Esther era la hija ilegítima de una familia acaudalada, cuya hermana decidió irse por "amor" con el hombre que ella tanto amaba. Él contra de Arthur, un vaquero muy apuesto, era su pobreza y cuando su hermana sintió en carne propia lo que era el hambre, decidió abandonarlo junto a su hija recién nacida, para irse con su amante.
Pese a que su cuñado intentó por todos los medios salir adelante, no tuvo de otra más que recurrir a ser un bandido, encontrando así su muerte y la de su hija. Por eso, usando su habilidad secreta, Esther hará un trato con el mismo diablo y si logra traer de regreso las almas de ellos, que han reencarnado en otro mundo, dentro de la historia de "La amante del embajador" este haría que por fin ellos tuvieran un final feliz.
¿Logrará darle una nueva vida a su cuñado?
¿Podrá su sobrina al fin tener una existencia tranquila?
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CAPÍTULO 13
Una risa lastimera salió de su boca, mientras el enojo crecía en su interior. Sabía que no era más que una simple pieza para el ministro, pero al menos creía que, si debía salvar a los suyos antes de que el barco se hundiera, le hubiera advertido.
Pero sabía muy bien por qué quería mantenerlo en la ignorancia, ya que, siendo familiar político del rey, podía decirle a su majestad sobre las precauciones que estaba tomando. Y aquello sería fatal a corto plazo, para intentar sacar con vida a sus aliados políticos.
No pudo evitar pensar en Alicia, su esposa, y en cómo su vida se había desviado tanto de lo que una vez había soñado. Pero esa era la realidad que le había tocado vivir, y debía enfrentarla con la misma determinación con la que deseaba no morir.
Saliendo del salón de reuniones, ingresó a su despacho dentro de la embajada y en vez de revisar los múltiples documentos en su fino escritorio, observó la ciudad a través de la ventana.
Era un hecho de que los rebeldes estaban ganando terreno y sí, llegaban a la capital, teniendo la fuerza de aquella misteriosa mujer que lo había visitado la noche anterior, entonces la ciudad se volvería en un caos mientras la sangre de la realeza inundaba sus calles.
—Debo sacar primero a mi hijo antes de que la insurgencia llegue a la frontera—susurró pegando su frente a la ventana—¿pero cómo puedo hacerlo?
Tuvo que sentarse ante el mareo que estaba teniendo, entre el asunto de su esposa y reunir pruebas para desenmascararla, y la situación crítica de su hijo, sentía que se estaba quedando cada vez más y más sin energías.
De pronto, un plan comenzó a formarse en su mente. Necesitaba aliados, gente de confianza que lo ayudara a llevar a su hijo fuera del país sin levantar sospechas. Recordó a la extraña mujer con la que había hablado.
Al parecer, la extraña solo tenía conocimientos acerca del burdel; sin embargo, ignoraba el hecho de que su esposa estaba visitando a una bruja. Así que tenía una información exclusiva que estaba seguro de que podría usar a cambio de que ayudara a reubicar a su hijo en el nuevo mundo.
Respiró profundamente, intentando calmarse y concentrarse. Se levantó de su silla, se dirigió a su escritorio y comenzó a escribir una carta urgente para Byron. Estaba dispuesto a darle más dinero si su mayordomo era capaz de trabajar, aún de noche y sin descanso, con tal de conseguirle esa información lo antes posible.
Al terminar la carta, llamó a su fiel secretario, y le entregó el sobre sellado.
—Necesito que lleves esto a mi mayordomo principal en mi mansión. Asegúrate de que lo reciba en persona y que nadie más lo vea—dijo enfatizando bastante en lo último.
—Sí, su excelencia —respondió, tomando la carta con seriedad—¿Hay algo más que pueda hacer por usted?
—No por ahora. Solo asegúrate de que esta carta llegue a sus manos lo antes posible —dijo Alexander, despidiéndose con un leve asentimiento.
Mientras su secretario salía de la oficina, Alexander volvió a mirar por la ventana, observando la ciudad con una mezcla de esperanza y desesperación.
Sabía que el tiempo se estaba agotando, y debía actuar con rapidez y precisión para salvar a su hijo y, quizás, a sí mismo de la catástrofe inminente.
Sabía que no podía confiar en nadie más, ni siquiera en aquellos que habían sido leales a su familia durante años. La situación era demasiado delicada y las traiciones podían surgir de los lugares menos esperados.
Aquello hizo que la desesperación se sintiera más fuerte, ya que eran muy pocos sus aliados. Por consiguiente, estaba seguro de aceptar la alianza con la desconocida, una vez volviera a verla en la noche.
Al caer la noche, Byron, quien tenía sospecha de que la esposa del embajador, tan vanidosa como era, visitaría uno de los burdeles más caros de la ciudad, decidió visitar el llamativo lugar. El sitio, estaba muy cerca del barrio Rojo, lo cual hizo que sospechara aún más.
Disfrazado con ropas comunes y ocultando su rostro bajo una capa, se escabulló por las calles hasta llegar al lugar. Necesitaba confirmar la presencia de la bisnieta del rey, aunque no tuviera más que una leve corazonada que lo había llevado a dicho lugar.
El burdel estaba en plena actividad cuando llegó. Luces tenues y risas apagadas llenaban el ambiente. Con paso seguro, Byron se dirigió a la puerta trasera, recordando las instrucciones que le había dado uno de sus informantes que frecuentaba el sitio.
Golpeó la puerta cinco veces, por un lapso de cinco segundos. Aquella era la señal de un miembro VIP, quien solicitaba su ingreso de manera anónima y silenciosa. La puerta se abrió lentamente, revelando a una mujer joven con ojos curiosos.
—¿En qué puedo ayudarlo? —preguntó, observándolo con desconfianza.
—Busco información sobre una visitante habitual—respondió Byron entregándole discretamente tres bolsas de monedas de oro—la esposa del embajador Pawar.
La mujer abrió ligeramente las bolsas, sus ojos brillando al ver el contenido. Asintió y lo hizo pasar.
—Sígame—dijo en voz baja.
Guiándolo por un pasillo oscuro, llegaron hasta una pequeña habitación privada. Una vez dentro, Byron se sentó en una silla de madera, mientras la joven cerraba la puerta tras ellos. Ella se sentó frente a él, sus manos aun apretando las bolsas de monedas.
—La esposa del embajador —comenzó a decir—es una cliente especial. Viene aquí para reunirse con ciertos... socios. Pero también la he visto ir a la casa de una mujer que dicen es una bruja.
—¿Tienes pruebas de eso?—frunció el ceño, interesado—si me das una buena información recibirás el doble de lo que hay en esas bolsas...
—Sí—respondió la mujer—lady Alicia paga los honorarios de los prostitutos haciendo uso de la asignación que recibe por parte de la realeza. Dejó marcado una chequera con su sello y cada semana la administradora al banco a cobrar.
—¿Puedes darme una copia?—preguntó Byron.
—¡Ni loca!—expresó asustada—¡Si entro a la oficina y la jefa me ve, seguro me mata!
Byron suspiró, comprendiendo el miedo de la mujer. Sabía que necesitaba ganar su confianza si quería obtener la información que buscaba.
i puedan ser felices cuando todo termine😮💨😮💨