La Brigada Del Páramo

Jasper, cuya autoridad era indiscutible, levantó la mano con firmeza, interrumpiendo el murmullo que comenzaba a tejerse entre los comandantes. Su presencia llenaba la sala con la intensidad de un trueno lejano.

—Entonces será así. Ahora ocupémonos de los planes para los novatos —dijo, su voz grave y cortante, dejando claro que cualquier intento de cuestionar su decisión era inútil. No había espacio para dudas en su liderazgo.

Pero Oliver, impulsado por la lealtad hacia Maximo y la promesa que había hecho, no podía simplemente dejar el asunto atrás. Su corazón ardía con la urgencia de una causa que sentía más grande que él mismo.

—Entonces, déjalo para mis unidades. Seguro que uno de mis mandos lo aceptará sin problema —dijo Oliver, su tono de súplica casi imperceptible entre las líneas de su firme determinación. A pesar de la negativa rotunda, no podía rendirse.

Elias, con la calma de quien sabe que la lógica es su mayor aliada, intervino sin dudar. Su voz sonó como una espada afilada, cortando cualquier intento de desobedecer la jerarquía.

—¡Denegado! Oliver, tú y tus unidades estarán en el campo de batalla. Si no es apto para pertenecer con los otros novatos, menos para tus unidades de combate —dijo Elias con autoridad, su mirada fija, irrefutable.

Oliver, sin embargo, no retrocedió, como un toro embistiendo contra viento y marea. La frustración nublaba su juicio, pero no podía dejar que Maximo quedara atrás, abandonado, sin más que la promesa rota de alguien que no entendía el valor de la lealtad.

—No importa. ¡Yo me responsabilizaré! —insistió con firmeza, desafiando incluso a los hombres que le superaban en rango. No podía dejar a Maximo fuera de la lucha.

Pero la respuesta de Jasper, fría y calculada, volvió a caer sobre la sala como un golpe de martillo sobre el yunque. No había espacio para rebeldías ni consideraciones sentimentales.

—Los resultados que informó Raphael son claros. No tiene capacidades de combate, no tiene la capacidad para resistir en la batalla y la mayor parte del curso básico lo falló —sentenció Jasper, sin una pizca de duda en sus palabras. Sus ojos, duros como el acero, no mostraban ninguna compasión por el destino de un solo hombre.

Oliver, sin embargo, no pudo evitar el impulso de defender a Maximo, de luchar por él, incluso si ello significaba arriesgarse a perder su propia posición. La promesa que le había hecho seguía siendo su único anhelo, y no iba a dejar que fuera en vano.

—¿Qué razones hay para no dejarle participar en esta acción tan importante? —preguntó con un tono lleno de desesperación. Maximo tenía que ser parte de la batalla. Esto no solo afectaba su desarrollo, sino que su moral estaba en juego, y eso podía desmoronarlo por completo.

Pero las palabras de Raphael, duras y definitivas, no le dieron espacio a Oliver para seguir luchando.

—No sé qué sea importante de ese novato, pero no tiene capacidades de combate. ¡No tiene la capacidad para resistir en la batalla y la mayor parte del curso básico lo falló! —dijo Raphael con la frialdad de un verdugo pronunciando una sentencia de muerte. Con ello, selló el destino de Maximo, dejando claro que no habría más discusión.

Jasper, con una mirada implacable, dejó caer la última palabra en la sala. Su sentencia resonó como un eco de autoridad que no admitía objeciones.

—¡Perfecto! Ya no hay que darle más vueltas a la situación. El novato se quedará con Raphael en espera de nuevos novatos para recibir el curso básico nuevamente. ¡Esa es mi orden!

El peso de sus palabras aplastó cualquier esperanza que quedaba para Maximo. Oliver, que había luchado con todas sus fuerzas por defenderlo, sintió cómo se le caía el alma al suelo. Ya no podía hacer nada. La decisión de Jasper era inquebrantable, y aunque su corazón ardía con frustración, sabía que no podía desafiar el poder absoluto de su líder.

Maximo, el joven novato que había mostrado tanto potencial, ahora se veía relegado a la sombra de su propio fracaso. Oliver tragó saliva, sintiendo cómo el peso de la traición a su promesa lo aplastaba. No podía enfrentar a Maximo con la verdad, pero sabía que no le quedaba otra opción.

Con el ánimo hundido, Oliver se levantó de su asiento y se acercó a Raphael, que estaba a un costado, esperando el informe final. No había palabras dulces que pudieran suavizar lo que se venía. El joven soldado tendría que comenzar de nuevo, sin poder participar en la inminente batalla. En su mente, Maximo ya estaba perdido.

A pesar de todo, los altos mandos no perdieron tiempo. Con la situación resuelta, pasaron rápidamente a discutir los planes para la inminente confrontación. La mesa se llenó de mapas detallados y estrategias que se dibujaban con una precisión mortal.

Miguel, Elestren, Raphael y Jasper intercambiaban propuestas y ajustaban las tácticas. Era una batalla que no podían perder. La Brigada del Páramo había estado luchando durante años para establecer su dominio, y ahora enfrentaban a la Banda del Sur, una organización peligrosa que amenazaba con desestabilizar toda la región. No podía haber margen para el error.

—La misión es clara —dijo Elias, su voz profunda y calmada—. Necesitamos identificar las posiciones del enemigo y expulsarlos de ellas rápidamente. Nuestro objetivo no es solo destruir sus bases, sino asegurarnos de que no puedan recuperar terreno. Los novatos estarán en las posiciones que tomemos. Ellos defenderán las posiciones y los escuadrones de asalto estarán en ataque intentando ganar mas terreno.

A lo lejos, Oliver observaba con el peso de su propia impotencia. Sabía que sus unidades estarían en el frente de batalla, y que Maximo, por más que hubiera querido darle una oportunidad, quedaría fuera de todo esto. Tal vez en el futuro, cuando regresaran más novatos, Maximo tendría su oportunidad. Pero por ahora, su destino ya estaba sellado.