Tras la muerte de su padre, Violeta se enfrenta a una desgarradora decisión: regresar a la casa que heredó de él y lidiar con la última esposa de su padre, una mujer perversa que la someterá al dolor y la inseguridad. La convivencia con esta mujer, quien busca imponerse en la vida de Violeta, se tornará un infierno.
En medio de esta difícil situación, un ángel de carne y hueso se cruza en el camino de Violeta, alguien que no revelará sus verdaderas intenciones hasta que ella no sienta amor verdadero. ¿Podrá Violeta encontrar la fuerza para superar sus miedos y abrir su corazón al amor? ¿O sucumbirá ante la maldad que la rodea?
Esta es la historia de una joven que lucha por encontrar su camino en medio de la adversidad, una historia llena de emociones, secretos y un amor que lo cambiará todo.
Con gran admiración a todas las románticas que aman leer sobre: amor, emoción, algo de tragedia y misterio, intento regalarles una lectura que me encantó hacer y emocionarme junto a Violeta
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El deseo
Después de que se marcharan, Susana, con la determinación reflejada en sus ojos, recibió el encargo de reclutar a dos colegas para una limpieza profunda el lunes. Eduardo, por su parte, asumiría la crucial tarea de reforzar la seguridad reemplazando todas las cerraduras de la casa. Con los documentos a buen resguardo en la caja fuerte de su estudio, Vita se sintió lista para su encuentro con Eric.
Al bajar del auto, Eduardo la ayudó, y justo en ese momento, Eric apareció. "Puedes retirarte, Eduardo. Te llamaré si necesito que me recojas", dijo ella con una sonrisa dulce y suave que iluminó el rostro del chófer. Eric, cautivado por la amabilidad de Vita, la saludó con un "Buenas noches, señorita despistada. ¿Cómo estás?". Ella, con un toque de coquetería, respondió: "Buenas noches, mi salvador" y deposito un beso en su mejilla.
Entraron al bar, y Eric la condujo a su mesa reservada. "Pide lo que quieras", le dijo con un guiño. "Por supuesto que sí", respondió Vita con una mirada al camarero. "Un champán, por favor". Eric, con voz firme, añadió: "Y un negroni".
Compartieron charlas sobre el grupo de amigos de cada uno; según dijo Eric, cuando la vio acompañada con otro joven, pensó que sus esperanzas estaban perdidas. Toda la noche fue un pavo real mostrándose lo brillante y llamativo que era para conquistarla.
En la pista de baile, bailaron, rieron y cantaron exaltados por el alcohol; coquetearon todo el tiempo rozándose y mirándose penetrantemente. Vita se frotaba bailando contra Eric descaradamente. En un momento, la atmósfera se tornó tensa cuando un hombre chocó con Vita, la abrazó por la cintura y la besó sin previo aviso. Eric, furioso, lo apartó de un empujón al grito de "¡Desgraciado, te mataré!". La situación se volvió confusa, y Vita, sintiéndose mareada, se aferró a su brazo.
"¿Será mejor que te lleve a casa o a urgencias?", preguntó Eric, preocupado. "Llévame a tu casa", respondió ella con un tono de urgencia. "En mi apartamento no estaré segura". Eric, confundido pero sin dudarlo, la tomó en sus brazos y la llevó a su coche.
Mientras salían del bar, una mirada penetrante los seguía. Vita sintió un escalofrío al preguntarse quién era ese hombre y de dónde lo conocía. Su risa resonó en sus oídos mientras abandonaban el lugar.
Ya en casa de Eric, Vita le confesó por qué no se sentía segura en su antiguo apartamento. Él la escuchó con atención y luego le ofreció quedarse esa noche. Mientras bebía un té caliente, Eric la miraba con curiosidad. "¿Conoces al tipo que te besó?", preguntó. Vita negó con la cabeza, y Eric notó una sombra de decepción o quizás enojo en sus ojos. Ella, tomando su mano, le aseguró que nunca lo había visto antes y que el incidente la había asustado mucho.
"Perfecto, no pensaremos más en él", dijo con una sonrisa tranquilizadora. "¿Cómo te sientes?". Vita, aún con dolor de cabeza, le devolvió la sonrisa. Eric se sentó a su lado, tomó sus pies y comenzó a masajearlos suavemente. "Sabes que el té te ayudará, y los masajes reactivarán tu circulación", le dijo con cariño.
Vita, con los ojos brillantes, le susurró con picardía: "¿Pensabas terminar esta noche tocando mis pies?". Los ojos de Eric se encendieron. "Pensaba terminar la noche tocando tu piel, sí", respondió con voz sensual. "¿Aunque no era exactamente lo que tenía en mente?". Y tú, le preguntó juguetón.
Vita, sonrojándose, dejó la taza de té y le hizo un gesto para que se sentara a su lado. Eric la tomó de la mano y la besó con pasión. El beso se intensificó, y las manos de Eric recorrieron su cuerpo con deseo. La tomó en brazos y la colocó sobre su regazo, acariciando su rostro y besándola con ternura.
Luego, con una pasión desenfrenada, la besó nuevamente, mordiendo su labio inferior. Sus manos trazaron líneas de fuego desde su nuca hasta sus muslos, que acarició con suavidad. Vita, a su vez, acariciaba su torso musculoso, arqueándose al sentir sus manos sobre la fina tela del vestido.
Eric comenzó a desvestirla lentamente, deslizando la cremallera en su espalda, dejando al descubierto sus pechos redondos y rosados. Los besó con pasión mientras sus manos trazaban caricias en su espalda. Vita, con la cabeza dando vueltas, se sentía invadida por un placer abrumador, un placer que prometía ser inolvidable.
Desabotonó la camisa de Eric para sentir su contacto. Sobrepasada por la pasión que la envolvía, susurró en sus labios: "Eric, te deseo". Él la miró y automáticamente la cargó en brazos y la llevó a la habitación, dejándola de pie junto a la cama. Se colocó de espaldas y completó la tarea de quitarle el vestido, dejándola solo con la tanga, y se quitó los pantalones velozmente. Comenzó a besarla nuevamente, dejándola caer suavemente sobre la cama. La besó apasionadamente mientras sus manos exploraban cada parte de su cuerpo con total maestría y morosidad. Vita, totalmente desencajada por la pasión desconocida hasta ese momento, jadeaba su nombre. Eric deslizó su mano hasta su entrepierna húmeda, lo que lo enloqueció al instante. Abrió sus piernas y entró en ella lentamente, a lo que ella clavó sus uñas en su espalda. Él sintió sus músculos tensarse y lo consumió una duda, pero no iba a romper el momento. La penetró suave y lentamente mientras le demostraba cuánto le gustaba el tamaño de sus pechos entre sus manos.