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Después De Mí

Después De Mí

Status: En proceso
Genre:Apoyo mutuo / Cambio de Imagen / Ascenso de clase social / Mujer despreciada
Popularitas:17.2k
Nilai: 5
nombre de autor: sonhar

Valeria era una joven soñadora, la cual deseaba seguir sus estudios en medicina y poder con eso ayudar a las personas; sin embargo, el conocer a cierto hombre y dejarse atrapar por aquel seductor amor, haría que abandonara todo por lo que había soñado y luchado. Entre platos sucios y una triste rutina, sucumbía por haber dejado todo por amor. Decidida a no dejarse enterrar, estando aun llena de vida, intentará luchar para recuperar todo lo que dejó atrás y su primer paso será darse cuenta de lo dañino que ha sido aquel hombre que tanto quiso, ¿tendrá la suficiente fuerza de voluntad para cambiar su propia vida?

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CAPITULO 11

Amaneció, y Valeria despertó sola en el departamento de Renata. Al levantarse, decidió recorrer el lugar. Al entrar a la habitación de su amiga, quedó impactada: en las paredes colgaban medallas, diplomas y condecoraciones obtenidas a lo largo de su carrera. Valeria se detuvo en silencio, observando cada reconocimiento, y de inmediato le vino un pensamiento doloroso: ella no tenía nada parecido. Solo guardaba una fotografía de su boda con Elías, y todos los logros que había coleccionado en su vida no eran propios, sino los de él.

Con un nudo en la garganta, se metió a la ducha. El agua corrió durante un largo rato mientras sus pensamientos se agitaban.

Necesitaba un plan. Necesitaba volver a ser ella. Lo primero que decidió fue recuperar su confianza: salir a correr, volver a ejercitarse, reencontrarse con la mujer que antes se miraba en el espejo con orgullo y no con desprecio.

Ese mismo amanecer se puso unas zapatillas y salió a correr. El aire fresco, el sonido de sus pasos en el pavimento y la sensación de movimiento le devolvieron, aunque fuera un poco, una paz olvidada. Al regresar, cansada pero renovada, se dio una ducha rápida y, sin pensarlo demasiado, tomó su bolso y salió rumbo a la universidad.

Quizá —se repetía— aún estaba a tiempo de retomar sus estudios.

Sin embargo, al llegar, la realidad le cayó como un golpe. En secretaría le informaron que, por reglamento, un alumno solo podía retomar la carrera si habían pasado menos de tres años desde el abandono. En su caso, ya era demasiado tarde. Si quería estudiar medicina otra vez, debía empezar desde cero.

Valeria salió con el corazón encogido. Tenía 28 años, y comenzar de nuevo le parecía una tarea imposible. Con paso lento se dirigió a las bancas de su antigua facultad y se sentó, dejando que los recuerdos la invadieran. No pudo contenerse: las lágrimas comenzaron a rodar por su rostro sin pedir permiso.

Y fue entonces, como tantas veces en la vida, que alguien apareció para recordarle que no debía rendirse.

—Yo sabía que algún día volverías por estos lugares —escuchó una voz conocida.

Levantó la mirada entre lágrimas. Frente a ella estaba uno de sus profesores de la carrera, aquel que siempre creyó en sus capacidades.

—Profesor… —murmuró, poniéndose de pie para saludarlo.

Él le sonrió con calidez.

—Vamos, Valeria, deja de llorar. Has regresado al lugar correcto. Ahora, vuelve a esa oficina y matriculate. Empieza de cero. ¿Quién dijo que la vida era fácil? Lo más difícil ya lo hiciste: regresar. Y ahora no puedes echarte para atrás.

Valeria negó suavemente con la cabeza.

—Pero… ya no soy la misma de antes. No tengo la edad para empezar otra vez.

El profesor rio con suavidad.

—¿La edad? ¡Por favor! Mírame a mí. Yo sigo estudiando. Mi sueño siempre fue poder separar a unos siameses en cirugía, y sigo preparándome para que cuando llegue esa oportunidad, no me encuentre sin estar listo. Nunca es tarde para el que realmente ama lo que hace.

Ella lo miró, sorprendida por su determinación. Entonces él continuó:

—Tengo una propuesta para ti. Concéntrate en ser la mejor. Si lo haces, yo mismo te recomendaré en el hospital donde trabajo. Pediré que seas mi practicante y mi estudiante. Tendrás la oportunidad de trabajar a mi lado mientras estudias.

Valeria abrió los ojos con incredulidad.

—¿Me está diciendo en serio?

—Claro que sí —afirmó él sin dudar—. Yo sé el potencial que tienes. Alguna vez fuiste mi alumna y te conozco: cuando decides algo, lo haces con pasión y no te rindes hasta lograrlo.

Ella bajó la mirada, insegura.

—¿Pero por qué confiaría en mí otra vez? Dejé mi carrera una vez… ¿qué le hace pensar que no volvería a hacerlo?

El profesor la observó con firmeza.

—Porque regresaste. Y uno siempre regresa al lugar donde fue feliz. La decisión que tomaste en el pasado no te hizo feliz, por eso estás de vuelta aquí. Esa es la prueba de que ahora es distinto.

Las palabras se clavaron en el corazón de Valeria como un llamado imposible de ignorar. Se levantó de la banca, secándose las lágrimas con decisión.

—Muchas gracias, profesor. Tiene razón. Ahora mismo voy a matricularme. Voy a empezar de nuevo y, si usted me lo permite, quiero aprender de usted.

El profesor sonrió orgulloso.

—Eso quería escuchar. Vamos, Valeria, el futuro no espera.

Y en mucho tiempo, Valeria sintió que lo tenía otra vez en sus manos.

Cuando Valeria volvió al departamento de Renata, el corazón le latía fuerte. Había pasado de la desesperanza de la mañana a la certeza de que un nuevo comienzo era posible. Abrió la puerta y se encontró con el espacio en silencio. Renata todavía no había regresado de su viaje, pero eso no detuvo su impulso: dejó la mochila en el sofá y empezó a caminar de un lado a otro, con una sonrisa que no recordaba haber tenido en años.

Se miró en el espejo del pasillo, ese mismo que la noche anterior le devolvía solo desprecio y rechazo. Esta vez, aunque aún veía ojeras y el peso de los años difíciles en su rostro, también notó algo distinto: determinación.

—Lo logré… —susurró, como si necesitara escuchar su propia voz para creerlo—. Estoy de vuelta.

Imaginó la cara de Renata cuando le contara lo que había decidido. Imaginó también la de Elías, si algún día se enteraba de que la mujer a la que intentó borrar había vuelto a levantarse, más fuerte que antes.

Se sirvió un vaso de agua y se sentó frente a la mesa, tomando su libreta vacía. Abrió la primera página y escribió con letras grandes, firmes, como un juramento:

“Hoy comienza mi nueva vida. No voy a rendirme”.

Después dejó el bolígrafo a un lado y cerró los ojos. Estaba agotada, pero en paz.

Mientras para Valeria la vida comenzaba a sonar bonita y a tomar un nuevo rumbo, para otros la realidad era muy distinta. El video de Renata golpeando a Elías no dejaba de circular por redes sociales y noticieros, y aunque él intentaba aparentar calma, su vida estaba de mal en peor.

Había pasado una semana desde que Valeria salió del hospital y dejó la casa que compartían. Aquel hogar, que siempre estaba impecable, lleno de flores frescas y detalles cuidados por ella, se había convertido en un reflejo de abandono: el polvo cubría los muebles, las plantas estaban marchitas y las hojas caían al suelo por falta de agua.

Elías parecía ajeno a todo. Ya no había un plato caliente esperándolo, ni sus camisas planchadas en el clóset, ni el café de la madrugada que tanto disfrutaba antes de ir a trabajar. La ausencia de Valeria se notaba en cada rincón.

Para intentar calmar la ola de rumores, Elías salió a dar un comunicado público. Frente a las cámaras, con un semblante cansado, dijo simplemente:

—Ese golpe me lo merecía… porque lastimé a la amiga de la mujer que me golpeó. Me lo merecía, quizá más.

No respondió preguntas. Solo se retiró, dejando más dudas que certezas.

De regreso, no fue a su casa. Fue directo a la de Marcos, su amigo de siempre. Apenas entró, se dirigió al pequeño bar de la sala, tomó una botella y se sirvió un vaso generoso de whisky. Se lo bebió de un trago, como si quisiera apagar un incendio interno.

Marcos lo miró con desconcierto.

—¿Pero qué demonios te pasa, Elías? —le reprochó—. ¿Qué te costaba decir la verdad? Que te golpearon porque no fuiste un buen esposo.

Elías volvió a servirse y bebió otro sorbo amargo.

—No puedo decir públicamente que estoy casado… Es por el bien de Valeria.

Marcos bufó, incrédulo.

—¿Por su bien? ¿De qué hablas? Siempre dices lo mismo, pero nunca das una explicación que tenga sentido.

Elías lo miró con los ojos vidriosos, pero su tono fue firme.

—Nunca vas a entenderlo.

Marcos chasqueó la lengua, frustrado.

—¿Cómo quieres que lo entienda si nunca cuentas nada? Todo lo que tenga que ver con Valeria siempre fue un secreto para ti. Nunca me hablas de ella. Ni siquiera me la presentaste. Solo tu familia sabe que existe. ¡Por Dios, Elías, ni en una foto la conozco!

Elías se quedó en silencio. El vaso temblaba en su mano, y por un instante, parecía al borde de quebrarse. Pero no respondió.

Se limitó a mirar la bebida como si en ella pudiera encontrar una justificación para todo lo que había hecho.

Elías no dejaba de beber. Vaso tras vaso, como si en el fondo de la botella pudiera encontrar una respuesta a todo lo que había destruido. Marcos trató de detenerlo varias veces, quitándole la copa de las manos, pero fue inútil.

—¡Basta ya, Elías! —le gritó, arrebatándole la botella—. Te vas a matar así.

Elías intentó recuperarla, forcejeando con torpeza, hasta que Marcos, harto, le soltó un puñetazo seco en el rostro. Elías cayó al suelo con la copa rota a un costado.

Fue entonces cuando todo se quebró. El arquitecto que siempre había parecido tan seguro, tan orgulloso de sí mismo, empezó a llorar como un niño.

—Si tan solo… si tan solo la hubiera escuchado una vez… —sollozó, encogido en el piso—. Ahora ella estaría conmigo…

Marcos lo miraba, sorprendido. Nunca lo había visto así, tan roto, tan vulnerable. Se arrodilló frente a él y habló con rabia contenida:

—Elías… nunca voy a entender tu manera de amar a esa mujer. Cuando te conocí, me hablaste de ella como si fuera lo mejor que te había pasado en la vida. Estabas perdidamente enamorado de Valeria, eras distinto en ese tiempo… lleno de ilusión.

Se pasó la mano por el cabello, frustrado.

—Y de pronto, un día apareces y me dices que estabas casado. Que te habías ido a vivir a un cuarto alquilado con ella. ¿Sabes cuántas veces te pedí conocerla? ¿Cuántas veces insistí? Y tú siempre me decías que me conformara con escucharte hablar de ella… ¡Porque bastaba con eso!

Marcos bajó la voz, con un dejo de tristeza.

—Y después todo cambió. Ya no me hablabas de ella. Hasta pensé que habían terminado.

Elías, con los ojos rojos y las lágrimas corriéndole por el rostro, buscó en el bolsillo trasero de su pantalón y sacó su billetera. La abrió con cuidado, como si guardara un tesoro, y de dentro sacó una fotografía. La miró unos segundos, acariciando el papel con los dedos temblorosos, antes de entregársela a Marcos.

—¿Quieres conocerla…? Ella ya no está en casa… pero siempre la llevo conmigo. —Le extendió la foto—. Aquí está. Esta es Valeria.

Marcos tomó la fotografía y la contempló en silencio. En la imagen, Valeria sonreía, joven, con esa luz en los ojos que hablaba de sueños intactos.

—Realmente es hermosa… —susurró Marcos, impresionado.

Elías asintió, apretando los labios.

—Sí… es hermosa. Pero yo fui el único estúpido que no lo supo cuidar.

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Anonymous Carmen diaz
Cuanta razón de tu padre al casarte truncasteis tus sueños te volviste gris pero ahora puedes ayudar y salvarle la vida podrás hablar después de la operación Valeria
Anonymous Carmen diaz
Tus sueños se están volviendo realidad Valeria y terminarán en tu carrera deseada como doctora con esos dos grandes amigos Renata y Martín
Anonymous Carmen diaz
Será que puedas ayudar a Valeria que los que amenaza a Elias con Valeria sean hombres que persigues tu Renata
Anonymous Carmen diaz
Cuanto dolor ver morir a tu madre pero nadie te lo dijo y no hubo consuelo para tu pequeña vida
Anonymous Carmen diaz
Dile lo que paso que sirva para sanar un poco tu dolor Martín sobre tu madre tu padre y tu vida
Anonymous Carmen diaz
Martin escucha por una vez al coronel estas solo sin tu madre y hermana
Anonymous Carmen diaz
Protejan a Valeria aunque si tu padre supiera sobre lo que acecha a Valeria tal vez la ayudarían
Anonymous Carmen diaz
Martin si eres sincero con Renata ella buscará ayudarte para que Valeria no sea involucrada
Anonymous Carmen diaz
Si Renata llévalo a rastras sino quiere ir con su padre no destruyan también por Martín a Valeria
Anonymous Carmen diaz
Martin mejor aparece ante tu padre y déjale claro no te persiga
Anonymous Carmen diaz
Que más investigaste para tu jefe Renata que tanto de su vida dirás
Anonymous Carmen diaz
Si tu terquedad puede más que la razón perderás a Elias por ello solo las quiere proteger y tu terca mercedes
Anonymous Carmen diaz
Y no pregunta que hara Elias o que le pasará o porque se van
Anonymous Carmen diaz
Nora deben ser cautelosas y no decir nada
Anonymous Carmen diaz
Estás protegiéndolas aunque no las vuelvas a ver debes cortar de tajo o las encontrarán
Anonymous Carmen diaz
Elias tu familia Nora y tú madre saben sobre tus tratos con esos hombres
Anonymous Carmen diaz
Sabes quien es Martín y quien esa mujer Renata que harás debes decir todo sobre ella
Anonymous Carmen diaz
Será que Renata descubrirá a los que amenazan a Elias y persiguen a Valeria y Nora para controlarlo
Anonymous Carmen diaz
Será tu padre quien controla y amenaza a Elias con dañar a Valeria y a Nora
Anonymous Carmen diaz
Eres hijo de alguien peligroso Martin estás huyendo de tu padre pero si supieras que tal vez sea por el esposo de Valeria que tienen esas personas vigilándola
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