En un giro del destino, Susan se reencuentra con Alan, el amor de su juventud que la dejó con el corazón roto. Pero esta vez, Alan regresa con un secreto que podría cambiar todo: una confesión de amor que nunca murió.
A medida que Susan se sumerge en el pasado y enfrenta los errores del presente, se encuentra atrapada en una red de mentiras, secretos y pasiones que amenazan con destruir todo lo que ha construido.
Con la ayuda de su amigo Héctor, Susan debe navegar por un laberinto de emociones y tomar una decisión que podría cambiar el curso de su vida para siempre: perdonar a Alan y darle una segunda oportunidad, o rechazarlo y seguir adelante sin él.
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El encuentro inesperado
Capítulo 13:
Alan caminaba sin rumbo fijo por el aeropuerto, su mente tan dispersa como su respiración. Cada paso que daba parecía arrastrarlo más y más al pasado, a esos recuerdos de Susan que ahora, como espectros, lo perseguían. La imagen de ella, con sus hijos, abrazándolos con esa ternura que él mismo había deseado en su momento, lo atormentaba sin piedad. La verdad lo golpeaba con fuerza: ya no era parte de su vida.
—Alan: "Diablos, nunca pensé que todo esto iba a suceder... no ahora, no cuando lo que tengo, lo tengo solo por ella."
Una angustia profunda lo invadió, y la desesperación que había intentado reprimir durante todo este tiempo afloró como una ola imparable.
—Mamá de Alan: "Hijo, lo que pase de ahora en adelante es tu decisión, y solo tuya. Si realmente deseas algo, deberías pensar en ella y en cómo tu acercamiento podría afectarla."
Las palabras de su madre lo golpearon, como una advertencia. Sabía que la estaba buscando, pero no podía dejar de preguntarse si era lo correcto. ¿Qué derecho tenía para interrumpir la vida que ella había construido tan lejos de él? ¿Lo haría solo para calmar su propio dolor?, bueno si ya lo entendiste te daré la ubicación de cuando llega y a de que embarque estará bajando
—Alan: "Bien, lo tengo claro... tengo que arreglar todo para, tal vez, encontrarme con ella en el aeropuerto y fingir que es obra del destino. Así que… bye."
Dos días después, exactamente a las 10 de la mañana, un avión aterrizaba con una persona que podría sacudir el mundo de Alan para siempre. Cinco figuras emergieron de la terminal, dos niños corriendo con la energía propia de su edad, y una mujer que, aunque cambiada, seguía siendo el centro de su universo.
—Carlos: "Mami, necesito usar el baño."
—Ulises: "Yo también, y tengo un poco de hambre, mami."
—Susan: "Bien, pequeños, vamos al baño. Yo los acompaño mientras el tío Héctor va a buscar al chófer y hace una reserva para comer."
Héctor, que caminaba a su lado, intervino con una sonrisa de cuidado.
—Héctor: "Creo que sería mejor que yo los acompañe, recuerden que ya son niños grandes y no pueden entrar al baño de mujeres aquí. No quedaría bien. Mejor esperen aquí mientras yo me encargo."
Carlos, mirando a su hermano menor, sonrió de manera cómplice.
—Carlos: "Mateo, ¿no vas al baño?"
—Mateo: "No, me quedo con mi madrina, además puedo dormir un poco mientras llegan."
Susan acarició la cabeza de Mateo, sintiendo la familiaridad y la calidez de ese niño que había llegado a ser como un hijo para ella, Sus ojos se suavizaron por un momento mientras veía al pequeño Mateo, después de sentarse y confirmar la reservación en el restaurante, levantó la vista fue entonces cuando escuchó una voz conocida, una que hizo que su corazón se detuviera por un segundo.
—Alan: "¿Dónde está?"
—Empleado: "Señor, quizás aterrizó antes o aún no ha aterrizado... Déjeme verificar."
Antes de que pudiera decir algo más, Susan lo reconoció, y un nudo se formó en su garganta.
—Susan: "hey Alan… ¿cómo has estado?"
Alan, al principio paralizado por la sorpresa, intentó recomponerse. El caos en su mente no le permitía pensar con claridad.
—Alan: "Ahora no, estoy ocupado... Después hablamos, mientras colgaba el telefono."
Pero Susan no se dejó intimidar. En su voz había una suavidad que le llegó al alma.
—Susan: "Ok, entiendo. No quería sonar grosera, pero si te molesta, no volveré a hablarte."
Alan la miró, confundido, y antes de que pudiera responder, ella insistió.
—Alan: "Espera, no… no me había dado cuenta de que eras tú. De hecho... ¿Cómo estás?"
Susan sonrió débilmente, su mirada no podía ocultar el cansancio de los años que habían pasado, pero también la calma de alguien que había encontrado la paz.
—Susan: "Creí que estabas ocupado."
—Alan: "Nada de eso... simplemente esperaba a alguien importante y vine a esperarlo."
Una pequeña pausa. La tensión flotaba en el aire, y aunque no era el momento, Alan no podía evitar sentirse ansioso.
—Susan: "Ah, ya veo. ¿Y dónde está Helen?"
Las palabras de Susan fueron como un resorte que disparó de nuevo la realidad en la mente de Alan. Él había estado tan centrado en su encuentro con ella, que no pensó en lo que esa pregunta significaba.
—Alan: "A ella..." Un escalofrío recorrió su cuerpo. "¿Quién es el niño?"
Susan esbozó una ligera sonrisa, esa que Alan recordaba tan bien.
—Susan: "Él es mi..."
En ese momento, Helen apareció de la nada, rodeando a Alan con los brazos y besándolo con efusividad.
—Helen: "Amor, viniste a esperarme. Te amo mucho."
Susan observó la escena con una calma inquietante, sin mostrar el dolor que realmente sentía.
—Susan: "Veo que siguen igual de enamorados. Los felicito, chicos." Su voz se había vuelto más fría. "Bueno..."
En ese instante, los niños interrumpieron con su bullicio.
—Ulises: "¡Mamiiiii!"
Susan suspiró, y abrazó con fuerza a Mateo, quien ya estaba medio dormido en sus brazos. Alzó la vista y, con una sonrisa tranquila, dijo:
—Susan: "Bien, tengo que irme. Me esperan."
Helen, mirando la escena con una sonrisa forzada, comentó:
—Helen: "Veo que la familia ha crecido."
Susan la miró por última vez, con una mezcla de nostalgia y resignación.
—Susan: "Definitivamente, es lo mejor que me ha pasado... estar rodeada de mi gente, mis hijos, mi mejor aliado, mi nueva familia. El simple hecho de tenerlos cerca me da paz."
Con un último vistazo a Alan, ella giró sobre sus talones y se alejó sin mirar atrás, llevando a sus hijos hacia el coche.
Alan, atónito, intentó avanzar para alcanzarla, pero justo cuando pensaba que podría darle una última palabra, se dio cuenta de que ya no estaba allí. Desesperado, empezó a buscarla con la mirada, pero la visión de ella se desvanecía entre la multitud.
—Alan: "¿Qué intentas hacer?"
La voz de Helen lo sacó de su trance.
—Helen: "La verdad... iba a tomar un vuelo, pero casualmente te vi hablando con ella. Así que me acerqué para molestar un poco. No pensaba que aún no estuvieran juntos. Y menos que ahora ella tiene una familia."
Alan la miró con furia. Cada palabra que salía de la boca de Helen era como un cuchillo en su pecho.
—Alan: "Ni te atrevas, maldita perra. Ya me has causado suficiente daño. No sigas."
Helen se alejó con una sonrisa cruel.
—Helen: "Ni te preocupes por mí. Ella parece estar mucho más feliz ahora, lejos de ti. Y, sinceramente, puedo ver por qué. La maternidad la ha hecho brillar de nuevo. Si fuera lesbiana, probablemente me metería con ella."
Alan, furioso, respiró hondo.
—Alan: "En tus sueños, loca."
Mientras caminaba hacia la salida, no pudo evitar mirar una última vez. Susan estaba subiendo a un automóvil, abrazando a uno de los niños mientras el otro descansaba en su regazo. A su lado, un hombre—un caballero—estaba sentado, y juntos parecían una familia perfecta.
Un nudo se formó en su estómago. Pero Alan no iba a rendirse tan fácilmente. Corrió hacia el automóvil, decidido a alcanzarla, a confrontarla una vez más. No sabía cómo, pero algo en su corazón le decía que aún podía luchar por ella.