Siempre he pensado que el hombre que nace malo, nunca en su vida vuelve a recuperar la bondad de su corazón, nadie se hace malo porque quiere, la vida, la sociedad y el mundo te obligan.
Pero que haces si a tu vida llega una persona que no te teme y que cambia el rumbo de tus pensamientos.
Soy Jarek y necesito una madre para mi hijo, no importa lo que tenga que hacer para conseguirla.
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Capítulo 12: El instinto de Dylan
La tarde caía sobre la ciudad, tiñendo los ventanales del hospital con un tono dorado.
Dentro de una oficina discreta, Demetrio hablaba con Dalila.
Sus ojos brillaban con la crueldad de quien nunca duda en mancharse las manos, sin importar quien saliera lastimado.
—Ese niño es la única debilidad de Jarek —dijo ella con frialdad—.
Si Jacob muere, él quedará destruido. Y entonces será más fácil derribarlo.
Demetrio apoyó los codos en el escritorio y entrelazó los dedos.
—Sabes que en un hospital todo se registra, cámaras, protocolos, enfermeras… —hizo una pausa y sonrió con soberbia—. Pero yo sé cómo hacer las cosas sin dejar huella, solo confía en mí.
—Hazlo, Demetrio. Hazlo en silencio. No tenemos tiempo que perder.
Los movimientos de Demetrio.
Horas más tarde, un hombre encapuchado se deslizaba por los pasillos de mantenimiento del hospital.
Nadie sospechó nada.
No era un desconocido cualquiera, no para Jarek: era Demetrio, quien confiado en su ingenio se dirigía a cumplir con las ordenes de Dalila.
Localizó a un joven enfermero y lo arrinconó contra la pared.
—Harás exactamente lo que te digo, sino quieres que tu familia tenga un final que no te va a gustar —le susurró con voz helada, mostrándole un fajo de billetes y, al mismo tiempo, un arma oculta bajo el abrigo—.
Cambiarás la dosis del niño. Sera un error tan pequeño… que nadie lo notará.
El enfermero, temblando de miedo, aceptó.
Minutos después, se dirigió al área pediátrica con la jeringa alterada.
El instinto de Dylan
En otro pasillo, Dylan charlaba con un guardia del hospital cuando algo llamó su atención: un cambio extraño en la rutina de enfermería.
Frunció el ceño.
—Ese no es el enfermero asignado para Jacob… —murmuró.
Un mal presentimiento le recorrió el cuerpo.
Fingiendo revisar una cámara dañada, pidió acceso a la sala de seguridad del hospital.
Observó las grabaciones con rapidez, hasta que se congeló en una imagen: un hombre encapuchado rondando la sala minutos antes.
—Maldito seas… —apretó los dientes—. No sé por qué siento que a esta persona la conozco- pensó con preocupación.
Corrió por el pasillo, directo hacia la habitación de Jacob.
Cuando el enfermero estaba a punto de inyectar el medicamento, Dylan irrumpió con paso firme.
—Detente —ordenó, y su voz no admitía discusión.
El joven lo miró aterrado.
—E..-es solo el tratamiento… dijo con un murmullo apenas perceptible.
Dylan lo tomó del brazo con fuerza y lo arrastró hasta un pasillo vacío. Allí lo acorraló contra la pared, sus ojos encendidos de furia.
—Dime quién te ordenó hacerlo. ¡Habla!
El enfermero, sudando, confesó entre sollozos.
—Un hombre… me dijo que, si no lo hacía, mi familia pagaría. Tenía una voz grave… dijo que nadie notaría la diferencia.
Dylan lo soltó con desprecio, después de escuchar la descripción de aquel hombre.
—Lárgate antes de que me arrepienta.
Rápidamente, intercambió los medicamentos y se aseguró de que Jacob recibiera la dosis correcta.
El niño, frágil y conectado a los equipos, seguía luchando por su vida.
Mientras Dylan lo observaba en silencio, con un nudo en la garganta.
De regreso a la azotea del hospital, Dylan sacó su celular y reprodujo la grabación que había guardado de las cámaras: él no lo quería creer, pero con lo dicho por el enfermero y lo que mostraban las cámaras lo pudo confirmar era Demetrio rondando el hospital con el rostro cubierto.
—Te crees más listo que todos, ¿verdad? —murmuró—. Pero no contabas con que descubriría tu sucio plan.
No dijo nada a Jarek ni a Victoria. Sabía que, sin pruebas, la furia de Jarek podría desatar una guerra sin descanso.
Por ahora, debía jugar sus cartas en silencio, observando, protegiendo, esperando el momento exacto para desenmascarar al verdadero enemigo.
Epílogo
Lejos del hospital, Dalila sonreía, convencida de que el plan había salido a la perfección.
—Ese niño ya no tiene salvación —se decía con satisfacción.
Pero la realidad era otra:
Dylan había salvado la vida de Jacob en el último instante, y ahora llevaba en sus manos la prueba de que Demetrio había cruzado una línea de la que ya no habría retorno.