AFABLE

Desde que esos lentes le dieron superpoderes, su forma de ser cambió mucho.

Son las cinco de la tarde, faltaban cuatro días para su cirugía y el aroma a café inunda toda la cocina.

Serví una taza para Nicolás.

—Huele muy bien —él parecía contento.

—Es café con canela.

—¿Con canela?

—Así lo suele preparar mi abuelita.

Se llevó la taza a la boca y empezó a beber.

—¡Sabe rico!

—Lo sé.

Yo también bebí un poco de café. Estábamos sentados de frente y nuestras miradas coincidían durante algunos segundos.

—Sabes, nos hace falta un buen pan. ¡Una concha de mantequilla! —Me acordé de mis días en el pueblo.

—¿Quieres que mande a comprar pan?

—No, solo decía.

Asintió. El sabor del café era riquísimo.

—¿Has pensado en lo que te dije el otro día? —Se atrevió a averiguar.

¿Qué me había dicho? Me pidió que pensara en la posibilidad de ser novios.

—¿Cuándo fue la última vez que tuviste novia? —Pregunté.

Se puso pensativo.

—Hace como dos años. Su nombre era Vanessa.

—¿Te fue difícil superar el rompimiento?

—No. Yo… —pero no fue capaz de terminar la oración.

Bajo la mirada, se concentró en beber café y no dijo nada más. ¡Descubrí lo que sentía!

—No necesitas hacerte el fuerte conmigo. Es evidente que, si eras novio de ellas, fue porque tú también sentías algo y tus exnovias también notaron que buscabas algo en ellas. Lo más seguro es que tu querías y sabias que ellas te podían dar cariño. Por eso estuviste al lado de cada una. Lo he estado meditando. No solo se trató de las cosas que les diste, también se trató de las cosas que ellas te dieron.

Porque esa era una realidad en la que había estado pensando estos días. ¿De verdad me convenía él?

—Yo...

—Nunca he estado de novia con alguien, pero eso no quiere decir que no sepa lo que significa estar en un noviazgo —lo interrumpí.

Enfocó sus ojos en mí.

—¿Y qué significa un noviazgo para ti?

—¡Es un compromiso! Estar enamorados. Ser novios implica que una parte de mi corazón te debe pertenecer. Y que entonces, tengamos algo bonito que dure más que solo un par de años.

Pareció sorprendido con mi respuesta.

Mi abuelita solía decirme que no debía casarme con el primer chico que me pidiera ser su novia, pero, que sí debía casarme con aquel joven que me pidiera ser su novia porque lograba ver más allá de mi belleza externa. ¡Un hombre que no fuera superficial!

Que yo debía darme el tiempo de elegir y pensar bien las cosas antes de aceptar a alguien.

—Entonces, ¿te casarías conmigo?

Sonreí ampliamente, bebí café para tratar de relajarme.

—No lo sé. ¡Estás yendo muy rápido conmigo!

Y de repente, empezó a llover con mucha intensidad.

¡El cielo lloraba! Me emocioné con toda mi alma y corrí al cancel. Era la primera lluvia que yo miraba en la ciudad. Ver cómo llovía me provocó nostalgia. ¡Extrañaba un poco a mi familia!

—¿Te gusta la lluvia? —Preguntó acercándose a mí.

—¡Me gusta! Pero me gusta más, correr mientras llueve.

—¿Hablas de mojarte?

Asentí.

—¡Es muy divertido! ¿Alguna vez lo hiciste?

—No. En realidad…

—¡Pues hoy será tu primera vez!

Tomé su mano y abrí el cancel. Atravesarlo no fue complicado y sentir la lluvia era muy agradable. ¡Me sentía muy eufórica de momento!

Pero estar limitada al jardín y al patio de la casa no me basto. Sin miedo alguno abrí la puerta del zaguán y empezamos a correr por la calle del fraccionamiento. ¡Éramos como niños sin miedo a divertirnos!

La felicidad dominaba mi cuerpo, estar tomada de la mano de Nicolás me causaba más felicidad que antes y este momento, era muy especial. ¡Divertido!

—¡Que padre! —Exclamé—. Hay que ir a los juegos que están allí.

Un pequeño parque estaba esperando a que llegáramos. Subimos al tobogán. Usamos la resbaladilla. El pasamanos. Los columpios. ¡Esto se sentía muy bien! Verlo sonreír me hacía sonreír aún más y estar a su lado en un momento tan simple, significaba mucho en realidad. ¡Me gustaba esto!

—Deberíamos bailar —el rostro le escurría por el agua de la lluvia.

—Pero no hay música —dije y sonreí para él.

—La lluvia será nuestra canción.

Su idea me encanto. Me tomo de la cintura. Pose mi mano sobre su hombro y entrelazamos el resto de nuestras manos. ¡La lluvia era nuestra canción para bailar!

—Imagina que suena una de las canciones que te gustan —me susurro al oído.

Asentí.

—Claro.

Y aunque la gente se escondía de la lluvia, nosotros estábamos descubriendo que podíamos ser felices bailando a toda inundación. Ella Baila Como Quiera de Friolento empezó a sonar en mi mente. Los ojos de Nicolás, su sonrisa, su altura, su barba, su todo me encantaba. ¡Él se había vuelto una costumbre muy bonita!

—Nicolás —llame su nombre.

—Dime.

Sonreí. Me mordí los labios. Quise hablar. Sus cejas se enarcaron. ¡Decidí hablar sin miedo!

—¡Me gustas! ¡Sí me gustas mucho!

Su sonrisa irradió la felicidad que mis palabras habían causado en él.

—Pero tú me gustas más Janet.

Encogí mis hombros y sonreí más ampliamente que antes.

—Como tú digas.

El contacto visual que hicimos nos llevó a sentir cosas intensas. De momento bajo la vista a mis labios, subió a mis pupilas, bajo a mis labios y finalmente, noté que se estaba inclinando para unir nuestras bocas. ¡Un beso! ¡Nos íbamos a besar!

La velocidad aumentó, noté que cerraba los ojos y entonces me preparé para sentir su impacto. ¡Increíble! Después de unos segundos, abrió sus ojos y moví mis cejas para hacerle saber que lo había engañado. ¡Use mi mano para separar nuestros labios!

Yo aún sentía que no era el momento para dejar que me besara.