Sabina, una conocida mafiosa, se ve obligada a criar a los hijo de su hermana luego de que está muere en un trágico accidente. Busca hallar respuestas para sabre toda esa situación y saber quien se atrevió a matar a su gemela.
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capítulo 20
La casa segura era silenciosa, con muros gruesos que aislaban el ruido del mundo exterior. Estaba diseñada para resistir lo impensable. Había cámaras ocultas en cada rincón, vidrios blindados, generadores propios y una red de comunicación que no dependía de satélites ni torres convencionales.
Los niños ya dormían. En la habitación contigua, Sebastián se había quedado abrazado a Antonio, como si enredarse con su hermano fuera la única forma de espantar las pesadillas. La enfermera les había administrado un suave tranquilizante, y Marta permanecía en una butaca, leyendo un cuento en voz baja, aunque ya no la escucharan.
Sabina entró sin hacer ruido. Caminó hasta la cama, acarició la frente de cada uno y cerró los ojos por unos segundos. Un suspiro tembloroso escapó de sus labios. No lloró. No aún. Pero su cuerpo temblaba, apenas perceptiblemente. Al girarse, se encontró con la mirada de Patrick.
—Están bien —le dijo él, en voz baja—. Solo asustados.
—Gracias por cuidarlos.
Marta asintió, sin añadir nada. Sabía que ella necesitaba más silencio que palabras.
En el salón principal, Diego analizaba las grabaciones del salón de eventos. En la pantalla se veían distintos ángulos de la fiesta: la llegada de los invitados, la ubicación de las cámaras ocultas, los movimientos antes del disparo. Habían activado reconocimiento facial y cruzaban datos con bases privadas. El silencio era absoluto, solo roto por los clics del teclado y el zumbido de los servidores.
Minutos después, Sabina regresó al centro de operaciones. Vestía de negro, el cabello recogido, el rostro tallado en piedra. El jefe de seguridad le abrió la puerta sin decir palabra. Bastaba su presencia para que todos se pusieran de pie. No era una figura decorativa. Era la cabeza. Aunque para el resto del mundo, seguía siendo “Ámbar Capolá”.
—¿Quién fue? —preguntó al entrar, sin quitarse aún el abrigo.
Diego se adelantó, mando en mano.
—Uno de los infiltrados trabajó con Morales. Estaba en nuestra lista de posibles amenazas, pero no esperábamos que actuara tan pronto. Está vivo. Lo tenemos en el sótano. No ha dicho una palabra.
—¿Y la mujer?
—Eso es lo más extraño —respondió Diego—. No aparece en ninguna base de datos. Sin antecedentes, sin registros. Pero la cara… —amplió la imagen—. Mirá.
Sabina se inclinó hacia la pantalla. Una mujer rubia, disfrazada de camarera, pero con la postura de una soldado. Había sido ella quien inició el caos. Disparó, se desvaneció entre la multitud… y no volvió a aparecer.
—Esa no es Diana —intervino Patrick desde el umbral.
Todos voltearon a mirarlo.
—¿Estás seguro? —preguntó Sabina.
—Completamente. A menos que haya cambiado el color de cabello y se haya operado la nariz. Pero la forma de moverse… los ojos… la manera de sostener el arma. Esa no es ella. Esta mujer tiene entrenamiento. Militar, quizás. Profesional.
Sabina apretó los labios. Cruzó los brazos con gesto calculado y dirigió su atención a Diego.
—Quiero un informe completo. Si esta mujer entró, alguien la ayudó. Hay un traidor dentro. Encuéntralo.
Diego asintió, con el ceño fruncido. Esa era una orden que no se discutía.
—¿Y el del sótano? —preguntó ella.
—Sigue en silencio. No ha dicho su nombre. No pide abogado. No responde. Solo... mira el suelo.
—¿Puedo hablar con él? —preguntó Patrick, con una media sonrisa.
Sabina lo observó con atención.
—¿Estás seguro?
—No lo quiero muerto. Aún no. Pero quiero que me mire a los ojos. Quiero saber si esto fue solo el comienzo.
—Los niños están a salvo. Eso es lo único que importa por ahora —dijo ella—. Pero tienes mi permiso. Solo no te manches las manos. No todavía.
Patrick sostuvo la mirada de Sabina y asintió.
—Lo tendré en cuenta.
Ella sonrió apenas, como una sombra que pasa por el rostro de una estatua. Luego giró hacia Diego.
—Prepara la sala. Y que nadie interfiera. Esta vez, jugamos con nuestras reglas.
Daniel le hace falta agallas
por fin van a poder ser felices
No sé siñe a la típica historia romántica, es un drama que marcó vidas e hizo justicia .
💯 recomendada 👌🏼😉