Desde un balcón teñido de rojo, una mujer observa el mundo con la certeza de quien ya lo domina.
No necesita tronos ni coronas. Su reino se construye con secretos, lealtades quebradas y pactos sin retorno.
Quien cruza su camino no sale ileso. Porque esta no es una historia de amor, sino de tentación, herencia y cicatrices que arden en silencio.
En un imperio tejido de sombras, el amor es una debilidad.
La venganza, un motor.
Y el poder… siempre cobra su precio.
NovelToon tiene autorización de Alicia Cardinali para publicar esa obra, el contenido del mismo representa el punto de vista del autor, y no el de NovelToon.
CAPITULO 18: "El lugar donde comenzó".
La noche se va cerrando, con una calma inusitada, donde después de la lluvia. Se siente el olor del pasto y la tierra mojada.
Mientras la mansión duerme, hay dos corazones que laten con más fuerza que el silencio.
Mireya ya se ha retirado, dejando tras de sí un eco de frases que no se pueden olvidar.
En la habitación de Iker.
Está sentado en la cama, con la camisa a medio abrochar, la mirada fija en el piso.
Mireya lo había mirado con demasiada precisión.
Su frase… "¿Vos creés que el amor justifica cambiar de bando, Iker?"
Esa frase golpea como si supiera cosas que él mismo aún no se permite decir en voz alta.
Se levanta, pasa la mano por su nuca. No aguanta más.
—"Si hay una verdad que necesito saber, no la voy a leer en un informe, solo lo voy a ver en sus ojos".
Sale de la habitación.
En el mismo momento, Ailyns está frente al espejo, con la foto de sus padres en la mano. Se queda observando determinadamente la cara de su madre.
Mireya le había dicho: —"Tu madre solía mirar así. Como si confiara en alguien. Y ya ves…"
Acaricia el marco de la imagen con la yema de los dedos. Siente un nudo en el estómago. Pero algo dentro de ella le dice que no le teme a Iker. Lo reconoce.
Deja la foto sobre la mesa. Se pone una capa liviana.
Y sale al pasillo sin hacer ruido.
Los dos sienten ese tirón silencioso, esa urgencia de verse. Porque las dudas están sembradas, sí.
Pero la intuición es más fuerte que el miedo.
En la terraza, ese lugar secreto.
Al llegar Ailnys. La puerta está entreabierta.
Una brisa fresca acaricia sus mejillas.
Iker ya está ahí, apoyado contra la baranda, con la mirada clavada en el cielo. Cuando la ve aparecer, respira profundamente.
Ella cierra la puerta tras de sí. Lo mira.
Con ansiedad—No podía dormir —dice él.
Con voz quebrada: —Yo tampoco.
Un silencio los invade ante la majestuosidad de la noche. Pero esta vez no duele. Es un silencio que entiende.
Ella se acerca y se sienta en el banco de piedra. Él la sigue y se sienta a su lado.
—¿Las frases? —pregunta ella.
—La frase —responde él.
Se miran. No necesitan repetirla. Ya se la saben de memoria.
Con determinación. —Dijo justo lo necesario para romper lo que estamos empezando —agrega ella—. Como si supiera dónde clavar el cuchillo.
—Y aun así, estoy acá —dice Iker.
—Y yo también.
Una pausa. El viento levanta levemente su cabello.
—¿Pensás que uno puede intuir en quién confiar? —pregunta ella, casi como una confesión.
Seguro y sin titubeo. —Sí —responde él, mirándola de frente—. Sobre todo cuando no se tiene a nadie más.
Ella baja la vista. Él no insiste. Solo la acompaña con el cuerpo. Aunque dudosa, pero con intuición—Nos quieren separados —susurra ella.
—Entonces vamos a hacer lo más peligroso que podemos hacer para ellos —dice Iker.
—¿Qué?, sin entender a que se refiere.
—Creernos. Aunque no lo entendamos del todo todavía.
Ella lo mira. Por primera vez con los ojos vidriosos, pero sin miedo. —No quiero perder lo que estamos construyendo —susurra.
Iker la observa, con esa mezcla de fuerza y ternura que solo aparece cuando se elige sin condiciones.
—Entonces no lo perdamos.
Ella asiente. No se abrazan. No se besan.
Solo se quedan ahí, juntos en la terraza, mirando el cielo como si fuera el único lugar donde no los están observando. Porque ella esa cámara la había quitado rompiéndola y dejándola en la biblioteca.
La noche avanza sin apuro. La terraza se ha quedado en calma. Las luces de la ciudad titilan a lo lejos como si quisieran escuchar también.
Él decide dar un paso más para quitar cualquier duda entre ellos. Toma el riesgo emocional de hacer la pregunta que ella le otorgó cuando estuviera listo.
Buscando las palabras correctas, con sutileza, sin presión, con respeto, porque ya no lo mueve la desconfianza, sino el deseo de conocerla de verdad.
Iker aún está sentado junto a ella, sin moverse.
Ella juega con los dedos, pensativa, el mentón apoyado sobre las rodillas. Intuyendo que él quería sacarse la duda.
Él respira hondo. Mira hacia el cielo. Y entonces… sin mirarla, le habla.
—Esa vez, dudoso— me dijiste que no tuviera miedo de preguntarte lo que realmente quería saber.
Ella levanta apenas la cabeza. No lo interrumpe.
—No lo hice antes —continúa Iken— porque pensé que si lo decía, te iba lástima o romper algo dentro de ti. Y no quiero hacer eso. No contigo.
El silencio se hace pesado. Aunque la brisa les cruza el rostro como un susurro.
—Pero ahora necesito que confíes en mí, sin ocultarnos nada; no pregunto por información. Ni por estrategia. Pregunto porque quiero entenderte. No como una pieza más. Sino como la única persona que todavía me hace confiar.
Ella lo mira. Hay un brillo en sus ojos que mezcla tristeza con gratitud. Pero no habla aún.
Entonces Iker, con suavidad, como si cuidara cada palabra, pregunta: —¿Tus padres en verdad volvieron para matar a tu abuela? —¿Fue eso lo que pasó? O hay algo más detrás de todo.
La pregunta flota en el aire.
Ella gira su cabeza y le sostiene con la mirada. No hay enojo. No hay sorpresa. Solo un largo, largo suspiro.
Baja las piernas. Se sienta, derecha. Mira al frente.
—No. —Vinieron a sacarme y rescatarme de ella.
No a matarla. —Vinieron porque supieron que yo estaba empezando a parecerme demasiado a lo que más temían.
Sin dudarlo. —A ella.
Iker cierra los ojos un momento. La tensión se le disuelve en el pecho. —¿Y la desaparición?
Ella traga saliva.
—Alguien los delató. Y no fue ella directamente. Fue una de sus piezas. Pero eso bastó para que nunca más los viera. Lo mira.
Ahora sí, con un dejo de fragilidad.
—¿Eso cambia lo que piensas de mí?
Iker niega con la cabeza, despacio.
—No. Lo confirma.
—¿Qué cosa?
—Que no viniste a jugar. Viniste a liberarte. Y yo estoy acá para lo mismo.
Ella se acerca, sin prisa. Apoya su frente contra su hombro. —Gracias por preguntarlo así.
—Gracias por responderlo sin huir —responde él.
Asegurándo le— “Que cuando estés lista, él también lo estaría”.
Y en ese pequeño instante, el lazo que ya existía se vuelve irrompible, porque no nació de la necesidad, sino de la verdad compartida.
Continuará…
Gracias 😊 querida escritora @Λlι Cαя∂ιηαlι✨ ♥️ por actualizar 😌 sigamos apoyando con me gusta publicidad comentarios y regalos ☺️🌻
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