Novela de fantasía que relata las discriminaciones, el renacer. Las intrigas por la supremacía del poder. El triunfo del bien sobre el mal. Pero, sobre todo, la aceptación de uno mismo. ¿Encontrará Irina, la felicidad en su segunda oportunidad de vida, con un Dragón? ¿La Diosa podrá salvar a la humanidad de los demoníacos Morlos?
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Capítulo 7
Egor con su orgullo herido, toma la peor de las acciones:
-Así, que soy un viejo, veremos qué te parece si te enseño lo que es un hombre, niñita - se acerca y la toma de la barbilla, plantándole un beso en los labios, por la sorpresa ella no sabe cómo reaccionar, mientras él juega con su lengua, ella se separa enseguida, limpiándose los labios con la mano, con furia. Él la mira con burla, mientras ella ofendida le grita:
-¿Te crees una gran cosa? ¡Eres un prepotente, engreído, grosero, idiota, te detesto, me robaste mi primer beso! - Irina está indignada, en su otra vida nunca la tocó ni la besó, y ahora la besa, lo mira con desprecio, vienen a su mente las imágenes del pasado ¿o del futuro?, él la mandó a asesinar por esa concubina Larisa, nunca debe volver a enamorarse de ese hombre, no puede sucumbir nuevamente, y si todo se llegara a repetir, únicamente buscará venganza, nada de enamoramientos romanticones estúpidos con él, jamás de los jamases, se dice a sí misma, todavía sintiendo la amargura de su vida pasada.
- Eso ni siquiera fue un verdadero beso, fue solo un pequeño besito ¿Y te alteras tanto? ¿Esos es todo lo que sabes decir? ¿No querías ocupar el lugar de la plebeya? Te puedo enseñar lo que es un verdadero beso y lo que es un verdadero hombre, algo que por su maldición Gareth, jamás te podrá enseñar- le susurra al oido, mientras la atrae a su cuerpo, él sintió un calor que le envuelve todos sus sentidos, y los deseos se apoderan de él, nunca sintió algo parecido, con el tacto de ninguna de las mujeres con las que ha estado, eso lo desconcierta; mientras tanto, Irina intenta liberarse empujándolo, con fuerza.
-¡Déjame, suéltame, no quiero ser tu mujer, nunca en mi vida! ¡Eres un cerdo maleducado!- se resiste Irina, pero Egor solo busca molestarla. Luego la suelta.
- Bien, ya que ambos no queremos este compromiso, vamos a llegar a un acuerdo, nos casaremos porque me interesa mi posición como heredero del Imperio, pero nunca serás mi verdadera esposa- él la mira sedicioso, buscaba que lo complaciera en sus deseos, evitando un matrimonio en contra de su voluntad, con una niña, que según sus pensamientos será una adulta desagradable, pero que ahora se divertirá con su inocencia, es mejor llevarla a un mejor sitio. Para llevar a cabo sus maliciosos planes.
- Sí, precisamente eso es lo que quiero, pero no deseo pasarme mi vida contigo, quiero que nos divorciemos a los 3 años de casados, y nunca dormiremos juntos, nunca voy a tener hijos contigo, y quiero que me lo des por escrito- le dice furiosa Irina, recordando que su muerte aconteció a dos años del matrimonio, pero los eventos apocalípticos sucedieron 6 meses después, según lo relatado por su padre el Rey Kirill. Por lo tanto, 3 años será el tiempo suficiente para deshacerse de los Morlos y también del matrimonio a conveniencia con Egor. Piensa Irina para sí misma.
- ¡Excelente, compartimos la misma idea, ven conmigo! - le toma la mano, le agrada el contacto con esa chiquilla y quiere someterla... la lleva casi a rastras al despacho del Emperador, era de noche y nadie estaba allí a esas altas horas, él alumbró con un mechurro mágico, para evitar los descubran, escribió el acuerdo enumerando uno por uno los deseos de ambos, ella se suelta de su agarre, le da miedo volver a enamorarse de ese patán.
-Me dejarás tener las mujeres que quiera sin cuestionarme, en el futuro no me voy a acostar contigo, no vamos a tener hijos, y nos divorciaremos a los tres años del matrimonio, ¿Algo más que agregar?- pregunta Egor complacido.
-¡Bueno, pero sí tú vas a tener las mujeres que quieras entonces, yo también tendré los hombres que quiera! y no te meterás en mis decisiones. También, mientras sea Emperatriz manejaré las tareas y obligaciones inherentes al cargo, así como el presupuesto del Palacio, ninguna mujer tuya, podra quitarme ese derecho. Además, no tendrás hijos con ninguna otra mujer mientras estemos casados. Si alguno de nosotros rompe este acuerdo, el divorcio se hará efectivo en ese preciso instante-
-Ninguna mujer tuya tiene derecho a pasar por encima de mi autoridad. Otra cosa y lo más importante en dejar claro: ¡Tú jamás podrás castigarme ni asesinarme, por ninguna causa, y menos para beneficiar a ninguna de tus amantes! No tendrás concubinas, mientras yo sea la Emperatriz, serán solo amantes pasajeras, que no vivirán en el Palacio Imperial- concluye Irina, complacida de no olvidar nada.
- No aceptaré que tengas un amante, no voy a ser un cornudo, puedo aceptar no tener concubina, pero sí tendré amantes, no voy a ser célibe, pero si llegamos a un acuerdo, bueno... no tendré otra mujer, mientras dure el matrimonio, después de todo, respetaré el matrimonio, mientras dure. Jamás te asesinaría por ninguna causa - asegura Egor, sorprendido de esas cláusulas tan específicas.
- Eso no está en discusión, es muy simple, si tú tienes amantes o concubinas yo también los tendré, si no tienes amantes ni concubinas entonces, yo tampoco los tendré; lo que es igual, no es trampa. Si no, no hay contrato- con un bufido, espeta Irina.
-¡Bien, bien! ¡Que así sea!- ambos plasman sus firmas y al estar en el despacho del Emperador, Irina exige el sello del Emperador, quiere asegurar la legalidad de su acuerdo.
-Plasma el sello del Emperador, ya que estamos aquí-
-¡Está bien! - Egor toma el sello, y lo aplica sobre el documento, de mala gana sin pensarlo mucho. Sonríe, porque es su primer documento, como Emperador, sin todavía serlo. Copiaron dos veces el documento, cada uno se quedó con su contrato, quedando ambos muy complacidos. Pero, Egor no quería dejarla ir sin lograr someterla a sus oscuros deseos.
Esa misma noche, el plan de someterla dominaba sus pensamientos, lo embriagaba cada vez más, en lo más profundo de su hombría herida. Sus malos pensamientos, cada vez, con más fuerza lo avasallaba, mirándola como a su próxima víctima, no podía detener sus oscuros deseos. Pronto, la peor de sus decisiones, marcarían su futuro para siempre.