Claret es una chica con deudas hasta el cuello que intenta superarse, no descansará hasta encontrar un trabajo y dejar su vida de penurias atrás, en su camino se topará con Cillian un hombre millonario que oculta su vida de mafioso detrás de su apariencia de CEO. ¿Qué sucederá cuando sus mundos se entremezclen? Descúbrelo ya. (+18)
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Capítulo 16
...CLARET:...
No pude responder, ante tal arrebato, mi boca fue asaltada por labios carnosos y suaves que se movieron a prisa, la barba rasposa, un cosquilleo en mi barbilla.
Era rica, muy rica.
Mi corazón casi se sale y mi respiración se atoró.
Mis piernas temblaron.
Cillian alejó su boca y siguió rodeando mi espalda con su brazo, me quedé sin asimilar nada, con el rostro ardiendo y un hilo de sensaciones en todo mi ser.
A él no pareció afectarle nada, siguió firme, como si no acabara de robarme un beso y observó hacia los tres sujetos.
La rubia estaba que echaba chispas y su padre aún más.
— Espero que desde hoy quede claro, no se metan en mi vida personal o asumirán las consecuencias — Amenazó con una calma inflexible.
— ¡A mí no me amenazas! — Gruñó ese hombre — ¡Recuerda, quien te abrió las puertas puede cerrarlas, no toleraré que mi hija sea motivo de habladurías, los medios destruirán su pulcra reputación y todo por tu culpa!
— Lo siento, pero ese no es mi problema y si no esta de acuerdo, allí está la puerta, puede irse cuando guste — Cillian señaló la salida.
— Eres un malagradecido ¿En serio quieres arriesgarte a perder todo lo que te ayude a construir?
Cillian me soltó y caminó hacia el hombre, con una mirada severa.
— Adelante, inténtalo, mi influencia ahora es superior, tengo millones por montones y no creo que tu puedas hacer mucho para pisotear todo lo que construí — Dijo Cillian, elevando su barbilla hacia el trío.
— !Soy tu socio mayorista!
— Con gusto acabaré con eso y descuida, recibirás la parte que te corresponde.
— ¡No pensé que fueras tan poco hombre! — Intervino la rubia — ¡Me dejaste por ésta mujercita disfrazada, ví las fotos y ésta mujer no es más que pura pinta, la sacaste de algún basurero para que hiciera ésta farsa! — Me evaluó como si fuera una cucaracha insignificante — Este pedazo de porquería barata solo se ésta aprovechando de ti, Cillian, es una mujerzuela, por encima se le nota.
Me tensé, enojada — Ni siquiera me conoces.
— No necesito conocerte, para oler tus intenciones desde aquí — Siseó.
— Con razón se me parecía conocida, es la misma chica del hotel — Dijo su hermano.
— Uy, pero que observador — Resopló Cillian — Laisa, no te conviene hablar así de mi prometida y menos delante de tu padre, ya que nos estamos sacando los trapos al sol, porque no hablamos de tus jueguitos.
— Cállate, a mí hija no la denigras — Siseó su padre, rojo de la furia — Vámonos de aquí.
— Pero, padre... Tienes que obligarlo...
— Vámonos.
Laisa me dió una mirada fulminante antes de caminar hacia la salida.
— Adiós, tengan buen día — Se burló Cillian.
Su hermano también me observó antes de marcharse.
— Tengo otros asuntos que atender, le pediré a Dante que venga a buscarla — Dijo cuando nos quedamos solos y ni siquiera pude observarlo a los ojos, era un manojo de nervios, sentía su boca y su fragancia en mi nariz.
Lo sentí acercarse y me alteré, me tomó de la barbilla y elevó mi rostro.
Me observó detenidamente.
— Hizo un buen trabajo.
No pude hablar.
— ¿Qué sucede? — Se desconcertó cuando me aparté de su toque — ¿Hay algún problema?
— No... No lo hay...
— Tendrá su dinero en la tarde, en su cuenta.
— Gracias — Encajé mis dedos en la bolsa — ¿Qué hay de esas personas, lo seguirán molestando?
— Tal vez, pero sé lidiar con eso, ya no trabajarán para mí, eso es seguro — Arqueó las cejas — Cuando salga el artículo en la revista, terminarán de alejarse — Se pasó una mano por la barbilla y sus labios sensuales, deliciosos, se apretaron — Llamaré a Dante.
Asentí con la cabeza
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Cuando llegué al Penthouse corrí a mi habitación, me avente a la cama y cubrí mi rostro con la almohada.
Respiré con fuerza, mientras mi corazón volvía acelerarse ante el recuerdo del beso, de mi primer beso.
Me giré y toqué mis labios.
Y no significó nada, solo un teatro.
¿Cómo miraría a mi jefe después de esto?
No podía verlo igual.
Después de bañarme y colocarme unos pantalones sueltos con una camisa ancha entré en la cocina.
Cillian no había vuelto.
— Buenas noches.
— Buenas noches, Señorita Claret. Ya está lista la cena, preparé una comida española.
— ¿Cómo supo que soy mitad española? — Le pregunté mientras me sentaba en uno de los bancos.
— El Señor Leroy me lo dijo y me pidió que preparara una paella para cenar.
No sabía como sentirme con eso.
— Huele delicioso.
— Le serviré ahora mismo.
La señora destapó la olla y me sirvió en un plato de porcelana, también una copa con vino.
Lo colocó frente a mí — Aquí tiene.
Tomé mi tenedor y probé un poco — Esto está delicioso.
— ¿En serio?
— No bromeo, está delicioso ¿Es chet?
Se rió — Solo soy una cocinera.
— Es muy modesta, esto está divino — Dije, comiendo más — Delicioso.
— Huele delicioso — Dijo alguien en la entrada.
— Señor Leroy ¿Le sirvo un poco?
El señor Cillian se aproximó al banco, a mi lado.
Tenía el cabello mojado y le caía sobre la frente, usaba una camiseta blanca y unos pantalones de pijama.
— Sirva bastante, estoy hambriento — Se sentó en el banco — Señorita Claret ¿Le gusta la paella? — Me observó comer y me sentí nerviosa.
— Está deliciosa, gracias.
— A Mariam es a quien debe agradecer, es una experta cocinando.
— De eso no hay duda.
— Tantos halagos me están haciendo avergonzarme — Dijo la sirvienta, colocando un plato frente al señor Leroy, él tomó el tenedor y probó un poco.
— Esto es una delicia, Mariam, amo tus manos — Comentó y me desconcerté al ver al señor Leroy tratando tan amable y con tanta confianza a la señora, podía notar que llevaban mucho tiempo conociéndose.
— Eres un exagerado.
— No, no, desde niño ame tu comida y los niños no mienten — Dijo, comiendo con más afán — Lograba que me comiera los vegetales y eso es difícil.
— Adulador, siempre haz tenido un buen apetito — Resopló Mariam y me sentí una extraña entre ellos.
— ¿Fue su nana? — Pregunté y Cillian dejó esa expresión relajada.
— Si, algo así — Dijo, tornándose serio para volver a comer.
— Lo cuidaba de niño — Contó la señora, sonriendo.
Cillian siguió comiendo sin hablar y la señora volvió a sus labores.
— Señorita Claret ¿Chequeó su pago?
Observé hacia Cillian — No, la verdad es que no. Descansé un poco y luego fui a bañarme, no revisé mi correo.
— Ya hice la transferencia.
Apoyó sus brazos musculosos de la repisa, pinchando trozos de vegetales con su tenedor.
— Lo comprobaré cuando vaya a mi habitación.
No pude evitar observar su boca gruesa, se abrieron para masticar un camarón que pinchó con su tenedor.
Me tensé, sintiendo una creciente necesidad entre mis piernas.
Aparté la mirada cuando giró sus ojos encantadores hacia mí.
"Claret, controla esas hormonas"
Terminé mi plato y agradecí a Mariam.
Me levanté para fregar el plato.
— Yo lo hago, señorita Claret — Se apresuró Mariam — Usted, no tiene que preocuparse por eso.
— Estuve tanto tiempo haciendo las cosas por mi misma que me cuesta dejarla hacer todo — Me quejé, sintiendo la mirada de Cillian, del otro lado de la isla de la cocina.
Observé de reojo y lo encontré observando de esa forma intimidante.
— Es mi trabajo.
— Gracias por la paella, yo me retiro, buenas noches — Dije, saliendo de la cocina sin volver a mirar hacia el señor Cillian.
Llegué al pasillo de mi habitación.
— Señorita Claret.
Me tensé al escuchar su voz, giré mi cabeza hacia él. Estaba de pie, detrás de mí.
— Dígame — Dije, tomando la perilla de mi puerta.
— ¿Qué le sucede?
— ¿A qué se refiere?
— Actúa de forma nerviosa en mi presencia, siempre lo ha hecho, pero ésta vez siento que está incómoda conmigo — Se aproximó, con su cabello alborotado distrayendo mi mente y ese porte sensual.
— No entiendo, actúo como siempre.
Se apoyó de lado, de la pared y cruzó sus brazos.
— ¿Por qué no me observa a los ojos?
Elevé mi mirada y lo observé para mostrarle que no sucedía nada.
— Buenas noches, señor...
Se aproximó más cerca.
— ¿Es por el beso? — Su voz se tornó gutural — ¿Por qué se pone así por un beso? — Mi corazón se aceleró y abrí la puerta para entrar, pero la volvió a cerrar y se interpuso entre la perilla y yo.
— Oiga ¿Qué le sucede? Déjeme entrar.
— Deje de evitarme — Dijo, en una voz baja — Necesito que me diga como se siente después de lo que hice, de ese beso ¿Por qué actúa tan tímidamente?
— Fue parte del teatro ¿Por qué le importa?
— No quiero que se sienta incómoda.
— No debió robarme ese beso entonces — Confesé, sin poder evitarlo.
Sus ojos se volvieron más oscuros y pareció darse cuenta de algo.
— ¿Fue su primer beso?
— Lo fue — Me sentí avergonzada — Adelante, burlese.
— No voy a burlarme, es que no comprendo ¿Cómo es que una chica de su edad y tan bonita...
— Tenía otras prioridades — Quise finalizar la conversación con eso.
— Osea que yo, le robé su primer beso.
— Ya no tiene importancia.
Se aproximó tanto.
Elevó una mano y trazó mi cuello, sentí una corriente de energía cuando se inclinó para alcanzar mi boca.
Me besó nuevamente.
Permanecí quieta cuando me atrapó los labios, los movió a prisa y no pude respirar.
Me tomó de la mandíbula con su otra mano, obligando a abrir la boca.
Metió su lengua y me estremecí, succionó y movió su boca, devorando la mía con demanda.
No podía seguirle el ritmo, mi cuerpo tembló y me empujó contra la pared sin soltar mi boca.
Me asusté cuando presionó su cuerpo contra el mío.
Bajó sus manos y tomó mis muñecas, me dejó inmóvil para asaltar mi boca a su antojo.
Sentí una dureza contra mi abdomen, mientras mordía mis labios.
El dolor entre mis piernas se acrecentó más y más.
Dejó de besarme y me quejé jadeando, agitada por la fuerza de su beso.
Rozó su nariz por mi mandíbula y dió besos en mi cuello.
Cerré mis ojos, arqueando mi cuerpo hacia el suyo, esa firmeza se encajó con más fuerza contra mí.
Soltó una de mis muñecas y volvió a tomar mi mandíbula.
Atrapó mi boca de nuevo, mordiendo mis labios y succionando.
— Disfrutaré enseñarle a besar — Jadeó contra mi boca.
— ¿Por qué me besa ahora? — Mi voz logró salir mientras me daba besos y lamidas en la mejilla.
— Porque me vuelve loco, porque me provoca y ya no lo soporto. Se que es un error, sobrepasar ésta línea con mi empleada, pero la deseo y soy claro cuando ansio algo — Alejó un poco su rostro de mí y me observó, su rostro era hambriento y salvaje, siguió sosteniendo mi mandíbula — Me gustaría enterrar esto dentro de usted — Dió un empujón con sus caderas en mi abdomen, la dureza me provocó un hormigueo — Es lo que quiero — Volvió a acercar su boca — No debería ni decirlo, pero soy preso de las sensaciones y odio ser un maldito esclavo de las ganas.
Intenté moverme, pero se apretó más contra mí, dejándome inmóvil.
— Señor Cillian, no debería...
— Hasta eso me enciende, escucharte decirme así.
Sentía el corazón en la boca.
Esto tenía que ser un sueño.
Se apartó, jadeando.
— Vuelva a su habitación ahora — Ordenó.
No podía moverme, pero al ver la manera en que me observaba caminé hacia la puerta y entré a la habitación, cerrando rápidamente.
Coloqué el seguro, temblando.
No sabía lo que sentía, era una mezcla de miedo con ansiedad.
Caminé hacia la cama y tomé una almohada para abrazarla, con la mirada en la puerta.