Caníbal

El sitio era oscuro, apenas iluminado por unas velas y en ese lugar con tan poca luz se hallaba Jane, encadenada a la pared y con los labios secos debido a la falta de agua.

Jane levantó débilmente la cabeza al escuchar el sonido de unos zapatos acercarse. Ella se acurrucó más a la pared mientras sentía como su pecho latía con fuerza, sus instintos le gritaban que huyera lo más lejos posible de ese sitio.

—¿Por qué hiciste eso? —El hombre rubio le preguntó, ese hombre quien era su padre, no, ella jamás consideraría a ese hombre como su padre. No cuando él hizo todo para destruirla y dejarle grabado en todo momento que era una mierda y una hija indeseada. —¿No vas a responder? Pásame el látigo. —El acompañante fue a buscar el material y luego se lo entregó al señor Tesca. —Contemos, si te saltas un número se reinicia el conteo.

Jane jadeó cansada y cerró los ojos temerosa de ver cómo ese monstruo se acercaba a ella.

¿Contemos?

—¿Por qué estabas cerca de la menor de los Tesca?, no te dije que era un demonio. —Jul negó una y otra vez y dijo.

—Jane jamás será un demonio ante mis ojos, ella es quien me escuchó y prometió ayudarme, pero… tú me traicionaste… y juro que te voy a matar Juliana Montés. —Jul recibió una cachetada tan fuerte que se tambaleó un poco. —Eres más demonio que Jane. —Jul salió corriendo de la casa dejando allí a Juliana quien le gritaba insultos y amenazas.

Jul corrió en mitad de los árboles, ni siquiera necesitaba mirar las marcas, recordaba todo el camino y cuando llegó a casa, entró y se acostó al lado de los nuevos objetos de Jane.

¿Dónde estás?, era algo que Jul reflexionaba, tuvo varias veces el impulso de ir a la mansión de los Tesca pero, sintió que era una mala idea. Sin embargo ella no quería ver a Jane ser lastimada por nadie.

La última vez que Jul vio a Jane fue cuando el señor Williams Tesca la arrastraba a un coche negro y luego de eso no supo más nada.

Esperó días, semanas, meses y años, pero jamás volvió a ver a su Jane y eso hizo que ella cayera en una enorme depresión y se aisló por completo de todos.

Siete años después.

Jul se encontraba en su habitación, estaba sentada en el suelo concentrada en cortarse la muñeca. Ni siquiera entendía como podía seguir viva, ella no se alimentaba bien y había intentado matarse de muchas formas, pero, aún seguía aquí, en esta vida miserable.

La puerta comenzó a abrirse lentamente, Jul suspiró y escondió el cuchillo debajo de la cama. Durante mucho tiempo se resistió pero, llegando a este punto su espíritu de lucha había muerto y en su lugar quedaba una pobre chica que temía y era incapaz de matar a su padre a pesar de tener un maldito cuchillo tan cerca. Qué miserable se había vuelto, sin Jane ahí ella era nada.

Erick cerró la puerta con llave y Jul comenzó a desvestirse, quería que toda esa mierda acabara rápido. Cerró los ojos durante todo el acto intentado imaginar otras cosas que no fueran asquerosas, como el rostro de su hermosa Jane por ejemplo.

Después de que esa bestia terminó y se alejó, ella entró al baño y fue a limpiarse.

—Huelo horrible… —Se comenzó a frotar con la esponja tan fuerte que la piel se puso rojiza.

Jul miró su rostro lleno de marcas de cortes y apretó los dientes con rabia. Juliana le había arruinado la cara porque estaba celosa, ¿Celosa de qué era la pregunta? Jul no podía entender a esos monstruos. Ojalá Jane jamás viera su rostro de esa manera.

Justo en ese momento Jul sintió un asco horrible y corrió al escusado y vómito dando arcadas que le hacían doler el pecho.

Cuándo terminó ella se limpió la cara con agua y recordó lo enseñado en los libros de ciencias naturales, se asustó mucho y observó su barriga y comenzó a negar ese maldito pensamiento que cruzó por su cabeza.

—Es mentira, es mentira… no voy a tener a esa cosa. —Jul cogió el cuchillo que había escondido y salió corriendo de la casa. El maldito de Erick seguía bebiendo en el sillón frente a la chimenea, ella abrió la puerta y huyó en dirección al refugió.

Entró en el refugio en el que ya no cabía como antes debido a que había crecido, miró el cuchillo y lo pensó varias veces.

—Voy a sacar a esa cosa de ahí. —Dijo con determinación y se puso un trapo en la boca y se clavó el cuchillo en el vientre. Hizo un corte horizontal lentamente mientras resistía el dolor y cuando estaba hecho, metió su mano dentro de su propio vientre y sacó a esa aberración que tenía dentro. Comenzó a escupir sangre y a sentirse débil pero, a ella no le importó y tomó el cuchillo y acuchilló a ese parásito, una y otra vez, una y otra vez, incontables veces, tanto que perdió la cuenta.

Y luego se sintió débil y con mucho frío y se desplomó ahí debido a la perdida de sangre.

¿Acaso la muerte tiene favoritismo?