Cuando sabemos que la vida nos tiene deparado un futuro, pero somos nosotros mismos quienes creamos los caminos que nos llevan ya sea a la toma de buenas o malas decisiones, todas las que he tomado de ninguna me arrepiento me han hecho el hombre que soy y llegar a ser lo que soy y nada ni nadie me hará cambiar de parecer eso era lo que creía hasta que supe que jamás tendría una oportunidad en su vida
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El peso de la situación cayó sobre mis hombros. Este era un proyecto que representaba meses de trabajo, esfuerzo y sacrificio. Un logro que quería alcanzar por mis propios méritos, por la validez de mi propuesta, no como un acto de gratitud. Mi mente se debatía entre aceptar la oportunidad o hacer lo correcto. No podía permitir que un gesto de agradecimiento definiera mi carrera, ni que el destino de la empresa estuviera marcado por una deuda personal.
Antes de que pudiera pensarlo dos veces, me levanté. El murmullo en la sala se detuvo, y todas las miradas se volvieron hacia mí. Sentí el impulso casi irrefrenable de dejar que todo siguiera su curso, de aceptar la victoria. Pero no, sabía que no sería capaz de mirarme al espejo si lo hacía. Me aclaré la garganta y miré a James directamente a los ojos.
"Deténgase", dije con una calma que no sentía. Mi voz resonó en la sala y todos se quedaron en silencio, expectantes. James levantó una ceja, sorprendido, mientras que su esposa me miraba con una mezcla de curiosidad y comprensión.
"Este proyecto… no quiero ganarlo de esta manera", continué, con un nudo en la garganta. "No quiero que su retirada sea por gratitud hacia mí. Si lo voy a ganar, será porque nuestra propuesta fue la mejor. Porque nos lo merecemos."
James me observó en silencio por un momento que pareció eterno, evaluándome con esa mirada impenetrable de hombre de negocios. Luego, lentamente, una sonrisa, tan enigmática como la de su esposa, apareció en su rostro. No dijo nada, pero comprendí que había entendido perfectamente lo que quería decir. Y más allá de eso, su respeto por mí parecía haberse afianzado en ese instante.
Su esposa, en cambio, me dedicó una mirada llena de una mezcla de gratitud y algo más que no pude descifrar del todo. Sin embargo, lo que sí comprendí era que ellos no habían venido a hacerme ningún favor, sino a devolver algo que, en su opinión, me debía.
El silencio en la sala se rompió cuando James finalmente habló. "Muy bien," dijo con una voz calmada, pero firme. "Continuaremos con nuestra propuesta."
Los murmullos de sorpresa no se hicieron esperar, pero yo me sentí aliviado. Aunque la competencia iba a ser dura, y sabría que enfrentarme a James en un terreno justo no sería fácil, ahora tenía la certeza de que, si ganaba, sería por mi propio mérito. Y eso, más que cualquier otra cosa, era lo que realmente importaba
La sala estaba llena de una expectación palpable cuando llegó el momento de que ambas empresas presentaran sus propuestas para la remodelación del majestuoso Palacio de Tokio. Este proyecto no era solo un contrato más; era la oportunidad de trabajar en una obra histórica, una estructura profundamente simbólica para los japoneses. Había pasado semanas perfeccionando cada detalle de nuestra propuesta, y ahora, por fin, era mi turno de exponer.
Con una calma aparente, me levanté y caminé hacia el frente de la sala. Sabía que el público era exigente, que cada mirada evaluaba no solo la idea, sino a la persona detrás de ella. Comencé mi presentación exponiendo cada ángulo de nuestro proyecto, abordando desde la sostenibilidad, la integración con la cultura japonesa, hasta los avances tecnológicos que proponíamos implementar. Mi equipo y yo habíamos trabajado duro en ello, y mientras hablaba, podía ver en los ojos de algunos miembros del comité una chispa de interés. Era una señal alentadora, una esperanza de que nuestra propuesta podría ser la elegida.