconsejó un estudiante, como si me advirtiera sobre un fenómeno raro en la naturaleza.

Sonreí y me dirigí a mi auto, dejando que sus palabras se diluyeran en mi mente.

Salió primero, y yo la seguí con mi propio vehículo, sin darle demasiada importancia.

Estaba agotado, la jornada había sido intensa, y solo quería llegar a casa y desconectar.

Sin embargo, mientras conducía, noté que nuestra ruta coincidía.

Ella iba dos autos adelante.

Por un momento pensé en cambiar de carril, pero finalmente decidí concentrarme en mi trayecto.

Cuando giré para entrar a la calle donde vivo, algo me hizo frenar en seco.

Allí estaba su auto, aparcado en la acera.

Mi casa quedaba apenas cinco casas más adelante.

Mientras acomodaba mi vehículo, la vi reincorporarse al suyo, maniobrar con cuidado y finalmente guardarlo en la cochera.

Confirmé lo que había sospechado:

no solo es mi estudiante…

también es mi vecina.

Entré y me dejé caer bajo la ducha caliente, dejando que el agua arrastrara la tensión acumulada en mis hombros.

La combinación de calor y cansancio me llevó directo a la cama, y pronto me sumí en un sueño profundo.

Pasaron dos semanas desde que inicié las clases.

Mis alumnos son participativos, curiosos, pero Valeria Casas mantiene su perfil bajo:

silenciosa, meticulosa, observadora.

Sin embargo, cuando reviso sus trabajos, me doy cuenta de algo importante:

ella es la mejor.

Cada plano, cada proyecto, refleja una precisión que no deja lugar a dudas.

Al principio dudé.

Llegué a pensar que quizás alguien más lo estaba haciendo por ella.

Menos mal que no expresé esa sospecha sin verificar.

He tenido la oportunidad de observarla en la biblioteca en un par de ocasiones.

Siempre ocupa la misma mesa, junto a la ventana, concentrada en la pantalla de su laptop.

La veo manejar AutoCAD con soltura, con movimientos precisos, sin perder la paciencia, aunque la práctica aún le hace falta.

Pero queda claro:

cada trabajo, cada línea, es suya.

Y mientras observo todo esto, no puedo evitar preguntarme:

¿quién es realmente esta joven? ¿Por qué parece tan distante, tan contenida, como si viviera entre muros que nadie más puede traspasar?

Estaba sentado en mi escritorio revisando unos planos cuando de repente sentí un golpe y el aroma del café invadiendo la habitación.

Una de las alumnas, torpemente, había tropezado y volcado toda su bebida sobre mi camisa.

—Decano, discúlpeme, no lo hice adrede —

se disculpaba la chica, balbuceando y retrocediendo con los ojos grandes de pánico.

—No te preocupes, traigo una camisa de cambio —

dije con calma, levantándome—.

Chicos, por favor, sigan con los planos, en un momento regreso. Estaré en la sala de profesores.

Salí del aula intentando que mi voz sonara firme, pero en el fondo estaba divertido.

Me dirigí a la sala de profesores, que estaba vacía.

Abrí mi locker, saqué una camisa limpia y me dirigí al baño.

Quité la manchada, la lavé con un poco de agua para que el café no dejara rastro y me preparaba para poner la limpia cuando un olor persistente me detuvo:

el aroma a café todavía impregnaba mi camisa y mis manos.

Necesito quitar esto de mi cuerpo, pensé.

Miré alrededor; la sala estaba desierta.

Perfecto.

Saqué unos pañitos húmedos que siempre llevaba para emergencias y me puse a limpiarme.

Fue entonces que escuché la puerta abrirse con un crujido.

Me giré lentamente y allí estaba ella:

Valeria Casas, con los ojos abiertos como platos, su voz casi temblando:

—Y-yo… yo, lo siento —

dijo, y dio media vuelta inmediatamente, como si quisiera desaparecer en el aire.

No pude evitar soltar una risa breve pero genuina.

Su torpeza, combinada con la seriedad que normalmente mostraba en clase, era casi encantadora.

Me giré un poco hacia ella, levantando una ceja y con una sonrisa irónica.

—Valeria, tranquila. No es para tanto —

dije, mientras me secaba las manos—.

Solo espero que hayas aprendido a no tropezar con decanos mientras llevas café.

Ella apenas asintió, todavía roja, y salió rápidamente, dejándome solo con una mezcla de diversión y curiosidad.

Qué misteriosa y complicada es esta chica…

y aún así, hay algo en ella que no puedo ignorar, pensé mientras regresaba a mi oficina, acomodando mi camisa limpia y tratando de concentrarme de nuevo en los planos.

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