En un mundo devastado por el apocalipsis zombi, la supervivencia es una guerra constante. Ayanokouji Kiyotaka, un joven calculador y frío, escapa de la opresiva Sala Blanca solo para encontrar un mundo aún más brutal. Ahora, atrapado en el instituto Fujimi, debe usar su inteligencia y habilidades estratégicas para liderar a un grupo de estudiantes en medio del caos.
A medida que las hordas de muertos vivientes se acercan, Ayanokouji se enfrenta a una amenaza aún mayor: la traición y la desconfianza dentro de su propio grupo.
Mientras los aliados se vuelven enemigos y la violencia alcanza su punto álgido, Ayanokouji debe tomar decisiones drásticas para proteger a a los suyos. Entre la lucha por los suministros y la constante amenaza de los zombis, cada día se convierte en una prueba de ingenio y fuerza.
¿Podrá Ayanokouji mantener la unidad y liderar a su grupo hacia un futuro incierto, o caerá ante las fuerzas que buscan destruirlo?
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Capítulo 12: Pruebas y Decisiones
El sol se elevaba sobre la ciudad en ruinas, arrojando una luz dorada sobre los escombros y las calles desiertas. Dentro de la casa fortificada, Ayanokouji Kiyotaka y su grupo se preparaban para otro día de desafíos y descubrimientos. Después de semanas de establecerse y fortalecer sus defensas, habían comenzado a sentirse más seguros, pero el mundo exterior aún guardaba secretos y peligros desconocidos.
Ayanokouji Kiyotaka se encontró a Yuji sentado en una de las sillas del comedor improvisado. La casa que habían encontrado servía como refugio temporal, y todos estaban ocupados preparando el desayuno o descansando. Yuji parecía estar en su propio mundo, perdido en pensamientos. Ayanokouji se acercó silenciosamente y tomó asiento frente a él.
—Yuji —dijo Ayanokouji con su tono calmado y medido—. Necesito hablar contigo.
Yuji levantó la vista, sorprendido por la repentina aparición de Ayanokouji.
—Claro, Kiyotaka. ¿De qué se trata? —respondió Yuji, tratando de sonar relajado.
—Quiero saber más sobre ti y sobre lo que te trajo hasta aquí —comenzó Ayanokouji—. Especialmente, sobre tu padre y tu relación con la señora Mariko.
Yuji se tensó un poco, pero trató de mantener la compostura. —Entiendo. ¿Por dónde quieres que empiece?
Ayanokouji lo miró con sus ojos penetrantes, evaluando cada pequeña reacción. —Cuéntame sobre tu padre primero. No he oído mucho sobre él.
Yuji suspiró, pasando una mano por su cabello desordenado. —Mi padre era un buen hombre, pero también muy estricto. Siempre quiso lo mejor para mí y me empujaba a ser el mejor en todo lo que hacía. Murió al principio del brote, tratando de protegernos a mí, a mi hermano menor y a mi madre.
Ayanokouji observó a Yuji detenidamente. La tristeza en sus ojos parecía genuina, pero algo en la historia no cuadraba del todo. —Lo siento por tu pérdida —dijo Ayanokouji, manteniendo su tono neutral—. ¿Y cómo conociste a la señora Mariko?
Yuji se relajó un poco, agradecido por el cambio de tema. —Nos encontramos en el camino. Ella me salvó de un grupo de zombis cuando estaba solo. Desde entonces, hemos estado juntos. Es como una madre para mí ahora.
Ayanokouji asintió, pero no dejó de analizar cada palabra. —¿Y cómo es tu relación con ella? Parece que te importa mucho.
Yuji sonrió, aunque era una sonrisa un poco forzada. —Sí, Mariko ha sido increíble. Ella ha sido mi apoyo cuando más lo necesitaba. Es una mujer fuerte y siempre sabe qué hacer en situaciones difíciles.
Ayanokouji no dejaba de notar ciertas inconsistencias. La historia de Yuji sonaba demasiado perfecta, como si estuviera ensayada. Decidió presionar un poco más. —¿Y nunca has tenido dudas sobre ella? ¿Algo que te haya parecido extraño?
Yuji frunció el ceño, desconcertado. —No, nunca. ¿Por qué preguntas eso?
Ayanokouji lo miró fijamente, buscando alguna señal de nerviosismo. —Simple curiosidad. En estos tiempos, es difícil confiar completamente en alguien. Incluso en aquellos que parecen ser nuestros salvadores.
Yuji se puso a la defensiva. —Mariko no es una traidora, si eso es lo que insinúas. Ella ha arriesgado su vida por mí y por otros en nuestro grupo.
Ayanokouji levantó una mano en señal de calma. —No estoy acusando a nadie, Yuji. Solo intento entender mejor la dinámica de nuestro grupo. Es crucial saber en quién podemos confiar.
Yuji asintió, aunque su incomodidad era evidente. —Lo entiendo. Solo... no quiero que pienses mal de Mariko. Ella realmente ha sido una bendición para nosotros.
Ayanokouji se quedó en silencio por un momento, evaluando la situación. Aunque Yuji parecía genuino, había algo que no encajaba del todo. —Gracias por compartir esto conmigo, Yuji. Solo quería asegurarme de que todos estemos en la misma página.
Yuji asintió de nuevo, visiblemente más relajado. —De nada, Kiyotaka. Es importante que estemos unidos.
Ayanokouji se levantó lentamente, dando una última mirada a Yuji antes de irse. Aún no estaba completamente convencido de la historia de Yuji, pero sabía que necesitaría más información antes de sacar conclusiones definitivas.
Mientras se alejaba, Ayanokouji no podía dejar de pensar en las palabras de Yuji. En un mundo donde la confianza era un lujo, cada detalle importaba. Sabía que tendría que seguir observando, analizando y esperando el momento adecuado para descubrir la verdad.
—Hoy debemos abordar nuestra situación de suministros. Saya y Kohta, necesito que revisen nuestro inventario nuevamente y hagan un plan para futuras expediciones de recolección —ordenó Ayanokouji durante la reunión matutina en la sala de estar.
Saya asintió con determinación, lista para enfrentar la tarea con su habitual meticulosidad. Kohta revisó sus notas y mapas, preparándose para identificar nuevas áreas que aún no habían explorado.
—Además, necesitamos discutir nuestras rutas de evacuación y posibles refugios alternativos en caso de emergencia —añadió Ayanokouji, su mirada escudriñando a cada uno de los presentes.
Takashi y Rei, quienes habían estado patrullando el perímetro desde temprano, regresaron con informes sobre posibles puntos débiles en las defensas exteriores. Saeko y Alice habían estado entrenando juntas, fortaleciendo sus habilidades de combate para estar mejor preparadas para cualquier enfrentamiento.
—Creo que deberíamos considerar ampliar nuestras patrullas y establecer puestos de observación más allá de nuestra área inmediata —sugirió Saeko, su katana reluciente a la luz del sol que se filtraba por las ventanas.
Ayanokouji asintió, tomando nota de todas las sugerencias y decisiones que se discutían. La estrategia y la planificación meticulosa eran su especialidad, y sabía que cada detalle era crucial para la supervivencia del grupo.
Después del almuerzo, mientras el grupo se preparaba para sus respectivas tareas, un repentino estruendo resonó desde el exterior de la casa. Todos se pusieron en alerta, agarrando armas y preparándose para lo peor.
—¡Zombies! ¡Muchos zombies acercándose! —gritó Alice desde una ventana, su rostro pálido por la sorpresa y el miedo.
El grupo se movió con rapidez y coordinación, cada uno tomando su posición designada para defender la casa. Takashi y Saeko lideraron la línea de frente, empuñando sus armas con habilidad mientras repelían a los zombies que se acercaban.
Saya y Kohta activaron las trampas preparadas, haciendo que algunos de los zombies cayeran en fosas improvisadas o fueran detenidos por alambres de púas estratégicamente colocados. Rei y Alice se ocuparon de cerrar y asegurar puertas y ventanas adicionales para evitar la entrada de más zombies.
Ayanokouji observó la escena con calma calculada desde la sala de estrategia, coordinando los movimientos del grupo a través de comunicaciones por radio y ajustando estrategias según fuera necesario. Su mente trabajaba a toda velocidad, evaluando riesgos y posibles tácticas para minimizar pérdidas.
Después de intensos minutos de lucha, el grupo finalmente logró repeler a los zombies y asegurar nuevamente la casa. Todos estaban respirando agitados pero aliviados de haber superado otro desafío juntos.
—Necesitamos fortificar aún más nuestras defensas y asegurarnos de que estemos siempre preparados para cualquier ataque —declaró Ayanokouji, su voz firme pero ligeramente cansada por la tensión del momento.
El grupo asintió en acuerdo, consciente de que cada día traía consigo nuevas pruebas y que la supervivencia dependía de su capacidad para adaptarse y trabajar como un equipo cohesionado.
La noche cayó sobre la casa fortificada, envolviéndola en una calma tensa pero reparadora. Ayanokouji y su grupo se retiraron a descansar, sabiendo que el día siguiente traería nuevos desafíos y decisiones difíciles en su búsqueda continua por la seguridad y la supervivencia.
—Mañana revisaremos nuestras defensas y planificaremos las próximas expediciones. Juntos, superaremos esto —dijo Ayanokouji, su voz resonando con determinación y esperanza mientras el grupo se preparaba para descansar y recargar energías.
Con la ciudad en silencio afuera y la luna brillando en el cielo nocturno, el grupo se aferró a la certeza de que, mientras estuvieran unidos, podrían enfrentar cualquier desafío que el mundo post-apocalíptico les lanzara.