Josh es un joven psicólogo que comienza su carrera en una prisión de máxima seguridad.
¿Su nuevo paciente? Murilo Lorenzo, el temido líder de la mafia italiana… y su primer amor de adolescencia.
Entre sesiones de terapia peligrosas, rosas dejadas misteriosamente en su habitación y un juego de obsesión y deseo, Josh descubre que Murilo nunca lo ha olvidado… y que esta vez no piensa dejarlo escapar.
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Capítulo 13
La luz suave de la sala de terapia creaba una atmósfera acogedora, un contraste gritante con la tormenta que Josh sentía dentro de sí. Observó a Carlos, que hoy parecía un poco más relajado, sentado en el sillón sin retorcerse tanto.
—*¿Cómo fue tu semana, Carlos?* —preguntó Josh, manteniendo el tono calmado y profesional.
Carlos jugueteó con el borde de la camisa, evitando el contacto visual directo.
—Un poco mejor, creo... Intenté aquellos ejercicios de respiración que usted me enseñó.
—¿Y ayudó?
—Un poco... pero el miércoles casi tuve una crisis en la escuela. —Carlos frunció el ceño, como si reviviera el momento—. Ahí me acordé que usted me dijo que me enfocara en cosas concretas alrededor, entonces empecé a contar los azulejos de la pared.**
Josh sonrió genuinamente por primera vez en aquella semana.
—¡Eso es genial, Carlos! Estás aprendiendo a gestionarlo solo. ¿Y sabes qué es lo mejor?
—¿Qué?
—Que cada vez que logras controlar una crisis, te vuelves más fuerte contra la próxima.
Carlos finalmente miró a los ojos de Josh, un destello de esperanza en su rostro.
—¿Usted realmente cree que un día esto va a pasar?
—No va a "pasar" como un resfriado... pero va a ser más fácil. Como andar en bicicleta; al principio te caes mucho, pero con la práctica, se vuelve segunda naturaleza.
La sesión continuó, con Carlos hablando más abiertamente sobre sus miedos y Josh ofreciendo estrategias simples pero eficaces. Por primera vez en semanas, Josh sintió que estaba realmente ayudando a alguien.
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Después del trabajo, Josh se detuvo en la cafetería cerca del instituto. El olor a café fresco y pan caliente debería ser reconfortante, pero no conseguía relajarse.
—*Un café y un pastel de chocolate, por favor* —pidió a la empleada, intentando ignorar cómo sus ojos inspeccionaban cada rincón del establecimiento.
Mientras esperaba, su teléfono vibró. Un mensaje de número desconocido:
"Enseñas tan bien... ¿Quieres darme clases a mí también?"
El sudor frío resbaló por la nuca de Josh. Borró el mensaje con dedos temblorosos, recogió su pedido y salió apresuradamente.
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El apartamento estaba silencioso como siempre cuando Josh llegó. Cerró la puerta tras de sí, respirando hondo, intentando convencerse de que estaba seguro.
—*Solo paranoia* —murmuró, dejando las llaves en el plato de la entrada.
Fue hasta la cocina, colocó el pastel en un plato y tomó una botella de agua. Cuando se giró, su corazón se detuvo.
En la mesa de la sala, sentado con la postura despreocupada de un invitado esperando al anfitrión, estaba Murilo.
Su traje negro impecable contrastaba con el sofá desgastado de Josh. En los ojos, aquel brillo de diversión perversa que Josh conocía tan bien.
—*Murilo...* —el nombre salió como un suspiro asustado de los labios de Josh.
Murilo sonrió, lento, deliberado, como un gato que finalmente atrapó al canario.
Murilo se levantó con la elegancia de un depredador acostumbrado a dominar cualquier territorio. El jersey de cuello alto cubría parte de los tatuajes en el cuello, pero no escondía la intensidad de la mirada que fijaba en Josh. Cada paso en su dirección era calculado, lento, como si supiera que Josh no tendría a dónde correr.
Josh estaba paralizado. Los músculos traicionaron su orden de huir, de gritar, de hacer cualquier cosa. Todo lo que conseguía hacer era sentir los dedos de Murilo enroscándose en sus cabellos, suaves, casi cariñosos.
—*¿Por qué te escapaste, Murilo?* —la voz de Josh salió más débil de lo que hubiera querido.
Murilo no respondió de inmediato. Continuó acariciando los cabellos de Josh, como si estuviera admirando algo precioso.
—Mi amor... —murmuró, la voz una mezcla de dulzura y peligro—. Yo no soy un loco. Pero a veces tenemos que fingir para conseguir escapar... para tener aquello que queremos.**
El toque era prohibido. Inapropiado. Y, aun así, una parte de Josh reaccionó a él, un calor indeseado subiendo por su espina dorsal. Se odió por eso.
—*¿Qué querías?* —Josh preguntó, desviando la mirada.
Murilo sonrió, los dedos ahora trazando la línea de la mandíbula de Josh.
—A ti. Yo te quería a ti. Yo te quiero.
Josh finalmente encontró fuerzas para reaccionar. Sus ojos cayeron en las manos de Murilo —tan marcadas por tatuajes como su cuerpo. Agarró la muñeca del hombre, alejándolo con un tirón brusco.
—Si crees que saliste de la cárcel solo para venir tras de mí, estás muy equivocado. —Josh tragó saliva, intentando mantener la voz firme—. Yo sé cómo eres. Y si llamo a la policía ahora, puede que no te cojan... pero no me tendrás.**
Murilo se rió.
No era la risa calculada de las sesiones de terapia, ni la risa suave que daba cuando manipulaba a los otros. Era una risa cortante, cruda, que resonó por el apartamento como un cuchillo siendo afilado.
—Mi amor... —Murilo se acercó nuevamente, girando a Josh hasta quedar detrás de él. Sus labios casi tocaron la oreja de Josh, el aliento caliente contra su piel—. Hablas como si no quisieras.**
—Yo no quiero.
—Sé que es mentira. —Murilo besó su cuello, despacio, provocativo—. Y sé que el único motivo de que me hayas dejado fue porque empezaste a crear sentimientos.**
Josh sintió el cuerpo temblar.
—No sabes nada.
Pero no se apartó.
Murilo sonrió contra su piel, sintiendo la contradicción, la vacilación.
—Ok. Si crees eso, voy a dejar que lo sigas creyendo... —Murilo se alejó, los pasos resonando en dirección a la puerta—. Pero aún hay una cosa que no sabes, Josh...**
La mano se posó en el picaporte.
—Aún no has recordado quién soy.
Y entonces salió, dejando a Josh allí, parado en medio de la sala, con el corazón latiendo tan fuerte que dolía.
El apartamento parecía más vacío que nunca.
Y, en el fondo, Josh sabía:
Murilo tenía razón.
Él *no* había huido solo de la cárcel.
Había huido directamente dentro de la mente de Josh.
Y ahora, no había terapia que pudiera salvarlo.
Amo la pareja de Josh y Murilo jsjsjs 😆❣️
nadamás que en algunas partes está como revuelta o repetido
te deseo muchos éxitos y gracias por compartir
👏👏👏👏👏💐💐💐💐💐👏
este cap ya se repitió... joder creo que es la desvelada /Shame/