El Lobo Y La Bruja De Fuego

El bosque respiraba en la penumbra de la noche, a pocos días de la luna llena. La luz de la luna creciente se colaba entre las ramas desnudas de los árboles, tiñendo todo con una atmósfera etérea y suave. El aire estaba fresco, cargado con la humedad de la tierra y el aroma a musgo mojado. Cada paso sobre el suelo cubierto de hojas secas resonaba en la quietud del bosque, como si el entorno estuviera esperando algo.

Kael permanecía en un claro del bosque, observando el horizonte sin realmente verlo. Su figura se recortaba contra el débil resplandor de la luna, fuerte y erguida, pero algo en su postura hablaba de una tensión interna, como si una tormenta estuviera a punto de desatarse en su interior.

Selene se acercó con pasos suaves, casi deslizándose entre las sombras. No era su intención espiarlo, pero el aire que él emanaba esa noche la inquietaba, y algo en su presencia la atraía, como un imán imposible de ignorar.

—¿Kael? —preguntó, su voz suave, casi un susurro. Él tardó un momento en girarse, como si su concentración estuviera demasiado centrada en algo distante.

—¿No puedes dormir? —preguntó ella, percibiendo la tensión que emanaba de él, como si un peso invisible le presionara los hombros.

Kael no respondió de inmediato. Su respiración era profunda, pero algo en su mirada, en la rigidez de su cuerpo, le daba la sensación de que estaba luchando con algo mucho más grande que el simple cansancio.

—No en noches como esta —dijo finalmente, su voz baja, cargada de una melancolía inexplicable.

Selene se acercó un paso más, observándolo con atención. La luz de la luna iluminaba su rostro, revelando la dureza de su expresión, como si estuviera luchando con algo invisible, algo que no podía controlar.

—¿Por la luna? —preguntó ella, apenas conteniendo una sonrisa al notar que su intuición no se equivocaba.

Kael asintió lentamente, su mirada fija en el suelo frente a él.

—La luna llena está cerca. En días, el cambio será… inevitable. —Su voz se rompió ligeramente, y sus manos se apretaron en los puños, como si la fuerza de la luna misma estuviera obligándolo a contener algo primitivo dentro de él.

Selene frunció el ceño, pero no apartó la vista de él. El aire a su alrededor parecía volverse más denso, y un extraño silencio se instaló entre ellos.

—¿Qué pasa, Kael? —preguntó finalmente, una preocupación creciente en su voz. Sabía que había algo más en él, algo que lo estaba consumiendo.

Kael se giró hacia ella, y en sus ojos azules brillaba una tormenta contenida. Por un momento, sus ojos se encontraron, y la conexión entre ellos se hizo más palpable. Como si, en ese instante, ambos pudieran entenderse sin necesidad de palabras.

—En pocos días, debería alejarme de ti —dijo, su tono serio y cargado de una dureza que Selene no había escuchado antes—. La luna llena… la transformación es… peligrosa. El lobo dentro de mí se vuelve agresivo. Más de lo que soy capaz de controlar.

Selene lo miró fijamente, sin poder evitar una ligera sensación de incomodidad. La idea de que Kael pudiera volverse peligroso para ella la inquietaba más de lo que estaba dispuesta a admitir.

—Entonces… ¿Me estás diciendo que debemos separarnos? —preguntó, su voz apenas un susurro.

Kael asintió, su mandíbula tensa. No quería decir esas palabras, no quería aceptar la distancia que necesitaba, pero era la única forma de protegerla de sí mismo.

Selene se quedó en silencio un momento, sintiendo la humedad de la noche calar su piel, la sensación de frío que comenzaba a apoderarse del aire. Pero, a pesar de la inquietud que sentía en su pecho, algo en ella no quería alejarse de él.

—¿Sabes? —dijo de repente, su tono un poco desafiante—. Si tan solo me dejaras… podríamos encontrar una forma de evitarlo.

Kael la miró confundido, su cuerpo tenso como un alambre.

—¿Evitarlo? ¿Cómo? —preguntó, sin entender.

Selene dio un paso más cerca de él, sin miedo, aunque sentía el latido de su corazón acelerado. No era la primera vez que sentía esa chispa de desafío en su interior, esa energía que le impulsaba a no rendirse tan fácilmente.

—Te puedo hechizar. Puedo usar magia para ayudarte a calmar el lobo dentro de ti. No dejaría de ser peligroso, pero podría hacer que sea más llevadero. —El brillo en sus ojos mostraba una determinación inesperada. Como si ella misma supiera que su propuesta no era algo sencillo, pero tampoco imposible.

Kael, en lugar de responder de inmediato, soltó una risa baja, casi burlona, pero no cruel. Una risa que no llegaba a sus ojos.

—¿Tú? ¿Hechizarme? —Su voz era suave, pero la sorpresa y algo de incredulidad se podían leer claramente en su expresión—. ¿Crees que tus hechizos pueden detener al lobo dentro de mí?

Selene lo miró con una ligera sonrisa. No le molestó la burla, pero sentía que él no la entendía completamente.

—No lo sé. Pero podría intentarlo. —Su tono se suavizó un poco—. El bosque tiene sus propias formas de hacer las cosas. Quizá la magia de este lugar pueda ayudarnos. Y si no funciona, al menos habremos intentado algo.

Kael la estudió en silencio por un momento, como si evaluara la seriedad de su propuesta. La brisa nocturna movió su cabello y la de ella, mezclando sus aromas en el aire fresco. El susurro de las hojas se convirtió en una melodía tranquila que acompañaba el ritmo de sus respiraciones.

Finalmente, Kael asintió, aunque con un ligero escepticismo.

—Si decides intentarlo… —dijo, su voz más suave, como si por fin se rindiera ante la idea de que tal vez no estaba solo en esto—. Entonces lo intentaremos. Pero no te hagas ilusiones, Selene. La luna llena cambia todo.

Selene le sonrió con una leve determinación en sus ojos, decidida a no retroceder. Se acercó más a él, hasta que sus cuerpos estuvieron a una distancia mínima, donde el calor de él alcanzaba su piel, el olor a tierra y a bosque mezclándose con la fragancia del aire nocturno.

—No te preocupes. Estaré lista —dijo, confiada en lo que podía lograr.

Kael la miró un último momento, y luego, con un suspiro pesado, comenzó a caminar hacia la cabaña. La tensión seguía allí, flotando en el aire como una amenaza latente, pero ambos sabían que, al menos por ahora, podían enfrentarse a lo que viniera.

La luna seguía brillando débilmente en lo alto, pero los días que quedaban hasta la luna llena parecían interminables.