Matteo Bushida Lombardi desde pequeño vio a sus padres amarse por sobre todas las cosas, y pensó que él había encontrado un amor igual, pero todo lo perdió por culpa de aquella noche.
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Trece
La vida para Mia, Anneta y Aiko estaba cambiando mucho, pero para mejor.
La madre había conseguido un buen trabajo, el jefe era gruñón pero con ella se comportaba perfectamente, Aiko tenía una buena niñera recomendada y verificada por la empresa y Anneta podía dejar de trabajar tantas horas para poder llegar al final del mes gracias a el salario que tenía su sobrina, todo parecía ir perfecto.
Las chicas que tanto habían sufrido en las manos del hombre que supuestamente debía de cuidarlas estaban viviendo un paraíso terrenal gracias a sus esfuerzos lejos de la familia del terror.
En cambio para Matteo la vida estaba a punto de volverse irremediablemente un caos y aunque él tuvo en sus manos todas las herramientas para salvarse, no las supo utilizar.
- Tú no estás bien de la cabeza. - se burlaba Franco de Livia al saber que de la nada se había inventado un viaje al otro lugar del mundo- Mira que viajar a New York para ir a meterte con un hombre al que no le interesas para nada y del que dudo mucho que consigas algo estable.
- Yo no voy a dejar que desaparezca todo lo que he avanzado hasta ahora- se quejaba como si en realidad ella tuviera algo serio con Matteo y no únicamente un revolcón de vez en cuando - Desde que él se fue a Estados Unidos no ha regresado así que tengo que ir a darle de lo que le gusta y mucho más para que no me olvide, ese hombre va a ser completamente mío y la pelirroja tonta esa va a irse por un tubo nada más que yo lo tenga a mis pies.
Y aunque Livia no lo sabía, Matteo había logrado que Liz lo perdonara por la estupidez de aquella noche que lo vio en la fiesta, por eso no había regresado a Italia, el chico no quería desaprovechar ni un minuto para estar con su amor, bastante tenía con la reprimenda que le dio Enzo Parisi y lo de andar escondidos de la familia pues la pelirroja ahora no quería confiar en él como para declarar su relación ante todos, así que no tenía previsto volver a su país por el momento.
Sin demorar Livia se compró un pasaje y viajó a Estados Unidos para perseguir a Matteo, al llegar buscó ponerse en contacto con él pero no conseguía nada, una semana entera estuvo detrás del hijo del Yakuza llamándolo para que saliera con ella con el pretexto de que únicamente quería conocer algún centro nocturno de la ciudad y divertirse y siempre encontró una negativa, pero ella no iba a rendirse.
Y la oportunidad se dio sola, una noche Liz decidió descansar y le avisó a su novio que quería dormir, que no fuera por su casa a visitarla.
Esa noche Matteo aceptó llevar a Livia a la mejor discoteca que él conocía en la ciudad, Cardo, y ese fue el mayor error que cometería a sus dieciocho años.
Lo que comenzó como unos amigos bailando de pronto se convirtió en un hombre en medio de dos mujeres que con lo que hacían frente a todos no dejaban dudas de lo que iba a suceder al salir de allí cuando estuvieran solos, lo que nunca imaginó el hijo del Yakuza era que alguien lo estaba mirando desde la pared de cristal que tenía en la altura el centro nocturno, alguien a quien había jurado no volver a lastimar y que ya no iba a perdonarlo nunca más, no por lo menos de la forma que a él le gustaría.
En medio de la música y la exitación el teléfono de el joven vibró en el bolsillo trasero de su pantalón y lo sacó para ver quien llamaba.
Liz, decía la pantalla y una vez más se dio cuenta de cuanto estaba fallando, pero no quiso parar, las voces en su cabeza se lo prohibieron, entonces volvió a poner el teléfono en su lugar sin contestar y siguió en lo que estaba.
Cerca de las once y treinta de la noche el hijo de Giulia salía de la discoteca directo a el departamento que ocupaba en New York acompañado de Livia y otra chica que habían conocido allí y al ver venir a alguien que no esperó encontrar en la puerta las dejó para que ellas caminaran adelante.
- Hola Matteo- se detuvo Josep el hermano mayor de Liz a saludar al chico que salía al momento que él llegaba- Últimamente te veo mucho por New York.
- Sí, me gusta estar aquí. - le respondió simplemente y echó un vistazo a las mujeres que iban caminando más adelante.
- Bueno siento que te vayas cuando yo llego y que no podamos hablar, pero Liz está arriba y le dije que llegaría a las once y treinta y ya voy tarde.
- Espera, ¿Liz está arriba?- al asiático se le enfrió el cuerpo, ahora comprendía el porqué de aquella llamada si le había dicho que iba a dormir temprano, estaba seguro de que lo había visto.
- Sí, a mi se me presentó algo y ella me hizo el favor de venir hoy por mi.- le explicó el hermano con inocencia.
- Ahora sí que estoy jodido.- Josep miró al chico pasar la mano por el pelo como desesperado y no entendió- Voy contigo.- le dijo volviendo al club sin recordar a las mujeres que lo esperaban, pero ya era muy tarde para él.
Llamó a la pelirroja miles de veces en la noche, pero el teléfono seguía apagado, tocó a su puerta sin descanso pero el portero del edificio terminó diciéndole que ella no estaba allí, entonces se quedó sentado en el rellano de su entrada apostado para verla llegar a la hora que fuera, pero nada, hasta que en la mañana por fin pudo hablarle.
Y entonces tuvo el más terrible de los despertares, oyó la voz de un hombre invitando a su pelirroja a entrar al baño y a ella aclararle que no tenía interés en escucharlo nuevamente , que su momento había pasado, que ya no volvería a creer en sus mentiras.
Aquel día lo pasó completo dentro del auto en la puerta del edificio de Liz esperando a que esta volviera, necesitaba hablarle, necesitaba convencerla de que la amaba, que ella era la única mujer importante en su vida, que los errores que cometió eran solo para acallar las voces en su cabeza, pero en la noche, después de tantas horas de espera quien llegó hasta él fue Danara y aunque siempre habían sido los mejores amigos esta vez la que en un tiempo no muy lejano sería la jefe de jefes le advirtió bien que o se iba y no molestaba más a su prima o llamaría a Giulia para que tomara cartas en el asunto, y con el alma en un hilo no le quedó más remedio que volverse a Italia.
Mía no está acostumbrada a estar cerca de un hombre después de lo que pasó porque para ella eso fue una violación algún día tendrá que hablar y aclarar que fue lo que realmente pasó.